viernes, 30 de septiembre de 2016

Parate un momento: El Evangelio del día 1 DE OCTUBRE - SÁBADO 26ª - SEMANA DEL T. O. - C Santa Teresita del Niño Jesús




1 DE OCTUBRE - SÁBADO
26ª - SEMANA DEL T. O. - C
Santa Teresita del Niño Jesús

Evangelio según san Lucas 10, 17-24
En aquel tiempo, los setenta y dos volvieron muy contentos y dijeron a Jesús:
“Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre”-
 Él les contestó:
“Veía a Satanás caer del cielo como un rayo.
 Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno.
Sin embargo, no estéis alegres porque se os sometan los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo”.
En aquel momento, lleno de alegría
del Espíritu Santo, exclamó:
“Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, que has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Si Padre, porque así te ha parecido bien.
Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte:
“¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que
muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron; y oir lo que oís y no lo oyeron”

1.   Las últimas palabras de Jesús, en este texto, son la clave de todo el Evangelio: en la historia de la humanidad, hubo desde antiguo muchos hombres importantes, profetas de Dios y reyes de los pueblos, que (seguramente sin saberlo) desearon ver y oír lo que estaban viendo y oyendo los discípulos de Jesús.
¿A quién estaban viendo y oyendo los discípulos?
A Jesús, es decir, a un hombre, todo lo genial que queramos, pero era un hombre, a quien “se veía” y a quien “se oía”.
O sea: Dios, en Jesús, entraba por los sentidos.
Ahora bien, lo inexplicable, aterrador y genial, todo a la vez, es que en aquel hombre, se veía y se oía a Dios. Porque Dios estaba “presente” y “se daba a conocer” en aquel hombre.

2.   Así tuvo que ser. Porque, según afirma Jesús, “el Padre se lo ha entregado todo”.
Entregar la “totalidad” es una forma de decir que incluso Dios —y sobre todo Dios—
se ha entregado a aquel hombre que los pobres galileos veían y oían.
De ahí que Jesús explica: “Nadie conoce quién es el Padre sino el Hijo”, como es también cierto que “nadie conoce al Hijo sino el Padre”.
El conocimiento “exclusivo” y “único” del Padre (Dios) está en Jesús (hombre).
El “ser” de Dios no está a nuestro alcance, el “conocimiento” de Dios está en lo que sabemos y conocemos de Jesús.
 En otras palabras, Dios no es el “infinito”, sino que es “el ser absolutamente incomunicable’.
La “trascendencia” en efecto, no significa simplemente ser “infinitamente superior”,
sino “ser incomunicable al ser de un orden absolutamente distinto que”... (Sophie Nordmaflfl).
“Infinito” quiere decir que “lo nuestro” no tiene fin. Pero no salimos de “lo nuestro”.
Dios no es lo nuestro sin fin. Dios es una realidad que nunca podremos saber en qué consiste.

3.   Por eso, Satán se vino abajo. Por eso no hay veneno ni peligro humano que pueda con quienes se identifican con Dios, al identificarse con Jesús. Porque, en Jesús, el misterio de Dios se pone a nuestra altura, se acerca a lo humano, se identifica con los humanos. Y en cuanto eso ocurre, los llamados poderes satánicos y similares no tienen nada que hacer.

Santa Teresita del Niño Jesús



Santa Teresa del Niño Jesús nació en la ciudad francesa de Alençon, el 2 de enero de 1873, sus padres ejemplares eran Luis Martin y Acelia María Guerin, ambos venerables.
Murió en 1897, y en 1925 el Papa Pío XI la canonizó, y la proclamaría después patrona universal de las misiones. La llamó «la estrella de mi pontificado», y definió como «un huracán de gloria» el movimiento universal de afecto y devoción que acompañó a esta joven carmelita. Proclamada "Doctora de la Iglesia" por el Papa Juan Pablo II el 19 de Octubre de 1997 (Día de las misiones) «Siempre he deseado, afirmó en su autobiografía Teresa de Lisieux, ser una santa, pero, por desgracia, siempre he constatado, cuando me he parangonado a los santos, que entre ellos y yo hay la misma diferencia que hay entre una montaña, cuya cima se pierde en el cielo, y el grano de arena pisoteado por los pies de los que pasan. En vez de desanimarme, me he dicho: el buen Dios no puede inspirar deseos irrealizables, por eso puedo, a pesar de mi pequeñez, aspirar a la santidad; llegar a ser más grande me es imposible, he de soportarme tal y como soy, con todas mis imperfecciones; sin embargo, quiero buscar el medio de ir al Cielo por un camino bien derecho, muy breve, un pequeño camino completamente nuevo. Quisiera yo también encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús, porque soy demasiado pequeña para subir la dura escalera de la perfección».
Teresa era la última de cinco hermanas - había tenido dos hermanos más, pero ambos habían fallecido - Tuvo una infancia muy feliz. Sentía gran admiración por sus padres: «No podría explicar lo mucho que amaba a papá, decía Teresa, todo en él me suscitaba admiración”. Cuando sólo tenía cinco años, su madre murió, y se truncó bruscamente su felicidad de la infancia. Desde entonces, pesaría sobre ella una continua sombra de tristeza, a pesar de que la vida familiar siguió transcurriendo con mucho amor. Es educada por sus hermanas, especialmente por la segunda; y por su gran padre, quien supo inculcar una ternura materna y paterna a la vez. Con él aprendió a amar la naturaleza, a rezar y a amar y socorrer a los pobres. Cuando tenía nueve años, su hermana, que era para ella «su segunda mamá», entró como carmelita en el monasterio de la ciudad. Nuevamente Teresa sufrió mucho, pero, en su sufrimiento, adquirió la certeza de que ella también estaba llamada al Carmelo. Durante su infancia siempre destacó por su gran capacidad para ser «especialmente» consecuente entre las cosas que creía o afirmaba y las decisiones que tomaba en la vida, en cualquier campo. Por ejemplo, si su padre desde lo alto de una escalera le decía: «Apártate, porque si me caigo te aplasto», ella se arrimaba a la escalera porque así, «si mi papá muere no tendré el dolor de verlo morir, sino que moriré con él»; o cuando se preparaba para la confesión, se preguntaba si «debía decir al sacerdote que lo amaba con todo el corazón, puesto que iba a hablar con el Señor, en la persona de él».
Cuando sólo tenía quince años, estaba convencida de su vocación: quería ir al Carmelo. Pero al ser menor de edad no se lo permitían. Entonces decidió peregrinar a Roma y pedírselo allí al Papa. Le rogó que le diera permiso para entrar en el Carmelo; él le dijo: «Entraréis, si Dios lo quiere. Tenía ‹dice Teresa‹ una expresión tan penetrante y convincente que se me grabó en el corazón».
En el Carmelo vivió dos misterios: la infancia de Jesús y su pasión. Por ello, solicitó llamarse sor Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz. Se ofreció a Dios como su instrumento. Trataba de renunciar a imaginar y pretender que la vida cristiana consistiera en una serie de grandes empresas, y de recorrer de buena gana y con buen ánimo «el camino del niño que se duerme sin miedo en los brazos de su padre».
A los 23 años enfermó de tuberculosis; murió un año más tarde en brazos de sus hermanas del Carmelo. En los últimos tiempos, mantuvo correspondencia con dos padres misioneros, uno de ellos enviado a Canadá, y el otro a China, y les acompañó constantemente con sus oraciones. Por eso, Pío XII quiso asociarla, en 1927, a san Francisco Javier como patrona de las misiones.







jueves, 29 de septiembre de 2016

Párate un momento: El Evangelio del día 30 DE SEPTIEMBRE - VIERNES 26ª - SEMANA DEL T. O. - C San Jerónimo




30 DE SEPTIEMBRE - VIERNES
26ª - SEMANA DEL T. O. - C
San Jerónimo

Evangelio según san Lucas 10, 13-16
En aquel tiempo, dijo Jesús:
“¡Ay de ti Corozaín, ay de ti Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que, en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido vestidas de sayal y sentadas en la ceniza. Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y Sidón que a vosotras.
Y tú, Cafarnaúm, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo.
Quien a vosotros escucha, a mí me escucha; quien a vosotros rechaza, a mí
me rechaza, y quien me rechaza a mi, rechaza al que me ha enviado”.

1.   De las ciudades de Corozaín y Betsaida no se tienen noticias en el N. T. De Corozaín hablan Eusebio y Jerónimo, en el s. IV. De Betsaida, las informaciones son indirectas (F. Bovon, J. A. Fiztmyer).
La doble expresión “Corozaín y Betsaida”, expresa una lamentación, no una condena. Jesús no amenaza a los demás. Expresa su propio dolor.
De lo que parece haber noticia es que los vecinos de Cafarnaúm rechazasen a Jesús. Sin duda, este texto proviene de la llamada fuente Q, de la que Mateo y Lucas tomaron los textos que son comunes a ambos y no se encuentran en Marcos.

2.   ¿Por qué puso Lucas aquí estas lamentaciones ante unas ciudades y unos hechos de los que tenemos escasa constancia?
La contraposición con Tiro y Sidón arroja
alguna luz sobre este problema. Tiro y Sidón eran ciudades paganas. Seguramente los cristianos de origen no judío (por tanto, que provenían del paganismo) pretendían de esta manera justificar su presencia en la comunidad cristiana, con tanto o más derecho que los cristianos que provenían del judaísmo.
Las diferencias de origen y de cultura han creado incontables problemas en todas las religiones, concretamente en el cristianismo.
Un buen cristiano es el que supera tales diferencias y está por encima de las diferencias y las distancias de origen, cultura, religión, etc.

3.   En cualquier caso, al leer este evangelio, será siempre importante tener la firme
convicción de que un Jesús amenazante y quizá con apariencias de “peligroso” no puede ser el Jesús auténtico del Evangelio, el Jesús que siempre contagió confianza, seguridad, paz y esperanza, incluso a los pecadores y descreídos.
 Jesús fue siempre armónico, uniforme, coherente. Y este es el Jesús que siempre ha de centrar nuestra fe y nuestras convicciones más determinantes. Es importante destacar esto.
Vivimos en tiempos de incesantes enfrentamientos y conflictos, muchas veces provocados por las religiones. Sin olvidar los sufrimientos, que tienen que soportar no pocas personas religiosas precisamente por los conflictos de conciencia que origina la
religión.  Es urgente ponerle remedio a este estado de cosas y a tales situaciones.
Un sacerdote, un obispo que, en lugar de paz y alegría, siembra discordias y divisiones, no merece ni ser creído, ni obedecido.
En tales casos, hagamos lo que hizo Jesús:
enfrentarse a los hombres de la religión, si tales hombres, en lugar de transmitir paz,
lo que transmiten es intolerancia y divisiones.

San Jerónimo

Jerónimo quiere decir: el que tiene un nombre sagrado.
(Jero = sagrado. Nomos = nombre).
Dicen que este santo ha sido el hombre que en la antigüedad estudió más y mejor la S. Biblia.
Nació San Jerónimo en Dalmacia (Yugoslavia) en el año 342. Sus padres tenían buena posición económica, y así pudieron enviarlo a estudiar a Roma.
En Roma estudió latín bajo la dirección del más famoso profesor de su tiempo, Donato, el cual hablaba el latín a la perfección, pero era pagano. Esta instrucción recibida de un hombre muy instruido, pero no creyente, llevó a Jerónimo a llegar a ser un gran latinista y muy buen conocedor del griego y de otros idiomas, pero muy poco conocedor de los libros espirituales y religiosos. Pasaba horas y días leyendo y aprendiendo de memoria a los grandes autores latinos, Cicerón, Virgilio, Horacio y Tácito, y a los autores griegos: Homero, y Platón, pero no dedicaba tiempo a leer libros religiosos que lo pudieran volver más espiritual.
En una carta que escribió a Santa Eustaquia, San Jerónimo le cuenta el diálogo aterrador que sostuvo en un sueño o visión. Sintió que se presentaba ante el trono de Jesucristo para ser juzgado, Nuestro Señor le preguntaba: "¿A qué religión pertenece? Él le respondió: "Soy cristiano – católico", y Jesús le dijo: "No es verdad". Que borren su nombre de la lista de los cristianos católicos. No es cristiano sino pagano, porque sus lecturas son todas paganas. Tiene tiempo para leer a Virgilio, Cicerón y Homero, pero no encuentra tiempo para leer las Sagradas Escrituras". Se despertó llorando, y en adelante su tiempo será siempre para leer y meditar libros sagrados, y exclamará emocionado: "Nunca más me volveré a trasnochar por leer libros paganos". A veces dan ganas de que a ciertos católicos les sucediera una aparición como la que tuvo Jerónimo, para ver si dejan de dedicar tanto tiempo a lecturas paganas e inútiles (revistas, novelas) y dedican unos minutos más a leer el libro que los va a salvar, la Sagrada Biblia.
Jerónimo dispuso irse al desierto a hacer penitencia por sus pecados (especialmente por su sensualidad que era muy fuerte, y por su terrible mal genio y su gran orgullo). Pero allá, aunque rezaba mucho y ayunaba, y pasaba noches sin dormir, no consiguió la paz. Se dio cuenta de que su temperamento no era para vivir en la soledad de un desierto deshabitado, sin tratar con nadie.
El mismo en una carta cuenta cómo fueron las tentaciones que sufrió en el desierto (y esta experiencia puede servirnos de consuelo a nosotros cuando nos vengan horas de violentos ataques de los enemigos del alma). San Francisco de Sales recomendaba leer esta página de nuestro santo porque es bellísima y provechosa: Dice así: "En el desierto salvaje y árido, quemado por un sol tan despiadado y abrasador que asusta hasta a los que han vivido allá toda la vida, mi imaginación hacía que me pareciera estar en medio de las fiestas mundanas de Roma. En aquel destierro al que por temor al infierno yo me condené voluntariamente, sin más compañía que los escorpiones y las bestias salvajes, muchas veces me imaginaba estar en los bailes de Roma contemplando a las bailarinas. Mi rostro estaba pálido por tanto ayunar, y sin embargo los malos deseos me atormentaban noche y día. Mi alimentación era miserable y desabrida, y cualquier alimento cocinado me habría parecido un manjar exquisito, y no obstante las tentaciones de la carne me seguían atormentando. Tenía el cuerpo frío por tanto aguantar hambre y sed, mi carne estaba seca y la piel casi se me pegaba a los huesos, pasaba las noches orando y haciendo penitencia y muchas veces estuve orando desde el anochecer hasta el amanecer, y aunque todo esto hacía, las pasiones seguían atacándome sin cesar. Hasta que, al fin, sintiéndome impotente ante tan grandes enemigos, me arrodillé llorando ante Jesús crucificado, bañé con mis lágrimas sus pies clavados, y le supliqué que tuviera compasión de mí, y ayudándome el Señor con su poder y misericordia, pude resultar vencedor de tan espantosos ataques de los enemigos del alma. Y yo me pregunto: si esto sucedió a uno que estaba totalmente dedicado a la oración y a la penitencia, ¿qué no les sucederá a quienes viven dedicados a comer, beber, bailar y darle a su carne todos los gustos sensuales que pide?".
Vuelto a la ciudad, sucedió que los obispos de Italia tenían una gran reunión o Concilio con el Papa, y habían nombrado como secretario a San Ambrosio. Pero este se enfermó, y entonces se les ocurrió nombrar a Jerónimo. Y allí se dieron cuenta de que era un gran sabio que hablaba perfectamente el latín, el griego y varios idiomas más. El Papa San Dámaso, que era poeta y literato, lo nombró entonces como su secretario, encargado de redactar las cartas que el Pontífice enviaba, y algo más tarde le encomendó un oficio importantísimo: hacer la traducción de la S. Biblia.

Las traducciones de la Biblia que existían en ese tiempo tenían muchas imperfecciones de lenguaje y varias imprecisiones o traducciones no muy exactas.
Jerónimo, que escribía con gran elegancia el latín, tradujo a este idioma toda la S. Biblia, y esa traducción llamada "Vulgata" (o traducción hecha para el pueblo o vulgo) fue la Biblia oficial para la Iglesia Católica durante 15 siglos. Únicamente en los últimos años ha sido reemplazada por traducciones más modernas y más exactas, como por ej. La Biblia de Jerusalén y otras.
Casi de 40 años Jerónimo fue ordenado de sacerdote. Pero sus altos cargos en Roma y la dureza con la cual corregía ciertos defectos de la alta clase social le trajeron envidias y rencores (Él decía que las señoras ricas tenían tres manos: la derecha, la izquierda y una mano de pintura... y que a las familias adineradas sólo les interesaba que sus hijas fueran hermosas como terneras, y sus hijos fuertes como potros salvajes y los papás brillantes y mantecosos, como marranos gordos...). Toda la vida tuvo un modo duro de corregir, lo cual le consiguió muchos enemigos. Con razón el Papa Sixto V cuando vio un cuadro donde pintan a San Jerónimo dándose golpes de pecho con una piedra, exclamó: "¡Menos mal que te golpeaste duramente y bien arrepentido, porque si no hubiera sido por esos golpes y por ese arrepentimiento, la Iglesia nunca te habría declarado santo, ¡porque eras muy duro en tu modo de corregir!".
Sintiéndose incomprendido y hasta calumniado en Roma, donde no aceptaban el modo fuerte que él tenía de conducir hacia la santidad a muchas mujeres que antes habían sido fiesteras y vanidosas y que ahora por sus consejos se volvían penitentes y dedicadas a la oración, dispuso alejarse de allí para siempre y se fue a la Tierra Santa donde nació Jesús.
Sus últimos 35 años los pasó San Jerónimo en una gruta, junto a la Cueva de Belén. Varias de las ricas matronas romanas que él había convertido con sus predicaciones y consejos, vendieron sus bienes y se fueron también a Belén a seguir bajo su dirección espiritual. Con el dinero de esas señoras construyó en aquella ciudad un convento para hombres y tres para mujeres, y una casa para atender a los peregrinos que llegaban de todas partes del mundo a visitar el sitio donde nació Jesús.
Allí, haciendo penitencia, dedicando muchas horas a la oración y días y semanas y años al estudio de la S. Biblia, Jerónimo fue redactando escritos llenos de sabiduría, que le dieron fama en todo el mundo.
Con tremenda energía escribía contra los herejes que se atrevían a negar las verdades de nuestra santa religión. Muchas veces se extralimitaba en sus ataques a los enemigos de la verdadera fe, pero después se arrepentía humildemente.
La Santa Iglesia Católica ha reconocido siempre a San Jerónimo como un hombre elegido por Dios para explicar y hacer entender mejor la S. Biblia. Por eso ha sido nombrado Patrono de todos los que en el mundo se dedican a hacer entender y amar más las Sagradas Escrituras. El Papa Clemente VIII decía que el Espíritu Santo le dio a este gran sabio unas luces muy especiales para poder comprender mejor el Libro Santo. Y el vivir durante 35 años en el país donde Jesús y los grandes personajes de la S. Biblia vivieron, enseñaron y murieron, le dio mayores luces para poder explicar mejor las palabras del Libro Santo.
Se cuenta que una noche de Navidad, después de que los fieles se fueron de la gruta de Belén, el santo se quedó allí solo rezando y le pareció que el Niño Jesús le decía: "Jerónimo ¿qué me vas a regalar en mi cumpleaños?". Él respondió: "Señor te regalo mi salud, mi fama, mi honor, para que dispongas de todo como mejor te parezca". El Niño Jesús añadió: "¿Y ya no me regalas nada más?". Oh mi amado Salvador, exclamó el anciano, por Ti repartí ya mis bienes entre los pobres. Por Ti he dedicado mi tiempo a estudiar las Sagradas Escrituras... ¿qué más te puedo regalar? Si quisieras, te daría mi cuerpo para que lo quemaras en una hoguera y así poder desgastarme todo por Ti". El Divino Niño le dijo: "Jerónimo: regálame tus pecados para perdonártelos". El santo al oír esto se echó a llorar de emoción y exclamaba: "¡Loco tienes que estar de amor, cuando me pides esto!". Y se dio cuenta de que lo que más deseaba Dios que le ofrezcamos los pecadores es un corazón humillado y arrepentido, que le pide perdón por las faltas cometidas.
El 30 de septiembre del año 420, cuando ya su cuerpo estaba debilitado por tantos trabajos y penitencias, y la vista y la voz agotadas, y Jerónimo parecía más una sombra que un ser viviente, entregó su alma a Dios para ir a recibir el premio de sus fatigas. Se acercaba ya a los 80 años. Más de la mitad los había dedicado a la santidad.



miércoles, 28 de septiembre de 2016

Párate un momento: El Evangelio del dia 29 DE SEPTIEMBRE - JUEVES SANTOS ARCÁNGELES MIGUEL, GABRIEL Y RAFAEL





29 DE SEPTIEMBRE - JUEVES
SANTOS ARCÁNGELES MIGUEL,
GABRIEL Y RAFAEL

Evangelio según san Juan 1,47-51
En aquel tiempo, vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él:
 “Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño”.
Natanael le contestó:
“¿De qué me conoces?”
Jesús le responde:
“Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi”.
Natanael respondió:
“Rabi tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de lsrael”.
Jesús le contestó:
 “¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayo res”.
Y añadió:
“Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre”.

1.   Los ángeles, como seres personales, superiores e intermedios entre Dios y los seres
humanos, no existen. Ni han existido nunca.
 Es cierto que en el N. T. se mencionan 175
veces. Pero estas menciones se deben entender de acuerdo con lo que fue la historia
de los “ángeles” en el A. T.
En los escritos más antiguos de la Biblia no juegan un papel especial. Pero con el paso del tiempo, sobre todo a partir del exilio en Babilonia, el contacto con otras religiones introdujo, en las creencias de Israel, numerosos seres intermedios (Job 5, 1; 15, 15; Sal 89, 6-8; Zac 14, 51), lo que se acentúa en el libro de Daniel (4, 10. 14; 7, 10; 8, 16; 9, 21; 10, 5; 12, 1).
En tiempo de Jesús, los ángeles se consideraban, entre los judíos, como representantes del mundo celestial y mensajeros de Dios (H. Bietenhard).
La palabra “ángel” viene del verbo griego “aggelló”, “anunciar”.
De ahí que el sustantivo “aggellos” significa, en definitiva, un “anuncio” un “mensaje”.
No le faltaba razón al gran estudioso de la Biblia, C. Westermann, cuando publicó un libro titulado: “Los ángeles no necesitan alas”.
Un detalle más: los “arcángeles” son
calificaciones de grados o categorías, que aparecieron más tarde (1 Tes 4, 16; Jds 9).
Gabriel se menciona en Lc 1, 19; Miguel en Jds 9 y Ap 12, 7; Rafael en el libro de Tobías.

2.   Con frecuencia y por ignorancia, tenemos el peligro de dar más importancia a
cosas que no son de fe, que a las cuestiones fundamentales que Jesús nos enseñó.
En el evangelio de hoy, lo más importante es lo que Jesús dice al final: “veréis el cielo
abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre” (Jn 1, 51).
Estas palabras aluden a la visión que tuvo el patriarca Jacob (Gen 28, 12-17; 32, 28-30). Y
quieren decir que, en Jesús, se nos abre el cielo y, en su vida y en sus hechos, vemos la comunicación constante de Dios con nosotros, con este mundo, con nuestras vidas.
Jesús, por tanto, es el “centinela del horizonte” último (R Ricoeur), que señala
el límite de nuestra condición de seres humanos, limitados, que no podemos tener
acceso directo al Trascendente, a Dios en sí.
El que no podemos ver (Jn 1, 18), ni conocer (Mt 11, 27), se nos ha hecho visible y tangible en la vida, en los hechos y las
enseñanzas de Jesús.

3. El “ángel” supremo y definitivo de Dios, es Jesús. Es su forma de vivir y su proyecto de vida. De ahí que solo nos queda, si somos lógicos y coherentes, recordar y poner en práctica el sublime planteamiento de San Juan de la Cruz: Si Jesús es la Palabra definitiva y última de Dios, “pon los ojos solamente en él, que en él encontrarás más de lo que tú buscas y deseas”.

San Miguel, San Gabriel y San Rafael
Arcángeles



Hoy celebramos la fiesta de los tres Arcángeles que nombra la Sagrada Escritura

San Miguel.
Este nombre significa: "¿Quién como Dios?
O: "Nadie es 
como Dios".
A San Miguel lo nombre tres veces la S. Biblia. Primero en el capítulo 12 del libro de Daniel a donde se dice: "Al final de los tiempos aparecerá Miguel, al gran Príncipe que defiende a los hijos del pueblo de Dios. Y entonces los muertos resucitarán. Los que hicieron el bien, para la Vida Eterna, y los que hicieron el mal, para el horror eterno".
En el capítulo 12 del Libro del Apocalipsis se cuenta lo siguiente: "Hubo una gran batalla en el cielo. Miguel y sus ángeles combatieron contra Satanás y los suyos, que fueron derrotados, y no hubo lugar para ellos en el cielo, y fue arrojada la Serpiente antigua, el diablo, el seductor del mundo. Ay de la tierra y del mar, porque el diablo ha bajado a vosotros con gran furor, sabiendo que le queda poco tiempo".
En la Carta de San Judas Tadeo se dice: "El Arcángel San Miguel cuando se le enfrentó al diablo le dijo: ‘Que te castigue el Señor’".
Por eso a San Miguel lo pintan atacando a la serpiente infernal.
La Iglesia Católica ha tenido siempre una gran devoción al Arcángel San Miguel, especialmente para pedirle que nos libre de los ataques del demonio y de los espíritus infernales. Y él cuando lo invocamos llega a defendernos, con el gran poder que Dios le ha concedido. Muchos creen que él sea el jefe de los ejércitos celestiales.

San Gabriel. 
Su nombre significa: "Dios es mi protector".
A este Arcángel se le nombra varias veces en la

S. Biblia. Él fue el que le anunció al profeta Daniel el tiempo en el que iba a llegar el Redentor. Dice así el profeta: "Se me apareció Gabriel de parte de Dios y me dijo: dentro de setenta semanas de años (o sea 490 años) aparecerá el Santo de los Santos" (Dan. 9).
Al Arcángel San Gabriel se le confió la misión más alta que jamás se le haya confiado a criatura alguna: anunciar la encarnación del Hijo de Dios. Por eso se le venera mucho desde la antigüedad.
Su carta de presentación cuando se le apareció a Zacarías para anunciarle que iba a tener por hijo a Juan Bautista fue esta: "Yo soy Gabriel, el que está en la presencia de Dios" (Luc. 1, 19).
San Lucas dice: "Fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, a una virgen llamada María, y llegando junto a ella, le dijo: ‘Salve María, llena de gracia, el Señor está contigo’. Ella se turbó al oír aquel saludo, pero el ángel le dijo: ‘No temas María, porque has hallado gracia delante de Dios. Vas a concebir un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él será Hijo del Altísimo y su Reino no tendrá fin’".
San Gabriel es el patrono de las comunicaciones y de los comunicadores, porque trajo al mundo la más bella noticia: que el Hijo de Dios se hacía hombre.

San Rafael.
Su nombre significa: "Medicina de Dios".
Fue el arcángel enviado por Dios para quitarle la ceguera a Tobías y acompañar al hijo de éste en un larguísimo y peligroso viaje y conseguirle una santa esposa.
Su interesante historia está narrada en el libro de Tobías.
San Rafael es muy invocado para alejar enfermedades y lograr terminar felizmente los viajes.






martes, 27 de septiembre de 2016

Párate un momento: El evangelio del día 8 DE SEPTIEMBRE - MIÉRCOLES 26ª - SEMANA DEL T. O. - C Santos Lorenzo Ruiz y Wenceslao




8 DE SEPTIEMBRE - MIÉRCOLES
26ª - SEMANA DEL T. O. - C
Santos Lorenzo Ruiz y Wenceslao

       Evangelio según san Lucas 9, 57-62
  En aquel tiempo, mientras iban de camino Jesús y sus discípulos, le dijo uno:    “Te seguiré a donde vayas”,
        Jesús le respondió:
       “Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza”.
        A otro le dijo:
       “Sígueme”.
        Él respondió:
       “Déjame primero ir a enterrar a mi padre”.
        Le contestó:
       “Deja que los muertos entierren a sus muertos, tú vete a anunciar el Reino de Dios”.
       Otro le dijo:
       “Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia”.
        Jesús le contestó:
       “El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios”.

       1.   Lo primero que debemos tener presente, al interpretar este evangelio, es (como ya he dicho otras veces) que el “seguimiento” de Jesús es constitutivo de la “cristología”. Lo explicó con singular profundidad uno de los teólogos más importantes del s. XX, Johan B. Metz. Y ya antes lo había insinuado D. Bonhoeffer.
       Esto quiere decir que a Jesús no podemos conocerlo —para integrar su proyecto de vida en nuestras vidas— solo con el estudio y la reflexión intelectual. Leyendo libros no nos enteramos de quién es Jesús. Además de eso, e incluso antes que eso, necesitamos vivir la experiencia de aquello que es lo propio y específico de los seres humanos, la “sensibilidad simbólica”, que se basa en “nuestra aptitud simbólica” (lan Tattersall), cuya expresión más fuerte y honda es el cariño, que nace y crece en los humanos mediante la convivencia y la relación que generan “convicciones libres” de las que nace el cariño. Así, y solo así, los “humanos” nos “humanizamos” más hondamente.

       2.   Si tomamos todo esto en serio, la pregunta que se plantea es inevitable: ¿puede haber “exigencias religiosas” que sean más fuertes y decisivas que las “exigencias humanas”, como es tratar debidamente a la familia o enterrar al propio padre?
       Es decir, ¿puede haber exigencias “religiosas” que entren en conflicto con las exigencias “humanas” más elementales y necesarias?

       3.   Aquí es necesario dejar claro que cuando la “religiosidad” suplanta o anula la
“humanidad”, esa religiosidad no viene de Dios, ni lleva a Dios. Porque un Dios que entra en conflicto con lo humano es un Dios que se niega a sí mismo. Y otro tanto hay que decir de Jesús, ya que es la encarnación de Dios, la imagen de Dios, la presencia de Dios entre los humanos.
       Entonces, ¿por qué dijo Jesús lo que se lee en este relato?
       Porque, con demasiada frecuencia, la posesión de bienes, las relaciones de familia, y los deberes sociales o religiosos, todo eso se organiza y se gestiona de forma que no nos “humaniza”, sino que nos “des-humaniza”. Y eso, ni más ni menos, es lo que Jesús quiere evitar, a toda costa.
       El seguimiento de Jesús es la forma de humanización más profunda que podemos imaginar.
       Un “seguimiento” que no nos hace “más humanos” no es seguimiento, sino otra cosa, que seguramente a nosotros nos conviene o nos interesa, por lo que sea.

Santos Lorenzo Ruiz y Wenceslao



Hijo del rey de Bohemia, Ratislav, el joven príncipe nació en el 907 cerca de Praga. Su abuela, Santa Ludimila, se encargó de la educación de su nieto, inculcándole siempre el amor y servicio al Padre Celestial. Cuando era todavía muy joven, el santo perdió a su padre en una de las batallas contra los magiares; su madre asumió el poder e instauró -bajo la influencia de la nobleza pagana- una política anticristiana y secularista, que convirtió al pueblo en un caos total. Ante esta terrible situación, su abuela trató de persuadir al príncipe para que asumiese el trono para salvarguardia del cristianismo, lo que provocó que los nobles la asesinaran al considerarla una latente amenaza para sus intereses.
Sin embargo, por desconocidas circunstancias, la reina fue expulsada del trono, y Wenceslao fue proclamado rey por la voluntad del pueblo, y como primera medida, anunció que apoyaría decididamente a la Ley de la Iglesia de Dios. Instauró el orden social al imponer severos castigos a los culpables de asesinato o de ejercer esclavitud y además gobernó siempre con justicia y misericordia.
Por oscuros intereses políticos, Boleslao -que ambicionaba el trono de su hermano-, invitó a Wenceslao a su reino para que participara de los festejos del santo patrono y al terminar las festividades, Boleslao asesinó de una puñalada al santo rey. El pueblo lo proclamó como mártir de la fe, y pronto la Iglesia de San Vito -donde se encuentran sus restos- se convirtió en centro de peregrinaciones. Ha sido proclamado como patrón del pueblo de Bohemia y hoy su devoción es tan grande que se le profesa también como Patrono de Checoslovaquia.
El joven príncipe, que nació en Bohemia hacia el año 907, personifica el ideaI del héroe nacional, valientemente comprometido en la promoción cultural y religiosa del pueblo eslavo.
Cuando se derrumbó el reino moravio, en el 895 los príncipes bohemios, entrando en el juego diplomático de las potencies de ese entonces, se aliaron con el fuerte reino franco, y adoptando los principios de las antiguas civilizaciones comenzaron el proceso de europeización de los Estados de Europa central.
Lider de esta política de visión hacia el futuro fue el joven duque de Bohemia, Wenceslao. Él había sido educado cristianamente por la abuela Ludmila, venerada como santa. Tan pronto tuvo la edad requerida, sucedió al padre después de la breve regencia de la madre Draomira. Mujer intrigante, Draomira prefería al segundo hijo, Boleslao, y fomentó con todos los medios a su alcance la rivalidad entre los dos, hasta el punto de llevar al segundo a mancharse con el grave delito del fratricidio.
En la mañana del 28 de septiembre del 935, mientras Wenceslao salía de case para ir a Misa, Boleslao, que lo esperaba en un lugar solitario con un grupo de cómplices, le saltó encima para herirlo por la espalda. El joven rey, que todavía no tenía treinta años, detuvo el golpe y echó mano a su espada, pero cuando se dio cuenta que el asesino era su hermano bajó el arma, murmurando: “Podría matarte, pero la mano de un siervo de Dios no debe mancharse con el fratricidio”. Fue asesinado por los sicarios de Boleslao.
Este ejemplarísimo príncipe cristiano anteponía sus deberes religiosos a los de soberano, hasta el punto de llegar tarde a una importante asamblea de Worms, convocada por el emperador Otón, porque estaba en Misa. No era raro ver al joven rey mezclado con los otros fieles, con los pies descalzos, durante las procesiones penitenciales. Impuso a su cuerpo la dura disciplina del cilicio y las diarias mortificaciones.
Fue considerado como un rey renunciatario por haber buscado la alianza con los poderosos francos limítrofes, pero el mismo hermano Boleslao, que le sucedió, después de haberlo mandado asesinar, comprendió esa política realistica y la siguió. Boleslao comprendió el error de valoración respecto de su hermano, hacia quien la devoción popular creció de día en día, por los prodigios que se obraban sobre la tumba del mártir, venerado inmediata mente como santo, el primero de los pueblos eslavos.
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SAN LORENZO RUIZ Y 15 COMPAÑEROS, MÁRTIRES
       San Lorenzo Ruiz (c. 1600 - 29 de septiembre de 1637) fue un notario filipino, que murió martirizado en Okinawa. Es el primer beato filipino.
Los nuevos Santos hablan también hoy a todos los misioneros que, urgidos por el mandato de Cristo “ id y enseñad a todas las gentes ” (Mt 28, 19), 5), han salido por los caminos del mundo a anunciar la Buena Nueva de la salvación a todos los hombres, particularmente a los más necesitados.
Ellos, con su mensaje y su martirio, hablan a los catequistas, a los agentes de pastoral, a los laicos, a quienes la Iglesia, está dedicando particular atención y solicitud en el presente Sínodo de los Obispos. Ellos nos recuerdan que “morir por la fe es un don que se concede a algunos; pero vivir la fe es una llamada dirigida a todos” (Homilía durante la misa de beatificación de Laurencio Ruiz en Manila, n. 5, 18 de febrero de 1981).
La gran familia dominica, y en particular la Provincia del Santo Rosario que celebra el cuarto centenario de su creación, recibe hoy, con legítimo orgullo, entre sus Santos a estos mártires, algunos de los cuales estuvieron especialmente ligados al Colegio de Santo Tomás de Manila. Este centro, convertido hoy en Universidad, así como otras beneméritas instituciones eclesiales, han contribuido de modo notable a la implantación y desarrollo de la Iglesia en el lejano oriente.
Los misioneros que hoy son canonizados hablan a todos los fieles cristianos, en esta Jornada de oración por las misiones, y les exhortan a reavivar su conciencia misionera. “Todos los cristianos –nos dice el Concilio–, dondequiera que vivan, están obligados a manifestar con el ejemplo de su vida y el testimonio de la palabra el hombre nuevo de que se revistieron por el bautismo” Todo bautizado debe sentirse, pues, urgido por su vocación a la santidad. En esto los nuevos Santos han de servirnos de modelo a seguir con una entrega sin límites a la llamada de Dios. Uno de ellos, el Padre Lucas del Espíritu Santo escribía: “E1 beneficio que yo estimo más, es haberme enviado a esta tierra en compañía de tan grandes siervos de Dios, de los cuales, unos ya le están gozando, y otros tienen adquirido un gran tesoro delante de su divina Majestad” (Ad gentes, 11).
Ruiz nació en Binondo, Manila (Filipinas). Su padre, de origen chino le enseñó el idioma chino, y su madre filipina le enseñó tagalo. Ambos eran católicos. Lorenzo sirvió en el convento de la iglesia de Binondo como sacristán. Años más tarde, se hizo miembro de la Confraternidad del Santo Rosario.
Lorenzo fue falsamente acusado de asesinato y buscó asilo a bordo de una nave con tres sacerdotes dominicos, san Antonio González, san Guillermo Courtet y san Miguel de Aozaraza, además del sacerdote japonés san Vicente Shiwozuka de la Cruz, y un laico llamado san Lázaro de Kyoto, que padecía de lepra. El barco tocó tierra en Okinawa y el grupo fue arrestado por su religión cristiana. Aún torturados no abjuraron de su fe, y murieron mártires.
Lorenzo Ruiz fue beatificado en Manila de febrero el 18 de 1981 por el papa Juan Pablo II, que lo canonizó el 18 de octubre de 1987.