4 de junio
- Domingo de Pentecostés -
Lectura
del libro de los Hechos de los Apóstoles (2,1-11):
Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo
lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que
soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron
aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de
cada uno de ellos.
Se llenaron
todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el
Espíritu les concedía manifestarse.
Residían
entonces en Jerusalén judíos devotos venidos de todos los pueblos que hay bajo
el cielo. Al oírse este ruido, acudió la multitud y quedaron desconcertados,
porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Estaban todos estupefactos
y admirados, diciendo:
«¿No son
galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno de
nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa?
Entre
nosotros hay partos, medos, elamitas y habitantes de Mesopotamia, de Judea y
Capadocia, del Ponto y Asia, de Frigia y Panfilia, de Egipto y de la zona de
Libia que limita con Cirene; hay ciudadanos romanos forasteros, tanto judíos
como prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de
las grandezas de Dios en nuestra propia lengua».
Salmo
103,1ab.24ac.29bc-30.31.34
R/. Envía tu Espíritu,
Señor,
y repuebla la faz de
la tierra
Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Cuántas son tus obras, Señor;
la tierra está llena de tus criaturas. R/.
Les retiras el aliento, y
expiran
y vuelven a ser polvo;
envías tu espíritu, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra. R/.
Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras;
que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor. R/.
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (12,3b-7.12-13):
Hermanos:
Nadie puede
decir: «Jesús es Señor», sino por el Espíritu Santo.
Hay
diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios,
pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que
obra todo en todos. Pero a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu
para el bien común.
Pues, lo
mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del
cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.
Pues todos
nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un
mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo
Espíritu.
Secuencia
Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.
Lectura
del santo evangelio según san Juan (20,19-23):
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los
discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en
esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a
vosotros».
Y, diciendo
esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de
alegría al ver al Señor.
Jesús
repitió:
«Paz a
vosotros.
Como el
Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho
esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el
Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a
quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Para el Greco, María Magdalena vale por ciento siete.
Pentecostés. Ciclo A
En el famoso cuadro de
Pentecostés pintado por El Greco, que ahora se conserva en el museo del Prado,
hay un detalle que puede pasar desapercibido: junto a la Virgen se encuentra
María Magdalena. Por consiguiente, el Espíritu Santo no baja solo sobre los Doce
(representantes de los obispos) sino también sobre la Virgen (se le permite,
por ser la madre de Jesús) e incluso sobre una seglar de pasado dudoso (a
finales del siglo XVI María Magdalena no gozaba de tan buena fama como entre
las feministas actuales). Ya que el Greco se inspira en el relato de los
Hechos, donde se habla de una comunidad de ciento veinte personas, podemos
concluir que la Magdalena representa a ciento siete.
¿Cómo se
compagina esto con el relato del evangelio de Juan que leemos hoy, donde Jesús
aparentemente sólo otorga el Espíritu a los Once?
Una vez
más nos encontramos con dos relatos distintos, según el mensaje que se quiera
comunicar. Pero es preferible comenzar por la segunda lectura, de la carta a
los Corintios, que ofrece el texto más antiguo de los tres (fue escrita hacia
el año 51).
La importancia del Espíritu (1 Corintios 12, 3b-7.12-13)
En este pasaje Pablo habla de la acción del
Espíritu en todos los cristianos. Gracias al Espíritu confesamos a Jesús como
Señor (y por confesarlo se jugaban la vida, ya que los romanos consideraban que
el Señor era el César). Gracias al Espíritu existen en la comunidad cristiana
diversidad de ministerios y funciones (antes de que el clero los monopolizase
casi todos). Y, gracias al Espíritu, en la comunidad cristiana no hay
diferencias motivadas por la religión (judíos ni griegos) ni las clases
sociales (esclavos ni libres).
En la
carta a los Gálatas dirá Pablo que también desaparecen las diferencias basadas
en el género (varones y mujeres). En definitiva, todo lo que somos y tenemos
los cristianos es fruto del Espíritu, porque es la forma en que Jesús resucitado
sigue presente entre nosotros.
Hermanos:
Nadie puede decir: «Jesús es Señor», si no es bajo la acción del Espíritu Santo…
…En cada uno
se manifiesta el Espíritu para el bien común…
…Todos
nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un
mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo
Espíritu.
Volvemos
a las dos versiones del don del Espíritu: Hechos y Juan.
La versión de Lucas (Hechos de los apóstoles 2,1-11)
A
nivel individual, el Espíritu se comunica en el bautismo. Pero Lucas, en los
Hechos, desea inculcar que la venida del Espíritu no es sólo una experiencia
personal y privada, sino de toda la comunidad. Por eso viene sobre todos los
presentes, que, como ha dicho poco antes, era unas ciento veinte personas
(cantidad simbólica: doce por diez).
Al mismo
tiempo, vincula estrechamente el don del Espíritu con el apostolado. El
Espíritu no viene solo a cohesionar a la comunidad internamente, también la
lanza hacia fuera para que proclame «las maravillas de Dios», como
reconocen al final los judíos presentes.
Al llegar el
día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. …Se llenaron
todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno
en la lengua que el Espíritu le sugería…
La versión de Juan 20, 19-23
El
evangelio de Juan, en línea parecida a la de Pablo, habla del Espíritu en
relación con un ministerio concreto, que originariamente sólo compete a los
Doce: admitir o no admitir a alguien en la comunidad cristiana (perdonar los
pecados o retenerlos).
…Y los
discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
― Paz a
vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y, dicho
esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
― Recibid el
Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a
quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
Estas breves ideas dejan clara la importancia
esencial del Espíritu en la vida de cada cristiano y de la Iglesia. El lenguaje
posterior de la teología, con el deseo de profundizar en el misterio, ha
contribuido a alejar al pueblo cristiano de esta experiencia fundamental. En
cambio, la preciosa Secuencia de la misa ayuda a rescatarla.
El don de lenguas
«Y empezaron a hablar en
diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse».
El primer problema consiste
en saber si se trata de lenguas habladas en otras partes del mundo, o de
lenguas extrañas, misteriosas, que nadie conoce.
En este relato es claro que
se trata de lenguas habladas en otros sitios. Los judíos presentes dicen
que «cada uno los oye hablar en su lengua nativa». Pero esta
interpretación no es válida para los casos posteriores del centurión Cornelio y
de los discípulos de Éfeso. Aunque algunos autores se niegan a distinguir dos
fenómenos, parece que nos encontramos ante dos hechos distintos: hablar idiomas
extranjeros y hablar «lenguas extrañas» (lo que Pablo
llamará «las lenguas de los ángeles»).
El primero es fácil de racionalizar.
Los primeros misioneros cristianos debieron enfrentarse al mismo problema que
tantos otros misioneros a lo largo de la historia: aprender lenguas
desconocidas para transmitir el mensaje de Jesús. Este hecho, siempre difícil,
sobre todo cuando no existen gramáticas ni escuelas de idiomas, es algo que
parece impresionar a Lucas y que desea recoger como un don especial del
Espíritu, presentando como un milagro inicial lo que sería fruto de mucho
esfuerzo.
El segundo es más complejo.
Lo conocemos a través de la primera carta de Pablo a los Corintios. En aquella
comunidad, que era la más exótica de las fundadas por él, algunos tenían este
don, que consideraban superior a cualquier otro. En la base de este fenómeno
podría estar la conciencia de que cualquier idioma es pobrísimo a la hora de
hablar de Dios y de alabarlo. Faltan las palabras. Y se recurre a sonidos
extraños, incomprensibles para los demás, que intentan expresar los
sentimientos más hondos, en una línea de experiencia mística. Por eso hace falta
alguien que traduzca el contenido, como ocurría en Corinto. (Creo que este
fenómeno, curiosamente atestiguado en Grecia, podría ponerse en relación con la
tradición del oráculo de Delfos, donde la Pitia habla un lenguaje ininteligible
que es interpretado por el “profeta”).
Sin embargo, no es claro que
esta interpretación tan teológica y profunda sea la única posible. En ciertos
grupos carismáticos actuales hay personas que siguen «hablando en
lenguas»; un observador imparcial me comunica que lo interpretan como pura
emisión de sonidos extraños, sin ningún contenido. Esto se presta a convertirse
en un auténtico galimatías, como indica Pablo a los Corintios. No sirve de nada
a los presentes, y si viene algún no creyente, pensará que todos están locos.
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