22 DE SEPTIEMBRE - JUEVES
25ª ~ SEMANA DEL T.O.-C
San Mauricio y compañeros martires
Evangelio
según san Lucas 9 7-9
En aquel tiempo, el virrey
Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse, porque unos
decían que Juan había resucitado, otros que había aparecido Elías y otros que
había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Herodes se decía: “a Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de
quien oigo semejantes cosas?”
Y tenia ganas de verlo.
1. Esta
mención del virrey Herodes da pie (y exige) reflexionar sobre las relaciones
políticas que Jesús mantuvo durante su ministerio público.
Jesús no denuncia nunca los abusos de
poder que cometió Herodes Antipas. Por ejemplo, ni denuncia el asesinato del
Bautista. Es verdad que prescindió de este tirano. Pero la imagen que se tiene
de este hombre es que fue un gobernante cruel e inmoral.
Esta imagen se basa sobre todo en el
relato de la muerte de Juan Bautista (Mc 6, 14-29 par) y en las menciones que
se hacen en los evangelios a los “herodianos” como aliados de los fariseos en
contra de Jesús (Mc 3, 6; 12, 13; Mt 22, 16), por más que de este grupo no se
sabe exactamente ni quiénes eran, ni siquiera si eran un grupo político o más bien
religioso (J. P. Mejer).
En todo caso, Jesús no dejó indicios de
verse limitado en sus enseñanzas y forma de vida por los poderes políticos. Y
no olvidemos nunca que la condena a muerte en cruz fue aprobada por el poder
político.
2. De
todas formas, no parece que este Herodes fuera un tirano que maltrató
caprichosamente al pueblo. Ni en los evangelios hay datos claros de un enfrentamiento
político o social de Jesús contra Herodes.
La indicación de que Herodes quería matar
a Jesús (Lc 13, 31) no es históricamente segura (J. A. Fitzmyer).
Su pasión es, más bien, la “tranquilidad”
(F. Josefo).
Parece, pues, que Herodes no vio en las
enseñanzas y en el movimiento de Jesús una amenaza para su estabilidad
política.
3. Lo
lógico es pensar que Jesús planteó su actividad y sus enseñanzas, no como un
enfrentamiento directo con el poder político. Jesús no pretendió quitar un poder
para poner otro. Porque se dio cuenta de que eso no arregla las cosas. No cambia
la sociedad.
La solución tiene que venir de algo más
profundo y más básico a saber: el cambio radical de mentalidad, que lleva
consigo asumir convicciones nuevas, que rompen con los intereses individuales y
con la deshumanización que todos llevamos en la sangre.
Solo con personas profundamente humanas,
libres y solidarias, podemos empezar a pensar en que se puede aliviar el
sufrimiento de los pobres y excluidos. Y devolver la dignidad a quienes carecen
de ella porque no gozan de los derechos que les corresponden.
Pero esto no se consigue cambiando
gobernantes, sino mediante un proyecto de educación que prepare buenos
ciudadanos. Con una sólida formación en
derechos humanos, en la justicia y los deberes y derechos cívicos.
San Mauricio y compañeros mártires
Santos
Mauricio, Exuperio, Cándido, Víctor y compañeros de la Legión Tebea,mártires
En
Agauno, en la región de Valais, en Helvecia, santos mártires Mauricio, Exuperio
y Cándido, soldados romanos, que, al decir de san Euquerio de Lyon, fueron
sacrificados por su fe en Cristo, en tiempo del emperador Maximiano, juntamente
con sus compañeros de la misma legión Tebea y el veterano Víctor, e ilustraron
así a la Iglesia con su gloriosa pasión.
San
Mauricio y compañeros mártires (s. III) Diocleciano ha asociado a su Imperio a
Maximiano Hércules. Ambos son acérrimos enemigos del nombre cristiano y
decretaron la más terrible de las persecuciones. En las Galias se produce una rebelión y
Maximiano acude a sofocarla. Entre sus tropas se encuentra la legión Tebea
procedente de Egipto y compuesta por cristianos.
Su
jefe es Mauricio que antes de incorporarse a su destino ha visitado en Roma al
papa Marcelo. En los Alpes suizos, antes de introducirse por los desfiladeros,
Maximiano ordena un sacrificio a los dioses para impetrar su protección en la
campaña emprendida. Los componentes de
la legión Tebea rehusan sacrificar, se apartan del resto del ejército y van a
acampar a Agauna, entre las montañas y el Ródano, no lejos del lado oriental
del lago Leman. Maximiano, al conocer
el motivo de la deserción, manda diezmar a los legionarios rebeldes, pasándolos
a espada.
Los
sobrevivientes se reafirman en su decisión y se animan a sufrir todos los
tormentos antes que renegar de la verdadera religión. Viendo el emperador su inflexibilidad, da
órdenes a su ejército para eliminar a la legión de Tebea que se deja degollar
como mansos corderos. En el campo corren arroyos de sangre como nunca se vió en
las más cruentas batallas. Sólo
conocemos el nombre de cuatro mártires, los otros nombres Dios los conoce.
Según San Euquero la legión estaba formada por 6.600 soldados.
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