13 DE
JUNIO - MARTES
10ª - SEMANA
DEL T. O. - A
Evangelio según san Mateo 5, 13-16
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
"Vosotros sois la sal de la tierra. Pero
si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla
fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar
una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una vela para
meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a
todos los de casa.
Alumbre así vuestra luz a los hombres, para
que sean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el
cielo.
1. Jesús afirma que quienes viven de acuerdo con
el "proyecto de vida" que plantea en las bienaventuranzas, esos son
los que van por la vida con honor y vergüenza. De forma que ellos son quienes
merecen estima y son los que ejercen atracción.
Utilizando las
metáforas propias de las culturas agrarias de la Antigüedad, Jesús les dice que
se mantengan en semejante situación sin cansarse. Porque así es como serán la
sal y la luz para este mundo.
La sal es alimento,
condimento, protección de la vida. La luz nos hace posible salir de nuestra
soledad y de nuestro aislamiento, compartir con los demás, vivir y
transmitir vida.
2. Esto supuesto, - ¿qué es lo que la gente tiene que ver en
los discípulos de Jesús?
No simplemente sus
creencias y sus observancias, sino sobre todo sus obras. Es decir, su conducta,
que se traduce en costumbres, hábitos de vida, preferencias, gustos, aficiones,
formas de ocupar el tiempo. Sobre todo, y ante todo, en cuanto se refiere al comportamiento
profesional, en la transparencia y la responsabilidad.
Cuando la propia
"profesión" se vive como la "vocación" que Dios nos ha
impuesto en la vida (Max Weber), el ciudadano se siente más responsable. Lo que
se traduce en bien para la sociedad y para los individuos.
Cuando esto se hace
realidad, el bienestar general crece, el rendimiento de instituciones y
empresas es mayor. Y la consiguiente ayuda a otros pueblos —que lo pueden necesitar—
es mayor y más segura.
3. Pero no deberíamos limitar los frutos de
esta conducta "evangélica"
solamente al ámbito de "lo moral". Cuando la vida se vive así, es de
suma importancia comprender que el crecimiento "cultural" es el
beneficio que más a fondo ayuda a un pueblo, a una nación, a un Estado. Y a la
sociedad en general.
Y, como es lógico, en
tales condiciones, el tejido social se afianza y robustece. Produciendo, en el
conjunto de la población, una experiencia de seguridad, paz y esperanza que
beneficia a todos. Así, la gente se sentirá más segura y más ilusionada.
Sobre esta base
cultural y social, se planta y crece la esperanza, así como las condiciones que
facilitan las creencias religiosas. Y la fe en el eterno Viviente, Jesús.
SAN
ANTONIO DE PADUA, presbítero y doctor
(1195-1231)
“El Santo
de todo el mundo" le llamó el Papa León XIII. Y no exageraba, ya que San
Antonio es sin duda alguna, el Santo más popular de la Iglesia. Pero, sobre
todo, es venerado por la gente humilde que sabe descubrir en él la ayuda y el
ejemplo en las cosas ordinarias y sencillas.
Bien
podía el Papa Pío XII, en 1946, en declararle Doctor de la Iglesia, felicitar a
Portugal por haber regalado al mundo esta magnífica flor y a Padua por haberlo
recibido en su tierra donde realizó toda clase de prodigios. Pero ¿por qué es
famoso San Antonio? El mismo Pío XII lo declaraba al afirmar que esta fama le
venía, "por la santidad de su vida, por la insigne fama de sus milagros y
por el esplendor de su doctrina... Por todo ello iluminó y sigue ahora
iluminando a todo el universo...".
Nació en
Lisboa y le fue impuesto el nombre de Hernando o Fernando con el que se le conocerá
hasta los veintiocho años cuando ingresó en la Orden Seráfica que cambiará por
el de Antonio.
Sus
padres se llamaron Martín Bullones y Teresa Tavera. Dieron una sencilla y
cristiana educación a su hijo.
A los 15
años se entregó a una vida de fervor religioso y estudio concienzudo. Los
Canónigos Regulares de San Agustín forjaron aquella inteligencia y modelaron
aquel corazón que tanto supo amar a Dios y a las criaturas. Estudió primero en
Lisboa y después pasó a la célebre ciudad de Coimbra. Mientras estaba en esta
ciudad presenció la llegada de los cuerpos de los cinco primeros mártires
franciscanos muertos por su fe en Jesucristo, en Marruecos. Fernando recibió
como un aldabonazo muy fuerte en su corazón y como una llamada a ser Mártir
como aquellos valientes religiosos. Ni corto ni perezoso corre a la portería de
los Frailes Menores, al convento de San Antonio de los Olivares, y le dice al
P. Guardián a quemarropa: -"Padre, si me prometéis enviarme a tierra de
moros, os ruego que me deis vuestro hábito".
Es el
verano de 1220. Antonio tiene 25 años. Su noviciado fue breve pero bien
aprovechado. Asimila las virtudes y la Regla del Padre San Francisco. El P.
Guardián sabe que debe cumplir la promesa hecha a Antonio de enviarlo en cuanto
haya ocasión a tierra a moros, y, así lo hace en la primavera del 1221.
Llegando ya a Murruecos una enfermedad le hace volver hacia España, pero una
tormenta arrastra la embarcación hasta Sicilia y allí desembarcan. Su encuentro
con San Francisco fue digno de quedar grabado para siempre en la historia
franciscana. El Serafín de Asís le llamaba cariñosamente "mi obispo".
Le ordena que reciba el sacerdocio con estas palabras: "A mi querido
hermano Antonio, saluda en Cristo el hermano Francisco: Paréceme que leas a los
frailes la teología; -con tal de que, por el demasiado estudio, no apagues en
ti ni en ellos el fervor y el espíritu de la santa oración, según en la Regla
se contiene".
Se
entrega a predicar por Italia y Francia. Durante diez años lleva el mensaje por
todas partes y lo confirma con ruidosos milagros hasta llegar a ser el mayor
dramaturgo de todos los tiempos.
Hablaba
a los hombres, a los pájaros y a los peces. Estos le obedecían y cantaban las
glorias del Creador. Mereció ser canonizado al año de su muerte y es conocido
como "El Doctor evangélico". "El Santo de los milagros".
"El Arca del Testamento". "El Santo de todo el mundo".
El 13 de
junio de 1231, con las palabras "Ya veo a Dios", volaba a la
eternidad.
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