30 DE SEPTIEMBRE - VIERNES
26ª - SEMANA DEL T. O. - C
San Jerónimo
Evangelio según san Lucas 10,
13-16
En aquel tiempo, dijo Jesús:
“¡Ay de ti
Corozaín, ay de ti Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los
milagros que, en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido vestidas de
sayal y sentadas en la ceniza. Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro
y Sidón que a vosotras.
Y tú, Cafarnaúm,
¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo.
Quien a vosotros
escucha, a mí me escucha; quien a vosotros rechaza, a mí
me rechaza, y quien me rechaza
a mi, rechaza al que me ha enviado”.
1. De las ciudades de
Corozaín y Betsaida no se tienen noticias en el N. T. De Corozaín hablan
Eusebio y Jerónimo, en el s. IV. De Betsaida, las informaciones son indirectas
(F. Bovon, J. A. Fiztmyer).
La doble expresión “Corozaín y Betsaida”, expresa una lamentación,
no una condena. Jesús no amenaza a los demás. Expresa su propio dolor.
De lo que parece haber noticia es que los vecinos de Cafarnaúm
rechazasen a Jesús. Sin duda, este texto proviene de la llamada fuente Q, de la
que Mateo y Lucas tomaron los textos que son comunes a ambos y no se encuentran
en Marcos.
2. ¿Por qué puso Lucas aquí
estas lamentaciones ante unas ciudades y unos hechos de los que tenemos escasa
constancia?
La contraposición con Tiro y Sidón arroja
alguna luz
sobre este problema. Tiro y Sidón eran ciudades paganas. Seguramente los
cristianos de origen no judío (por tanto, que provenían del paganismo) pretendían
de esta manera justificar su presencia en la comunidad cristiana, con tanto o
más derecho que los cristianos que provenían del judaísmo.
Las diferencias de origen y de cultura han creado incontables
problemas en todas las religiones, concretamente en el cristianismo.
Un buen cristiano es el que supera tales diferencias y está por
encima de las diferencias y las distancias de origen, cultura, religión, etc.
3. En cualquier caso, al
leer este evangelio, será siempre importante tener la firme
convicción
de que un Jesús amenazante y quizá con apariencias de “peligroso” no puede ser
el Jesús auténtico del Evangelio, el Jesús que siempre contagió confianza, seguridad,
paz y esperanza, incluso a los pecadores y descreídos.
Jesús fue siempre armónico,
uniforme, coherente. Y este es el Jesús que siempre ha de centrar nuestra fe y
nuestras convicciones más determinantes. Es importante destacar esto.
Vivimos en tiempos de incesantes enfrentamientos y conflictos,
muchas veces provocados por las religiones. Sin olvidar los sufrimientos, que
tienen que soportar no pocas personas religiosas precisamente por los
conflictos de conciencia que origina la
religión. Es urgente ponerle remedio a este estado de
cosas y a tales situaciones.
Un sacerdote, un obispo que, en lugar de paz y alegría, siembra
discordias y divisiones, no merece ni ser creído, ni obedecido.
En tales casos, hagamos lo que hizo Jesús:
enfrentarse
a los hombres de la religión, si tales hombres, en lugar de transmitir paz,
lo que
transmiten es intolerancia y divisiones.
San Jerónimo
Jerónimo
quiere decir: el que tiene un nombre sagrado.
(Jero = sagrado. Nomos = nombre).
Dicen
que este santo ha sido el hombre que en la antigüedad estudió más y mejor la S.
Biblia.
Nació
San Jerónimo en Dalmacia (Yugoslavia) en el año 342. Sus padres tenían buena
posición económica, y así pudieron enviarlo a estudiar a Roma.
En
Roma estudió latín bajo la dirección del más famoso profesor de su tiempo,
Donato, el cual hablaba el latín a la perfección, pero era pagano. Esta
instrucción recibida de un hombre muy instruido, pero no creyente, llevó a
Jerónimo a llegar a ser un gran latinista y muy buen conocedor del griego y de
otros idiomas, pero muy poco conocedor de los libros espirituales y religiosos.
Pasaba horas y días leyendo y aprendiendo de memoria a los grandes autores
latinos, Cicerón, Virgilio, Horacio y Tácito, y a los autores griegos: Homero,
y Platón, pero no dedicaba tiempo a leer libros religiosos que lo pudieran
volver más espiritual.
En
una carta que escribió a Santa Eustaquia, San Jerónimo le cuenta el diálogo
aterrador que sostuvo en un sueño o visión. Sintió que se presentaba ante el
trono de Jesucristo para ser juzgado, Nuestro Señor le preguntaba: "¿A qué
religión pertenece? Él le respondió: "Soy cristiano – católico", y
Jesús le dijo: "No es verdad". Que borren su nombre de la lista de
los cristianos católicos. No es cristiano sino pagano, porque sus lecturas son
todas paganas. Tiene tiempo para leer a Virgilio, Cicerón y Homero, pero no
encuentra tiempo para leer las Sagradas Escrituras". Se despertó llorando,
y en adelante su tiempo será siempre para leer y meditar libros sagrados, y
exclamará emocionado: "Nunca más me volveré a trasnochar por leer libros
paganos". A veces dan ganas de que a ciertos católicos les sucediera una
aparición como la que tuvo Jerónimo, para ver si dejan de dedicar tanto tiempo
a lecturas paganas e inútiles (revistas, novelas) y dedican unos minutos más a
leer el libro que los va a salvar, la Sagrada Biblia.
Jerónimo
dispuso irse al desierto a hacer penitencia por sus pecados (especialmente por
su sensualidad que era muy fuerte, y por su terrible mal genio y su gran
orgullo). Pero allá, aunque rezaba mucho y ayunaba, y pasaba noches sin dormir,
no consiguió la paz. Se dio cuenta de que su temperamento no era para vivir en
la soledad de un desierto deshabitado, sin tratar con nadie.
El
mismo en una carta cuenta cómo fueron las tentaciones que sufrió en el desierto
(y esta experiencia puede servirnos de consuelo a nosotros cuando nos vengan
horas de violentos ataques de los enemigos del alma). San Francisco de Sales
recomendaba leer esta página de nuestro santo porque es bellísima y provechosa:
Dice así: "En el desierto salvaje y árido, quemado por un sol tan
despiadado y abrasador que asusta hasta a los que han vivido allá toda la vida,
mi imaginación hacía que me pareciera estar en medio de las fiestas mundanas de
Roma. En aquel destierro al que por temor al infierno yo me condené
voluntariamente, sin más compañía que los escorpiones y las bestias salvajes,
muchas veces me imaginaba estar en los bailes de Roma contemplando a las
bailarinas. Mi rostro estaba pálido por tanto ayunar, y sin embargo los malos
deseos me atormentaban noche y día. Mi alimentación era miserable y desabrida,
y cualquier alimento cocinado me habría parecido un manjar exquisito, y no
obstante las tentaciones de la carne me seguían atormentando. Tenía el cuerpo
frío por tanto aguantar hambre y sed, mi carne estaba seca y la piel casi se me
pegaba a los huesos, pasaba las noches orando y haciendo penitencia y muchas
veces estuve orando desde el anochecer hasta el amanecer, y aunque todo esto
hacía, las pasiones seguían atacándome sin cesar. Hasta que, al fin,
sintiéndome impotente ante tan grandes enemigos, me arrodillé llorando ante
Jesús crucificado, bañé con mis lágrimas sus pies clavados, y le supliqué que
tuviera compasión de mí, y ayudándome el Señor con su poder y misericordia,
pude resultar vencedor de tan espantosos ataques de los enemigos del alma. Y yo
me pregunto: si esto sucedió a uno que estaba totalmente dedicado a la oración
y a la penitencia, ¿qué no les sucederá a quienes viven dedicados a comer,
beber, bailar y darle a su carne todos los gustos sensuales que pide?".
Vuelto
a la ciudad, sucedió que los obispos de Italia tenían una gran reunión o
Concilio con el Papa, y habían nombrado como secretario a San Ambrosio. Pero
este se enfermó, y entonces se les ocurrió nombrar a Jerónimo. Y allí se dieron
cuenta de que era un gran sabio que hablaba perfectamente el latín, el griego y
varios idiomas más. El Papa San Dámaso, que era poeta y literato, lo nombró
entonces como su secretario, encargado de redactar las cartas que el Pontífice
enviaba, y algo más tarde le encomendó un oficio importantísimo: hacer la
traducción de la S. Biblia.
Las
traducciones de la Biblia que existían en ese tiempo tenían muchas
imperfecciones de lenguaje y varias imprecisiones o traducciones no muy
exactas.
Jerónimo,
que escribía con gran elegancia el latín, tradujo a este idioma toda la S.
Biblia, y esa traducción llamada "Vulgata" (o traducción hecha para
el pueblo o vulgo) fue la Biblia oficial para la Iglesia Católica durante 15
siglos. Únicamente en los últimos años ha sido reemplazada por traducciones más
modernas y más exactas, como por ej. La Biblia de Jerusalén y otras.
Casi
de 40 años Jerónimo fue ordenado de sacerdote. Pero sus altos cargos en Roma y
la dureza con la cual corregía ciertos defectos de la alta clase social le
trajeron envidias y rencores (Él decía que las señoras ricas tenían tres manos:
la derecha, la izquierda y una mano de pintura... y que a las familias
adineradas sólo les interesaba que sus hijas fueran hermosas como terneras, y
sus hijos fuertes como potros salvajes y los papás brillantes y mantecosos,
como marranos gordos...). Toda la vida tuvo un modo duro de corregir, lo cual
le consiguió muchos enemigos. Con razón el Papa Sixto V cuando vio un cuadro
donde pintan a San Jerónimo dándose golpes de pecho con una piedra, exclamó:
"¡Menos mal que te golpeaste duramente y bien arrepentido, porque si no
hubiera sido por esos golpes y por ese arrepentimiento, la Iglesia nunca te
habría declarado santo, ¡porque eras muy duro en tu modo de corregir!".
Sintiéndose
incomprendido y hasta calumniado en Roma, donde no aceptaban el modo fuerte que
él tenía de conducir hacia la santidad a muchas mujeres que antes habían sido
fiesteras y vanidosas y que ahora por sus consejos se volvían penitentes y
dedicadas a la oración, dispuso alejarse de allí para siempre y se fue a la
Tierra Santa donde nació Jesús.
Sus
últimos 35 años los pasó San Jerónimo en una gruta, junto a la Cueva de Belén.
Varias de las ricas matronas romanas que él había convertido con sus
predicaciones y consejos, vendieron sus bienes y se fueron también a Belén a
seguir bajo su dirección espiritual. Con el dinero de esas señoras construyó en
aquella ciudad un convento para hombres y tres para mujeres, y una casa para
atender a los peregrinos que llegaban de todas partes del mundo a visitar el
sitio donde nació Jesús.
Allí,
haciendo penitencia, dedicando muchas horas a la oración y días y semanas y
años al estudio de la S. Biblia, Jerónimo fue redactando escritos llenos de
sabiduría, que le dieron fama en todo el mundo.
Con
tremenda energía escribía contra los herejes que se atrevían a negar las
verdades de nuestra santa religión. Muchas veces se extralimitaba en sus
ataques a los enemigos de la verdadera fe, pero después se arrepentía
humildemente.
La
Santa Iglesia Católica ha reconocido siempre a San Jerónimo como un hombre
elegido por Dios para explicar y hacer entender mejor la S. Biblia. Por eso ha
sido nombrado Patrono de todos los que en el mundo se dedican a hacer entender
y amar más las Sagradas Escrituras. El Papa Clemente VIII decía que el Espíritu
Santo le dio a este gran sabio unas luces muy especiales para poder comprender
mejor el Libro Santo. Y el vivir durante 35 años en el país donde Jesús y los
grandes personajes de la S. Biblia vivieron, enseñaron y murieron, le dio
mayores luces para poder explicar mejor las palabras del Libro Santo.
Se
cuenta que una noche de Navidad, después de que los fieles se fueron de la
gruta de Belén, el santo se quedó allí solo rezando y le pareció que el Niño
Jesús le decía: "Jerónimo ¿qué me vas a regalar en mi cumpleaños?".
Él respondió: "Señor te regalo mi salud, mi fama, mi honor, para que
dispongas de todo como mejor te parezca". El Niño Jesús añadió: "¿Y
ya no me regalas nada más?". Oh mi amado Salvador, exclamó el anciano, por
Ti repartí ya mis bienes entre los pobres. Por Ti he dedicado mi tiempo a
estudiar las Sagradas Escrituras... ¿qué más te puedo regalar? Si quisieras, te
daría mi cuerpo para que lo quemaras en una hoguera y así poder desgastarme
todo por Ti". El Divino Niño le dijo: "Jerónimo: regálame tus pecados
para perdonártelos". El santo al oír esto se echó a llorar de emoción y
exclamaba: "¡Loco tienes que estar de amor, cuando me pides esto!". Y
se dio cuenta de que lo que más deseaba Dios que le ofrezcamos los pecadores es
un corazón humillado y arrepentido, que le pide perdón por las faltas
cometidas.
El
30 de septiembre del año 420, cuando ya su cuerpo estaba debilitado por tantos
trabajos y penitencias, y la vista y la voz agotadas, y Jerónimo parecía más
una sombra que un ser viviente, entregó su alma a Dios para ir a recibir el
premio de sus fatigas. Se acercaba ya a los 80 años. Más de la mitad los había
dedicado a la santidad.
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