viernes, 16 de febrero de 2018

Párate un momento: El Evangelio del dia 17 DE FEBRERO - SÁBADO- DESPUÉS DE CENIZA SIETE SANTOS FUNDADORES




17  DE    FEBRERO -  SÁBADO-
DESPUÉS   DE  CENIZA
SIETE  SANTOS  FUNDADORES

Lectura del santo evangelio según san Lucas 5,27-32
      En aquel tiempo, al salir, Jesús vio a un recaudador llamado Leví sentado al mostrador de los impuestos y le dijo:
"Sígueme".
Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.
Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa y estaban a la mesa con ellos un gran número de recaudadores y otros.
Los fariseos y los letrados dijeron a sus discípulos, criticándolo:
¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?".
Jesús les replicó:
"No necesitan médicos los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan'.

1.  Si Jesús pretendía promover en Galilea un movimiento alternativo, lo más desacertado que podía hacer era meter en el grupo a un recaudador de impuestos. Los recaudadores eran odiados por la gente, porque eran los primeros colaboracionistas con el poder opresor del Imperio. Además, poner a Leví el "publicano", junto a Judas el "ladrón" Un 12, 6), ¿no era meterse en el peligro de reunir un colectivo de codiciosos, que no serían precisamente un ejemplo de vida honrada? La respuesta a esta pregunta es tan clara como determinante: para Jesús, había algo mucho    más decisivo: cambiar la mentalidad de aquellos hombres, conviviendo él con ellos.
El que de verdad convive con Jesús, deja de
ambicionar el dinero y solamente ambiciona la felicidad de todos.

2.  Jesús dio un paso decisivo en su vida y en la historia de las religiones, el día que se fue al gran banquete de los recaudadores.  Desde aquel día, Jesús (con su Evangelio) quedó asociado a aquel grupo de hombres a los que la gente tenía por ladrones e indeseables. El acto de comer juntos -lo que se llamaba el simposio- llevaba consigo un tipo de comportamiento    que simbolizaba la existencia de sentimientos comunes.  Así, Jesús se jugó su imagen pública.
Para él, lo decisivo era la cercanía humana a quienes, desde el punto de vista de la religión, se veían como los más indeseables.

3.  Los observantes religiosos, los fariseos y los que se veían como "los más dignos", no podían soportar que un hombre, que influía en la gente, se mezclase así con aquellos despreciables. Es un hecho que los más piadosos y observantes, por eso mismo, se ven como los mejores. Y los mejores no se mezclan con la chusma.  Por eso, entre otras cosas, la religión divide tanto a la gente.

SIETE  SANTOS  FUNDADORES

(año 1233)
      Eran siete amigos, comerciantes de la ciudad de Florencia, Italia. Sus nombres: Alejo, Amadeo, Hugo, Benito, Bartolomé, Gerardino y Juan.
Pertenecían a una asociación de devotos de la Virgen María, que había en Florencia, y poco a poco fueron convenciéndose de que debían abandonar lo mundano y dedicarse a la vida de santidad. Vendieron sus bienes, repartieron el dinero a los pobres y se fueron al Monte Senario a rezar y a hacer penitencia. La idea de irse a la montaña a santificarse les llegó el 15 de agosto, fiesta de la Asunción de la Stma. Virgen, y la pusieron en práctica el 8 de septiembre, día del nacimiento de Nuestra Señora. Ellos se habían propuesto propagar la devoción a la Madre de Dios y confiarle a Ella todos sus planes y sus angustias. A tan buena Madre le encomendaron que les ayudara a convertirse de sus miserias espirituales y que bendijera misericordiosamente sus buenos propósitos. Y dispusieron llamarse "Siervos de María" o "Servitas".
En el monte Senario se dedicaban a hacer muchas penitencias y mucha oración, pero un día recibieron la visita del Sr. Cardenal delegado del Sumo Pontífice, el cual les recomendó que no se debilitaran demasiado con penitencias excesivas, y que más bien se dedicaran a estudiar y se hicieran ordenar sacerdotes y se pusieran a predicar y a propagar el evangelio. Así lo hicieron, y todos se ordenaron de sacerdotes, menos Alejo, el menor de ellos, que por humildad quiso permanecer siempre como simple hermano, y fue el último de todos en morir.
Un Viernes Santo recibieron de la Stma. Virgen María la inspiración de adoptar como Reglamento de su Asociación la Regla escrita por San Agustín, que por ser muy llena de bondad y de comprensión, servía para que se pudieran adaptar a ella los nuevos aspirantes que quisieran entrar en su comunidad. Así lo hicieron, y pronto esta asociación religiosa se extendió de tal manera que llegó a tener cien conventos, y sus religiosos iban por ciudades y pueblos y campos evangelizando y enseñando a muchos con su palabra y su buen ejemplo, el camino de la santidad. Su especialidad era una gran devoción a la Santísima Virgen, la cual les conseguía maravillosos favores de Dios.
El más anciano de ellos fue nombrado superior, y gobernó la comunidad por 16 años. Después renunció por su ancianidad y pasó sus últimos años dedicado a la oración y a la penitencia. Una mañana, mientras rezaba los salmos, acompañado de su secretario que era San Felipe Benicio, el santo anciano recostó su cabeza sobre el corazón del discípulo y quedó muerto plácidamente. Lo reemplazó como superior otro de los Fundadores, Juan, el cual murió pocos años después, un viernes, mientras predicaba a sus discípulos acerca de la Pasión del Señor. Estaba leyendo aquellas palabras de San Lucas: "Y Jesús, lanzando un fuerte grito, dijo: ¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!" (Lc. 23, 46). El Padre Juan al decir estas palabras cerró el evangelio, inclinó su cabeza y quedó muerto muy santamente.
Lo reemplazó el tercero en edad, el cual, después de gobernar con mucho entusiasmo a la comunidad y de hacerla extender por diversas regiones, murió con fama de santo.
El cuarto, que era Bartolomé, llevó una vida de tan angelical pureza que al morir se sintió todo el convento lleno de un agradabilísimo perfume, y varios religiosos vieron que de la habitación del difunto salía una luz brillante y subía al cielo.
De los fundadores, Hugo y Gerardino, mantuvieron toda la vida entre sí una grande y santísima amistad. Juntos se prepararon para el sacerdocio y mutuamente se animaban y corregían. Después tuvieron que separarse para irse cada uno a lejanas regiones a predicar. Cuando ya eran muy ancianos fueron llamados al Monte Senario para una reunión general de todos los superiores. Llegaron muy fatigados por su vejez y por el largo viaje. Aquella tarde charlaron emocionados recordando sus antiguos y bellos tiempos de juventud, y agradeciendo a Dios los inmensos beneficios que les había concedido durante toda su vida. Rendidos de cansancio se fueron a acostar cada uno a su celda, y en esa noche el superior, San Felipe Benicio, vio en sueños que la Virgen María venía a la tierra a llevarse dos blanquísimas azucenas para el cielo. Al levantarse por la mañana supo la noticia de que los dos inseparables amigos habían amanecido muertos, y se dio cuenta de que Nuestra Señora había venido a llevarse a estar juntos en el Paraíso Eterno a aquellos dos que tanto la habían amado a Ella en la tierra y que en tan santa amistad habían permanecido por años y años, amándose como dos buenísimos hermanos.
El último en morir fue el hermano Alejo, que llegó hasta la edad de 110 años. De él dijo uno que lo conoció: "Cuando yo llegué a la Comunidad, solamente vivía uno de los Siete Santos Fundadores, el hermano Alejo, y de sus labios oímos la historia de todos ellos. La vida del hermano Alejo era tan santa que servía a todos de buen ejemplo y demostraba como debieron ser de santos los otros seis compañeros". El hermano Alejo murió el 17 de febrero del año 1310.
Que estos Santos Fundadores nos animen a aumentar nuestra devoción a la Virgen Santísima y a no cansarnos nunca de propagar la devoción a la Madre de Dios.
Y recuerda la historia de los padres antiguos. ¿quién confió en Dios y fue abandonado por Él? (S. Biblia. Eclesiástico).


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