13 DE FEBRERO - MARTES
6ª-
SEMANA DEL T.O.-B
Lectura del santo evangelio según san Marcos 8, 14-21
En aquel tiempo, a los
discípulos se les olvidó llevar pan, y no tenían más que un pan en la barca.
Jesús les recomendó:
"Tened cuidado con la levadura de los fariseos
y con la de Herodes".
Ellos comentaban:
"Lo dice porque no tenemos pan".
Dándose cuenta, les dijo Jesús:
"¿Por qué comentáis que no tenéis pan? -¿No
acabáis de entender? - ¿Tan torpes sois? - ¿Para qué os sirven los ojos si no veis, y
los oídos si no oís? A ver, ¿cuántos cestos de sobras recogisteis cuando repartí
cinco panes entre cinco mil? ¿Os acordáis?"
Ellos contestaron:
"Doce".
“¿Y cuántas canastas de sobras recogisteis
cuando repartí siete entre cuatro mil?'.
Le respondieron:
"Siete".
Él les dijo:
'¿Y no acabáis de entender?".
1. Lo que queda patente, en este relato, es que
los discípulos de Jesús no le entendían. No se enteraban de lo que veían en él
o de lo que él hacía. Esto se puso en evidencia a propósito de la
multiplicación de los panes.
Para hacerles pensar,
Jesús les sacó el tema de la levadura, que es indispensable para hacer el pan
normal que usamos en nuestras comidas.
La "levadura" (zymé) no es lo mismo que el fermento. La nueva masa se fermentaba mezclándola con una
pequeña porción de masa de la semana anterior, que se había guardado para que se convirtiera en levadura. Es lo
que hoy se hace con el yogurt casero. Jesús, pues, hablaba de un
"fermento" (cf. Lev 7, 13) (L. I. Rabinowitz).
En resumen, los
discípulos no habían llevado pan para el viaje. - ¿Se habían olvidado de la comida? - ¿Esperaban que Jesús resolviera el problema
haciendo otra multiplicación milagrosa? -
¿Estaban quizá persuadidos de que, si fuera necesario, Jesús convertiría las
piedras en pan?
2. Fuera lo que fuese, el hecho es que Jesús les
advirtió que debían tener cuidado con la levadura de los fariseos y de Herodes.
La levadura se asociaba con las "malas inclinaciones", quizá por su capacidad para influir en la masa (Mt
13, 33; Lc 13, 21; Rom 11, 16; 1 Cor 5, 6; Gal 5, 9) (Joel Marcus).
Los fariseos y
Herodes eran los que no creían en Jesús. Los discípulos pensaron que, si Jesús
hablaba de levadura, se estaba refiriendo al pan. Y no. Jesús les estaba diciendo
que, por falta de fe (como les pasaba a los fariseos y a Herodes), no se habían
enterado de lo que realmente ocurrió en las llamadas multiplicaciones
de panes.
3. Lo de los panes no fue un acto de magia, como
si un mago se hubiera sacado panes de una chistera. El pan se "multiplicó"
cuando hubo quien empezó a poner en común lo que tenía. Cuando se hace eso, hay
para todo el mundo. Y hay de sobra. Esto
es lo que no habían entendido los discípulos y es lo que no entienden tantos
cristianos ahora. Esperan que Dios haga milagros. Y no se enteran de que el
verdadero milagro no es el poder divino, sino la solidaridad humana.
La crisis económica
actual es la fuerza de la "levadura", que está poniendo en evidencia
a los que creen en Jesús y a los ateos que no creen en el Evangelio. Ateos ante
el Evangelio son los que se están enriqueciendo a costa del hambre y las
carencias de los pobres.
San
Benigno de Todi
Presbítero y Mártir
Martirologio Romano: En Todi, ciudad de la Umbría, san Benigno,
presbítero y mártir (s. IV).
Etimología:
Benigno = Aquel que actúa con Benevolencia, es de origen latino.
Breve Biografía
Dicen que un fraile, en un arrebato de falsa
devoción, quiso llevarse a su convento -eso que se llama robar una cosa sagrada
y como agravante en un sitio también sagrado- la cabeza del santo que reposaba
dentro de un relicario de plata en el monasterio de benedictinas que se llama
«De las Milicias», en Todes. En su intento, y sin saber muy bien lo que pasaba,
no pudo salir del templo por no poder localizar las puertas hasta poco antes
tan expeditas. Así, se vio obligado a depositar la reliquia de san Benigno en
el sitio que le correspondía.
Todes es una de las primeras ciudades
evangelizadas de Hungría. Benigno vive en la segunda mitad del siglo III. Y se
ha dado conocer entre los suyos como un insigne propagador de la fe cristiana;
lo hace con alegría y con notable entusiasmo. El obispo Ponciano conoce su afán
apostólico y está al tanto de la sinceridad de su vida; un día lo consagra
presbítero para apoyarse en él en el cumplimiento obligado de atender a su grey
y de extender la Salvación.
Llegada la persecución de Maximiano y Diocleciano,
la comunidad de creyentes está confortada por la atención espiritual que con
riesgo constante de su vida le presta el buen sacerdote Benigno. Socorre a los
confesores de la fe presos en las cárceles; visita las casas de los débiles y
les busca por los campos que los cobijan para darles aliento; y se las arregla
para estar cerca de los que son torturados, acompañando hasta donde es posible
humanamente a los que se disponen al martirio.
Pasado el peor momento de estupor, se llena de la
audacia del Espíritu Santo y comienza a predicar con fortaleza de Jesucristo.
Ahora lo hace públicamente en el intento de convertir a los paganos que están
en el terrible error de la idolatría. El principal foco de atención de su
discurso es hacerles comprender que los ídolos son una necedad y el culto que
se les tributa supone una verdadera ofensa al único Dios que merece adoración y
puede darles la salvación ofrecida a todos los hombres sin excepción. Ya no le
importa su vida. Se sabe portador de la verdad y conoce bien que ella no es
exclusivamente para él. Sólo Jesús es el Señor y todos han de servirle.
Lo que era presumible con ese comportamiento se
hace realidad. Es apresado y obligado a apostatar, siendo inútiles los
tormentos que tuvo que soportar el fiel y valiente discípulo. Por fin, muere el
13 de febrero del año 303 con la cabeza cortada, aquella que el fraile quiso
cambiar de sitio.
La catequesis, es decir, llevar a Cristo a los
demás, comporta la responsabilidad de ser fiel a lo que se propone y ni que
decir tiene que en este contexto la vida humana no es ningún valor absoluto.
¡Qué bien lo supo hacer san Benigno sin tener que darle vueltas a los textos de
las bibliotecas de las universidades que aún no se habían inventado! Fue
sencillamente el don del Espíritu Santo. Hoy también hacen bastante falta
sacerdotes -no sólo en Hungría- cuidadosos menos de su propia vida que de la
Salvación que ofrecen y ¡obispos que los descubran!
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