16 DE SEPTIEMBRE - VIERNES
24ª - SEMANA DEL TIEMPO ORDINAR
San Cornelio, papa y San Cipriano, obispo
Evangelio
según san Lucas 8, 1-3
En aquel tiempo,
Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo predicando la
Buena Noticia del Reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que
él había curado de malos espíritus y enfermedades.
María Magdalena de la que habían salido siete demonios; Juana,
mujer de Cusa, intendente de Herodes y Susana y otras muchas que le ayudaban
con sus bienes.
1. Filón
(judío del s. 1) decía: “Mercados, consejos, tribunales, procesiones festivas y
reuniones de grandes multitudes de hombres, en una palabra: toda la vida
pública está hecha para los hombres. A las mujeres les conviene quedarse en
casa y vivir retiradas” (Spec. leg. III, 169) (J. Jeremias). Esta era la
mentalidad de aquel tiempo con respecto a la mujer.
Jesús, con su conducta, rompió los
esquemas culturales y las costumbres de aquel tiempo en el trato con las
mujeres. Porque es un hecho que Jesús tuvo, entre sus discípulos y acompañantes
habituales, no solo hombres, si no también mujeres. Y, en algunos casos,
bastantes mujeres.
Los relatos de la pasión lo indican
claramente (Mc 15, 40-41; Mt 27, 55-56; Lc 23, 49). Y la misma impresión tiene
leyendo los relatos de las apariciones del Resucitado. A quien primero se
aparició Jesús fue precisamente a las mujeres. Y en este evangelio, lo que se
destaca es numerosa presencia de “seguidoras” que tuvo Jesús. Precisamente el
deseo de Lucas es de presentar el cristianismo como una religión “respetable”,
que no amenazaba al orden romano (en el que todo el orden se concentraba en el
“paterfamilias”) (R
Stein), es
la señal más clara de que estas “discípulas” de Jesús existieron (J. P. Meier).
2. ¿Ejercieron
las mujeres tareas ministeriales en el grupo de Jesús?;
¿las
ejercieron los discípulos?
Si entendemos esas tareas tal y como hoy
las entendemos, no ES imaginable tal cosa. En todo caso, en las cartas de Pablo,
unos quince o veinte años antes de la redacción definitiva de los evangelios,
ya se habla de mujeres que, en
Iglesia
naciente, ejercían ministerios en las comunidades (Elisa Estévez López). Por tanto,
es seguro que Jesús rompió con las normas que marginaban a la mujer y reducían
al aislamiento en casa.
3. Por
todo esto resulta admirable la libertad de Jesús y su humanidad, que se pone en
evidencia en el trato con las mujeres.
Jesús, al proceder así, defendió de hecho
la igualdad del hombre y la mujer. Y devolvió a la mujer la dignidad que se le había
quitado.
Una tarea urgente y apremiante para los
cristianos y para la Iglesia de este mundo de tantas desigualdades e
injusticias.
La Iglesia no puede seguir defendiendo
que más de la mitad de la población mundial no tiene los mismos derechos que la
otra mitad.
San Cornelio, papa y San Cipriano, obispo
ELECCIÓN DEL PAPA
CORNELIO
Año
253. Roma. Gobierna el emperador Decio. Fallece el Papa Fabián. El cristianismo
es una viña joven que vive en la encrucijada de elegir un Pastor. El principal
interlocutor del clero de Roma durante el pontificado de Fabián era Novaciano,
Cuando se atenuó el acoso de la persecución, fue posible elegir al nuevo papa.
La elección que hizo la inmensa mayoría recayó sobre Cornelio, romano. Cornelio
mostró una actitud conciliadora con los cristianos que habían apostatado
durante la persecución de Decio, llamados lapsos, que pedían ser readmitidos à la
comunión de la Iglesia. Novaciano no tenía misericordia. Esta circunstancia y
el influjo de Cipriano, obispo de Cartago que presentó a Cornelio como un
hombre sin ambiciones y que había pasado a través de todos los grados del
servicio eclesiástico, decidieron la elección, que según el testimonio de
Cipriano-, «no por su capacidad de iniciativa, sino por su humildad, prudencia
y bondad». Cornelio va a presidir en la caridad la Iglesia. Un Pontífice que es fuerte como un cuerno,
como señala su nombre excelso: CORNELIO.
NOVACIANO ANTIPAPA
Desilusionado
Novaciano por no haber sido elegido él, sufrió una crisis y en contraste con el
papa por la cuestión de los lapsi promovió un cisma que se extendió hasta
España, Armenia y Mesopotamia, y que continuó, en comunidades aisladas, más
allá del siglo quinto. Novaciano, que esperaba ser sucesor de Fabiano, se hizo
consagrar obispo y se proclamó Papa. El segundo antipapa de la Iglesia inició,
con un pequeño grupo de seguidores, un verdadero cisma. Trabajó con energía y
habilidad para hacerse reconocer como obispo por las principales Iglesias.
Pero, con la ayuda de Cipriano de Cartago y Dionisio de Alejandría, el papa
venció la oposición novaciana y convocó un sínodo en Roma, donde se reunieron
60 obispos y clero, y Novaciano y sus seguidores fueron excomulgados. Desoyó
Novaciano las voces que le insistían en reconciliarse con Cornelio y escribió
cartas à las otras Iglesias sobre el problema del cisma, incluso dirigió una a
Eusebio de Cesárea, en que presenta una estadística detallada, de gran valor
histórico, sobre el clero de la Iglesia de Roma.
UN PONTIFICADO AMARGO
Fue
amargo el Pontificado de Cornelio por la rebelión de Novaciano que proclamaba
que la Iglesia Católica no tenía poder para perdonar pecados y que, por lo
tanto, el que hubiera renegado de su fe, nunca podía ser admitido en la Santa
Iglesia. El hereje afirmaba también que la fornicación, la impureza y el
adulterio, no podían ser perdonados jamás. El Papa Cornelio se le opuso y
declaró que, si un pecador se arrepiente y quiere empezar una vida nueva de
conversión, la Iglesia puede y debe perdonarle sus pecados y admitirlo a la
comunión de los fieles. Los consuelos le llegaron de San Cipriano desde África
y de todos los obispos de occidente. Cuando en junio del 252, bajo el emperador
Treboniano Gallo, se reanudó la persecución, Cornelio fue arrestado y desterrado
a Civitavecchia, donde recibió una carta de aliento y felicitación de Cipriano.
Murió en el destierro en junio del año siguiente. Su cuerpo fue trasladado a
Roma y sepultado en las criptas de Lucina en las catacumbas de San Calixto. La
inscripción sobre su tumba es el primer epitafio papal que se conserva.
SAN CIPRIANO. OBISPO DE
CARTAGO Y MÁRTIR. AÑO 258.
Este
fue el Santo más importante de África y el más brillante de los obispos de ese
continente, antes de que apareciera San Agustín. Había nacido en el año 200 en
Cartago, norte de África y se dedicó a la labor de educador, conferenciante y
orador público. Tenía una inteligencia privilegiada, una gran habilidad para
hablar en público, y una personalidad brillante y simpática que le conseguía un
impresionante ascendiente sobre los demás. Llegado a la mayoría de edad se
convirtió al cristianismo por el ejemplo y las palabras de un santo sacerdote
llamado Cecilio. Se bautizó y una vez bautizado hizo el juramento de no
contraer matrimonio. A las gentes les llenó de admiración tal voto o juramento,
porque esto no se acostumbraba en aquellos tiempos.
AMOR A LA BIBLIA
Desde
su conversión, descubrió Cipriano que la Biblia contiene tesoros maravillosos
de buenas enseñanzas y se dedicó con toda su brillante inteligencia a estudiar
este Libro Santo y a leer los comentarios que los antiguos santos habían
escrito, sobre la Sagrada Escritura. Sacrificó las lecturas de sus literatos
mundanos que tanto le gustaban, y ya nunca citará ni una sola frase de un autor
que no sea cristiano católico. Escribió un comentario sobre el Padrenuestro,
tan bello, que hasta ahora no ha sido superado por otro autor.
ORDENADO SACERDOTE
Fue
ordenado sacerdote, y en el año 248 al morir el obispo de Cartago, el pueblo y
los sacerdotes aclamaron a Cipriano como el más digno de ser el nuevo obispo de
la ciudad. Él se resistía y quiso esconderse, pero se dio cuenta de que era
inútil oponerse al querer popular y aceptó tan importante cargo, diciendo:
"Creo que Dios ha expresado su voluntad por medio del clamor del pueblo y
de la aclamación de los sacerdotes". Y llegó a ser el más importante de
todos los obispos de Cartago.
PERFIL DE CIPRIANO
Un
escritor de ese tiempo dejó este retrato de la bondad y venerabilidad de
Cipriano: "Era majestuoso y venerable, inspiraba confianza a primera vista
y nadie podía mirarle sin sentir veneración hacia él. Tenía una agradable
mezcla de alegría y venerabilidad, de manera que los que lo trataban no sabían
qué hacer más: si quererlo o venerarlo, porque merecía el más grande respeto y
el mayor amor".
NUEVA PERSECUCION DE
DECIO
En
el año 251 el emperador Decio decreta una terrible persecución contra los
cristianos. Le interesaba sobre todo acabar con los obispos y destruir los
libros sagrados. Y para destruir la religión más eficazmente invitó a todos los
que quisieran renegar de la religión cristiana a quemar incienso a los dioses y
con eso quedaban perdonados. Muchísimos cayeron en esta trampa, para no perder
sus bienes, su libertad y su vida, quemaron incienso a las imágenes de los
ídolos paganos, y renegaron de la religión. El mal fue inmenso.
Cipriano,
con gran prudencia, viendo que lo que primero buscaban era acabar con los jefes
de la Iglesia, huyó y se escondió, pero desde su escondite enviaba continuas
cartas a los fieles invitándolos a no abandonar la religión por nada en la
vida. Los paganos recorrieron las calles de Cartago gritando: "Pedimos que
Cipriano sea echado a los leones". Pero no lo lograron encontrar para
echarlo a las fieras.
PERIODO BREVE DE PAZ
Hubo
un corto período de paz y Cipriano volvió a su cargo de obispo. Pero encontró
que algunos aceptaban sin más en la Iglesia a los que habían apostatado, sin
exigirles hacer penitencia de ninguna clase. Se opuso a esta relajación y en
adelante a todo renegado que quiso volver a la Iglesia le exigió que hiciera
antes cierto tiempo de penitencia. Así preparaba a los creyentes para que en
las próximas persecuciones no se dejaran dominar por el miedo y no renegaran
tan fácilmente de su fe. Muchos se oponían a esta severidad, pero era necesaria
para prevenir el peligro de apostasías en la próxima persecución que ya se
avecinaba. Y sucedió que cuando llegaron las más horrorosas persecuciones, los
cristianos prefirieron morir antes que quemar incienso a los dioses de los
paganos. Y fueron mártires gloriosos.
LA PESTE
El
año 252, llega la peste de tifus negro a Cartago y empiezan a morir cristianos
por centenares y quedaban miles de huérfanos. El obispo Cipriano se dedicó a
repartir ayudas a los que habían quedado en la miseria. Vendió todo lo más
valioso de su casa episcopal, y pronunció unos de los sermones más bellos que
se han compuesto en la Iglesia sobre la limosna. Todavía hoy al leer tan
emocionantes sermones, siente uno un deseo inmenso de dedicarse a ayudar a los
necesitados. Sus oyentes se conmovieron al escucharle tan impresionantes
enseñanzas y fueron generosísimos en auxiliar a las víctimas de la epidemia.
PERSECUCION DE VALERIANO
El
año 257 el emperador Valeriano decretó una violentísima persecución contra los
cristianos. Pena de destierro para todo creyente que asistiera a un acto de
culto cristiano, y pena de muerte para cualquier obispo o sacerdote que se
atreviera a celebrar una ceremonia religiosa. A Cipriano le decretan en el año
157 pena de destierro, pero como donde va sigue celebrando la liturgia, en el
año 258 le decretan pena de muerte. Se conservan las actas de la última
audiencia de los jueces para condenarlo al martirio. Son muy interesantes.
Dicen así:
PROCESO DE CIPRIANO
Dice
el juez: El emperador Valeriano ha dado órdenes de que no se permite celebrar
ningún otro culto, sino el de nuestros dioses. ¿Ud. qué responde?
Responde
Cipriano: Yo soy cristiano y soy obispo. No reconozco a ningún otro Dios, sino
al único y verdadero Dios que hizo el cielo y la tierra. A El rezamos cada día
los cristianos.
El
14 de septiembre una gran multitud de cristianos se reunió frente a la casa del
juez. Este le preguntó al mártir: "¿Es usted el responsable de toda esta
gente?
-
Si, lo soy.
-El
emperador le ordena que ofrezca sacrificios a los dioses.
-No
lo haré nunca.
-Píenselo
bien.
-Lo
que le han ordenado hacer, hágalo pronto. Que en estas cosas tan importantes mi
decisión es irrevocable, y no va a cambiar.
El
juez Valerio dictó la sentencia: "Ya que se niega a obedecer las órdenes
del emperador Valeriano y no quiere adorar a nuestros dioses, y es responsable
de que todo este gentío siga sus creencias religiosas, Cipriano: queda
condenado a muerte. Le cortarán la cabeza con una espada". Al oír la
sentencia, Cipriano exclamó:
-¡Gracias
sean dadas a Dios!
Toda
la inmensa multitud gritaba:
-"Que nos maten también a nosotros, junto
con él", y lo siguieron en gran tumulto hacia el sitio del martirio.
Al
llegar al lugar donde lo iban a matar Cipriano mandó regalarle 25 monedas de
oro al verdugo que le iba a cortar la cabeza. Los fieles colocaron sábanas
blancas en el suelo para recoger su sangre y llevarla como reliquias.
EL MARTIRIO
Cipriano
se vendó los ojos y se arrodilló. El verdugo le cortó la cabeza con un golpe de
espada. Esa noche los fieles llevaron en solemne procesión, con antorchas y
cantos, el cuerpo del glorioso mártir para darle honrosa sepultura.
A
los pocos días murió de repente el juez Valerio. Pocas semanas después, el
emperador Valeriano fue hecho prisionero por sus enemigos en una guerra en
Persia y siguió prisionero hasta su muerte.
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