miércoles, 21 de febrero de 2018

Párate un momento: El Evangelio del dia 22 DE FEBRERO - JUEVES - 1ª- SEMANA DE CUARESMA – B CATEDRA DE SAN PEDRO





22  DE FEBRERO  - JUEVES -
1ª-  SEMANA DE  CUARESMA – B

Lectura del santo evangelio según san Mateo (16,13-19):
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron:
«Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.»
Él les preguntó:
 «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió:
«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.»

"¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?"
Es la pregunta que Jesús nos dirige hoy. Necesita saber si le hemos entendido, si le reconocemos tal y como es.
Veintiún siglos de cristianismo, pero  - ¿el mundo le conoce?  Porque de Jesús se dicen muchas cosas, se escriben muchos libros y se le interpreta de múltiples maneras, como ya le ocurrió entonces. Posiblemente hoy, a pesar de la mayor distancia cronológica, tenemos más conocimiento e información que sus contemporáneos. Pero - ¿tenemos la misma adhesión y fe que sus discípulos?  No basta la información, el conocimiento exhaustivo del Jesús histórico, para creer en Él, aunque dicha información pueda ayudar y ser útil, pero no basta.
“Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Mt 16, 15. Jesús, a quien nunca conoceremos plenamente hasta que nos encontremos con Él cara a cara; a quien descubrimos y en quien nos descubrimos más y mejor a nosotros mismos siempre que nos dejemos amar más por Él; quien siempre puede sorprendernos, enseñarnos cosas nuevas, el Maestro… ¿Quién es para ti? Nunca lo abarcaremos por completo.
Ojalá podamos decir con el corazón, como dijo Pedro: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo." Es decir, Señor Jesús, tú eres mi vida, mi hermano, mi amado…, mi Señor… yo creo en ti, en tus Palabras de vida eterna…
Por eso la fiesta de hoy. La Cátedra de San Pedro es el reconocimiento de que Jesús quiere hacer una nueva comunidad, es el “nuevo templo”, donde Pedro será la piedra fundamental. De nada vale el asiento, la cátedra, si no hay comunidad viva. De nada vale el templo, por muy bello que se adorne, si no hay hombres y mujeres que lleven a Jesús a la calle, a la vida.
Oremos hoy por el sucesor de Pedro, el Papa Francisco, para que reciba la fuerza y la inspiración del Espíritu Santo en todo momento y siga guiando la barca que el pescador de Galilea recibió como encargo del propio Cristo. Que la celebración de esta fiesta sirva para unir a toda la comunidad católica y renovar nuestra misión de llevar a Jesús a toda la humanidad para por todos sea conocido, amado y servido.

CATEDRA  DE  SAN  PEDRO

La palabra "cátedra" significa asiento y de ahí viene la palabra “catedral”, la iglesia donde un obispo tiene su sitial, desde el que predica. Pero el término va más allá del lugar físico de la silla o trono (el aspecto de trono comenzó a evitarse desde el Concilio Vaticano II) para indicar la "sede", o sea el lugar en general desde el cual el obispo gobierna su territorio. Y más allá aún, en su sentido simbólico; la cátedra de San Pedro, cátedra del papa, obispo de Roma, no es el asiento físico, la silla, sino el vínculo que recuerda y actualiza el magisterio del sucesor de Pedro en la Iglesia.
El origen de esta celebración de la cátedra de San Pedro, o sea, la celebración del ministerio petrino en la Iglesia, se remonta al siglo IV. Lo primero que hay que decir es que el 22 de febrero se conmemoraba la cátedra de San Pedro en Antioquía, su primera sede como obispo. La cátedra romana se celebraba a 18 de enero, y luego fue trasladada al 22 de febrero, eliminado la memoria de la cátedra antioquena. Se fundieron ambas fiestas en una sola, llamada "La" cátedra. Se hizo, precisamente, para enfatizar el ministerio de San Pedro y el papa, su autoridad y enseñanza, más que los lugares físicos donde se desarrolló este ministerio. Como nota curiosa, añado que en esta misa, que era de Rito Doble (lo que hoy sería Fiesta) se incluía una conmemoración de San Pablo, luego de la oración colecta. Así, ni en la festividad del ministerio petrino, se olvidaba a su compañero.
El origen de elegir este día, los antiguos lo justificaban románticamente, diciendo que el 22 de febrero fue el día en que San Pedro hizo su confesión de fe en el Mesías y el Señor le confió las llaves del Reino de los cielos (Mateo 16, 13-19). Pero esto es solo una de las coincidencias forzosas gustadas por teólogos y predicadores medievales. La festividad ya aparece el martirologio romano en fecha tan temprana como el año 354. Según Butler, este día se habría elegido en el Norte de Europa, donde el año comenzaba el 27 de febrero, para dar un nuevo sentido a algunas celebraciones paganas en las que se hacían banquetes para recordar a los fallecidos durante el año, y a los que, en efigie, se les sentaba en lugares honoríficos. Sin embargo, también era costumbre romana esta, la de acabar el año recordando a los difuntos, así que no sé por qué Butler tuvo que irse al norte para explicarlo.
Es probable, según los Bollandistas, que los cristianos romanos, que también recordarían a sus familiares difuntos, unieran a San Pedro en esta conmemoración de los difuntos y el motivo es que San Pedro había tenido su cátedra allí. Es sabido que las comidas fúnebres continuaron con el cristianismo, se realizaron en las catacumbas y permanecieron hasta bastante adentrado el siglo V o más, así que es muy probable que esta conmemoración de la "Cathedra Petri”, fuera realmente junto a una silla puesta para el difunto al que se honraba. Y así, una celebración familiar pasara a una celebración comunitaria y litúrgica en torno a San Pedro.
Con el tiempo y el afianzamiento del papado, la sede petrina no solo fue por el magisterio, sino que un sitio físico y tangible: el trono ocupado por el papa recubría la misma silla que había usado San Pedro ¿tal vez la silla que podría haber sido utilizada en las celebraciones antes descrita? No lo sabemos, pero lo que está claro es que allí, en la Basílica de San Pedro, ciertamente hay un trono que Carlos el Calvo, nieto de San Carlomagno (28 de enero y 29 de diciembre, traslación de las reliquias) regaló a Juan VIII en 875 y que se superpuso sobre la existente. Más que la autenticidad, lo que importaba era el mensaje simbólico que trasmitía. Por eso siempre se le rodeó de veneración y belleza.
La fiesta, propia de Roma, fue extendida a toda la iglesia en 1558 por Pablo IV.

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