19 DE SEPTIEMBRE - LUNES
25ª~ SEMANA DEL T. O.-C
San Jenaro, obispo
Evangelio
según san Lucas 8, 16-18
En aquel tiempo, dijo Jesús a la
gente:
“Nadie enciende un
candil y lo tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama; lo pone en el
candelero para que los que entran tengan luz.
Nada hay oculto que
no llegue a descubrirse, nada secreto que no llegue
a saberse o a hacerse público.
A ver si me
escucháis bien: al que tiene se le dará, al que no tiene se le quitará hasta lo
que cree tener”.
1. Empecemos por lo más evidente. El Evangelio es un mensaje de
transparencia,
de claridad y de ejemplaridad. Porque todo en él se ha de
entender a partir de la metáfora de la luz.
Ahora bien, la luz —si es verdaderamente
Luz— se enciende para ver y para que sea vista. Una luz oculta, deja de ser
luz. Esto explica por qué Jesús está tan radicalmente en contra de todo lo que
sea ocultar, tapar, disimular y, en general, todo lo que sea llevar una vida en
la que no hay más remedio que ocultar cosas. A veces, las cosas más importantes
de nuestra vida.
2. Pero, como bien sabemos, ocurre que existen “acondicionamientos
sociales”, que
obligan a muchas personas a sentirse violentadas hasta el
extremo de no tener más
remedio que disimular, ocultar aspectos de su vida que la
sociedad no tolera.
Pero también es cierto que estas situaciones
pueden ser graves cuando dañan a terceros.
Esto es frecuente en asuntos
relacionados con el dinero, los negocios, los bienes que
se poseen. Cuando estas situaciones se mantienen por la
mal llamada “prudencia”,
pueden ser la prueba más clara de la falta de libertad,
que antepone la imagen social a la verdad de la vida. Otra cosa es cuando lo
que se oculta, es algo que se tapa y se calla y se hace de ello un problema,
cuando en realidad no debería ser así. En estos casos, cada cual tiene que
medir sus fuerzas. Y las condiciones en que se desarrolla su vida. Para ver
hasta dónde y cómo es posible vivir en total transparencia.
3. En otros casos, lo que ocurre es que nos sentimos esclavos de “acondicionamientos
institucionales”. Como es bien sabido, la “patología social de las
instituciones” hace que estas antepongan, muchas veces, sus “intereses” a sus
“fines”.
Por esto ocurre que se ocultan
escándalos, cosas vergonzosas o auténticos delitos, con tal
que la institución no se vea desprestigiadas. Y es que la
“libertad social” y la “libertad institucional” son los dos pilares que hacen
posible que la luz del Evangelio ilumine en este mundo.
Jesús lo dijo en los interrogatorios de la
pasión: “Yo he hablado con
libertad (parresía = “abiertamente”) al mundo” (Jn 18,
20).
Por eso las instituciones,
empezando por la Iglesia, tendrían que afrontar si pueden o no pueden predicar
el Evangelio desde una coherencia total. Para poder ser luz en el mundo.
San Jenaro, obispo
San Jenaro, muere aprox. 305 A.D.
Obispo de Benevento, Mártir, Patrón de Nápoles
San
Jenaro, patrón de Nápoles, es famoso por el milagro que generalmente ocurre
cada año desde hace siglos, el día de su fiesta, el 19 de septiembre. Su
sangre, se licua ante la presencia de todos los testigos que deseen asistir.
Nápoles
y Benevento (donde fue obispo) se disputan el nacimiento de San Jenaro y
Benevento.
Durante
la persecución de Diocleciano, fueron detenidos en Pozzuoli, por orden del
gobernador de Campania, Sosso, diácono de Miseno, Próculo, diácono de Pozzuoli,
y los laicos Euticio y Acucio. El delito era haber públicamente confesado su
fe.
Cuando
San Jenaro tuvo noticias de que su amigo Sosso y sus compañeros habían caído en
manos de los perseguidores, decidió ir a visitarlos y a darles consuelo y
aliento en la prisión. Como era de esperarse, sus visitas no pasaron
inadvertidas y los carceleros dieron cuenta a sus superiores de que un hombre
de Benevento iba con frecuencia a hablar con los cristianos. El gobernador
mandó que le aprehendieran y lo llevaran a su presencia. El obispo Jenaro, Festo, su diácono y
Desiderio, un lector de su iglesia, fueron detenidos dos días más tarde y
conducidos a Nola, donde se hallaba el gobernador.
Los
tres soportaron con entereza los interrogatorios y las torturas a que fueron
sometidos. Poco tiempo después el gobernador se trasladó a Pozzuoli y los tres
confesores, cargados con pesadas cadenas, fueron forzados a caminar delante de
su carro. En Pozzuoli fueron arrojados
a la misma prisión en que se hallaban sus cuatro amigos. Estos últimos habían
sido echados a las fieras un día antes de la llegada de San Jenaro y sus dos
compañeros, pero las bestias no los atacaron. Condenaron entonces a todo el
grupo a ser echados a las fieras. Los siete condenados fueron conducidos a la
arena del anfiteatro y, para decepción del público, las fieras hambrientas y
provocadas no hicieron otra cosa que rugir mansamente, sin acercarse siquiera a
sus presuntas víctimas.
El
pueblo, arrastrado y cegado por las pasiones que se alimentan de la violencia,
imputó a la magia la mansedumbre de las fieras ante los cristianos y a gritos
pedía que los mataran. Ahí mismo los siete confesores fueron condenados a morir
decapitados. La sentencia se ejecutó cerca de Pozzuoli, y en el mismo sitio
fueron enterrados.
Los
cristianos de Nápoles obtuvieron las reliquias de San Jenaro que, en el siglo
quinto, fueron trasladadas desde la pequeña iglesia de San Jenaro, vecina a la
Solfatara, donde se hallaban sepultadas. Durante las guerras de los normandos,
los restos del santo fueron llevados a Benevento y, poco después, al monasterio
del Monte Vergine, pero en 1497, se trasladaron con toda solemnidad a Nápoles
que, desde entonces, honra y venera a San Jenaro como su patrono principal.
Muchos
se cuestionan la autenticidad de los hechos arriba mencionados y de la misma
reliquia porque no hay registros sobre el culto a San Jenaro anteriores al año
431. Pero es significante que ya en esa
época el sacerdote Uranio relata sobre el obispo Jenaro en términos que indican
claramente que le consideraba como a un santo reconocido. Los frescos pintados
en el siglo quinto en la "catacumba de san Jenaro", en Nápoles, lo
representan con una aureola. En los calendarios más antiguos del oriente y el
occidente figura su nombre.
El milagro continúa
Mientras
que muchos se cuestionan sobre la historicidad de San Jenaro, nadie se puede
explicar el milagro que ocurre con la reliquia del santo que se conserva en la
Capilla del Tesoro de la Iglesia Catedral de Nápoles, Italia. Se trata de un
suceso maravilloso que ocurre periódicamente desde hace cuatrocientos años. La
sangre del santo experimenta la licuefacción (se hace líquida). Ocurre cada año
en tres ocasiones relacionadas con el santo: la traslación de los restos a
Nápoles, (el sábado anterior al primer domingo de Mayo); la fiesta del santo
(19 de septiembre) y el aniversario de su intervención para evitar los efectos
de una erupción del Vesubio en 1631 (16 de diciembre)
El
día señalado, un sacerdote expone la famosa reliquia sobre el altar, frente a
la urna que contiene la cabeza de san Jenaro. La reliquia es una masa sólida de
color oscuro que llena hasta la mitad un recipiente de cristal sostenido por un
relicario de metal. Los fieles llenan la iglesia en esas fechas. Es de notar
entre ellos un grupo de mujeres pobres conocidas como zie di San Gennaro (tías
de San Jenaro). En un lapso de tiempo que varía por lo general entre los dos
minutos y una hora, el sacerdote agita el relicario, lo vuelve cabeza abajo y
la masa que era negra, sólida, seca y que se adhería al fondo del frasco, se
desprende y se mueve, se torna líquida y adquiere un color rojizo, a veces
burbujea y siempre aumenta de volumen.
Todo ocurre a la vista de los visitantes. Algunos de ellos pueden
observar el milagro a menos de un metro de distancia. Entonces el sacerdote
anuncia con toda solemnidad: "¡Ha ocurrido el milagro!", se agita un
pañuelo blanco desde el altar y se canta el Te Deum. Entonces la reliquia es
venerada por el clero y la congregación.
(El 5 de mayo del 2008,
reporteros de 20 canales de TV, entre ellos CNN estaban presentes en la catedral
cuando ocurrió el milagro.)
El
milagro ha sido minuciosamente examinado por personas de opiniones opuestas. Se
han ofrecido muchas explicaciones, pero en base a las rigurosas
investigaciones, se puede afirmar que no se trata de ningún truco y que tampoco
hay, hasta ahora, alguna explicación racional satisfactoria. En la actualidad
ningún investigador honesto se atreve a decir que no sucede lo que de hecho
ocurre a la vista de todos. Sin embargo, antes de que un milagro sea reconocido
con absoluta certeza, deben agotarse todas las explicaciones naturales, y todas
las interrogantes deben tener su respuesta. Por eso la Iglesia favorece la
investigación.
Fruto de las
investigaciones.
Entre los elementos positivamente ciertos en relación
con esta reliquia, figuran los siguientes:
1
-La sustancia oscura que se dice es la sangre de San Jenaro (la que, desde hace
más de 300 años permanece herméticamente encerrada dentro del recipiente de
cristal que está sujeta y sellada por el armazón metálico del relicario) no
ocupa siempre el mismo volumen dentro del recipiente que la contiene. Algunas
veces, la masa dura y negra ha llenado casi por completo el recipiente y, en
otras ocasiones, ha dejado vacío un espacio equivalente a más de una tercera
parte de su tamaño.
2
-Al mismo tiempo que se produce esta variación en el volumen, se registra una
variante en el peso que, en los últimos años, ha sido verificada en una balanza
rigurosamente precisa. Entre el peso máximo y el mínimo se ha llegado a
registrar una diferencia de hasta 27 gramos.
3
-El tiempo más o menos rápido en que se produce la licuefacción, no parece
estar vinculado con la temperatura ambiente. Hubo ocasiones en que la atmósfera
tenía una temperatura media de más de 30º centígrados y transcurrieron dos
horas antes de que se observaran signos de licuefacción. Por otra parte, en
temperaturas más bajas, de 5º a 8º centígrados, la completa licuefacción se
produjo en un lapso de 10 a 15 minutos.
4
-No siempre tiene lugar la licuefacción de la misma manera. Se han registrado
casos en que el contenido líquido burbujea, se agita y adquiere un color
carmesí muy vivo, en otras oportunidades, su color es opaco y su consistencia
pastosa.
Aunque
no se ha podido descubrir razón natural para el fenómeno, la Iglesia no
descarta que pueda haberlo. La Iglesia
no se opone a la investigación porque busca la verdad. La fe católica enseña que Dios es
todopoderoso y que todo cuanto existe es fruto de su creación. Pero la Iglesia es cuidadosa en determinar si
un particular fenómeno es, en efecto, de origen sobrenatural.
La
Iglesia pide prudencia para no asentir ni rechazar prematuramente los
fenómenos. Reconoce la competencia de la ciencia para hacer investigación en la
búsqueda de la verdad, cuenta con el conocimiento de los expertos.
Una
vez que la investigación establece la certeza de un milagro fuera de toda duda
posible, da motivo para animar nuestra fe e invitarnos a la alabanza. En el caso de los santos, el milagro también
tiene por fin exaltar la gloria de Dios que nos da pruebas de su elección y las
maravillas que El hace en los humildes.
El
Cardenal Crescenzio Sepe de Nápoles anunció que en el 2009 un grupo de
científicos investigará la milagrosa reliquia.
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