22 DE FEBRERO
- JUEVES -
1ª- SEMANA DE
CUARESMA – B
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (16,13-19):
En
aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus
discípulos:
«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron:
«Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o
uno de los profetas.»
Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís
que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió:
«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha
revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré
mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del
reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo
que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.»
"¿Quién
dice la gente que es el Hijo del hombre?"
Es la pregunta que
Jesús nos dirige hoy. Necesita saber si le hemos entendido, si le reconocemos
tal y como es.
Veintiún siglos de
cristianismo, pero - ¿el mundo le
conoce? Porque de Jesús se dicen muchas
cosas, se escriben muchos libros y se le interpreta de múltiples maneras, como
ya le ocurrió entonces. Posiblemente hoy, a pesar de la mayor distancia
cronológica, tenemos más conocimiento e información que sus contemporáneos.
Pero - ¿tenemos la misma adhesión y fe que sus discípulos? No basta la información, el conocimiento
exhaustivo del Jesús histórico, para creer en Él, aunque dicha información
pueda ayudar y ser útil, pero no basta.
“Y vosotros,
¿quién decís que soy yo?” Mt 16, 15. Jesús, a quien nunca
conoceremos plenamente hasta que nos encontremos con Él cara a cara; a quien
descubrimos y en quien nos descubrimos más y mejor a nosotros mismos siempre
que nos dejemos amar más por Él; quien siempre puede sorprendernos, enseñarnos
cosas nuevas, el Maestro… ¿Quién es para ti? Nunca lo abarcaremos por completo.
Ojalá podamos decir
con el corazón, como dijo Pedro: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios
vivo." Es decir, Señor Jesús, tú eres mi vida, mi hermano, mi amado…, mi
Señor… yo creo en ti, en tus Palabras de vida eterna…
Por eso la fiesta de
hoy. La Cátedra de San Pedro es el reconocimiento de que Jesús quiere hacer una
nueva comunidad, es el “nuevo templo”, donde Pedro será la piedra fundamental.
De nada vale el asiento, la cátedra, si no hay comunidad viva. De nada vale el
templo, por muy bello que se adorne, si no hay hombres y mujeres que lleven a
Jesús a la calle, a la vida.
Oremos hoy por el
sucesor de Pedro, el Papa Francisco, para que reciba la fuerza y la inspiración
del Espíritu Santo en todo momento y siga guiando la barca que el pescador de
Galilea recibió como encargo del propio Cristo. Que la celebración de esta
fiesta sirva para unir a toda la comunidad católica y renovar nuestra misión de
llevar a Jesús a toda la humanidad para por todos sea conocido, amado y
servido.
CATEDRA DE
SAN PEDRO
La palabra
"cátedra" significa asiento y de ahí viene la palabra “catedral”, la
iglesia donde un obispo tiene su sitial, desde el que predica. Pero el término
va más allá del lugar físico de la silla o trono (el aspecto de trono comenzó a
evitarse desde el Concilio Vaticano II) para indicar la "sede", o sea
el lugar en general desde el cual el obispo gobierna su territorio. Y más allá
aún, en su sentido simbólico; la cátedra de San Pedro, cátedra del papa, obispo
de Roma, no es el asiento físico, la silla, sino el vínculo que recuerda y
actualiza el magisterio del sucesor de Pedro en la Iglesia.
El origen de
esta celebración de la cátedra de San Pedro, o sea, la celebración del
ministerio petrino en la Iglesia, se remonta al siglo IV. Lo primero que hay
que decir es que el 22 de febrero se conmemoraba la cátedra de San Pedro en
Antioquía, su primera sede como obispo. La cátedra romana se celebraba a 18 de
enero, y luego fue trasladada al 22 de febrero, eliminado la memoria de la
cátedra antioquena. Se fundieron ambas fiestas en una sola, llamada
"La" cátedra. Se hizo, precisamente, para enfatizar el ministerio de
San Pedro y el papa, su autoridad y enseñanza, más que los lugares físicos
donde se desarrolló este ministerio. Como nota curiosa, añado que en esta misa,
que era de Rito Doble (lo que hoy sería Fiesta) se incluía una conmemoración de
San Pablo, luego de la oración colecta. Así, ni en la festividad del ministerio
petrino, se olvidaba a su compañero.
El origen de
elegir este día, los antiguos lo justificaban románticamente, diciendo que el
22 de febrero fue el día en que San Pedro hizo su confesión de fe en el Mesías
y el Señor le confió las llaves del Reino de los cielos (Mateo 16, 13-19). Pero
esto es solo una de las coincidencias forzosas gustadas por teólogos y
predicadores medievales. La festividad ya aparece el martirologio romano en
fecha tan temprana como el año 354. Según Butler, este día se habría elegido en
el Norte de Europa, donde el año comenzaba el 27 de febrero, para dar un nuevo
sentido a algunas celebraciones paganas en las que se hacían banquetes para
recordar a los fallecidos durante el año, y a los que, en efigie, se les
sentaba en lugares honoríficos. Sin embargo, también era costumbre romana esta,
la de acabar el año recordando a los difuntos, así que no sé por qué Butler
tuvo que irse al norte para explicarlo.
Es probable,
según los Bollandistas, que los cristianos romanos, que también recordarían a
sus familiares difuntos, unieran a San Pedro en esta conmemoración de los
difuntos y el motivo es que San Pedro había tenido su cátedra allí. Es sabido
que las comidas fúnebres continuaron con el cristianismo, se realizaron en las
catacumbas y permanecieron hasta bastante adentrado el siglo V o más, así que
es muy probable que esta conmemoración de la "Cathedra Petri”, fuera
realmente junto a una silla puesta para el difunto al que se honraba. Y así,
una celebración familiar pasara a una celebración comunitaria y litúrgica en torno
a San Pedro.
Con el
tiempo y el afianzamiento del papado, la sede petrina no solo fue por el
magisterio, sino que un sitio físico y tangible: el trono ocupado por el papa
recubría la misma silla que había usado San Pedro ¿tal vez la silla que podría
haber sido utilizada en las celebraciones antes descrita? No lo sabemos, pero
lo que está claro es que allí, en la Basílica de San Pedro, ciertamente hay un
trono que Carlos el Calvo, nieto de San Carlomagno (28 de enero y 29 de
diciembre, traslación de las reliquias) regaló a Juan VIII en 875 y que se
superpuso sobre la existente. Más que la autenticidad, lo que importaba era el
mensaje simbólico que trasmitía. Por eso siempre se le rodeó de veneración y
belleza.
La fiesta,
propia de Roma, fue extendida a toda la iglesia en 1558 por Pablo IV.
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