20 DE JUNIO - MARTES
11ª - SEMANA DEL
T.O. - A
Evangelio según san Mateo 5, 43-48
En aquel tiempo, dijo Jesús
a sus discípulos:
"Habéis oído que se dijo: Amarás a tu
prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros
enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen
y calumnian. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace
salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque, si amáis a los que os aman, - ¿qué premio tendréis? - ¿No hacen lo mismo también los publicanos?
Y si saludáis solo a vuestro hermano, - ¿qué
hacéis
de extraordinario? - ¿No hacen lo mismo también los paganos?
Por tanto, sed perfectos como vuestro Padre
celestial es perfecto”.
1. - ¿Se puede realmente amar al enemigo?
- ¿Se puede querer al
que sabemos que nos odia, se pone triste cuando las cosas nos salen bien y
triunfamos en la vida, y se pone alegre cuando fracasamos o quedamos mal ante
los demás?
Como es lógico, las
preguntas que podemos hacernos sobre este asunto son interminables. Porque la
vida y la relación con los demás nos ponen en situaciones que
quizá nunca pudimos imaginar. Por eso hay que hacerse,
en serio, la pregunta: - ¿Es posible
amar al enemigo?
Dios no nos puede
pedir lo imposible. Ni Dios
es tan inhumano como para pedirnos que
lleguemos a portarnos violentando constantemente lo que da de sí nuestra
condición humana.
2. Jesús no nos pide
que nos arranquemos del alma los sentimientos más espontáneos que brotan de
nuestra intimidad.
No somos dueños de
nuestros "sentimientos". Solo mandamos en nuestra conducta, en nuestros
"comportamientos". Y lo que Jesús nos pide es que nunca hagamos mal a
nadie. Aunque sea nuestro peor enemigo.
Esto sí está en nuestra mano. Y lo tenemos siempre a nuestro alcance. Por eso,
una vez más, hay que insistir en la importancia de reeducar nuestras
"convicciones" fundamentales, básicas, determinantes.
Las
"convicciones" no son meros "propósitos". Sino que son
"pautas de conducta", que generan "hábitos de comportamiento". Lo que se traduce en costumbres.
El que no acostumbra
a decir jamás una palabra hiriente, o hablar mal de otro, sea quien sea, y no
digamos si lo que está en juego es dañar la fama, la dignidad, los derechos de
otras personas, sean quienes sean... El que se porta así, ese es el que ama
incluso al enemigo.
3. La grandeza de una persona se mide, sobre
todo, por su capacidad para reconocer sus propias limitaciones.
El que sabe lo
limitado que es —aunque sea importante y famoso— ese será siempre buena persona.
El que sabe sus
limitaciones, pero ni las reconoce, ni las acepta, ese es un individuo
peligroso. Y normalmente suele ser un resentido. Una persona así, es un peligro
para quienes están cerca o simplemente se relacionan con semejante sujeto.
Hay que pensar en
esto: - ¿Dónde está, para mí, la base y el cimiento de la auténtica honestidad
y la verdadera bondad?
SANTA FLORENTINA DE
CARTAGENA, virgen
Elogio: En Sevilla,
en la región hispánica de Andalucía, santa Florentina, virgen, muy versada en
las disciplinas eclesiásticas, a la cual sus hermanos los obispos Isidoro y
Leandro dedicaron tratados de insigne doctrina.
Virgen,
nació a mediados del siglo VI y murió alrededor del 612. La familia de santa
Florentina nos proporciona un raro ejemplo de vida verdaderamente religiosa, y
activamente comprometida en la promoción de los intereses de la cristiandad.
Hermana de tres obispos españoles en la época de la dominación visigoda (san
Leandro, san Isidoro y san Fulgencio), consagró su virginidad a Dios. Era más
joven que su hermano Leandro, pero mayores que Isidoro, quien sucedió a Leandro
como arzobispo de Sevilla. Antes de su elevación a la dignidad episcopal, Leandro
había sido monje, y fue a través de su influencia que Florentina abrazó la vida
ascética. Ella se asocia con un grupo de vírgenes, que también deseaban
abandonar el mundo, y forma una comunidad religiosa. Fuentes tardías aseguran
que su residencia fue el convento de Santa María del Valle, cerca de Écija
(Astigis), ciudad de la que su hermano Fulgencio era obispo.
En cualquier
caso, lo cierto es que ella se había consagrado a Dios antes del año 600, ya
que su hermano Leandro -que murió en el 600 o 601- escribió para guiarla un
trabajo que se conserva y que trata de la vida de la mujer consagrada y del
abandono del mundo («Libellus Reglamento SIVE de virginum institutione et de
contemptu mundi ad sororem Florentinam», PL LXXII, 873 ss.). En ella el autor
establece las normas según las cuales las vírgenes consagradas a Dios en
clausura deben regular sus vidas. Se aconseja encarecidamente evitar trato con
mujeres que viven en el mundo, y con los hombres, especialmente con los
jóvenes; recomienda la estricta templanza en el comer y beber, da consejos
acerca de la lectura y meditación de la Sagrada Escritura, prescribe la
igualdad de amor y amistad para todos los que viven en comunidad, y exhorta
encarecidamente a su hermana a permanecer fiel a su santo estado. Florentina,
regulada su vida de acuerdo a los consejos de su hermano, entró con fervor en
el espíritu de la vida religiosa, y fue honrado como santa después de su
muerte. Su hermano menor Isidoro también le dedica una obra: «De fide catholica
contra Judaeos», que escribió a petición de ella.
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