18 de febrero – Lunes –
6ª – Semana del T. O. – C –
Lectura
del libro del Génesis (4,1-15.25):
EL hombre conoció a Eva,
su mujer, que concibió y dio a luz a Caín. Y ella dijo:
«He
adquirido un hombre con la ayuda del Señor».
Después
dio a luz a Abel, su hermano. Abel era pastor de ovejas, y Caín cultivaba el
suelo.
Pasado un tiempo, Caín
ofreció al Señor dones de los frutos del suelo; también Abel ofreció las
primicias y la grasa de sus ovejas.
El Señor se fijó en Abel
y en su ofrenda, pero no se fijó en Caín ni en su ofrenda; Caín se enfureció y
andaba abatido.
El
Señor dijo a Caín:
«Por
qué te enfureces y andas abatido? ¿No estarías animado si obraras bien?; pero,
si no obras bien, el pecado acecha a la puerta y te codicia, aunque tú podrás
dominarlo».
Caín
dijo a su hermano Abel:
«Vamos
al campo».
Y,
cuando estaban en el campo, Caín atacó a su hermano Abel y lo mató.
El
Señor dijo a Caín:
«Dónde
está Abel, tu hermano?».
Respondió
Caín:
«No
sé; ¿soy yo el guardián de mi hermano?».
El
Señor le replicó:
«¿Qué
has hecho? La sangre de tu hermano me está gritando desde el suelo.
Por
eso te maldice ese suelo que ha abierto sus fauces para recibir de tus manos la
sangre de tu hermano.
Cuando
cultives el suelo, no volverá a darte sus productos. Andarás errante y perdido
por la tierra».
Caín
contestó al Señor:
«Mi
culpa es demasiado grande para soportarla. Puesto que me expulsas hoy de este
suelo, tendré que ocultarme de ti, andar errante y perdido por la tierra, y
cualquiera que me encuentre me matará».
El
Señor le dijo:
«El
que mate a Caín lo pagará siete veces».
Y
el Señor puso una señal a Caín para que, si alguien lo encontraba, no lo
matase.
Adán
conoció otra vez a su mujer, que dio a luz un hijo y lo llamó Set, pues dijo:
«Dios
me ha dado otro descendiente en lugar de Abel, asesinado por Caín».
Palabra
de Dios
Salmo:
49,1.8.16bc-17.20-21
R/.
Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza
El Dios de los dioses, el Señor, habla:
convoca la tierra de
oriente a occidente.
«No te reprocho tus
sacrificios,
pues siempre están tus
holocaustos ante mí. R/.
¿Por qué recitas mis preceptos,
y tienes siempre en la
boca mi alianza,
tú que detestas mi
enseñanza
y te echas a la espalda
mis mandatos? R/.
Te
sientas a hablar contra tu hermano,
deshonras al hijo de tu
madre;
Esto haces, ¿y me voy a
callar?
¿Crees que soy como tú?
Te acusaré, te lo echaré
en cara». R/.
Lectura
del santo evangelio según san Marcos (8,11-13):
EN aquel tiempo, se
presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a
prueba, le pidieron un signo del cielo.
Jesús
dio un profundo suspiro y dijo:
«Por
qué esta generación reclama un signo? En verdad os digo que no se le dará un signo
a esta generación».
Los
dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.
Palabra
del Señor
1.
El término "signo" (sémeion) tenía, en el judaísmo antiguo, un
sentido ambiguo. Para algunos, era una señal extraordinaria de la intervención
o de la presencia de Dios. Para otros, el "signo" era una señal de
duda o desconfianza
(R. Gray). En este caso, si lo que pretendían
los fariseos era ponerle a Jesús una "tentación" (ocasión de caída o
engaño), es que le pedían el "signo" en el peor sentido. Para pillar
a Jesús en contradicción. O para ponerlo en ridículo.
2.
Parece lo más lógico pensar que aquellos fariseos eran unos hipócritas.
Lo
que menos les importaba era el signo como
prueba de la autoridad de Jesús. Lo que ellos querían era dejar en ridículo a
Jesús y así dañar su autoridad. La
hipocresía es frecuente en gentes religiosas. Cuando la religiosidad no es la
búsqueda auténtica de Dios, del bien y de la
verdad. No es extraño ver gente muy religiosa y muy falsa, pero se trata de
personas que no quieren aparecer tal como son en realidad. De ahí, la "hipocresía
religiosa".
3.
A esta postura, la respuesta de Jesús es darle la espalda al hipócrita,
no
hacerle caso y dejarlo solo. En ambientes
religiosos, tendría que cuidarse mucho
la posibilidad -más aún, la probabilidad- de
verse en esta situación. A tales
ambientes o personas, Jesús ni les responde.
Los deja plantados y los abandona. Quienes tenemos creencias y prácticas
religiosas, deberíamos cuidar con esmero la transparencia de nuestras vidas,
sin mezcla de ocultamiento alguno.
San Eladio
En
Toledo, en Hispania, san Eladio, que, después de haber dirigido los asuntos
públicos en el palacio real, fue abad del monasterio de Agali y, elevado
después al obispado de Toledo, se distinguió por los ejemplos de caridad.
VIDA
Arzobispo importante por su cometido
entre los visigodos toledanos de su tiempo. Tuvo el buen gusto de admitir al
diaconado a san Ildefonso que le sucedería también en la sede arzobispal de
Toledo. Pasó dieciocho años al servicio de los cristianos como sucesor de los
Apóstoles, desde que murió Aurasio, su antecesor en el mismo ministerio, y
construyó también el templo de santa Leocadia.
Su padre llevó antes que él su nombre
y ocupaba un cargo importante en la Corte. En familia de buenos cristianos
nació Eladio, en Toledo, pasando la segunda mitad del siglo VI. Llega a
sobresalir tanto en el cuidado de los negocios y tan merecedor es de confianza
que el rey lo nombra administrador de sus finanzas ¡un antecedente de los
ministros de Hacienda de hoy!
No se le sube a la cabeza de mala
manera el honor, ni las riquezas, ni el poder que su cargo conlleva. No, no se
dejó deslumbrar por la grandeza. Desde siempre era conocida su devoción y la
fidelidad a las prácticas de vida cristiana. San Ildefonso dice de él que «aunque
vestía secular, vivía como un monje». Y no le faltaba razón, porque frecuentaba
el retiro monacal del monasterio Agaliense próximo a Toledo y algo se le
pegaría.
Entre los afanes de las cuentas,
recaudaciones, ajustes y distribución de dineros le llega la hora de la
vocación a cosas más altas. Hay un cambio de negocio y quien lo propone es el
Señor. Con voluntad desprendida deja bienes, afanes terrenos, comodidades,
familia y mucho honor. Tomado hábito, a la muerte del abad, los monjes le
eligen para esa su misión.
Después viene otra muerte, porque así
vamos pasando los hombres. Se resiste Eladio a aceptar la distinción de
arzobispo, pero la silla toledana necesita un sucesor después de la muerte de
Aurasio. Los años no son obstáculo para reformar el estamento eclesiástico,
mejorar el estado secular y cuidar el culto divino. Como obispo no puede
olvidar a los más necesitados en lo material porque sin caridad no hay
cristianismo creíble; y es en este punto donde su discípulo y sucesor Ildefonso
escribe: «Las limosnas y misericordias que hacía Eladio eran tan copiosas que
era como si entendiese que de su estómago estaban asidos como miembros los
necesitados, y de él se sustentaban sus entrañas»; este era un motivo más para
cuidar la austeridad de su mesa arzobispal, debía ser frugal en la comida para
no defraudar a los pobres.
Aún tuvo más entresijos su vida;
negoció delicadamente con Sisebuto la ardua cuestión que planteaba la
convivencia diaria entre las comunidades de judíos y cristianos que era fuente
permanente de conflictos religiosos y de desorden social.
Murió el 18 de febrero del año 632.
Fuente:
Archidiócesis de Madrid
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