2 DE SEPTIEMBRE - VIERNES
22ª - SEMANA DEL T. O.- C
San Antonino, mártir
Evangelio
según san Lucas 5, 33-39
En aquel tiempo, dijeron a Jesús los fariseos y los letrados:
“Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los
fariseos también; en cambio los tuyos, a comer y a beber”
Jesús les contestó:
“¿Queréis que ayunen los amigos del novio mientras el novio
está con ellos? Llegará el día en que
se lo lleven y entonces ayunarán”.
Y añadió esta
comparación:
“Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un
manto viejo; porque se estropea el nuevo, y la pieza no le pega al viejo.
Nadie echa vino nuevo en odres viejos: porque revientan los
odres, se derramo y los odres se estropean.
A vino nuevo, odres nuevos.
Nadie que cate vino añejo quiere el nuevo, pues dirá: está
bueno el añejo”.
1. Después
de la presentación de Jesús y del Dios de Jesús, que hace Lucas, enseguida el
mismo evangelio empieza a explicar el rechazo que, en ciertos ambientes, produjo
este proyecto de Jesús y del Dios de Jesús.
- ¿De dónde y de quién brotó aquel
rechazo?
Fue el rechazo de los fariseos y de los
letrados. Es decir, fue el rechazo de los hombres de la religión. ¿Por qué?
2. Jesús,
curando a los que sufren, y Dios, dando abundancia a los que carecen de ella,
no son así (y haciendo eso) agentes de obediencia y sometimiento, sino manantiales
de felicidad y libertad.
Ahora bien, esto precisamente es lo que
no soportan los jerarcas de la religión. Porque la religión implica un sistema
de rangos, honores y poderes, que llevan en sí dependencia y subordinación a
superiores invisibles (H. Steible, M. J. Seux, C. G. Griffiths, W. Burkert). Por eso, a Dios se le aplican los títulos de
“despótés”, “tyrannos”, “pantrokátor” (A. Henrisch, L. Robert, E.
Lane).
De ahí, la importancia que siempre han
tenido en las religiones los “rituales de sumisión” y humildad (“humilis”
significa “cercano al suelo”).
Eso lleva a los ritos de inclinarse, arrodillarse,
tirarse al suelo, bajar la voz, callarse... (K. Lorenz).
3. En
este contexto de ideas y experiencias encaja perfectamente la práctica del ayuno.
Porque, a fin de cuentas, ayunar es privarse del alimento que necesitamos para
poder vivir.
Honrar a Dios mediante semejante privación
es una de las demostraciones más patentes de sumisión. Ya que así se antepone
“lo divino” a “lo humano”.
Lo que representa el sometimiento más
radical del “ser humano” al “Ser Divino”.
Le damos a Dios incluso la vida y lo que
necesitamos de forma indispensable para seguir viviendo.
Por esto se comprende que el ejemplo más
claro de oposición a lo que representa el ayuno es la boda.
Porque la boda es fuente de vida, de
amor, de felicidad, de fiesta y alegría. Y así precisamente es como Jesús se
nos presenta, se nos define, se nos ofrece.
Teniendo en cuenta, además, que Jesús
previene del peligro que tenemos de querer compaginar, armonizar, hacer
componendas del ayuno, de la antigua religión, con la abundancia gozosa que
anuncia Jesús.
Es justamente lo que ha hecho la Iglesia.
Y lo que pretenden muchos cristianos, que quieren “lo antiguo” y lo nuevo”.
Pero Jesús advierte: ¡Por ahí, NO! Que
las consecuencias serán peores. Lo echaréis todo a perder.
San Antonino, mártir
El
patrono de los cazadores españoles y de la ciudad de Palencia fue un joven que
anduvo entre dos frentes: el de la lucha y la soledad.
Había
nacido en la parte sur de Francia, en Narbona cuando mediaba el siglo III de
nuestra era.
Como
era un espíritu aventurero, se marchó pronto a Italia. En la ciudad de Palermo
lo ordenaron de sacerdote, debido a su predicación y a sus dotes, entre las
cuales se destacaba la santidad de vida personal y su irradiación a los demás.
Los
cristianos cultos y también los sencillos supieron recoger los datos
fundamentales de la vida de estos santos mártires. Gracias a ellos hoy podemos
mencionarlos y tributarles nuestra devoción más sentida.
En
Palermo estuvo nada menos que 18 años trabajando por el reino de Dios mediante
el anuncio del Evangelio.
Por
razones personales volvió a Francia. Y en ese tiempo reinaba en esta región,
perteneciente a Toulouse, su tío Teodorico.
Una
vez que se enteró de que su sobrino era cristiano, lo mandó prender y durante
siete días no le dio alimento ni nada. Sin embargo, un amigo suyo – para algo
sirven los auténticos amigos -, le ayudó a escondidas. Así pudo soportar el
hambre a la que le sometió el pagano gobernante.
Le
sobrevino la muerte a su tío. Entonces quedó libre. Buscó la soledad de un
bosque cercano para vivir en paz, oración y tranquilidad, y alejado del
mundanal ruido.
Galacio,
nombre del que sucedió a su tío en el reino, era también de armas tomar.
Siguiendo
la conducta de su antecesor, lo metió de nuevo en la cárcel. Esta vez no estaba
ya solo. Un buen grupo de amigos, convertidos al cristianismo, lo acompañaron
para sufrir el martirio por la fe en el Señor.
Sus
cuerpos se arrojaron al río Aregia.
Se
cuenta que el rey Sancho de Navarra, muy aficionado a la caza, fue a una
cacería de ciervos. Y andando se encontró con una cueva. Vio un animal e
intentó matarlo, pero su mano quedó paralizada. Esta cueva se mantiene en la
cripta de la catedral de Palencia.
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