jueves, 22 de septiembre de 2016

Párate un momento: El Evangelio del día 22 DE SEPTIEMBRE - JUEVES 25ª ~ SEMANA DEL T.O.-C San Mauricio y compañeros martires





22 DE SEPTIEMBRE - JUEVES
25ª ~ SEMANA DEL T.O.-C
San Mauricio y compañeros martires
      
       Evangelio según san Lucas 9 7-9
    En aquel tiempo, el virrey Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado, otros que había aparecido Elías y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.   Herodes se decía: “a Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?”
       Y tenia ganas de verlo.

       1.   Esta mención del virrey Herodes da pie (y exige) reflexionar sobre las relaciones políticas que Jesús mantuvo durante su ministerio público.
       Jesús no denuncia nunca los abusos de poder que cometió Herodes Antipas. Por ejemplo, ni denuncia el asesinato del Bautista. Es verdad que prescindió de este tirano. Pero la imagen que se tiene de este hombre es que fue un gobernante cruel e inmoral.
       Esta imagen se basa sobre todo en el relato de la muerte de Juan Bautista (Mc 6, 14-29 par) y en las menciones que se hacen en los evangelios a los “herodianos” como aliados de los fariseos en contra de Jesús (Mc 3, 6; 12, 13; Mt 22, 16), por más que de este grupo no se sabe exactamente ni quiénes eran, ni siquiera si eran un grupo político o más bien religioso (J. P. Mejer).
       En todo caso, Jesús no dejó indicios de verse limitado en sus enseñanzas y forma de vida por los poderes políticos. Y no olvidemos nunca que la condena a muerte en cruz fue aprobada por el poder político.

       2.   De todas formas, no parece que este Herodes fuera un tirano que maltrató caprichosamente al pueblo. Ni en los evangelios hay datos claros de un enfrentamiento político o social de Jesús contra Herodes.
       La indicación de que Herodes quería matar a Jesús (Lc 13, 31) no es históricamente segura (J. A. Fitzmyer).
       Su pasión es, más bien, la “tranquilidad” (F. Josefo).
       Parece, pues, que Herodes no vio en las enseñanzas y en el movimiento de Jesús una amenaza para su estabilidad política.

       3.   Lo lógico es pensar que Jesús planteó su actividad y sus enseñanzas, no como un enfrentamiento directo con el poder político. Jesús no pretendió quitar un poder para poner otro. Porque se dio cuenta de que eso no arregla las cosas. No cambia la sociedad.
       La solución tiene que venir de algo más profundo y más básico a saber: el cambio radical de mentalidad, que lleva consigo asumir convicciones nuevas, que rompen con los intereses individuales y con la deshumanización que todos llevamos en la sangre.
       Solo con personas profundamente humanas, libres y solidarias, podemos empezar a pensar en que se puede aliviar el sufrimiento de los pobres y excluidos. Y devolver la dignidad a quienes carecen de ella porque no gozan de los derechos que les corresponden.
       Pero esto no se consigue cambiando gobernantes, sino mediante un proyecto de educación que prepare buenos ciudadanos.    Con una sólida formación en derechos humanos, en la justicia y los deberes y derechos cívicos.

San Mauricio y compañeros mártires

      Santos Mauricio, Exuperio, Cándido, Víctor y compañeros de la Legión Tebea,mártires

En Agauno, en la región de Valais, en Helvecia, santos mártires Mauricio, Exuperio y Cándido, soldados romanos, que, al decir de san Euquerio de Lyon, fueron sacrificados por su fe en Cristo, en tiempo del emperador Maximiano, juntamente con sus compañeros de la misma legión Tebea y el veterano Víctor, e ilustraron así a la Iglesia con su gloriosa pasión.

San Mauricio y compañeros mártires (s. III) Diocleciano ha asociado a su Imperio a Maximiano Hércules. Ambos son acérrimos enemigos del nombre cristiano y decretaron la más terrible de las persecuciones.   En las Galias se produce una rebelión y Maximiano acude a sofocarla. Entre sus tropas se encuentra la legión Tebea procedente de Egipto y compuesta por cristianos.

Su jefe es Mauricio que antes de incorporarse a su destino ha visitado en Roma al papa Marcelo. En los Alpes suizos, antes de introducirse por los desfiladeros, Maximiano ordena un sacrificio a los dioses para impetrar su protección en la campaña emprendida.   Los componentes de la legión Tebea rehusan sacrificar, se apartan del resto del ejército y van a acampar a Agauna, entre las montañas y el Ródano, no lejos del lado oriental del lago Leman.   Maximiano, al conocer el motivo de la deserción, manda diezmar a los legionarios rebeldes, pasándolos a espada.

Los sobrevivientes se reafirman en su decisión y se animan a sufrir todos los tormentos antes que renegar de la verdadera religión.   Viendo el emperador su inflexibilidad, da órdenes a su ejército para eliminar a la legión de Tebea que se deja degollar como mansos corderos. En el campo corren arroyos de sangre como nunca se vió en las más cruentas batallas.   Sólo conocemos el nombre de cuatro mártires, los otros nombres Dios los conoce. Según San Euquero la legión estaba formada por 6.600 soldados.



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