7 DE SEPTIEMBRE - MIÉRCOLES
23ª - SEMANA DEL TIEMPO
Santa Regina, mártir
Evangelio según san Lucas 6,
20-26
En aquel tiempo, Jesús,
levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo:
“Dichosos los pobres, porque vuestro es el Reino
de Dios.
Dichosos los que
ahora tenéis hambre
porque quedaréis saciados.
Dichosos los que
ahora lloráis, porque reiréis.
Dichosos vosotros
cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro
nombre como infame, por causa del Hijo del Hombre. Alegraos ese día y saltad de
gozo: porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían
vuestros padres con los profetas.
Pero, ¡Ay de
vosotros, los ricos, porque ya tenéis vuestro consuelo!
¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque
tendréis hambre!
¡Ay los que ahora
reís, porque haréis duelo y lloraréis!
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros!
Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas”.
1. Hay cuatro escritos del
cristianismo primitivo que recogen las bienaventuranzas:
1) El Sermón del Monte. (Mt
5, 1-12)
2) El Sermón de la Llanura. (Lc 6, 20-26)
3)El Evangelio de Tomás. (EvTh 54; 68-69) 4) Los Hechos de Pablo.
(ActPaul, 5-6) (F. r’
H. Waitz).
Los textos de Mateo y Lucas son los más seguros. ¿Cuál de ellos es
el mas antiguo? No hay una respuesta segura. Parece que las bienaventuranzas de
Lucas con las maldiciones que las acompañan) son las más originales. Y
posiblemente la redacciónción más arcaica es la del Evangelio de Tomás (F. Bovon).
Sea lo que sea en cuanto a la antigüedad, el hecho de que hayan
llegado hasta nosotros cuatro redacciones nos muestra la importancia que la
Iglesia naciente les concedió a las bienaventuranzas.
2. Las bienaventuranzas no
se explican. Se viven. Y solo cuando el que habla de este tema, lo que hace es
relatar lo que él mismo vive, lo que le pasa, cómo lo vive y por qué vive todo
eso así, entonces es cuando lo que se diga sobre las bienaventuranzas puede
tener algún sentido.
Porque aquí no nos encontramos con la “lógica superficial” del
pensamiento comúnmente admitido por la gran mayoría de la comunidad y hasta
argumentado por especialistas en asuntos de dinero, de derecho y de poder.
No. Aquí nos damos de cara con la “sensibilidad simbólica” (lan
Tattersall), que es lo que distingue y
especifica al “ser humano” y, sobre todo, la capacidad de “ser humanos”, es lo
que nos distingue de los meros instintos del animal, que nos impulsaban (hace millones
de años) a comportarnos irresistiblemente como fieras.
3. La clave de la cuestión
está en esto: Un mundo o una sociedad, en la que solo buscamos lo mejor y lo
que más le conviene o le interesa a cada cual, es un mundo o una sociedad que termina “deshumanizándonos” a
todos, hasta hacer verdad la vieja sentencia: “homo homini, lupus”= “el hombre
es un lobo para el hombre”, o sea, nos deshumanizamos hasta el extremo de convertirnos
en una inmensa manada de lobos. Pero con una agravante: los lobos matan a otros
animales para comérselos ellos.
Cuando los humanos nos deshumanizamos, hasta ser lobos para los demás,
nos destrozamos unos a otros. Nos destrozamos con disfraces de “sabios”, de
“religiosos”, de “educados” ... Pero nos destrozamos. ¿Solución? Jesús propuso
el Evangelio.
Santa Regina, mártir
Hija
de un ciudadano pagano de Alise, en Borgoña, la santa -cuya madre falleció al
dar la luz- fue entregada a una nodriza que era cristiana y que la educó en la
fe. Su belleza atrajo las miradas del prefecto Olybrius, quien, al saber que
era de noble linaje, quiso casarse con ella, pero ella se negó a aceptarlo y no
quiso atender los discursos de su padre, quien trataba de convencerla para que
se casara con un hombre tan rico.
Ante su obstinación, su padre decidió encerrarla en un calabozo y,
como pasaba el tiempo sin que Regina cediese, Olybrius desahogó su cólera
haciendo azotar a la joven y sometiéndola a otros tormentos. Una de aquellas
noches, recibió en su calabozo el consuelo de una visión de la cruz al tiempo
que una voz le decía que su liberación esta próxima. Al otro día, Olybrius
ordenó que fuera torturada de nuevo y que fuera decapitada después. En el
momento de la ejecución, apareció una paloma blanquísima que causó la
conversión de muchos de los presentes.
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