domingo, 4 de junio de 2017

Párate un momento: El Evangelio del dia LUNES 5 DE JUNIO 9ª semana del T. O.- A SAN BONIFACIO




LUNES 5 DE JUNIO
9ª semana del T. O.- A
SAN BONIFACIO

Evangelio según san Marcos 12, 1-12
       En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, a los letrados y a los senadores:
"Un hombre plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje.
A su tiempo envió un criado a los labradores, para pedir su tanto del fruto de su viña. Ellos lo agarraron, lo apalearon y lo despidieron con las manos vacías.
Les envió otro criado: a este lo insultaron y lo descalabraron.
Envió a otro y lo mataron; y a otros muchos, los apalearon y los mataron.
Le quedaba uno, su hijo querido, y lo envió el último, pensando que a su hijo lo respetarían. Pero los labradores se dijeron; "Este es el heredero. Venga, lo matamos, y será nuestra la herencia".
Y agarrándolo, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña.
¿Qué hará el dueño de la viña? Acabará con los labradores y arrendará la viña a otros.
¿No habéis leído aquel texto: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular, es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente?"
Intentaron echarle mano, porque veían que la parábola iba por ellos, pero temieron a la gente, y se marcharon.

1.  Esta parábola tiene una actualidad que muchos   no se imaginan. Porque viene a decir que el convencimiento de un pueblo o de una cultura, que está
persuadida de poseer la verdadera religión y los verdaderos privilegios, conlleva un peligro que puede llegar a ser un peligro mortal. Porque un pueblo que, en su ADN (o sea, en sus mismas entrañas), lleva la seguridad de que la religión y la vida tienen que ser como ellos la viven, eso desemboca en una postura fanática, que se cierra a toda nueva apertura, a toda nueva enseñanza, a toda nueva revelación. Es muy peligroso sentirse seguros en la posesión de la verdad, de las costumbres y de las tradiciones.

2.  Lo peor de todo es que un pueblo (o un individuo, una institución...), que vive así y piensa así, acaba en el fanatismo. Y sabemos que el fanático no cede. Todo lo contrario: el fanático se siente tan seguro en sus ideas y su conducta, que su persuasión más firme es que los demás tienen que cambiar.
Una persuasión, que es tan firme y tan fuerte, que el fanático puede llegar a estar dispuesto a matar, si el otro no cambia.

3.  Por lo que da a entender esta parábola, los primeros cristianos interpretaron el rechazo de Jesús (por los judíos) en clave de enfrentamiento y rechazo
fanático.
- ¿Ocurrió realmente así?  - ¿Fue por eso por lo que mataron a Jesús?
Es un hecho que el judaísmo de entonces se sintió seguro en su forma de vivir la relación con Dios, tal y como ellos la vivían. Y no solo seguro, sino además con
el convencimiento de que su religión -centrada en el Templo, los sacerdotes y el culto sagrado- era (y tiene que ser) la única, la verdadera, la intocable. Y fue por
eso, porque Jesús se enfrentó a semejante posición intransigente, por lo que los dirigentes judíos vieron que Jesús y ellos eran incompatibles. De ahí, la decisión
que tomaron: matar a Jesús.
Sobre todo, cuando se dieron cuenta de que la fama
y la popularidad de Jesús iba en aumento. Es lo que el evangelio de Juan relata al final del capítulo once, después de la resurrección de Lázaro (Jn 11,47-53).

4. Es muy peligroso sentirse tan seguro, que no se esté dispuesto a cambiar por nada del mundo. Y más peligroso es vivir en el convencimiento de  que son los demás los que tienen que cambiar en sus ideas, conducta y  costumbres.

SAN BONIFACIO

Apóstol de Alemania
     San Bonifacio nació hacia el año 680, en el territorio de Wessex (Inglaterra). Su verdadero nombre era Winfrido. Ordenado sacerdote, en el año 716 con dos compañeros se encaminó a Turingia; pero aún no era la hora de su apostolado. Regresó a su monasterio y en el año 718 viajó a Roma para solicitar del papa Gregorio II autorización de misionar en el continente. El Sumo Pontífice lo escuchó complacido y, en el momento de otorgarle la bendición, le dijo: "Soldado de Cristo, te llamarás Bonifacio". Este nombre significa "bienhechor".
En 719 se dirigió a Frislandia. Allí estuvo tres años; luego se marchó a Hesse, convirtiendo a gran número de bárbaros. En Amoneburg, a orillas del río Olm, fundó el primer monasterio. Regresó a Roma, donde el papa lo ordenó obispo.
Poco después, en el territorio de Hesse, fundaba el convento de Fritzlar. En el año 725 volvió a dirigirse a Turingia y, continuando su obra misionera, fundó el monasterio de Ordruf. Presidió un concilio donde se encontraba Carlomán, hijo de Carlos Martel y tío de Carlomagno, quien lo apoyó en su empresa. En el año 737, otra vez en Roma, el papa lo elevó a la dignidad de arzobispo de Maguncia. Prosiguió su misión evangelizadora y se unieron a él gran cantidad de colaboradores. También llegaron desde Inglaterra mujeres para contribuir a la conversión del país alemán, emparentado racialmente con el suyo. Entre éstas se destacaron santa Tecla, santa Walburga y una prima de Bonifacio, santa Lioba. Este es el origen de los conventos de mujeres. Prosiguió fundando monasterios y celebrando sínodos, tanto en Alemania como en Francia, a consecuencia de lo cual ambas quedaron íntimamente unidas a Roma.
El anciano predicador había llegado a los ochenta años. Deseaba regresar a Frisia (la actual Holanda). Tenía noticias de que los convertidos habían apostatado. Cincuenta y dos compañeros fueron con él. Atravesaron muchos canales, hasta penetrar en el corazón del territorio. Al desembarcar cerca de Dochum, miles de habitantes de Frisia fueron bautizados. El día de pentecostés debían recibir el sacramento de la confirmación.
Bonifacio se encontraba leyendo, cuando escuchó el rumor de gente que se acercaba. Salió de su tienda creyendo que serían los recién convertidos, pero lo que vio fue una turba armada con evidente determinación de matarlo. Los misioneros fueron atacados con lanzas y espadas. "Dios salvará nuestras almas", grito Bonifacio. Uno de los malhechores se arrojó sobre el anciano arzobispo, quien levantó maquinalmente el libro del evangelio que llevaba en la mano, para protegerse. La espada partió el libro y la cabeza del misionero. Era el 5 de junio del año 754.
El sepulcro de san Bonifacio se halla en Fulda, en el monasterio que él fundó. Se lo representa con un hacha y una encina derribada a sus pies, en recuerdo del árbol que los gentiles adoraban como sagrado y que Bonifacio abatió en Hesse. Es el apóstol de Alemania y el patriarca de los católicos de ese país.






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