12 DE JUNIO
- LUNES
10ª - SEMANA DEL T. O.-A
San Onofre de Egipto
Evangelio según san Mateo 5, 1-12
En aquel tiempo, al ver Jesús al gentío, subió
a la montaña, se sentó, y se acercaron los discípulos; y él se puso a hablar,
enseñándoles:
"Dichosos los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán
la Tierra.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los que tienen hambre y sed de
¡ajusticio, porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos
alcanzarán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos
verán a Dios.
Dichosos los que trabajan
por la paz, porque ellos se llamarán "los Hijos de Dios".
Dichosos los perseguidos por causa de la
justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Dichosos vosotros cuando os insulten y os
persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y
contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma
manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros".
1. Ahora, cuando hablamos
tanto de refugiados que sufren, desamparados, gentes que huyen de la desgracia
en Siria y países vecinos, se recuerda espontáneamente el sumario que pone Mt
4, 23-25 inmediatamente antes de las bienaventuranzas y del sermón del monte
(Mt 5-7), al que siguen más curaciones y situaciones de desamparo, en Mt 8.
Pobres y enfermos de Siria y países limítrofes en busca de
paz, seguridad, acogida, solución a sus vidas. Jesús "los curaba" (Mt
4, 24 b). Jesús es solución al sufrimiento humano. Sobre esta base, explica su
proyecto.
2. El proyecto de
Jesús no se explica mediante una doctrina. No es una teoría. Ni consiste en una
nueva religión. El proyecto de Jesús es una vida, una forma de vivir nuestra humanidad.
Para explicar esto, lo primero que hace Jesús es "subir a un monte".
Esta misma expresión se repite nueve veces, cuando Moisés
subió al Sinaí, para proclamar desde allí el Decálogo, lo que Dios quería (Ex
19, 3; 24, 12. 13. 18; 34, 2.4; Dt 9, 9; 10, 1. 3) (W. Carter).
El monte es una "representación", que nos hacemos
los mortales, para decir que Dios nos habla. Pero, en el Evangelio, Jesús no se
refiere ya a nuevas obligaciones que se nos imponen, sino que se trata de
situaciones de la vida y convicciones que determinan una forma de vivir.
3. Esta forma de
vivir está relacionada y determinada, según Jesús, por el honor y la vergüenza
(K. C. Hanson).
Las bienaventuranzas presentan los sentimientos,
convicciones y conductas que Dios valora, a las que les concede toda la
importancia, y que son las que el mismo Dios ve como honorables, las más nobles,
las que nos hacen más felices, y logran que el mundo sea más habitable.
Son, pues, las pautas y formas de comportamiento más
honorables, las que más debemos apetecer y traducir en realidades para nuestra
convivencia
(W.
Carter, cf. U. Luz).
4. La
bienaventuranza, la felicidad y la dicha, no van a ser el resultado de la riqueza,
el poder, la violencia, la superioridad y el gozo del aplauso y la estima.
Nada de eso. Será todo lo contrario: en la medida en que se
busca todo eso para los otros, así es como el ser humano se dignifica y goza de
sus apetencias más nobles y profundas.
Una vida, dedicada a semejante tarea, es la puesta en práctica
del proyecto de vida de Jesús.
San Onofre de Egipto
San
Onofre (* alrededor de 320 en Etiopía, † en torno al año 400 quizás en Siria)
es un santo muy honrado y recordado hoy en día por los cristianos coptos.
Al
parecer San Onofre fue hijo de un rey egipciaco o abisinio y que vivió en el
siglo IV. El diablo logró que su progenitor lo entregara a las llamas como
prueba de si era o no hijo adulterino. Onofre, igual que el profeta Daniel,
resultó ileso.
Ya de
niño entró en un convento de la Tebaida egipciaca (monjes que vivían en el
desierto). De adulto abandonó el cenobio y marchó a vivir de ermitaño. La
tradición relata que un pilar de llamas le acompañó en el itinerario hacia lo
que sería su ermita. Sólo comía dátiles y agua. Como vestimentas únicamente
poseía sus propios cabellos. Un ángel le daba pan a diario y los domingos
también la comunión. Sobrevivió de esta guisa durante 60 años.
Pafnucio
fue discípulo suyo y en una de sus visitas a los eremitas, lo encontró en un
estado deplorable de salud con su cuerpo deformado, barba canosa y cabellos de
gran longitud; le hizo compañía hasta que falleció a las pocas horas para,
después, con una gran conmoción apostólica en su época, relatarnos cómo era
este titán de la penitencia encarado con los pecados del orbe. Pafnucio puso
por escrito la vida y obras de San Onofre.
La
tradición añade que cuando murió un coro angélico le rindió honores y
alabanzas.
San
Onofre es un santo muy venerado en la actualidad por los cristianos coptos. Es
el santo patrono de la ciudad de Munich y del principado de Mónaco, así como de
los tejedores y de quienes buscan casa propia. En la iconografía se le
representa como un anciano demacrado, sin ropa, de largos cabellos y barba.
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