6 DE FEBRERO - MIÉRCOLES -
4º - SEMANA DEL T.O. - C -
Lectura
de la carta a los Hebreos 12, 4-7. 11-15
Hermanos: Todavía no
habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado, y habéis olvidado
la exhortación paternal que os dieron:
«Hijo
mío, no rechaces la corrección del Señor, ni te desanimes por su reprensión;
porque el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos».
Soportáis
la prueba para vuestra corrección, porque Dios os trata como a hijos, pues,
¿qué padre no corrige a sus hijos? Ninguna corrección resulta agradable, en el
momento, sino que duele; pero, luego produce fruto apacible de justicia a los
ejercitados en ella. Por eso, fortaleced las manos débiles, robusteced las
rodillas vacilantes, y caminad por una senda llana: así el pie cojo, no se
retuerce, sino que se cura. Buscad la paz con todos y la santificación, sin la cual
nadie verá al Señor. Procurad que nadie se quede sin la gracia de Dios y que
ninguna raíz amarga rebrote y haga daño, contaminando a muchos.
Palabra
de Dios.
SALMO RESPONSORIAL 102, 1-2. 13-14. 17-18a
R. La
misericordia del Señor dura por siempre, para aquellos que lo temen.
Bendice, alma mía, al
Señor,
y todo mi ser a su santo
nombre.
Bendice,
alma mía, al Señor,
y no olvides sus
beneficios. R.
Como un padre siente
ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura
por sus fieles;
porque él conoce nuestra
masa,
se acuerda de que somos
barro. R.
La misericordia del Señor dura desde siempre y por siempre,
para aquellos que lo
temen;
su justicia pasa de
hijos a nietos:
para los que guardan la
alianza. R.
Lectura
del santo Evangelio según san Marcos 6, 1-6
En aquel tiempo, Jesús se
dirigió a su ciudad y lo seguían sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó
a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:
«¿De
dónde saca todo eso?
¿Qué
sabiduría es esa que le ha sido dada?
¿Y
esos milagros que realizan sus manos?
¿No
es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y
Simón?
Y
sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?».
Y
se escandalizaban a cuenta de él.
Les
decía:
«No
desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su
casa».
No
pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las
manos. Y se admiraba de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor
enseñando.
Palabra
del Señor.
1.
Es evidente que las relaciones de Jesús con sus familiares, parientes y
vecinos no fueron buenas. Los nazarenos
vivían una religiosidad quizá fanática y,
sin duda, nacionalista, que no estaba de
acuerdo con las enseñanzas de Jesús.
Según Lc 4, 28-29, los nazarenos
quisieron matar a Jesús. Y aquí, no solo dudan de él, de su sabiduría y de su
calidad, sino que incluso "lo desprecian". Y, por supuesto, no creían
en él; o sea, no se fiaron de él.
Ya antes, el mismo Marcos nos dijo que
los parientes de Jesús pensaban que había perdido la cabeza (Mc 3, 21).
2. ¿Por qué ocurrió esto?
El anuncio comercial de una marca
de perfume masculino dice que "en
las distancias cortas se la juega el hombre". Este criterio es muy antiguo. Ya Plutarco
decía: "las personas más sabias son poco
estimadas en sus propias ciudades de
origen" (De Exilio, 604D). Y Jesús dijo en
Nazaret: "solo en su patria desprecian (atimos)
a un profeta".
Los vecinos de su pueblo sabían que Jesús,
ni por familia, ni por estudios, ni por oficio, tenía formación. Y todo eso
les induce a sospechar que incluso las curaciones que hacía eran actos mágicos
o satánicos (Joel Marcus, J. R Meier).
3.
Aquí hay que preguntarse: ¿Apreciamos a las personas porque son
"selectos"? - ¿O las apreciamos porque son "los últimos" y
los "nadies"?
Estamos tan deformados, que valoramos
más la categoría social que la honradez ética.
El caso de Jesús es patente: nació en un
establo y murió en un patíbulo de
esclavos. En vista de eso, hemos convertido la
Navidad y la Semana Santa en grandes
fiestas de lujo y consumo. Y hemos
aparcado la ejemplaridad revolucionaria del pesebre y la cruz, para que los
utópicos de cada tiempo hagan
cosas que a las "personas
respetables" les avergüenzan.
San Pablo Miki y compañeros
Memoria
de los santos Pablo Miki y compañeros, mártires, en Nagasaki, en Japón.
Vida de San Pablo Miki y
compañeros
Pablo Miki nació en Japón el año 1566
de una familia pudiente; fue educado por los jesuitas en Azuchi y Takatsuki.
Entró en la Compañía de Jesús y predicó el evangelio entre sus conciudadanos
con gran fruto.
Al recrudecer la persecución contra
los católicos, decidió continuar su ministerio y fue apresado junto con otros.
En su camino al martirio, él y sus compañeros cristianos fueron forzados a
caminar 600 millas para servir de escarmiento a la población. Ellos iban
cantando el Te Deum. Les hicieron sufrir mucho. Finalmente llegaron a Nagasaki
y, mientras perdonaba a sus verdugos, fue crucificado el día 5 de febrero de
1597. Desde la cruz predicó su último sermón.
Junto a él sufrieron glorioso
martirio el escolar Juan Soan (de Gotó) y el hermano Santiago Kisai, de la
Compañía de Jesús, y otros 23 religiosos y seglares.
Todos ellos fueron canonizados por
Pío IX en 1862.
reeclarada una persecución contra los
cristianos, ocho presbíteros o religiosos de la Compañía de Jesús o de la Orden
de los Hermanos Menores, procedentes de Europa o nacidos en Japón, junto con
diecisiete laicos, fueron apresados, duramente maltratados y, finalmente,
condenados a muerte. Todos, incluso los adolescentes, por ser cristianos fueron
clavados en cruces, manifestando su alegría por haber merecido morir como murió
Cristo. Sus nombres son: Juan de Goto Soan, Jacobo Kisai, religiosos de la
Compañía de Jesús; Pedro Bautista Blásquez, Martín de la Ascensión Aguirre,
Francisco Blanco, presbíteros de la Orden de los Hermanos Menores; Felipe de
Jesús de Las Casas, Gonzalo García, Francisco de San Miguel de la Parilla,
religiosos de la misma Orden; León Karasuma, Pedro Sukeiro, Cosme Takeya, Pablo
Ibaraki, Tomás Dangi, Pablo Suzuki, catequistas; Luis Ibaraki, Antonio, Miguel
Kozaki y su hijo Tomás, Buenaventura, Gabriel, Juan Kinuya, Matías, Francisco
de Meako, Ioaquinm Sakakibara y Francisco Adaucto, neófitos.
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