2 DE JUNIO - VIERNES
7ª - SEMANA DE PASCUA – A
Evangelio
según san Juan 21, 15-19
Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, y comiendo con ellos,
preguntó a Simón Pedro:
"Simón,
hijo de Juan, ¿me amas más que estos?" Él le contestó:
"Sí, Señor, tú sabes que te
quiero".
Jesús le
dice:
"Apacienta
mis corderos".
Por segunda
vez le pregunta:
"Simón,
hijo de Juan, ¿me amas?".
Él le
contesta: "
Si Señor,
tú sabes que te quiero".
Él le dice:
"Pastorea
mis ovejas".
Por tercera
vez le pregunta:
"Simón,
hijo de Juan, ¿me quieres?"
Se
entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le
contestó:
"Señor,
tú conoces todo, tú sabes que te quiero'.
Jesús le dice: "
Apacienta
mis ovejas.
Te lo aseguro:
cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo,
extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras".
Esto dijo
aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.
Dicho esto,
añadió:
"Sígueme".
1. La Iglesia confiesa que el apóstol Pedro es
fundamental en su estructura. Y lo considera como el primer obispo de Roma y el
eslabón inicial de la larga cadena de sus sucesores en el cargo de Romano Pontífice.
El Papa es la cabeza
del colegio episcopal. Así lo dice expresamente el concilio Vaticano I (Past.
Aeter. I. DH 2053) y el Vaticano II (LG 22. DH
4146).
2. En los dos concilios citados se alude al
texto de Jn 21,15-19. Se trata, pues, de un "texto-fuente" del
papado. Ahora bien, esto quiere decir que la Iglesia, en su supremo magisterio,
afirma que el papado tiene como origen y fundamento, no una elección jurídica, que hacen los
cardenales y se otorga un poder, sino una confesión de amor que se traduce en
el "seguimiento" que conduce, no al
éxito, la dignidad y la fama, sino al conflicto
y quizá al fracaso de una muerte jamás deseada, la cruz. Eso es lo último que
Jesús le dijo a Pedro.
3. Nadie tiene derecho a decir que los Papas han
sido hombres ambiciosos de poder y gloria. Pero el hecho es que el papado es
hoy una institución de
poder y gloria.
En este sentido, hay
que decir con toda claridad que el papado se ha venido a organizar y se gestiona
de forma que es la subversión de la
voluntad expresa de Jesús.
Hay argumentos
sobrados para pensar que Dios no quiere el papado, tal como ha terminado por
configurarse institucionalmente.
Modificar esta forma
(contradictoria) de entender y vivir el ministerio de Pedro es la tarea más
urgente que tiene que afrontar la Iglesia.
4. Y esto precisamente es lo que está realizando
el actual obispo de Roma, el papa Francisco, mediante su forma de vida, su
insistente enseñanza, especialmente al destacar la lectura y el estudio del
Evangelio. Y en este asunto concreto, es capital tener siempre muy claro que el
Evangelio, antes que una enseñanza teológica o religiosa, es un proyecto de
vida. Y es justamente ese proyecto de vida lo que el papa Francisco está
enseñando a la Iglesia y al mundo.
SAN FELIX DE NICOSIA
(1715-1787)
Nació el
año 1715 en Nicosia (Sicilia), en el seno de una familia humilde y muy
religiosa. Pronto tuvo que trabajar en el oficio de su difunto padre, que era
zapatero, para subvenir a los suyos. Tras recibir varias negativas, consiguió
ser admitido en la Orden capuchina. Hecha la profesión, lo enviaron al convento
de su pueblo, donde por espacio de más de cuarenta años ejerció el oficio de
limosnero, desarrollando un intenso apostolado popular e itinerante, entre
gentes de todas las clases. Era analfabeto, pero tenía la ciencia de la caridad
y de la humildad. Sus mayores devociones fueron la pasión de Cristo, la
Eucaristía y la Virgen de los Dolores. Realizó siempre trabajos humildes y
destacó por su obediencia y paciencia, espíritu de sacrificio y amor a los niños
y a los pobres y enfermos. Murió el 31 de mayo de 1787 en Nicosia. Lo canonizó
Benedicto XVI el año 2005, y su fiesta se celebra el 2 de junio.
San
Félix (en el siglo, Filippo Giacomo Amoroso) nació en Nicosia el 5 de noviembre
de 1715. Su padre era zapatero remendón y él mismo trabajó desde joven en una
zapatería. Muy piadoso y religioso desde su infancia, aspiraba a la vida
religiosa y, cuando murieron sus padres, acudió a los capuchinos solicitando el
ingreso, pero no fue admitido. Perseveró en su pretensión durante años hasta
que fue admitido en 1743 en el convento de Mistretta, donde hizo la profesión
religiosa como hermano lego y tomó el nombre de fray Félix de Nicosia.
Enviado
al convento de Nicosia, acompañó primero al hermano limosnero por las calles de
la ciudad y luego fue hortelano, cocinero, zapatero, enfermero, portero y sobre
todo, durante más de cuarenta años, limosnero, oficio éste que le permitió
ponerse en contacto con mucha gente a la que edificó e hizo mucho bien. Su
exquisita espiritualidad y grandes virtudes, como la humildad, la mansedumbre,
la caridad, atrajeron hacia él la atención de los fieles, que se encomendaban a
sus oraciones y decían recibir de Dios por medio de ellas grandes favores,
incluso milagros. El guardián del convento sometió muchas veces a prueba su
obediencia y humildad, comprobando que fray Félix era en efecto tan santo como
parecía. Llevaba una vida austerísima, con grandes ayunos y mortificaciones.
Devotísimo de la eucaristía, se pasaba no pocas horas de la noche ante el
sagrario, y era asimismo muy fervorosa su devoción a la Virgen María.
Lleno de
méritos murió en su convento de Nicosia el 31 de mayo de 1787. Fue beatificado
por el papa León XIII el 12 de febrero de 1888, y canonizado por el papa
Benedicto XVI el 23 de octubre de 2005.
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