viernes, 30 de junio de 2017

Parate un momento: El Evangelio del dia 1 DE JULIO – SÁBADO – 12ª - SEMANA DEL T. O. – A SAN AARON




1 DE JULIO – SÁBADO –
12ª - SEMANA DEL T. O. – A
SAN   AARON

Evangelio según san Mateo 8, 5-17
       En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafamaúm, un centurión se le acercó diciéndole:
"Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho”.
Él le contestó:
"Voy yo a curarlo”.
Pero el centurión le replicó:
 "Señor, - ¿quién soy yo para que entres bajo mi techo?
Basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes: y le digo a uno "ve", y va; al otro, "ven", y viene; a mi criado, "haz esto", y lo hace".
Cuando Jesús lo oyó quedó admirado y dijo a los que le seguían:
       "Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe.
Os digo que vendrán muchos de Oriente y Occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el Reino de los Cielos; en cambio a los ciudadanos del Reino los echarán afuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes".
Y al centurión le dijo:
"Vuelve a casa, que se cumpla lo que has creído".
Y en aquel momento se puso bueno el criado.
Al llegar Jesús a casa de Pedro, encontró a la suegra en cama con fiebre; la cogió de la mano, y se le pasó la fiebre; se levantó y se puso a servirles.
Al anochecer, le llevaron muchos endemoniados; él con su palabra expulsó los espíritus y curó a todos los enfermos.
Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías:
"Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades”.

       1. Se ha dicho que este relato es "audaz" y "subversivo" (W. Carter). Por la sencilla razón de que en este episodio se advierte con claridad la desconcertante originalidad del Evangelio.
Cuando Jesús dice: "Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe", en realidad lo que Jesús afirma es que su propuesta y su proyecto no se limita a observar la religión establecida, sino que propone otra forma de entender y vivir la fe mediante la que nos relacionamos con Dios. Un militar romano podía ser una excelente persona, pero lo que no podía era aceptar la sumisión sin condiciones a otro proyecto religioso, que podía limitar o mutilar la fidelidad al juramento de sumisión al César o al Emperador (H. Hohlewein, J. Guillén...).
Jesús sabía esto, sin duda. Lo dejó claro cuando le preguntaron por la fidelidad a Dios o el sometimiento al César (Mt 22, 15-22; Mc 12, 13-17; Lc 20, 20-26).

2. Así las cosas, lo que este relato deja patente es que, para Jesús, el nivel o la grandeza de la fe no está en la sumisión al "hecho religioso" en sí, sino en la sincera sensibilidad ante el sufrimiento humano. Lo que   más preocupaba al Centurión era el sufrimiento y el peligro para la vida del sirviente (criado o esclavo) que tenía en su casa. Y eso precisamente —eso ni más ni menos—  es lo que Jesús elogia como la fe suprema que él ha visto en su vida.
Por encima incluso de las mayores fidelidades religiosas que él había visto en Israel.

3.  Es evidente, pues, que Jesús veía la fe más intensa o más fuerte, no en la observancia religiosa, sino en la solidaridad humana. Para Jesús, Dios no se nos revela en los ritos religiosos, sino en la cercanía a los que sufren.
Es cierto que esta contraposición, entre la "observancia" y la "solidaridad", resulta extraña y hasta
escandalosa a muchas personas piadosas y a gentes de buena voluntad.  Como Jesús resultaba extraño y escandaloso a los más piadosos de su tiempo. En buena
medida, es un hecho cultural.
Pero, además de eso y sobre todo, el problema está
en que, a la hora de la verdad, es más cómodo cumplir con determinadas costumbres y normas religiosas, que estar las veinticuatro horas de cada día pendientes
de lo que los demás necesitan y de lo que yo les puedo aportar y ayudar para que la vida se les haga más soportable. Esto, sí que es duro. Y es lo que nos da miedo.

SAN   AARON
Elogio: Conmemoración de san Aarón, de la tribu de Leví, a quien su hermano Moisés ungió sacerdote del Antiguo Testamento con óleo sagrado. A su muerte fue sepultado en el monte Hor.
Lo que podemos saber de la vida de Aarón proviene todo de la Biblia. Su aparición en la historia es súbita, casi se diría que el relato da por sabida la existencia del personaje. En efecto, si vamos en Exodo 4, cuando ya tenemos suficientemente presentado al personaje principal de esta historia y de la historia entera de Israel, Moisés, cuando ya se le ha revelado el Sagrado Nombre de Dios (3,14), y le ha sido encomendada la misión, liberar a Israel del yugo egipcio, se lamentará vehementemente Moisés de carecer de la competencia necesaria para todo ello, ya que, según él mismo declara, «soy torpe de boca y de lengua». A la repetida objeción de Moisés le responderá Yahvé: «Entonces se encendió la ira de Yahveh contra Moisés, y le dijo: "¿No tienes a tu hermano Aarón el levita? Sé que él habla bien; he aquí que justamente ahora sale a tu encuentro, y al verte se alegrará su corazón» (4,14). Y así, imprevistamente, echando mano de un recurso de obra teatral amateur («justamente ahora sale a tu encuentro», ¡qué casualidad!) se nos nombra por primera vez al personaje que, si bien nunca llega a la altura de Moisés, tiene el suficiente peso como para moldear toda una imagen del sacerdocio, y de Israel como «pueblo sacerdotal». Sólo un poco más tarde, y en un contexto de recapitulación de las gestas de Yahvé para con su pueblo (hermoso capítulo, Éxodo 6), se da al pasar la genealogía de Aarón, que es el modo habitual de presentar a los personajes en la Biblia.
Posiblemente este armado inverso, en el que primero se «pone a funcionar» al personaje, como si todos lo conociéramos, y recién después, y de manera puramente ocasional, se lo presenta, no sea nada casual, sino que tenga que ver con el deliberado interés del texto bíblico de que la figura de Aarón nunca eclipse a la de Moisés, a pesar de que la función por él desempeñada, la de sacerdote, tuvo una importancia creciente en la vida de Israel, y era una de las piezas claves del universo religioso de la Biblia en los tiempos en que se puso por escrito y se dio forma final a los libros del Pentateuco, es decir, en los tiempos posteriores al Exilio.
Aarón cumple dos funciones en el relato de la historia de Israel, no necesariamente vinculadas entre sí. Su función primigenia no es la de sacerdote, sino la de «profeta de Moisés»: «Dijo Yahveh a Moisés: "Mira que te he constituido como dios para Faraón y Aarón, tu hermano, será tu profeta;..."» (Ex 7,1). Curiosa expresión, que nos puede descolocar completamente si conservamos aun la noción de profeta meramente como un vate o futurólogo. En el universo bíblico, el profeta, aunque a veces puede decir cosas que encontrarán realización recién en el futuro, no tiene como principal función anunciar el futuro, sino traer una palabra «en nombre de» Dios. En el texto hebreo se dice «tu hermano será tu 'nabí'», una expresión de muchos sentidos, compleja y rica en el horizonte de la Biblia, a la que los traductores griegos le buscaron el equivalente que consideraron más exacto, «pro-fétes», «el que habla por delante», ya sea hacia un futuro, ya sea en nombre de otro, o como intérprete de otro. Aarón tiene como función interpretar a Moisés, ya sea ante el pueblo, por la torpeza de Moisés, ya sea en el mundo que no es de Dios -el del Faraón-, porque con ese mundo Dios no quiere ni tener trato, así que manda a Moisés, «como un dios ante Faraón», y por tanto requiere -como cualquier dios que se precie- de un intérprete.
Sin embargo, poco después sobreviene una nueva función para Aarón, la que lo específica a nuestros ojos y lo hace más famoso en la historia: primer sacerdote de Israel y cabeza del linaje sacerdotal. Los orígenes del sacerdocio en Israel son oscuros, muy difíciles de trazar. Tenemos que tener presente que para la mentalidad bíblica todo lo que ocurre en la historia está ya presente en el origen (semejante a como todos estamos presentes ya en el inicio en Adán, como formando parte de él); la historia es más bien el despliegue, como si se fuera desenrollando un tapiz, de un conjunto de potencialidades concentradas en el origen; muy distinto a como la sentimos nosotros, sobre todo en Occidente, que hacemos más hincapié en la novedad y en la creación de respuestas originales a estímulos imprevisibles. Acorde con esto, puesto que Aarón es el primer sacerdote, contiene ya todo el desarrollo del sacerdocio posterior, hasta la época del postexilio.
Aunque la ceremonia de unción sacerdotal de Aarón está narrada con una solemnidad particular, si uno sigue realmente la secuencia de lo que dice, no puede menos que sorprenderse: «Mandarás que Aarón y sus hijos se acerquen a la entrada de la Tienda del Encuentro, donde los bañarás con agua. Tomarás las vestiduras y vestirás a Aarón con la túnica, el manto del efod, el efod y el pectoral, que ceñirás con la cinta del efod. Pondrás la tiara sobre su cabeza, y sobre la tiara colocarás la diadema sagrada. Entonces tomarás el óleo de la unción, lo derramarás sobre su cabeza y así le ungirás.» (Ex 29,4-7) Es un poco extraño que derrame el óleo sobre la cabeza habiéndola ya tapado con la tiara, cuando la lógica secuencia sería que fuera ungido primero y coronado con la tiara después. La alteración del orden no se trata de ningún descuido, sino de que en la escritura de estos textos «históricos» (históricos, sí, sin comillas, pero no en nuestro sentido de esa palabra) se han acumulado en el personaje, en este caso Aarón, desarrollos posteriores del sacerdocio, hasta llegar a la institución post exílica del Sumo sacerdocio, que incluía un rito de unción, que posiblemente no se usara en la primera época de Israel, ya que era un gesto más bien ligado al reconocimiento del gobernante, no del sacerdote. Dicho sin menoscabo de que desconocemos muchísimos aspectos de las primitivas instituciones y costumbres de Israel, como puede ser el múltiple uso de las unciones.
Aarón pasa así al universo de imágenes bíblicas más como sacerdote que como «profeta de Moisés», habiendo sido las dos cosas, y lo segundo, en realidad, como primera tarea. Finalmente, el lenguaje religioso se encargó de conjugar de nuevo las dos, al poner en primer plano, dentro de las múltiples tareas del sacerdote, la de intercesor ante Dios, así que Aarón volvió a ser «quien habla en nombre de», pero en vez de ser de Moisés, lo fue para siempre del pueblo de Israel:
«Moisés y Aarón entre sus sacerdotes,
Samuel entre aquellos que su nombre invocaban,
invocaban a Yahveh y él les respondía...» (Sal 99,6)
Ya en el Nuevo Testamento, Aarón es mencionado sólo en la Carta a los Hebreos, no para negar la legitimidad de su sumo sacerdocio, pero sí para declarar su caducidad, al mismo tiempo que hablar de un nuevo tipo de sacerdocio, no un sacerdocio aarónico remozado en Cristo, sino un sacerdocio de una nueva especie, preanunciado misteriosamente en la figura de Melquisedec, figura de Cristo sacerdote (Hebr 5 y 7).


jueves, 29 de junio de 2017

Párate un momento: El evangelio del dia 30 DE JUNIO - VIERNES 12ª - SEMANA DEL T. O. -A PROTOMARTIRES DE ROMA





30 DE JUNIO - VIERNES
12ª - SEMANA DEL   T. O. -A

Evangelio según san Mateo 8, 1-4
      En aquel tiempo, al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente. En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo:
"Señor, si quieres, puedes limpiarme".
       Extendió la mano y lo tocó diciendo:
"¡Quiero, queda limpio!"  Y enseguida quedó limpio de la lepra.
Jesús le dijo:
"No se lo digas a nadie, pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés".

1.  Jesús baja del monte de las bienaventuranzas, ya que el relato sigue inmediatamente al final del sermón del monte.  El descenso del monte evoca el descenso también de Moisés cuando baja del Sinaí (Ex 34, 29).
Pero Moisés bajó para castigar al pueblo idólatra. Jesús baja para sanar el dolor humano del enfermo   despreciado.
Se trataba, en efecto, de un "leproso".
Por lepra se entendía toda enfermedad de la piel que fuera contagiosa (Lev 13-14). Todo leproso era un peligro de epidemia. Por eso era despreciado, excluido, marginado. Hasta el extremo de que la religión le obligaba a ir por la vida gritando:
"¡Impuro, impuro!" y se veía excluido de la ciudad o la aldea (Lev 13, 44-46; Nnn 5, 2).
La religión no curaba, sino que humillaba y despreciaba al que ya se veía despreciado y humillado.

2.  La reacción de Jesús fue inmediata: tocó al leproso y quedó limpio.
Jesús no remueve más la humillación de aquel hombre.  Lo sana por completo y enseguida. 
Hay que tener en cuenta que el Evangelio utiliza el verbo "kathariza", que, como es sabido, significa no solo "limpiar", sino sobre todo "purificar" de toda posible impureza del espíritu. De forma que así devuelve la rehabilitación social, económica y religiosa (W. Carter). Por eso Jesús, al final de este episodio, le dice al hombre (ya curado) que vaya a los sacerdotes y cumpla el trámite legal (Lev 14, 4.10). Para que, cumpliendo ese trámite, la reintegración social —en una sociedad tan religiosa— fuera total.

3. Al final, Jesús le dice al hombre curado: "No lo digas a nadie".  Algunos discuten si estas palabras son expresión del llamado "secreto mesiánico", que tanto destaca el evangelio de Marcos. Y aparece en relatos de Mateo (9, 30; 12, 16; 16, 20; 17, 9). No debe darse a estos textos un significado "moral" o "espiritual". Como si es que Jesús pretendiera pasar inadvertido. No tiene sentido semejante explicación.  ¿
- Cómo iba a pasar inadvertido, en aquellas aldeas de Galilea, que un ciego, un leproso o un enfermo incurable, de pronto se había curado?
Lo más seguro es que Jesús quería que la gente mantuviera cierta reserva en cuanto al tema del Mesías, ya que eso, tal como Jesús lo entendía, no se podía empezar a comprender hasta el final, hasta la muerte en cruz (J. J. Pilch, C. M. Tuckett).
Si se hubiera difundido que el Mesías ya estaba en Galilea, tal cosa, ni se habría entendido, ni habría aportado nada positivo, además de preocupar antes de tiempo a los romanos. Jesús era el Hijo de Dios, pero con los pies en el suelo. Y sabía muy bien lo que hacía. Y cómo lo tenía que hacer.

PROTOMARTIRES   DE   ROMA
 
Elogio: Santos Protomártires de la santa Iglesia Romana, que, acusados de haber incendiado la Urbe, por orden del emperador Nerón unos fueron asesinados después de crueles tormentos, otros, cubiertos con pieles de fieras, entregados a perros rabiosos, y los demás, tras clavarlos en cruces, quemados para que, al caer el día, alumbrasen la oscuridad. Eran todos discípulos de los Apóstoles y fueron las primicias del martirio que la iglesia de Roma presentó al Señor.
Aquellos confesores de los que sólo Dios sabe el número y los nombres, se mencionan en el Martirologio Romano como «primicias del martirio que la iglesia de Roma presentó al Señor». Es interesante hacer notar que el primero de los césares que persiguió a los cristianos fue Nerón, el más vil, despiadado y falto de principios entre los emperadores romanos. En el mes de julio del 64, cuando habían transcurrido diez años desde que ascendió al trono, un terrible incendio destruyó a Roma. El fuego nació junto al Gran Circo, en un sector de cobertizos y almacenes atestados de productos inflamables, y de ahí se propagó rápidamente en todas direcciones. Las llamas lo devoraron todo durante seis días y siete noches, cuando pareció que habían sido sofocadas por la demolición de numerosos edificios; pero volvieron a surgir de entre los escombros y continuaron su obra devastadora durante tres días más. Cuando por fin fueron ahogadas definitivamente, las dos terceras partes de Roma eran una masa informe de ruinas humeantes.
En el tercer día del incendio, Nerón llegó a Roma, procedente de Ancio, para contemplar la escena. Se afirma que se recreó en aquella contemplación y que, ataviado con la vestimenta que usaba para aparecer en los teatros, subió a lo más alto de la torre de Mecenas y ahí, con el acompañamiento de la lira que él mismo pulsaba, recitó el lamento de Príamo por el incendio de Troya. El bárbaro deleite del emperador que cantaba al contemplar el fuego destructor, hizo nacer la creencia de que él había sido el autor de la catástrofe y que, no sólo había mandado quemar a Roma, sino que había dado órdenes para que no se combatiese el fuego. El rumor corrió de boca en boca hasta convertirse en una abierta acusación. Las gentes afirmaban haber visto a numerosos individuos misteriosos arrojar antorchas encendidas dentro de las casas, por mandato expreso del emperador. Hasta hoy se ignora si Nerón fue responsable o no de aquel incendio. En vista de los numerosos incendios que se han declarado en Roma desde entonces, puede decirse que también aquél, quizá el más devastador entre todos, se debió a un simple accidente. Sin embargo, quedaba el hecho de la complacencia de Nerón y, tanto se divulgaron las sospechas contra él, que se alarmó y, para desviar las acusaciones que se hacían en su contra, señaló a los cristianos como autores directos del incendio.
«Puesto que circulaban rumores de que el incendio de Roma había sido doloso, Nerón presentó como culpables, castigándolos con penas gravísimas, a aquellos que, odiados por sus abominaciones, el pueblo llamaba 'cristianos'» (Tácito, Anales, XV). No obstante que nadie creyó que fuesen culpables del crimen, los cristianos fueron perseguidos, detenidos, expuestos al escarnio y la cólera del pueblo, encarcelados y entregados a las torturas y a la muerte con increíble crueldad. Algunos fueron envueltos en pieles frescas de animales salvajes y dejados a merced de los perros hambrientos para que los despedazaran; muchos fueron crucificados; otros quedaron cubiertos de cera, aceite y pez, atados a estacas y encendidos para que ardiesen como teas. Muchas de estas atrocidades tuvieron lugar durante una fiesta nocturna que ofreció Nerón en los jardines de su palacio. El martirio de los cristianos fue un espectáculo extra en las carreras de carros, donde el propio Nerón, vestido con las plebeyas ropas de un auriga, divertía a sus invitados al mezclarse con ellos y al manejar a los caballos que tiraban de un carro. Entre muchos de los romanos que presenciaron la salvaje crueldad de aquellas torturas, surgió el sentimiento de horror y el de piedad por las víctimas, no obstante que la población entera tenía encallecidos sus sentimientos, acostumbrada, como estaba, a los sangrientos combates de los gladiadores.
Tácito, Suetonio, Dion Casio, Plinio el Viejo y el satírico Juvenal, hacen mención del incendio; pero solamente Tácito se refiere al intento de Nerón para que la culpa recayera sobre una secta determinada. Tácito específica a los cristianos por su nombre, pero Gibbon y otros investigadores sostienen que el historiador incluye a los judíos en la denominación, puesto que, por aquella época, los que habían abrazado la religión de Cristo no eran tan numerosos como para causar alarma entre las autoridades de Roma. Sin embargo, este punto de vista, que parece destinado a disminuir la influencia del cristianismo, no tiene muchos adeptos. Debe apuntarse que los cristianos, aunque eran una minoría en Roma, no estaban bien distinguidos de los judíos en ese momento -es conocida la frase que trae Suetonio: «en el barrio judío se pelean por un tal Cresto»...-, y se les atribuían monstruosidades, como las de realizar sacrificios humanos, comer carne de niños, etc, los cristianos, como decía Tácito, eran «odiados por sus abominaciones», así que aunque no estuvieran dispuestos a creer que habían provocado el incendio, seguramente era creencia popular que el castigo era igualmente merecido.

Oración: Señor, Dios nuestro, que santificaste los comienzos de la Iglesia romana con la sangre abundante de los mártires, concédenos que su valentía en el combate nos infunda el espíritu de fortaleza y la santa alegría de la victoria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).

miércoles, 28 de junio de 2017

Párate un momento: El Evangelio del dia 29 DE JUNIO - JUEVES - SAN PEDRO Y SAN PABLO




29 DE JUNIO   - JUEVES

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (12,1-11):
En aquellos días, el rey Herodes se puso a perseguir a algunos miembros de la Iglesia. Hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan. Al ver que esto agradaba a los judíos, decidió detener a Pedro. Era la semana de Pascua. Mandó prenderlo y meterlo en la cárcel, encargando su custodia a cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno; tenía intención de presentarlo al pueblo pasadas las fiestas de Pascua. Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él.
La noche antes de que lo sacara Herodes, estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con cadenas. Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel. De repente, se presentó el ángel del Señor y se iluminó la celda.
Tocó a Pedro en el hombro, lo despertó y le dijo: «Date prisa, levántate.»
Las cadenas se le cayeron de las manos y el ángel añadió:
«Ponte el cinturón y las sandalias.»
Obedeció y el ángel le dijo:
«Échate el manto y sígueme.»
Pedro salió detrás, creyendo que lo que hacía el ángel era una visión y no realidad. Atravesaron la primera y la segunda guardia, llegaron al portón de hierro que daba a la calle, y se abrió solo. Salieron, y al final de la calle se marchó el ángel.
Pedro recapacitó y dijo:
«Pues era verdad: el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de la expectación de los judíos.»

Salmo33,2-3.4-5.6-7.8-9

R/. El Señor me libró de todas mis ansias
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R/.
Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor,
él lo escucha y lo salva de sus angustias. R/.
El ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R/.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (4,6-8.17-18):
Yo estoy a punto de ser sacrificado y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida.
El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

      Lectura del santo evangelio según san Mateo (16,13-19):
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron:
«Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.»
Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió:
«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás! porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.»

1.  El día de san Pedro, la Iglesia recuerda el evangelio en el que se relata cómo  los apóstoles,  por boca de su  portavoz Pedro,  afirman el reconocimiento de Jesús  como Mesías  de Israel.
La pregunta de  Jesús fue dirigida a sus discípulos: "vosotros, ¿quién decís que soy yo?" (Mt 16, 15; Mc 8, 29; Lc 9, 20).
A esta pregunta, hecha en plural, respondió Pedro. Pero obviamente hay que entender que Pedro habló en nombre del grupo. Solamente Mateo (no Mc ni Lc) añade la respuesta de Jesús a Pedro, que, si habló en nombre de todos, para todos tuvo que ser la respuesta. Y así lo entendió la Iglesia durante siglos (Cipriano de Cartago, León Magno, lsidoro de Sevilla, y toda la liturgia de la Edad Media, que leía el texto de Mt 16, 13-19 en la misa de ordenación de obispos) (Y Congar, A. Dold...).
Además, la añadidura de Mateo, ¿tiene su
origen en Jesús o en la comunidad de Mateo?
Esta pregunta no ha encontrado respuesta clara y segura en los exegetas especializados (U. Luz). Y plantea dos preguntas difíciles de responder con seguridad:
1) ¿Pudo un campesino galileo (Jesús) utilizar un término técnico, "ekklesía", (A. Hilhorst) propio del
vocabulario político del helenismo?
2) En la respuesta, Jesús nombra a Simón (Mt 16, 17) llamándole Pétros (Mt 16, 18 a), y añade que edifica la Iglesia sobre esta pétra (Mt 16, 18 b). Pero esta diferencia de términos es sumamente discutida en los estudios más exhaustivos que se han hecho sobre el tema (P.Lampe).
Pensar que Jesús se refería, con dos palabras distintas a una misma "roca", solo se podría admitir como resultado de una evolución semántica posterior, que salió de la comunidad cristiana.

2.  El texto completo de los evangelios no acaba en la confesión de Pedro y respuesta de Jesús, sino que añade a continuación el primer anuncio de la pasión (Mt 16,21-28; Mc 8,31-38; Lc 9,21-27). En el que se produjo un incidente que impresiona: el mismo Pedro, que había confesado la mesianidad de Jesús, se enfrenta con Jesús cuando se entera de su fracaso y muerte inminente. Y ese enfrentamiento produjo el de Jesús con Pedro, al que le dice: "¡Quítate de en medio, Satanás!" (Mt 16,21; Mc 8,33).
Pedro esperaba y quería un Mesías de triunfo, no un Mesías de fracaso. La resistencia de Pedro a que Jesús le lavara los pies como un esclavo (Jn 13, 6-8). Y seguramente también las negaciones de Pedro en la pasión.
La Iglesia primitiva no vio problema alguno en informar a todas las generaciones, hasta el fin del mundo, de las debilidades y contradicciones de Pedro.

3.  ¿Qué nos dice todo esto?
Pedro le dice a la Iglesia que hay que confesar la
fe en Jesús y ser fieles a esa fe, hasta lo que sea necesario, incluida la misma muerte (Jn 21, 15-23). Y también nos dice a los cristianos que esa fidelidad
irá acompañada de incomprensiones e infidelidades.
Pero lo determinante y decisivo es la fidelidad a Jesús y su Evangelio. El papado ha producido santos
y hombres escandalosos. Pero el papado es una institución que se extiende por el mundo entero. Y es que la Iglesia necesita -para su estabilidad y para resolver situaciones que superan lo local— un centro de unidad y de decisión en circunstancias que no se pueden resolver en una sola localidad...
Durante el primer milenio, la Iglesia se gobernaba, no desde Roma, sino mediante los sínodos (concilios) locales. A partir de Gregorio VII (s. XI), se fue centralizando todo el gobierno clerical en Roma.
Hoy, cuando la comunicación es más rápida y eficaz, la autoridad simbólica y religiosa del obispo de Roma es decisiva.
Pero con tal que la persona que ocupa ese cargo sea un ejemplo vivo (en cuanto es posible) de lo que fue la presencia de Jesús en esta tierra y esta vida.
Lo hemos visto en Juan XXIII y ahora en Francisco.

- SAN PEDRO   Y   SAN  PABLO
Apóstoles y Mártires
Martirologio Romano: Solemnidad de san Pedro y san Pablo, apóstoles. Simón, hijo de Jonás y hermano de Andrés, fue el primero entre los discípulos que confesó a Cristo como Hijo de Dios vivo, y por ello fue llámado Pedro. Pablo, apóstol de los gentiles, predicó a Cristo crucificado a judíos y griegos. Los dos, con la fuerza de la fe y el amor a Jesucristo, anunciaron el Evangelio en la ciudad de Roma, donde, en tiempo del emperador Nerón, ambos sufrieron el martirio: Pedro, como narra la tradición, crucificado cabeza abajo y sepultado en el Vaticano, cerca de la vía Triunfal, y Pablo, degollado y enterrado en la vía Ostiense. En este día, su triunfo es celebrado por todo el mundo con honor y veneración. († s. I)

Breve Biografía
Origen de la fiesta San Pedro y San Pablo son apóstoles, testigos de Jesús que dieron un gran testimonio. Se dice que son las dos columnas del edificio de la fe cristiana. Dieron su vida por Jesús y gracias a ellos el cristianismo se extendió por todo el mundo.
Los cadáveres de San Pedro y San Pablo estuvieron sepultados juntos por unas décadas, después se les devolvieron a sus sepulturas originales. En 1915 se encontraron estas tumbas y, pintadas en los muros de los sepulcros, expresiones piadosas que ponían de manifiesto la devoción por San Pedro y San Pablo desde los inicios de la vida cristiana. Se cree que en ese lugar se llevaban a cabo las reuniones de los cristianos primitivos. Esta fiesta doble de San Pedro y San Pablo ha sido conmemorada el 29 de Junio desde entonces.
El sentido de tener una fiesta es recordar lo que estos dos grandes santos hicieron, aprender de su ejemplo y pedirles en este día especialmente su intercesión por nosotros.

San Pedro
San Pedro fue uno de los doce apóstoles de Jesús. Su nombre era Simón, pero Jesús lo llamó Cefas que significa “piedra” y le dijo que sería la piedra sobre la que edificaría Su Iglesia. Por esta razón, le conocemos como Pedro. Era pescador de oficio y Jesús lo llamó a ser pescador de hombres, para darles a conocer el amor de Dios y el mensaje de salvación. Él aceptó y dejó su barca, sus redes y su casa para seguir a Jesús.
Pedro era de carácter fuerte e impulsivo y tuvo que luchar contra la comodidad y contra su gusto por lucirse ante los demás. No comprendió a Cristo cuando hablaba acerca de sacrificio, cruz y muerte y hasta le llegó a proponer a Jesús un camino más fácil; se sentía muy seguro de sí mismo y le prometió a Cristo que nunca lo negaría, tan sólo unas horas antes de negarlo tres veces.
Vivió momentos muy importantes junto a Jesús:
Vio a Jesús cuando caminó sobre las aguas. Él mismo lo intentó, pero por desconfiar estuvo a punto de ahogarse.

Presenció la Transfiguración del Señor.
Estuvo presente cuando aprehendieron a Jesús y le cortó la oreja a uno de los soldados atacantes.
Negó a Jesús tres veces, por miedo a los judíos y después se arrepintió de hacerlo.

Fue testigo de la Resurrección de Jesús.
Jesús, después de resucitar, le preguntó tres veces si lo amaba y las tres veces respondió que sí. Entonces, Jesús le confirmó su misión como jefe Supremo de la Iglesia.
Estuvo presente cuando Jesús subió al cielo en la Ascensión y permaneció fiel en la oración esperando al Espíritu Santo.
Recibió al Espíritu Santo el día de Pentecostés y con la fuerza y el valor que le entregó, comenzó su predicación del mensaje de Jesús. Dejó atrás las dudas, la cobardía y los miedos y tomó el mando de la Iglesia, bautizando ese día a varios miles de personas.
Realizó muchos milagros en nombre de Jesús.
En los Hechos de los Apóstoles, se narran varias hazañas y aventuras de Pedro como primer jefe de la Iglesia. Nos narran que fue hecho prisionero con Juan, que defendió a Cristo ante los tribunales judíos, que fue encarcelado por orden del Sanedrín y librado milagrosamente de sus cadenas para volver a predicar en el templo; que lo detuvieron por segunda vez y aún así, se negó a dejar de predicar y fue mandado a azotar.
Pedro convirtió a muchos judíos y pensó que ya había cumplido con su misión, pero Jesús se le apareció y le pidió que llevara esta conversión a los gentiles, a los no judíos.
En esa época, Roma era la ciudad más importante del mundo, por lo que Pedro decidió ir allá a predicar a Jesús. Ahí se encontró con varias dificultades: los romanos tomaban las creencias y los dioses que más les gustaban de los distintos países que conquistaban. Cada familia tenía sus dioses del hogar. La superstición era una verdadera plaga, abundaban los adivinos y los magos. Él comenzó con su predicación y ahí surgieron las primeras comunidades cristianas. Estas comunidades daban un gran ejemplo de amor, alegría y de honestidad, en una sociedad violenta y egoísta. En menos de trescientos años, la mayoría de los corazones del imperio romano quedaron conquistados para Jesús. Desde entonces, Roma se constituyó como el centro del cristianismo.
En el año 64, hubo un incendio muy grande en Roma que no fue posible sofocar. Se corría el rumor de que había sido el emperador Nerón el que lo había provocado. Nerón se dio cuenta que peligraba su trono y alguien le sugirió que acusara a los cristianos de haber provocado el incendio. Fue así como se inició una verdadera “cacería” de los cristianos: los arrojaban al circo romano para ser devorados por los leones, eran quemados en los jardines, asesinados en plena calle o torturados cruelmente. Durante esta persecución, que duró unos tres años, murió crucificado Pedro por mandato del emperador Nerón.
Pidió ser crucificado de cabeza, porque no se sentía digno de morir como su Maestro. Treinta y siete años duró su seguimiento fiel a Jesús. Fue sepultado en la Colina Vaticana, cerca del lugar de su martirio. Ahí se construyó la Basílica de San Pedro, centro de la cristiandad.
San Pedro escribió dos cartas o epístolas que forman parte de la Sagrada Escritura.

¿Qué nos enseña la vida de Pedro?
Nos enseña que, a pesar de la debilidad humana, Dios nos ama y nos llama a la santidad. A pesar de todos los defectos que tenía, Pedro logró cumplir con su misión. Para ser un buen cristiano hay que esforzarse por ser santos todos los días. Pedro concretamente nos dice: “Sean santos en su proceder como es santo el que los ha llamado” (I Pedro, 1,15)
Cada quien, de acuerdo a su estado de vida, debe trabajar y pedirle a Dios que le ayude a alcanzar su santidad.
Nos enseña que el Espíritu Santo puede obrar maravillas en un hombre común y corriente. Lo puede hacer capaz de superar los más grandes obstáculos.

La Institución del Papado
Toda organización necesita de una cabeza y Pedro fue el primer jefe y la primera cabeza de la Iglesia. Fue el primer Papa de la Iglesia Católica. Jesús le entregó las llaves del Reino y le dijo que todo lo que atara en la Tierra quedaría atado en el Cielo y todo lo que desatara quedaría desatado en el Cielo. Jesús le encargó cuidar de su Iglesia, cuidar de su rebaño. El trabajo del Papa no sólo es un trabajo de organización y dirección. Es, ante todo, el trabajo de un padre que vela por sus hijos.
El Papa es el representante de Cristo en el mundo y es la cabeza visible de la Iglesia. Es el pastor de la Iglesia, la dirige y la mantiene unida. Está asistido por el Espíritu Santo, quien actúa directamente sobre Él, lo santifica y le ayuda con sus dones a guiar y fortalecer a la Iglesia con su ejemplo y palabra. El Papa tiene la misión de enseñar, santificar y gobernar a la Iglesia.
Nosotros, como cristianos debemos amarlo por lo que es y por lo que representa, como un hombre santo que nos da un gran ejemplo y como el representante de Jesucristo en la Tierra. Reconocerlo como nuestro pastor, obedecer sus mandatos, conocer su palabra, ser fieles a sus enseñanzas, defender su persona y su obra y rezar por Él.
Cuando un Papa muere, se reúnen en el Vaticano todos los cardenales del mundo para elegir al nuevo sucesor de San Pedro y a puerta cerrada, se reúnen en Cónclave (que significa: cerrados con llave). Así permanecen en oración y sacrificio, pidiéndole al Espíritu Santo que los ilumine. Mientras no se ha elegido Papa, en la chimenea del Vaticano sale humo negro y cuando ya se ha elegido, sale humo blanco como señal de que ya se escogió al nuevo representante de Cristo en la Tierra.

San Pablo
Su nombre hebreo era Saulo. Era judío de raza, griego de educación y ciudadano romano. Nació en la provincia romana de Cilicia, en la ciudad de Tarso. Era inteligente y bien preparado. Había estudiado en las mejores escuelas de Jerusalén.
Era enemigo de la nueva religión cristiana ya que era un fariseo muy estricto. Estaba convencido y comprometido con su fe judía. Quería dar testimonio de ésta y defenderla a toda costa. Consideraba a los cristianos como una amenaza para su religión y creía que se debía acabar con ellos a cualquier costo. Se dedicó a combatir a los cristianos, quienes tenían razones para temerle. Los jefes del Sanedrín de Jerusalén le encargaron que apresara a los cristianos de la ciudad de Damasco.
En el camino a Damasco, se le apareció Jesús en medio de un gran resplandor, cayó en tierra y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” ( Hechos de los Apóstoles 9, 1-9.20-22.).
Con esta frase, Pablo comprendió que Jesús era verdaderamente Hijo de Dios y que al perseguir a los cristianos perseguía al mismo Cristo que vivía en cada cristiano. Después de este acontecimiento, Saulo se levantó del suelo, y aunque tenía los ojos abiertos no veía nada. Lo llevaron a Damasco y pasó tres días sin comer ni beber. Ahí, Ananías, obedeciendo a Jesús, hizo que Saulo recobrara la vista, se levantara y fuera bautizado. Tomó alimento y se sintió con fuerzas.
Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco y después empezó a predicar a favor de Jesús, diciendo que era el Hijo de Dios. Saulo se cambió el nombre por Pablo. Fue a Jerusalén para ponerse a la orden de San Pedro.
La conversión de Pablo fue total y es el más grande apóstol que la Iglesia ha tenido. Fue el “apóstol de los gentiles” ya que llevó el Evangelio a todos los hombres, no sólo al pueblo judío. Comprendió muy bien el significado de ser apóstol, y de hacer apostolado a favor del mensaje de Jesús. Fue fiel al llamado que Jesús le hizo en al camino a Damasco.
Llevó el Evangelio por todo el mundo mediterráneo. Su labor no fue fácil. Por un lado, los cristianos desconfiaban de él, por su fama de gran perseguidor de las comunidades cristianas. Los judíos, por su parte, le tenían coraje por "cambiarse de bando". En varias ocasiones se tuvo que esconder y huir del lugar donde estaba, porque su vida peligraba. Realizó cuatro grandes viajes apostólicos para llevar a todos los hombres el mensaje de salvación, creando nuevas comunidades cristianas en los lugares por los que pasaba y enseñando y apoyando las comunidades ya existentes.

Escribió catorce cartas o epístolas que forman parte de la Sagrada Escritura.
Al igual que Pedro, fue martirizado en Roma. Le cortaron la cabeza con una espada pues, como era ciudadano romano, no podían condenarlo a morir en una cruz, ya que era una muerte reservada para los esclavos.

¿Qué nos enseña la vida de San Pablo?
Nos enseña la importancia de la labor apostólica de los cristianos. Todos los cristianos debemos ser apóstoles, anunciar a Cristo comunicando su mensaje con la palabra y el ejemplo, cada uno en el lugar donde viva, y de diferentes maneras.
Nos enseña el valor de la conversión. Nos enseña a hacer caso a Jesús dejando nuestra vida antigua de pecado para comenzar una vida dedicada a la santidad, a las buenas obras y al apostolado.

Esta conversión siguió varios pasos:
1. Cristo dio el primer paso: Cristo buscó la conversión de Pablo, le tenía una misión concreta.
2. Pablo aceptó los dones de Cristo: El mayor de estos dones fue el de ver a Cristo en el camino a Damasco y reconocerlo como Hijo de Dios.
3. Pablo vivió el amor que Cristo le dio: No sólo aceptó este amor, sino que los hizo parte de su vida. De ser el principal perseguidor, se convirtió en el principal propagador de la fe católica.
4. Pablo comunicó el amor que Cristo le dio: Se dedicó a llevar el gran don que había recibido a los demás. Su vida fue un constante ir y venir, fundando comunidades cristianas, llevando el Evangelio y animando con sus cartas a los nuevos cristianos en común acuerdo con San Pedro.
Estos mismos pasos son los que Cristo utiliza en cada uno de los cristianos. Nosotros podemos dar una respuesta personal a este llamado. Así como lo hizo Pablo en su época y con las circunstancias de la vida, así cada uno de nosotros hoy puede dar una respuesta al llamado de Jesús.





martes, 27 de junio de 2017

Párate un momento: El Evangelio del dia 28 DE JUNIO - MIÉRCOLES – 12ª - SEMANA DEL T. O. – A SAN IRENEO





28 DE JUNIO - MIÉRCOLES –
12ª - SEMANA DEL T. O. – A

Evangelio según san Marcos 7, 15-20
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
"Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis.
A ver, - ¿acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos.
El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis".

1. Las instituciones públicas, con frecuencia las instituciones religiosas, suelen producir un tipo de personas que, con frecuencia, se caracterizan por el
afán o el empeño de asegurar o proteger su buena imagen.  Si tales personas quieren tener autoridad y credibilidad, no tienen más remedio que mantener
una imagen pública que resulte razonablemente ejemplar. Pero, tan cierto como eso, es que muchas veces las personas que suben hasta tener cargos de relieve no son precisamente gente ejemplar, sino que bien puede (incluso suele) ser gente ambiciosa y con pretensiones de fama o reconocimiento público.
Ahora bien, desde el momento en que se produce este tipo de dirigente (político, religioso...), ahí tenemos lo que el Evangelio denomina un "falso profeta".
Es decir, un "perfecto hipócrita", que va por la vida con piel de oveja, pero en realidad es un lobo, un animal de rapiña o de carroña. Un sujeto extremadamente   peligroso.

2.  El remedio, que indica Jesús, es que nos fijemos en los frutos que cada cual produce. Se trata de la lógica sencilla y aplastante del "pragmatismo". La
ética teórica habla del "bien" y del "mal". Pero de sobra sabemos que el bien y el mal son conceptos que cada cual interpreta según le conviene o le interesa.
Además, como bien indicó F. Nietzsche, los conceptos de "lo bueno" y "lo malo" los determinan quienes tienen poder para determinar eso.  De ahí, las
mil trampas y engaños que hay en todo esto.

3.  Jesús es claro, concreto y práctico:  
- ¿Qué frutos produce el comportamiento de una persona?  
- ¿Produce felicidad en los demás, genera respeto, armonía, bienestar, sosiego, tolerancia?
- ¿O de lo que hace esa persona se siguen enfrentamientos, resentimientos, divisiones, odios, conflictos...?
Que cada cual vea lo que contagia a quienes están cerca de él. En esto radica el concreto y excelente criterio que Jesús nos ofrece para enjuiciar quién es o no es una persona ejemplarmente buena, ética, honesta. Una persona que es como tiene que ser.

SAN   IRENEO
Año 203

Irineo significa: amigo de la paz. (Irene - paz).
San Irineo es considerado como uno de los padres de la Iglesia, porque en la antigüedad con su sabiduría y sus escritos libró a la cristiandad de las dañosísimas enseñanzas de los Gnósticos, y supo detener a esta secta que amenazaba con hacer mucho mal.
En una hermosa carta San Irineo le dice a un amigo suyo que se pasó a los gnósticos: "Te recuerdo que siendo yo un niño, allá en Asia Menor me eduqué junto al gran obispo Policarpo. Y también tú aprendiste con él, antes de pasarte a la perniciosa secta. ¡Con qué cariño recuerdo las enseñanzas de este gran sabio Policarpo! Podría señalar todavía el sitio donde se colocaba para enseñar, y su modo de andar y de accionar, y los rasgos de su fisonomía y las palabras que dirigía a la muchedumbre. Podría todavía repetir (aunque han pasado tantos años) las palabras con las cuales nos contaba como él había tratado con Juan el Evangelista y con otros que conocieron personalmente a Nuestro Señor. Y como el apóstol Juan les repetía las mismas palabras que el Redentor dijo a ellos y les contaba los hechos maravillosos que ellos presenciaron cuando vivieron junto al Hijo de Dios. Todo esto lo repetía muchas veces Policarpo y lo que él enseñaba estaba totalmente de acuerdo con las Sagradas Escrituras. Yo oía todo aquello con inmensa emoción y se me quedaba grabado en el corazón y en la memoria. Y lo pienso y lo medito, y lo recuerdo, con la gracia de Dios cada día".
Y después de anotar tan hermosos recuerdos de su niñez le dice al gnóstico: "en la presencia del Señor Dios, te puedo asegurar que aquel santo anciano Policarpo, si oyera las herejías gnósticas que tú enseñas, se taparía los oídos y exclamaría: '¡Oh Dios: que cosas tan horribles me ha tocado escuchar en mi vida! ¡A que excesos de error se ha llegado en estos tiempos! ¿Por qué tengo que escuchar semejantes errores?', y saldría huyendo de aquel lugar donde se escuchan tus dañosas enseñanzas".
San Irineo nació en el Asia Menor hacia el año 125 y como lo dice en su carta, tuvo el privilegio de ser educado por San Policarpo, un santo que fue discípulo del evangelista San Juan. Después se fue a vivir a Lyon que era la ciudad más comercial y populosa de Francia en ese tiempo.
Era el sacerdote más sabio de Lyon y por ello los católicos de esta ciudad lo enviaron a Roma como jefe de una embajada que tenía como oficio obtener que el Sumo Pontífice concediera su perdón a un grupo de cristianos que antes habían sido infieles pero que ahora querían otra vez ser fieles a la Santa Religión.
Y sucedió que mientras él estaba en Roma estalló en Lyon la terrible persecución en la cual murieron el obispo San Potino y un inmenso número de mártires. Irineo hubiera sido también martirizado si se hubiera encontrado en esos días en Lyon. Pero cuando regresó ya se había calmado la persecución. Dios lo tenía destinado para defender con sus escritos la Santa Religión.
A su regreso a Lyon fue proclamado por el pueblo como sucesor del obispo San Potino, y se dedicó con todo su entusiasmo a enfervorizar a sus cristianos y a defenderlos de los errores de los herejes.
En su tiempo se difundió mucho una de las herejías que más daño han hecho a la religión Católica y que aún existe en muchas partes. La secta de los gnósticos. Estos enseñan un sinfín de errores y no se basan en las Sagradas Escrituras sino en doctrinas raras e inventadas por los hombres. Creen en la reencarnación y se imaginan que con la sola mente humana se logran conseguir todas las soluciones a todos los problemas, sin la necesidad de la fe y de la revelación.
San Irineo que era un gran estudioso, se propuso analizar bien detenidamente todos los errores de los gnósticos y publicó cinco libros en los cuales los fue desenmascarando y les fue quitando su piel de oveja para que parecieran los lobos que eran. Él no atacaba con amargura, pero iba presentando lo absurdas que son las enseñanzas de los gnósticos. Se preocupaba más por convertir que por confundir y por eso era muy moderado y muy suave en sus ataques al enemigo. Pero de vez en cuando se le escapan algunas saetas como estas: "Con un poquito de ciencias raras que aprenden, los gnósticos ya se imaginan que bajaron directamente del cielo; se pavonean como gallos orgullosos y parece que estuvieran andando de gancho con los ángeles".
Los libros de Irineo contra los gnósticos fueron traducidos a los idiomas más extendidos de ese entonces y se divulgaron por todas las iglesias y con ellos se logró detener la peligrosa secta y librar a la religión de errores sumamente dañinos.
14 años después de su primera embajada fue enviado otra vez Irineo a Roma a pedir al Papa que quitara la excomunión a algunos cristianos que no habían querido obedecer las leyes de la Iglesia en cuanto a las fechas para la Semana Santa y Pascua. Y obtuvo el perdón del Sumo Pontífice. Por lo cual la gente decía que estaba haciendo honor a su nombre que significa: "Amigo de la paz".
No se sabe a ciencia cierta si Irineo murió mártir o murió de muerte natural. Pero lo que sí es cierto es que sus escritos han sido siempre de gran provecho espiritual para los cristianos.
Quiera Dios, por intercesión de este santo, enviar siempre a su Iglesia Católica, escritores que defiendan la religión y animen a todos a ser mejores seguidores de Jesucristo.
Los que enseñen a otros la santidad brillaran como estrellas por toda la eternidad. (Profeta Daniel 12, 3)