16 DE JUNIO
- VIERNES
10a SEMANA DEL T. O. - A
Evangelio según san Mateo 5, 27-32
En aquel tiempo dijo Jesús
a sus discípulos:
"Habéis oído el mandamiento: "no
cometerás adulterio'. Pues yo os digo: el que mira a una mujer casada
deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior.
Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y
tíralo. Más te vale perder un miembro, que ser echado entero en el Abismo.
Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y
tírala, porque más te vale perder un miembro, que ir a parar entero al Abismo.
Está mandado: El que se divorcie de su mujer,
que le dé acta de repudio. Pues yo os digo: el que se divorcie de su mujer
—excepto en caso de prostitución— la induce al adulterio, y el que se case con
la divorciada comete adulterio".
1. Para comprender lo que Jesús quiso decir
aquí, es fundamental tener muy claro que la prohibición, que establece el
Evangelio, es la prohibición del "deseo" (epithymía), no del
"placer" (hedoné), como explicaron algunos autores antiguos
(Orígenes, Gregorio de Nisa...). - ¿Y
por qué prohíbe el deseo?
Porque se trata del
deseo de una "mujer casada", o sea una mujer que pertenece a otro. Se
trata, por tanto, del deseo de lo ajeno.
No es, pues, un
problema de erotismo, sino de justicia.
La razón de fondo de
todo esto se comprende fácilmente: el que se deja llevar del deseo de lo ajeno,
termina apropiándose de lo que no le pertenece.
Lo que está en juego
es el respeto de la propiedad (que es el respeto al otro), no la prohibición
del placer, como habían defendido y difundido los estoicos, desde el s. V a.
C., por influencia de los chamanes del Norte de Europa y de Siberia (E. R. Dodds).
Eran, por tanto,
ideas completamente ajenas a la tradición del judaísmo y del cristianismo.
2. Al final de este
evangelio, en los vv. 31-32, el texto que Mateo pone en boca de Jesús vuelve al
tema de la unidad del matrimonio. - ¿Se
refiere Jesús a la indisolubilidad?
El texto, lo mismo
que en Mt 19, 3-9, no se puede entender si se prescinde de su origen, que está
en la regulación del divorcio que se hace en Deut 24, 1; "Si uno se casa
con una mujer y luego no le gusta, porque descubre en ella algo vergonzoso, y
le escribe el acta de divorcio, se la entrega y la echa de casa".
Es evidente que este
texto legal es brutal. Por machista y por injusto. Y esto es lo que Jesús no
tolera en modo alguno. Por eso, como bien ha escrito uno de los mejores especialistas
en el estudio del evangelio
de Mateo, "Jesús libera a la mujer de su
dependencia como objeto jurídico y como posesión del marido y descubre la
realidad de la relación interhumana del matrimonio" (U. Luz; cf. P.
Hoffmann).
3. Se sabe que dos
tercios de los estudios, que se han hecho sobre este texto, han sido elaborados
por escritores católicos. Cosa que ha hecho casi inevitable que se acentúe más
lo jurídico del matrimonio indisoluble, que la igualdad de derechos del hombre
y la mujer. Parece lo más lógico que es esto último lo que Jesús quiso dejar
claro. En todo caso, para un cristiano, lo decisivo tiene que ser el respeto a
la igualdad, en dignidad y derechos, del hombre y la mujer.
Un adulterio no es
asunto de responsabilidad solamente de la mujer. Lo es igualmente de los
hombres. Hagamos justicia. Y defendamos la igualdad. Pero, sobre todo, el amor
fiel entre las personas que quieren y pueden compartir la vida.
SANTOS QUIRICO
Y JULITA
Una hermosa
historia de amor entre una madre y su hijo es la que hoy recordamos pero que,
por desgracia, tuvo un cruento final. Como decía, nuestros santos de hoy eran
madre e hijo, naturales de Licaonia (Turquía), pero que por su condición de
cristianos terminaron huyendo a Tarso de Cilicia (también en Turquía). En esa
ciudad, sin embargo, fue apresada la madre, y con el Quirico, que no era más
que un pequeñuelo. Condenada Julita al suplicio, parece ser que hicieron al
niño estar presente mientras su madre era azotada. Y tan fuerte era el llanto
del niño por los gritos de la madre que uno de los verdugos, enfurecido, le dio
un empujón que acabó con el pobre infante, a consecuencia del impacto en el
suelo de su tierna cabeza. A pesar del terrible dolor que sintió la Julita,
como sólo una madre lo puede sentir, no se retractó de su cristianismo, y
terminaron por cortarle la cabeza. Sus cuerpos fueron arrojados juntos a una
fosa donde tiraban a los malhechores. De allí los rescataron algunos cristianos
que les dieron sepultura, juntos ya madre e hijo para toda la eternidad.
Cuando
Domiciano, gobernador de Iconio, Asia Menor, ejecutaba bárbaramente los edictos
de Diocleciano y Maximiliano, le presentaron una mujer que llevaba un niño de
pecho en sus brazos, y, preguntando Alejandro, lugarteniente de Domiciano,
quién era y cómo se llamaba, ella no dio otra respuesta que ésta: "Soy
cristiana." Desnuda y tendida en el suelo, azotada con varas de hierro,
clamaba: "Soy cristiana"; y el niño, por un prodigio del Cielo, decía:
"Soy también cristiano." Enfurecido el juez, cogió de los pies al
niño y lo estrelló contra la escalera de su estrado, en presencia de su madre.
Constante ella en la fe, en medio del tormento, mandó el juez que le cortasen
la cabeza. Era el año 303.
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