16 DE FEBRERO
- VIERNES
DESPUÉS DE
CENIZA
Lectura del santo evangelio según san Mateo 9, 14-15
En aquel tiempo, los discípulos de Juan se le acercaron a Jesús
preguntándole:
"¿Por qué nosotros y los fariseos
ayunamos a menudo y en cambio, tus discípulos no ayunan?".
Jesús les dijo:
"¿Es que pueden guardar luto los amigos
del novio mientras el novio está con ellos?". Llegará el día en que se
lleven al novio y entonces ayunarán".
1. Está claro que Jesús no enseñó a sus
discípulos las normas religiosas sobre el ayuno. Jesús estaba persuadido de que privarse de
alimentos o de otras
cosas pensando que a Dios le agrada que nos
privemos de lo que nos gusta, eso no lo quiere Dios. Jesús quiere que seamos
capaces de compartir nuestro pan con los que no tienen. Porque eso es fuente de
abundancia, como ocurrió en la multiplicación de los panes. Pensar que cuando
lo pasamos mal, Dios se pone contento, eso no es pensar en Dios, sino en un
mito monstruoso y, por
tanto, enteramente falso.
2. El proyecto del Reino de Dios es como una
fiesta de bodas, un banquete regio (Mt 22, 10; Lc 14, 15-24), en el que entran
todos, malos y buenos (Mt 22,
10). Dios es el primero que quiere para todos,
y antes que ninguna otra cosa, nuestra
felicidad. Una felicidad de la que nadie quede excluido. Sobre todo, que no queden excluidos los más desgraciados de
este mundo, aquellos a quienes peor ha tratado la vida. Y quienes han perdido
la esperanza de un futuro feliz después de su propia muerte.
3. El "día en que se lleven al novio y
entonces habrá que ayunar" no puede indicar el tiempo después de la muerte y resurrección del Señor. Porque eso
no cuadra con la constante presencia de Jesús
en la vida de los cristianos (Mt 28, 20).
La alegoría de Mt 25
1-13 sigue hablando de la presencia del "novio". Lo más probable es
que la última referencia al ayuno es un indicio de que, cuando se escribió el
evangelio de Mateo, había cristianos que
ayunaban y quisieron justificar su costumbre añadiendo al texto algo que nunca dijo Jesús. Eso es
lo que hoy explican los más autorizados comentarios de los evangelios
sinópticos (U. Luz, M. Joel. F. Bovon, etc.).
Cuando
llegó la paz de Constantino, la matrona Sofronia tomó las reliquias del cuerpo
de la mártir Juliana con la intención de llevarlas consigo a Roma. Por una
tempestad, tuvo que desembarcar en Puzoli donde le edificó un templo que luego
destruyeron los lombardos. Las reliquias se vieron peligrar y prudentemente se
trasladaron a Nápoles donde reposan y se veneran con gran devoción.
En
Nicomedia tuvieron lugar los hechos, de mil maneras narrados y con toda clase
de matices comentados, en torno a esta santa que hizo un proyecto de su vida
contrapuesto al deseado por su padre. Los narraré escuetamente adelantando ya
que fue por la persecución de Maximiano.
Juliana
es hija de una conocida familia ilustre pero con un padre pagano metido en el
ejercicio del Derecho - que cuando llega el momento llega a convertirse en
perseguidor de los cristianos - y una madre agnóstica. Ella, por la situación
del entorno familiar nada favorable para la vivencia cristiana, se ha hecho
bautizar en secreto. Además, se le ha ocurrido entregarse enteramente a Cristo
y no entra el casamiento en sus planes de futuro. Este es el marco.
La
dificultad del caso comienza cuando Eluzo, que es un senador joven, quiere
casarse con Juliana. La cosa se pone aún más interesante porque, conociendo que
Eluzo bebe los vientos por su hija, ya ha concertado el padre el matrimonio
entre el senador y la joven, comprometiendo su honorabilidad.
La
supuesta novia lo recibe amablemente y con cortesía haciendo gala de su
esmerada educación. Pero, al llegar el momento culminante de los detalles
matrimoniales, salta sobre el tapete una condición al aspirante con la
intención de desligarse del compromiso. No lo aceptará -le dice- mientras no
sea juez y prefecto de la ciudad. Claro que eso era como pedir la luna; pero se
vio pillada en sus palabras ya que, en poco tiempo, gracias a influencias,
dinero y valía personal, Eluzo se ha convertido en juez y prefecto de
Nicomedia; además, continúa insistiendo en sus pretensiones matrimoniales con
Juliana. La doncella mantiene la dignidad dándole toda clase de felicitaciones
y parabienes, al tiempo que le asegura no poder aceptar el matrimonio hasta que
se dé otra condición imprescindible para cubrir la sima que los separa: debe
hacerse cristiano.
Ante
tamaño disparate es el propio Eluzo quien pondrá al padre al corriente de lo
que está pasando y de la «novedad» que se presenta. «Si eso es verdad, seremos
juez y fiscal para mi hija». Juliana sólo sabe contestar a su padre furioso que
ansía ser la primera dama de la ciudad, pero que, sin ser cristiano, todo lo
demás lo estima en nada.
«Por
Apolo y Diana! Más quiero verte muerta que cristiana».
Convertida
al cristianismo, se destacó por su entusiasmo y ardor en la difusión de la fe,
por lo que fue encarcelada, torturada y finalmente decapitada el año 305. Su
cuerpo fue trasladado a Cumas, en Italia, y posteriormente sus reliquias
llegaron a España, donde en su honor los condes de Castilla levantaron el
célebre monasterio de Santillana (Santa Ileana), uno de los mejores monumentos
de la Edad Media española
En la
conversación tratará a su padre con respeto y amor de hija, pero... «mi
Salvador es Jesucristo en quien tengo puesta toda mi confianza». Vienen los
tormentos esperados cuando las razones no son escuchadas. Estaño derretido y
fuego; además, cárcel para darle tiempo a pensar y llevarla a un cambio de
actitud. Finalmente, con 18 años, se le corta la cabeza el 16 de febrero del
308.
Alguna
vez hay padres «se pasan» al forzar a sus hijos cuando tienen que elegir
estado. Esto tiene más complicaciones si razones profundas, como la fe
práctica, dificulta la comprensión de los motivos que distancian. ¿No pensaría
el padre de Juliana que sin matrimonio y cristiana su hija sería desgraciada?
Quizá con viva fe cristiana llegara a vislumbrar que Jesucristo llena más que
el dinero, el poder, la dignidad y la fama.
Uno de
los hechos más característicos de las «Actas», es la discusión que tuvo la
santa con el demonio, el cual, disfrazado como un ángel de luz, trataba de
persuadirla para que accediese a los deseos de su padre y de su pretendiente.
Por ello, el arte medieval representaba comúnmente a Santa Juliana con una
cadena o una cuerda disponiéndose a atar a un demonio alado.
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