6 DE FEBRERO -
MARTES –
5ª- SEMANA DEL T. O.
- B
Lectura del santo evangelio según san Marcos 7, 1-13
En aquel tiempo, se acercó
a Jesús un grupo de fariseos con algunos letrados de Jerusalén y vieron que
algunos discípulos comían con manos impuras (es decir, sin lavarse las manos).
(Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos,
restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y al volver de la
plaza no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de
lavar vasos, jarras y ollas).
Según eso, los fariseos y los letrados
preguntaron a Jesús:
"¿Por qué comen tus discípulos con manos
impuras y no siguen la tradición de los mayores?
"Él les contestó:
"Bien profetizó Isaías de vosotros,
hipócritas, como está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su
corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina
que enseñan son preceptos humanos.
Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para
aferraros a la tradición de los hombres'.
Y añadió:
"Anuláis el
mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición.
Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre y
el que maldiga a su padre o a su madre tiene pena de muerte. En cambio,
vosotros decís: "Si uno le dice a su padre o a su madre: los bienes con
que podría ayudarte los ofrezco al Templo", ya no le permitís hacer nada
por su padre o por su madre; invalidando la palabra de Dios con esa tradición
que os transmitís; y como estas hacéis muchas'.
1. Los ritos de purificación, que consisten en
lavatorios corporales, eran (y siguen siendo) importantes en muchas religiones.
Tales ritos se basan en la idea según la cual hay acciones, animales, comidas,
enfermedades o actos humanos, sobre todo los relacionados con la sexualidad,
que "manchan" la
conciencia y por eso dejan al ser humano en
condiciones de "indignidad"
para acercarse a "lo sagrado" (Lv 11-15; Dt 14 y 19).
Esto tiene el gran
peligro de que, en la conciencia de muchas personas, puede convertir
determinadas acciones religiosas en
formas o manifestaciones de magia.
2. Jesús desobedece estos preceptos y rituales
religiosos. Sus discípulos también. Y
además Jesús les dice a los fariseos y a los letrados que todas esas normas
religiosas no sirven para nada y son un "culto vacío", que equivale a
lo que Is 29, 13 califica como precepto humano y rutina. Un hecho que se sigue
produciendo entre personas religiosas y en los ceremoniales eclesiásticos. Se
anteponen las normas litúrgicas humanas a los principios más básicos del
Evangelio y de la ética. Lo cual viene ocurriendo desde los orígenes más
primitivos de la religión que se conocen.
En la historia del
hecho religioso, los ritos de sacrificios funerarios aparecieron miles de años
antes que la idea o la experiencia de Dios. Y es que, como bien se ha dicho,
"Dios es un producto tardío en la historia de la religión" (G. van
der Leeuw, Walter Burkert).
3. Por desgracia, es frecuente encontrar
personas y grupos muy fieles y
observantes de los ritos religiosos, pero al mismo tiempo esas personas fieles
y observantes son unos perfectos ladrones y seres deshumanizados. Es lo que Jesús afirma con el ejemplo
concreto de la práctica establecida por los hombres de la religión que
engañaban a la gente para quedarse con el dinero que
se debía dedicar a atender a los padres
ancianos y desamparados. Así, la
religión anteponía los intereses del Templo a las necesidades de las personas.
Por eso Jesús denuncia provocativamente la hipocresía y el cinismo de la
religión. Porque esto es una de las cosas que más daño hacen a la gente y su fe
en Dios.
4. Los ritos, cumplidos fielmente, tranquilizan
la conciencia y liberan de los sentimientos de culpa.
- ¿No
será este el motivo por el que las personas religiosas son tan observantes y
cumplidoras?
Con una misa o un
"padrenuestro", muchas
personas se quedan en paz. Pero ¿es eso la
religión que nos enseñó Jesús?
SAN PABLO MIKI Y
COMPAÑEROS MARTIRES
Mártires de Japón
Martirologio
Romano: En Nagasaki, en Japón, pasión de los santos Pablo Miki junto con
veinticinco compañeros, Declarada una persecución contra los cristianos, ocho
presbíteros o religiosos de la Compañía de Jesús o de la Orden de los Hermanos
Menores, procedentes de Europa o nacidos en Japón, junto con diecisiete laicos,
fueron apresados, duramente maltratados y, finalmente, condenados a muerte.
Todos, incluso los adolescentes, por ser cristianos fueron clavados en cruces,
manifestando su alegría por haber merecido morir como murió Cristo (1597).
El primero
que llevó el anuncio de la fe cristiana a Japón fue San Francisco Javier, quien
trabajó allí en de 1549 a 1551. En pocos años los cristianos llegaron a ser
unos 300.000. Humanamente hablando, es doble el “secreto” que hizo posible esta
expansión: el respeto que los misioneros jesuitas tuvieron por los modos de
vida y las creencias japonesas no directamente opuestas a la enseñanza
cristiana, y el empeño de insertar elementos locales en la predicación y en la
administración.
Fue
catequista jesuita un joven llamado Pablo Miki, nacido entre los años 1564 y
1566, de una rica familia de Kyoto. Quería ser sacerdote, pero su ordenación
fue postergada “sine die”, porque la única diócesis todavía no tenía obispo.
Además, en 1587 el emperador Toyotomi Hideyoshi, que se propuso la conquista de
Corea, cambió su actitud benévola para con los cristianos y publicó un decreto
de expulsión de los misioneros extranjeros.
La orden se
cumplió en parte: algunos misioneros permanecieron en el país de incógnito, y
en 1593 algunos franciscanos españoles, dirigidos por Pedro Bautista, llegaron
a Japón procedentes de Filipinas y fueron bien recibidos por Hideyoshi. Pero
poco después vino la ruptura definitiva, incluso por motives políticos
anti-españoles y anti-occidentales. El 9 de diciembre fueron arrestados seis
franciscanos (Pedro Bautista, Martín de la Asunción, Francisco Blanco, Felipe
Las Casas, Francisco de San Miguel y Gonzalo García), tres jesuitas (Pablo
Miki, Juan Soan de Gotó y Santiago Kisai) y quince laicos terciarios
franciscanos, a los que se les añadieron después otros dos, que eran catequistas.
Después de
haberles cortado el lóbulo izquierdo, los 26 fueron llevados de Meaco a
Nagasaki, para exponerlos a la burla de las muchedumbres, que más bien
admiraron la heroica valentía que manifestaron sobre todo en el momento de la
muerte, cuando fueron crucificados en una colina de Nagasaki el 5 de febrero de
1597. Despertaron gran conmoción las palabras de perdón y de testimonio
evangélico pronunciadas por Pablo Miki desde la cruz, y la serenidad y valentía
que demostraron Luis Ibaraki (de 11 años), Antonio (de trece) y Tomás Cosaki
(de catorce), que murieron cantando el salmo: “Laudate, pueri, Dominum...”
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