jueves, 8 de junio de 2017

Parate un momento: El evangelio del dia 9 DE JUNIO - VIERNES - 9ª - SEMANA DEL T.O. – A SAN EFREN, diacono y doctor de la Iglesia





9 DE JUNIO   - VIERNES -
9ª - SEMANA DEL T.O. – A

Evangelio según san Marcos12, 35-37  
En aquel tiempo, mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó:
"¿Cómo dicen los letrados que el Mesías es hijo de David?
El mismo David, movido por el Espíritu Santo, dice:
"Dijo el Señor a mi Señor: siéntate a mi diestra, y haré de tus enemigos estrado de tus pies”.
Si el mismo David lo llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?"
La gente, que era mucha, disfrutaba escuchándolo.

1.  Prescindiendo de las discusiones, que había entre las escuelas teológicas judías sobre el "mesianismo" y la "filiación divina", lo que el Evangelio quiere dejar claro aquí es que a Jesús no se le entiende por su relación con la dinastía regia de David, sino por su relación con Dios.
Los letrados —o teólogos— de aquel tiempo eran tan frívolos y superficiales, que se apasionaban más por dejar clara la relación del Mesías con David, que esa relación respecto a Dios. Así somos los mortales. Así de fatuos y hasta infantiles.
Con frecuencia, y de manera sorprendente, este tipo de actitudes y formas de comportamiento son frecuentes en algunos ambientes de sacristía. Se presume de apellidos, de orígenes famosos, de títulos importantes, de antepasados notables, etc.

2.  El contraste se advierte en la indicación con que concluye el relato: "la gente disfrutaba escuchándolo". 
Una vez más, nos encontramos aquí con el término “óchlos", para designar a los oyentes de Jesús.
El sustantivo griego "óchlos" designa al "pueblo" o la "gente", en el sentido más despectivo de esa palabra. Es decir, se refiere a la gente ignorante, inculta, de conducta quizá poco ejemplar. De forma que, a veces, se refería a lo que hoy, en ambientes militares, se califica como "el pelotón de los torpes".
Pues bien, esa clase de personas eran las que coincidían con Jesús, los que le escuchaban con interés
y hasta "disfrutaban escuchándolo".
Es elocuente tal sintonía entre Jesús y los más sencillos.  - ¿Le faltaba profundidad humana e intelectual a Jesús?  - ¿No ocurrirá, más bien, que es a nosotros a quienes nos falta?

3.  Este breve relato nos tendría que hacer pensar a todos. Pensar, sobre todo, con quién conectamos en la vida, en la sociedad, en la política y en la religión.
Por ejemplo, - ¿qué clase de gentes acuden con más espontaneidad y disfrute a las iglesias, a las misas y a los sermones?  - ¿Con quién se entiende mejor el clero?                                  
- ¿En qué ambientes disfruta más la gente popular y sencilla?
Y a los cristianos en general, - ¿nos atraen más los notables o los simples?

SAN EFREN, diacono y doctor de la Iglesia


El mejor triunfo de San Efrén es el que a él le debemos en gran parte la introducción de los cánticos sagrados e himnos en las ceremonias católicas. Por medio de la música, los himnos se fueron haciendo populares y se extendieron prontamente por todas las iglesias. Los himnos de San Efrén se hicieron famosos por todas partes.
Efrén nació en Nisibe, Mesopotamia (Irak) en el año 306. El afirma de sí mismo que de joven no le daba mucha importancia a la religión, pero que cuando le llegaron las pruebas y los sufrimientos, entonces así se dio cuenta de que necesitaba de Dios.
El santo narra que en un sueño vio que de su lengua nacía una mata de uvas, la cual se extendía por muchas regiones, llevando a todas partes racimos muy agradables y provechosos. Con esto se le anunciaba que sus obras (sus himnos y cantos) se iban a extender por muchas regiones, llevando alegría y agradabilidad.
El obispo lo nombró director de la escuela de canto religioso de su ciudad, y allí formó muchos maestros de canto para que fueran a darle solemnidad a las fiestas religiosas de diversas parroquias.
Los persas de Irán invadieron la ciudad de Nisibe, tratando de acabar con la religión católica, y entonces Efrén junto con gran número de católicos, huyeron a la ciudad de Edesa, y en esa ciudad pasó los últimos años de su vida, dedicado a componer sus inmortales poesías, y a rezar, meditar y enseñar religión a cuantos más podía. Dicen que la idea de dedicarse a componer himnos religiosos le llegó al ver que los herejes llevaban mucha gente a sus reuniones por medio de los cantos que allí recitaban. Y entonces Efrén dispuso hacer también muy simpáticas las reuniones de los católicos, por medio de himnos y cánticos religiosos, y en verdad que logró conseguirlo.
Para mejor inspirarse, nuestro santo buscaba siempre la soledad de las montañas, y en los sitios donde santos monjes y eremitas vivían en oración y en continuo silencio. Allí lejos del remolino de la vida social, le llegaba mejor la inspiración de lo alto.
Pero el obispo de Edesa al darse cuenta de las cualidades artísticas del santo lo nombró director de la escuela de canto de la ciudad y allí estuvo durante 13 años (del 350 al 363) formando maestros de canto para las parroquias. Y sus himnos servían en las iglesias para exponer la doctrina cristiana, alejar las herejías y los vicios, y aumentar el fervor de los creyentes. Y aun hoy sus composiciones poéticas siguen siendo de grandísimo provecho para los lectores. El expone las enseñanzas de la religión católica demostrando gran admiración por nuestros dogmas, o grandes verdades de la fe.
Dicen los historiadores que cuando hablaba de la segunda venida de Cristo y el día del juicio final, empleaba una elocuencia tan vigorosa que el pueblo estallaba en gemidos y sonoros llantos. Y en sus predicaciones consideraba como deber suyo principalísimo prevenir y preparar al pueblo para que nadie se dejara engañar por los errores de las sectas.
Los herejes se quejaban de que los muy bien ensayados coros de Efrén en los templos católicos atraían tantos devotos, que los templos de las sectas se quedaban vacíos.
La humildad de San Efrén era tan grande que se creía totalmente indigno de ser sacerdote (Aunque las gentes lo consideraban un gran santo, y su vida era la de un fervoroso monje o religioso). Por eso prefirió quedarse de simple diácono.
La última vez que tomó parte en los asuntos públicos fue en el año 370 cuando hubo una gran carestía y una pavorosa escasez de alimentos. Los ricos habían acaparado los alimentos y se negaban a repartirlos entre los pobres por temor a que se aprovecharan los avivados. Entonces San Efrén se ofreció de mediador y como a él si le tenían total confianza, organizó un equipo de entrenados distribuidores y logró llevar cuantiosos alimentos a las gentes más necesitadas. En una grandísima epidemia organizó un grupo de 300 camilleros y con ellos recogía a los enfermos y los llevaba a sitios especiales para tratar de conseguir su curación. Uno de sus biógrafos comenta: "Estas dos labores fueron dos ocasiones formidables que Dios le dio a nuestro santo, para que se ganara dos bellísimas coronas más para la eternidad: la de calmar el hambre de los más pobres y la de devolverles la salud a los enfermos más abandonados". Seguramente al llegar al cielo, habrá oído de labios de Jesús aquella bellísima frase que El prometió que dirá un día a los que ayudan a los pobres y enfermos: "Estuve enfermo y me fuiste a visitar: tuve hambre y me diste de comer. Ven al banquete preparado desde el comienzo de los siglos". (Mt. 25,40).
De San Efrén se conservan 77 himnos en honor de Cristo, de la Virgen Santísima y de los temas más sagrados de la religión católica. Sus admiraciones inmensas hacia los sufrimientos son verdaderamente admirables y conmovedoras. Con razón las gentes lloraban cuando lo escuchaban o cuando leían sus emocionantes escritos. Por Jesús y por María tenía los más profundos sentimientos de simpatía y admiración. A María la llama siempre "Madre de Dios".
Su muerte sucedió probablemente en junio del año 373.








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