domingo, 4 de septiembre de 2016

Párate un momento: El Evangelio del día 5 DE SEPTIEMBRE - LUNES 23ª - SEMANA DEL T. O. – C San Bertín, abad




5 DE SEPTIEMBRE - LUNES
23ª - SEMANA DEL T. O. – C
San Bertín, abad

       Evangelio de san Lucas 6, 6-11

    Un sábado, entró Jesús en la sinagoga a enseñar. Había allí un hombre que tenía
parálisis en el brazo derecho. Los letrados y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo. Pero él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico:
       “Levántate y ponte ahí en medio”.
        Él se levantó y se quedó en pie. Jesús les dijo:
       “Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?”
       Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre:
       “Extiende el brazo”.
        Él lo hizo. Y su brazo quedó restablecido.
       Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer con Jesús.

       1.   Es costumbre, en las sinagogas judías actuales, leer, meditar y explicar el documentado y voluminoso estudio de Eh Munk, “La voz de la Torah” (Paris, 2001), que es un comentario espiritual al Pentateuco.
       En este gran volumen, de más de 1.800 pgs., al explicar “el sábado”, se dice lo siguiente: “El descanso, obra del séptimo día, es lo que le da todo su valor y su dignidad al trabajo de los seis días anteriores. Al ser el último día, el Shabbat consigue la victoria sobre la esclavitud que el trabajo conlleva inevitablemente. Con este don del Shabbat, Dios ha elevado a los hombres concediéndoles a todos libertad, dignidad e igualdad”.
       Este es el sentido que le dan los judíos más observantes, en la actualidad, al descanso del sábado. Es la puesta en práctica, no del “sometimiento a lo divino”, sino de la “libertad de lo humano”.
       La libertad que se vive y se realiza en la fusión de lo divino con lo humano. Lo que quiere decir: en la medida en que eres más humano, en esa misma medida eres más divino.

       2.   Esto es lo que vivió Jesús intensamente. Por eso Jesús no soportó ver al hombre del brazo atrofiado. Y verlo de tal manera y en tales condiciones, que, por causa de la religión, aquel hombre tenía que seguir con su limitación física porque Dios (según sus teólogos) así lo mandaba.
       Jesús no creía en un Dios así. Un Dios que antepone sus normas a la salud y a la plenitud de la vida. Por ahí, Jesús no consintió pasar. Ni aceptó semejante ley presuntamente divina. Porque una ley que no nos humaniza, no nos puede divinizar.

       3.   Las religiones se deforman con el paso del tiempo. Y, a veces, llegan a decir y hacer exactamente lo contrario de lo que tienen que decir y hacer. Esta era una de las deformaciones más duras que sufría la religión de Israel en tiempo de Jesús.
       Por eso él fue tan tajante. Y dejó bien claro que, antes que el sometimiento a la Torah, estaba —y tiene que estar siempre— la libertad, la dignidad y la igualdad de todos los seres humanos.
       Solo una religión así, puede presentar un Dios aceptable y digno de ser amado.
       Por eso a Jesús se le acechó y se le condenó a muerte.
       El relato, en la redacción de Marcos (3, 6) termina diciendo que allí mismo decidieron “acabar con él”.
       Muy grave debió ver Jesús esta desviación religiosa, cuando, por remediarla, no dudó en verse condenado a muerte. Impresiona la coherencia de Jesús.

San Bertín, abad

En el distrito de Thérouanne, en Flandes (hoy en Francia), san Bertino, abad de Sithin y sepultado en el monasterio que lleva su nombre, el cual había fundado junto con san Mumolino (c. 698).

Etimollogía: Bertín = muy brillante. Viene de las lenguas latina y griega.
San Bertino nació en Constanza, Francia, en los primeros años del siglo VII.
Se educó en la Abadía de Luxeuil, conocida por la rigidez con que aplicaba la Regla de San Columbano, regla Famosa por su estrictez y austeridad. Pese a no ser novicio, Betino se sintió llamado a seguir la regla al igual que los monjes de la Abadía, y al hacerse mayor, tomó el hábito.
En 639, Bertino y otros dos monjes se unieron a San Omer para evangelizar a los habitantes de Pas-de-Calais, una región famosa por su idolatría e inmoralidad.
Los apóstoles no lograron gran éxito, pero siguieron adelante y edificaron un monasterio en honor de San Momolin. Bertino fue el primer Abad del mismo, cargo en el que permaneció los restantes sesenta años de su vida. Envió monjes con la misión de fundar otros monasterios tanto en Francia como en Inglaterra, y él mismo viajaba constantemente para enseñar y animar a los fieles a practicar una mayor devoción a Dios.
Bajo su dirección, el monasterio era un excelente ejemplo para todos, y ayudaba a acercar muchas almas al Señor. Durante su larga vida, de casi cien años, Bertino fue conocido por su santidad y las severas austeridades que se imponía. Al Morir, el monasterio le fue rededicado.



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