24 DE
FEBRERO - SÁBADO -
1ª-
SEMANA DE CUARESMA - B
Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 43-48
En aquel tiempo, dijo Jesús
a sus discípulos:
"Habéis oído que se dijo: Amarás a tu
prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Yo,
en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os
aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian. Así seréis hijos de
vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos,
y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque, si amáis a los que os aman, - ¿qué
premio tendréis? - ¿No hacen lo mismo los
publicanos? Y si saludáis solo a vuestro hermano, - ¿qué hacéis de extraordinario?
- ¿No hacen lo mismo también los paganos?
Por tanto, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto'.
1. Tenemos que ser buenas personas siempre. Y siempre ser vistos por los demás como gente
cabal. Nunca deberíamos olvidar que las tres
grandes
preocupaciones de Jesús fueron:
1) La salud de los enfermos.
2) La comida compartida o la alimentación
de todos con todos.
3) Las buenas relaciones humanas.
De esta tercera
preocupación es de la que habla aquí Jesús. Y habla nada menos que de enemigos,
odio, aborrecimiento, persecuciones y calumnias.
Una persona, que sabe
que pesa sobre ella todo eso, tiene motivos para temer. Y temer lo peor. La violencia política,
religiosa y de género dan miedo y obligan a tomar precauciones. Los gobernantes, la justicia y la policía
deben intervenir. Jesús habla de algo muy actual y muy grave.
2. Sin embargo, Jesús dice que, cuando uno se ve
en tales situaciones, tiene que amar al enemigo, al que te aborrece, al que te
amenaza. Amar es no querer
destruir al otro y hacerle el bien que se le
pueda hacer. Cuando se hace eso, se desarma
al agresor y se deshace la amenaza.
Por supuesto, hay que recurrir a los medios legales que dispone el
ordenamiento jurídico en esos casos.
Pero bien sabemos que estas situaciones no se resuelven solo con leyes y
sanciones.
3. La solución, según Jesús, está en algo tan
sencillo como desconcertante: cada mañana sale el sol lo mismo para la víctima
que para el verdugo. A nadie se le pasa por la cabeza que, después de una
agresión brutal, el sol va a salir solo para la víctima y nunca más para el
agresor.
El día que todo el
mundo piense de ti que, lo mismo si te besan que si te escupen en la cara, tú
vas a seguir siendo igual para todos, ese día se acaba la violencia en
cualquiera de sus formas.
SAN MODESTO
El santoral de hoy, 24 de febrero, está marcado
por la festividad de San Modesto de Tréveris, Obispo venerado por la Iglesia
Católica e Iglesias Orientales.
San Modesto nació en Tréveris (Galia Belga,
actualmente Alemania) y, como bien indica su nombre, era poseedor de una virtud
que tiene mucho que ver con la templanza que ayuda al hombre al completo
dominio de uno mismo y, de la cual, hizo buen servicio aplicándola a su vida y
obra.
La vida del santo transcurrió en el siglo V,
trabajando y desviviéndose por los fieles de Cristo. Los escritos describen al
pastor de Tréveris como un hombre que reunía todas las virtudes y atributos que
debe poseer un obispo, cargo que desempeñó durante tiempos de tribulación,
durante la invasión de la ciudad por parte de los francos Meroveo y Childerico.
San Modesto combatió con todas sus fuerzas el
desaliento y la pobreza del pueblo, que se hallaba descarriado como
consecuencia de la guerra, donde abundaba el vicio y el libertinaje. Así mismo
el santo se enfrentaría a la corrupción e indisciplina dentro del clero, donde
también reinaba el caos encontrándose en una situación deplorable.
Ante estas adversidades San Modesto empleó la
oración, el ayuno y la predicación casa por casa, conociendo en persona a sus
fieles. Logrando lo que parecía imposible en realidad, con paciencia y
amabilidad, el pueblo volvería al redil y retomaría la fe cristiana tras largo
tiempo de vivir en perdición.
Finalmente, San Modesto, tras una vida de
sacrificio entregada al Señor, falleció el 24 de febrero, día en que se celebra
su festividad litúrgica, del año 486. Cuando el religioso murió todo el pueblo
afirmaba que un santo se había ido.
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