9 DE JUNIO - VIERNES -
9ª - SEMANA DEL T.O. – A
Evangelio según san Marcos12, 35-37
En aquel tiempo, mientras enseñaba en el
templo, Jesús preguntó:
"¿Cómo dicen los letrados que el Mesías
es hijo de David?
El mismo David, movido por el Espíritu Santo,
dice:
"Dijo el Señor a mi Señor: siéntate a mi
diestra, y haré de tus enemigos estrado de tus pies”.
Si el mismo David lo llama Señor, ¿cómo puede
ser hijo suyo?"
La gente, que era mucha, disfrutaba
escuchándolo.
1. Prescindiendo de las discusiones, que había
entre las escuelas teológicas judías sobre el "mesianismo" y la
"filiación divina", lo que el Evangelio quiere dejar claro aquí es
que a Jesús no se le entiende por su relación con la dinastía regia de David,
sino por su relación con Dios.
Los letrados —o
teólogos— de aquel tiempo eran tan frívolos y superficiales, que se apasionaban
más por dejar clara la relación del Mesías con David, que esa relación respecto
a Dios. Así somos los mortales. Así de fatuos y hasta infantiles.
Con frecuencia, y de
manera sorprendente, este tipo de actitudes y formas de comportamiento son
frecuentes en algunos ambientes de sacristía. Se presume de apellidos, de
orígenes famosos, de títulos importantes, de antepasados notables, etc.
2. El contraste se advierte en la indicación con
que concluye el relato: "la gente disfrutaba escuchándolo".
Una vez más, nos
encontramos aquí con el término “óchlos", para designar a los oyentes de
Jesús.
El sustantivo griego
"óchlos" designa al "pueblo" o la "gente", en el
sentido más despectivo de esa palabra. Es decir, se refiere a la gente
ignorante, inculta, de conducta quizá poco ejemplar. De forma que, a veces, se
refería a lo que hoy, en ambientes militares, se califica como "el pelotón
de los torpes".
Pues bien, esa clase
de personas eran las que coincidían con Jesús, los que le escuchaban con
interés
y hasta "disfrutaban escuchándolo".
Es elocuente tal
sintonía entre Jesús y los más sencillos. - ¿Le faltaba profundidad humana e intelectual
a Jesús? - ¿No ocurrirá, más bien, que
es a nosotros a quienes nos falta?
3. Este breve relato nos tendría que hacer
pensar a todos. Pensar, sobre todo, con quién conectamos en la vida, en la
sociedad, en la política y en la religión.
Por ejemplo, - ¿qué
clase de gentes acuden con más espontaneidad y disfrute a las iglesias, a las
misas y a los sermones? - ¿Con quién se
entiende mejor el clero?
- ¿En qué ambientes disfruta más la gente
popular y sencilla?
Y a los cristianos en
general, - ¿nos atraen más los notables o los simples?
SAN EFREN, diacono y doctor de
la Iglesia
El mejor triunfo de San Efrén es el que a él le
debemos en gran parte la introducción de los cánticos sagrados e himnos en las
ceremonias católicas. Por medio de la música, los himnos se fueron haciendo
populares y se extendieron prontamente por todas las iglesias. Los himnos de
San Efrén se hicieron famosos por todas partes.
Efrén nació en Nisibe, Mesopotamia (Irak) en el
año 306. El afirma de sí mismo que de joven no le daba mucha importancia a la
religión, pero que cuando le llegaron las pruebas y los sufrimientos, entonces
así se dio cuenta de que necesitaba de Dios.
El santo narra que en un sueño vio que de su
lengua nacía una mata de uvas, la cual se extendía por muchas regiones,
llevando a todas partes racimos muy agradables y provechosos. Con esto se le
anunciaba que sus obras (sus himnos y cantos) se iban a extender por muchas
regiones, llevando alegría y agradabilidad.
El obispo lo nombró director de la escuela de
canto religioso de su ciudad, y allí formó muchos maestros de canto para que
fueran a darle solemnidad a las fiestas religiosas de diversas parroquias.
Los persas de Irán invadieron la ciudad de
Nisibe, tratando de acabar con la religión católica, y entonces Efrén junto con
gran número de católicos, huyeron a la ciudad de Edesa, y en esa ciudad pasó
los últimos años de su vida, dedicado a componer sus inmortales poesías, y a
rezar, meditar y enseñar religión a cuantos más podía. Dicen que la idea de
dedicarse a componer himnos religiosos le llegó al ver que los herejes llevaban
mucha gente a sus reuniones por medio de los cantos que allí recitaban. Y
entonces Efrén dispuso hacer también muy simpáticas las reuniones de los
católicos, por medio de himnos y cánticos religiosos, y en verdad que logró
conseguirlo.
Para mejor inspirarse, nuestro santo buscaba
siempre la soledad de las montañas, y en los sitios donde santos monjes y
eremitas vivían en oración y en continuo silencio. Allí lejos del remolino de
la vida social, le llegaba mejor la inspiración de lo alto.
Pero el obispo de Edesa al darse cuenta de las
cualidades artísticas del santo lo nombró director de la escuela de canto de la
ciudad y allí estuvo durante 13 años (del 350 al 363) formando maestros de
canto para las parroquias. Y sus himnos servían en las iglesias para exponer la
doctrina cristiana, alejar las herejías y los vicios, y aumentar el fervor de
los creyentes. Y aun hoy sus composiciones poéticas siguen siendo de grandísimo
provecho para los lectores. El expone las enseñanzas de la religión católica
demostrando gran admiración por nuestros dogmas, o grandes verdades de la fe.
Dicen los historiadores que cuando hablaba de la
segunda venida de Cristo y el día del juicio final, empleaba una elocuencia tan
vigorosa que el pueblo estallaba en gemidos y sonoros llantos. Y en sus
predicaciones consideraba como deber suyo principalísimo prevenir y preparar al
pueblo para que nadie se dejara engañar por los errores de las sectas.
Los herejes se quejaban de que los muy bien
ensayados coros de Efrén en los templos católicos atraían tantos devotos, que
los templos de las sectas se quedaban vacíos.
La humildad de San Efrén era tan grande que se
creía totalmente indigno de ser sacerdote (Aunque las gentes lo consideraban un
gran santo, y su vida era la de un fervoroso monje o religioso). Por eso
prefirió quedarse de simple diácono.
La última vez que tomó parte en los asuntos
públicos fue en el año 370 cuando hubo una gran carestía y una pavorosa escasez
de alimentos. Los ricos habían acaparado los alimentos y se negaban a
repartirlos entre los pobres por temor a que se aprovecharan los avivados.
Entonces San Efrén se ofreció de mediador y como a él si le tenían total
confianza, organizó un equipo de entrenados distribuidores y logró llevar
cuantiosos alimentos a las gentes más necesitadas. En una grandísima epidemia
organizó un grupo de 300 camilleros y con ellos recogía a los enfermos y los
llevaba a sitios especiales para tratar de conseguir su curación. Uno de sus
biógrafos comenta: "Estas dos labores fueron dos ocasiones formidables que
Dios le dio a nuestro santo, para que se ganara dos bellísimas coronas más para
la eternidad: la de calmar el hambre de los más pobres y la de devolverles la
salud a los enfermos más abandonados". Seguramente al llegar al cielo,
habrá oído de labios de Jesús aquella bellísima frase que El prometió que dirá
un día a los que ayudan a los pobres y enfermos: "Estuve enfermo y me
fuiste a visitar: tuve hambre y me diste de comer. Ven al banquete preparado
desde el comienzo de los siglos". (Mt. 25,40).
De San Efrén se conservan 77 himnos en honor de
Cristo, de la Virgen Santísima y de los temas más sagrados de la religión
católica. Sus admiraciones inmensas hacia los sufrimientos son verdaderamente
admirables y conmovedoras. Con razón las gentes lloraban cuando lo escuchaban o
cuando leían sus emocionantes escritos. Por Jesús y por María tenía los más
profundos sentimientos de simpatía y admiración. A María la llama siempre
"Madre de Dios".
Su muerte sucedió probablemente en junio del año
373.
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