jueves, 8 de septiembre de 2016

Parate un momento: El Evangelio del dia 9 DE SEPTIEMBRE - VIERNES 23ª - SEMANA DEL T. O. - C San Pedro Claver, presbítero




9 DE SEPTIEMBRE - VIERNES
23ª - SEMANA DEL T. O. - C
San Pedro Claver, presbítero

Evangelio según san Lucas 6, 39-42
En aquel tiempo, ponía Jesús a sus discípulos esta comparación:
 “¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?
¿No caerán los das en el hoyo?
Un discípulo no es más que su maestro, si bien cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.
¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?
 ¿Cómo puedes decirle a tu hermano:  Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, ¿sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo?
 ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota en el ojo de tu hermano”.

1.   Las advertencias de Jesús sobre la ceguera y la visión forman un bloque importante para la vida de los creyentes y para el buen funcionamiento de la Iglesia.
Es evidente que, si una persona asume el proyecto de las bienaventuranzas como “programa de vida”, por eso mismo echa por un camino arriesgado.
Pero es claro que una conducta arriesgada conduce a una situación que puede ser peligrosa, incluso muy peligrosa. De ahí que el ciego mal conducido no solo sigue siendo ciego, sino que cae en el hoyo detrás del guía (A. Jülicher, F. Bovon).

2.   Uno de los problemas más graves, que tenemos, en este momento, es que hay demasiados “ciegos” guiándonos a quienes ya estamos “cegados” por demasiadas cosas.
Toda visión de la vida y del mundo, que no tenga en cuenta la “totalidad” a lo que está pasando, es lógicamente una visión “parcial”.
Ahora bien, la sociedad en que vivimos está montada precisamente para que no veamos la “totalidad”, sino para que nos fijemos solamente en la “parcialidad” de aquello con lo que él sabe que nos atrapa, nos distrae, nos domina, hace de nosotros lo que quiere y lo
que le interesa. Por eso hay tanta gente que se preocupa más por una pequeña cantidad de dinero que tiene en el banco que por los millones de criaturas que se mueren literalmente de hambre y miseria en el mundo.

3.   El mejor servicio, que nos hace el Evangelio, es abrirnos los ojos. Para hacernos caer en la cuenta de “la dependencia de los fenómenos particulares respecto de la totalidad” (J. Habermas).
El que solo mira a un escaparate, no puede ver la cantidad de gente que se muere de hambre, las desigualdades y abusos que están allí presentes, en el mismo escaparate.
 Como el que solo ve a un líder político o religioso, no puede ver los destrozos que quizá ese líder está causando o permitiendo.
La vida nos dice que las enseñanzas de Jesús son cómo abrirnos los ojos para poder ver la totalidad de lo que creemos que estamos viviendo, pero que en realidad no vemos. Y lo peor del caso es que, en estas situaciones proliferan los “hipócritas”.
 Los que van por la vida quitando engaños a los demás, cuando ni se dan cuenta de la ceguera en que viven ellos mismos.
Esto nos ocurre a todos.

San Pedro Claver, presbítero


Nació en Verdú, España, el 26 de Junio de 1580.
 Murió en Cartagena, Colombia, el 8 de Septiembre de 1654.
Pedro Claver y Juana Corberó, campesinos catalanes, tuvieron seis hijos, pero solo sobrevivieron Juan, el mayor, y los dos más pequeños, Pedro e Isabel. El padre apenas podía firmar su nombre, pero era un hombre trabajador y buen cristiano. La infancia de Pedro quedó oculta para la historia como la de tantos santos, incluso la de Nuestro Señor. Trabajaba en el campo con su familia.
Pedro se graduó de la Universidad de Barcelona. A los 19 años decide ser Jesuita e ingresa en Tarragona. Mientras estudiaba filosofía en Mallorca en 1605 se encuentra con San Alonso Rodríguez, portero del colegio. Fue providencial. San Alonso recibió por inspiración de Dios conocimiento de la futura misión del joven Pedro y desde entonces no paró de animarlo a ir a evangelizar lo territorios españoles en América.
Pedro creyó en esta inspiración y con gran fe y el beneplácito de sus superiores se embarcó hacia la Nueva Granada en 1610. Debía estudiar su teología en Santa Fe de Bogotá. Allí estuvo dos años, uno en Tunja y luego es enviado a Cartagena, en lo que hoy es la costa de Colombia. En Cartagena es ordenado sacerdote el 20 de Marzo de 1616.
Al llegar a América, Pedro encontró la terrible injusticia de la esclavitud institucionalizada que había comenzado ya desde el segundo viaje de Colón el 12 de Enero de 1510, cuando el rey mandó a emplear negros como esclavos. Se trata de una tragedia que envolvió a unos 14 millones de infelices seres humanos. Un millón de ellos pasaron por Cartagena. Los esclavos venían en su mayoría de Guinea, del Congo y de Angola. Los jefes de algunas tribus de esas tierras vendían a sus súbditos y sus prisioneros. En América los usaban en todo tipo de trabajo forzado: agricultura, minas, construcción.
Cartagena por ser lugar estratégico en la ruta de las flotas españolas se convirtió en el principal centro del comercio de esclavos en el Nuevo Mundo. Mil esclavos desembarcaban cada mes. Aunque se murieran la mitad en la trayectoria marítima, el negocio dejaba grandes ganancias. Por eso, las repetidas censuras del papa no lograron parar este vergonzoso mercado humano.
Pedro no podía cambiar el sistema. Pero si había mucho que se podía hacer con la gracia de Dios. Pero hacía falta tener mucha fe y mucho amor. Pedro supo dar la talla. En la escuela del gran misionero, el padre Alfonso Sandoval, Pedro escribió: "Ego Petrus Claver, etiopum semper servus" (yo Pedro Claver, de los negros esclavo para siempre". Así fue. San Pedro no se limitó a quejarse de las injusticias o a lamentarse de los tiempos en que vivía. Supo ser santo en aquella situación y dejarse usar por Jesucristo plenamente para su obra de misericordia. En Cartagena durante cuarenta años de intensa labor misionera se convirtió en apóstol de los esclavos negros. Entre tantos cristianos acomodados a los tiempos, él supo ser luz y sal, supo hacer constar para la historia lo que es posible para Dios en un alma que tiene fe.
A pesar de su timidez la cual tuvo que vencer, se convirtió en un organizador ingenioso y valiente. Cada mes cuando se anunciaba la llegada del barco esclavista, el padre Claver salía a visitarlos llevándoles comida. Los negros se encontraban abarrotados en la parte inferior del barco en condiciones inhumanas. Llegaban en muy malas condiciones, víctimas de la brutalidad del trato, la mala alimentación, del sufrimiento y del miedo. Claver atendía a cada uno y los cuidaba con exquisita amabilidad. Así les hacía ver que él era su defensor y padre. Enseña a los esclavos
Los esclavos hablaban diferentes dialectos y era difícil comunicarse con ellos. Para hacer frente a esta dificultad, el padre Claver organizó un grupo de intérpretes de varias nacionalidades, los instruyó haciéndolos catequistas.
Mientras los esclavos estaban retenidos en Cartagena en espera de ser comprados y llevados a diversos lugares, el padre Claver los instruía y los bautizaba. Los reunía, se preocupaba por sus necesidades y los defendía de sus opresores. Esta labor de amor le causó grandes pruebas. Los esclavistas no eran sus únicos enemigos. El santo fue acusado de ser indiscreto por su celo por los esclavos y de haber profanado los Sacramentos al dárselos a criaturas que apenas tienen alma. Las mujeres de sociedad de Cartagena rehusaban entrar en las iglesias donde el padre Claver reunía a sus negros. Sus superiores con frecuencia se dejaron llevar por las presiones que exigían se corrigiesen los excesos del padre Claver. Este sin embargo pudo continuar su obra entre muchas humillaciones y obstáculos. Hacia además penitencias rigurosas. Carecía de la comprensión y el apoyo de los hombres, pero tenía una fuerza dada por Dios.
Muchos, aun entre los que se sentían molestos con la caridad del padre Claver, sabían que hacia la obra de Dios siendo un gran profeta del amor evangélico que no tiene fronteras ni color. Era conocido en toda Nueva Granada por sus milagros. Llegó a catequizar y bautizar a más de 300,000 negros.
En la mañana del 9 de Septiembre de 1654, después de haber contemplado a Jesús y a la Santísima Virgen, con gran paz se fue al cielo.
Beatificado el 16 de Julio de 1850 por Pío IX.
Canonizado el 15 de Enero de 1888 por León XIII junto con Alfonso Rodríguez.
El 7 de Julio de 1896 fue proclamado patrón especial de todas las misiones católicas entre los negros.
El papa Juan Pablo II rezó ante los restos mortales de San Pedro Claver en la Iglesia de los Jesuitas en Cartagena el 6 de Julio de 1986.
Su fiesta se celebra el 9 de Septiembre.



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