5 DE SEPTIEMBRE - LUNES
23ª - SEMANA DEL T. O. – C
San Bertín, abad
Evangelio
de san Lucas 6, 6-11
Un sábado, entró Jesús en la sinagoga a enseñar. Había allí un
hombre que tenía
parálisis en el brazo derecho.
Los letrados y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y
encontrar de qué acusarlo. Pero él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre
del brazo paralítico:
“Levántate y ponte ahí en medio”.
Él se levantó y se
quedó en pie. Jesús les dijo:
“Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado,
hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?”
Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre:
“Extiende el brazo”.
Él lo hizo. Y su brazo
quedó restablecido.
Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer con
Jesús.
1. Es
costumbre, en las sinagogas judías actuales, leer, meditar y explicar el
documentado y voluminoso estudio de Eh Munk, “La voz de la Torah” (Paris,
2001), que es un comentario espiritual al Pentateuco.
En este gran volumen, de más de 1.800
pgs., al explicar “el sábado”, se dice lo siguiente: “El descanso, obra del séptimo día, es lo que le da todo su valor y su
dignidad al trabajo de los seis días anteriores. Al ser el último día, el
Shabbat consigue la victoria sobre la esclavitud que el trabajo conlleva
inevitablemente. Con este don del Shabbat, Dios ha elevado a los hombres concediéndoles
a todos libertad, dignidad e igualdad”.
Este es el sentido que le dan los judíos
más observantes, en la actualidad, al descanso del sábado. Es la puesta en práctica,
no del “sometimiento a lo divino”, sino de la “libertad de lo humano”.
La libertad que se vive y se realiza en
la fusión de lo divino con lo humano. Lo que quiere decir: en la medida en que
eres más humano, en esa misma medida eres más divino.
2. Esto
es lo que vivió Jesús intensamente. Por eso Jesús no soportó ver al hombre del
brazo atrofiado. Y verlo de tal manera y en tales condiciones, que, por causa de
la religión, aquel hombre tenía que seguir con su limitación física porque Dios
(según sus teólogos) así lo mandaba.
Jesús no creía en un Dios así. Un Dios
que antepone sus normas a la salud y a la plenitud de la vida. Por ahí, Jesús
no consintió pasar. Ni aceptó semejante ley presuntamente divina. Porque una
ley que no nos humaniza, no nos puede divinizar.
3. Las
religiones se deforman con el paso del tiempo. Y, a veces, llegan a decir y hacer
exactamente lo contrario de lo que tienen que decir y hacer. Esta era una de las
deformaciones más duras que sufría la religión de Israel en tiempo de Jesús.
Por eso él fue tan tajante. Y dejó bien
claro que, antes que el sometimiento a la Torah, estaba —y tiene que estar
siempre— la libertad, la dignidad y la igualdad de todos los seres humanos.
Solo una religión así, puede presentar un
Dios aceptable y digno de ser amado.
Por eso a Jesús se le acechó y se le
condenó a muerte.
El relato, en la redacción de Marcos (3,
6) termina diciendo que allí mismo decidieron “acabar con él”.
Muy grave debió ver Jesús esta desviación
religiosa, cuando, por remediarla, no dudó en verse condenado a muerte.
Impresiona la coherencia de Jesús.
San Bertín, abad
En
el distrito de Thérouanne, en Flandes (hoy en Francia), san Bertino, abad de
Sithin y sepultado en el monasterio que lleva su nombre, el cual había fundado
junto con san Mumolino (c. 698).
Etimollogía:
Bertín = muy brillante. Viene de las lenguas latina y griega.
San
Bertino nació en Constanza, Francia, en los primeros años del siglo VII.
Se
educó en la Abadía de Luxeuil, conocida por la rigidez con que aplicaba la
Regla de San Columbano, regla Famosa por su estrictez y austeridad. Pese a no
ser novicio, Betino se sintió llamado a seguir la regla al igual que los monjes
de la Abadía, y al hacerse mayor, tomó el hábito.
En
639, Bertino y otros dos monjes se unieron a San Omer para evangelizar a los
habitantes de Pas-de-Calais, una región famosa por su idolatría e inmoralidad.
Los
apóstoles no lograron gran éxito, pero siguieron adelante y edificaron un
monasterio en honor de San Momolin. Bertino fue el primer Abad del mismo, cargo
en el que permaneció los restantes sesenta años de su vida. Envió monjes con la
misión de fundar otros monasterios tanto en Francia como en Inglaterra, y él
mismo viajaba constantemente para enseñar y animar a los fieles a practicar una
mayor devoción a Dios.
Bajo
su dirección, el monasterio era un excelente ejemplo para todos, y ayudaba a
acercar muchas almas al Señor. Durante su larga vida, de casi cien años,
Bertino fue conocido por su santidad y las severas austeridades que se imponía.
Al Morir, el monasterio le fue rededicado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario