4 de Febrero – Lunes –
4ª – Semana del T. O. – C –
Lectura
de la carta a los Hebreos (11,32-40):
HERMANOS:
¿Para qué seguir? No me da
tiempo de referir la historia de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y
los profetas; estos, por fe, conquistaron reinos, administraron justicia,
vieron promesas cumplidas, cerraron fauces de leones, apagaron hogueras voraces,
esquivaron el filo de la espada, se curaron de enfermedades, fueron valientes
en la guerra, rechazaron ejércitos extranjeros; hubo mujeres que recobraron
resucitados a sus muertos.
Pero
otros fueron torturados hasta la muerte, rechazando el rescate, para obtener
una resurrección mejor. Otros pasaron por la prueba de las burlas y los azotes,
de las cadenas y la cárcel; los apedrearon, los aserraron, murieron a espada,
rodaron por el mundo vestidos con pieles de oveja y de cabra, faltos de todo,
oprimidos, maltratados —el mundo no era digno de ellos—, vagabundos por
desiertos y montañas, por grutas y cavernas de la tierra.
Y
todos estos, aun acreditados por su fe, no consiguieron lo prometido, porque
Dios tenía preparado algo mejor a favor nuestro, para que ellos no llegaran sin
nosotros a la perfección.
Palabra
de Dios
Salmo:
30,20.21.22.23.24
Sed fuertes y valientes
de corazón,
los que esperáis en el
Señor
Qué
bondad tan grande, Señor,
reservas para los que te
temen,
y concedes a los que a
ti se acogen
a la vista de todos. R/.
En el asilo de tu
presencia los escondes
de las conjuras humanas;
los ocultas en tu
tabernáculo,
frente a las lenguas
pendencieras. R/.
Bendito sea el Señor, que
ha hecho por mí
prodigios de
misericordia
en la ciudad amurallada.
R/.
Yo
decía en mi ansiedad:
«Me has arrojado de tu
vista»;
pero tú escuchaste mi
voz suplicante
cuando yo te gritaba. R/.
Amad al Señor, fieles suyos;
el Señor guarda a sus
leales,
y a los soberbios los
paga con creces. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Marcos (5,1-20):
EN aquel tiempo, Jesús y
sus discípulos llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos.
Apenas desembarcó, le salió al encuentro, de entre los sepulcros, un hombre
poseído de espíritu inmundo. Y es que vivía entre los sepulcros; ni con cadenas
podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas,
pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para
dominarlo. Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes,
gritando e hiriéndose con piedras. Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se
postró ante él y gritó con voz potente:
«¿Qué
tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo?
Por
Dios te lo pido, no me atormentes».
Porque
Jesús le estaba diciendo:
«Espíritu
inmundo, sal de este hombre».
Y
le preguntó:
«Cómo
te llamas?».
Él
respondió:
«Me
llamo Legión, porque somos muchos».
Y
le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.
Había
cerca una gran piara de cerdos paciendo en la falda del monte. Los espíritus le
rogaron:
«Envíanos
a los cerdos para que entremos en ellos».
El
se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los
cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al mar y se
ahogó en el mar.
Los
porquerizos huyeron y dieron la noticia en la ciudad y en los campos. Y la
gente fue a ver qué había pasado.
Se
acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado,
vestido y en su juicio. Y se asustaron.
Los
que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los
cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su comarca.
Mientras
se embarcaba, el que había estado poseído por el demonio le pidió que le
permitiese estar con él. Pero no se lo permitió, sino que le dijo:
«Vete
a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha
tenido misericordia de ti».
El
hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho
con él; todos se admiraban.
Palabra
del Señor
1.
Lo que importa, al leer este extraño relato, no es saber con precisión
historicidad, sino comprender su
significación.
¿Qué nos quiere decir este, episodio a
nosotros, en este momento y en este tiempo de tantos cambios, tantas violencias
y tanta inseguridad?
Quede claro, de una vez, que los demonios no existen. Ni Dios nos ha revelado
su existencia. Fue durante el destierro de Babilonia, cuando se produjo el
encuentro del judaísmo con las ideas del dualismo iranio-caldeo, que distinguía
entre ángeles y demonios, para explicar el origen del bien y del mal (O.
Bócher; W. M. Alexander).
2.
Lo primero, que queda patente en este episodio, es la relación directa, que
existe (en los relatos que hablan del demonio) entre los demonios y la muerte.
El "demonio-legión", que aquí nos
presenta el Evangelio, es la representación de las fuerzas de muerte que actúan
en el mundo. Un mundo que convierte en
"cementerio" lo que se nos suele presentar como progreso, cultura,
adelanto, tecnología, riqueza... Los paraísos fiscales, las fábricas de
armamentos, el desinterés por remediar el hambre y escasez de los millones de
pobres que ha África, Asia, América... Y todo ese cúmulo de desgracias ocurre
porque, en las democracias avanzadas, se eligen a los gobernantes que nos dan seguridad
a nosotros, no a los hombres honestos que van a poner remedio a tanta muerte
3.
Peor aún es el factor economía.
La "Legión" de los
demonios se mete en la enorme piara de 2.000 cerdos, una fortuna en la próspera
región de Decápolis. Simbólicamente, la política
se sometió a la economía. Y el desastre fue
total: la legión y los cerdos, política y economía, se precipitaron en el abismo
de la muerte. Y lo trágico es que la gente del pueblo le pidió a Jesús que se fuera
de allí. Preferían la "legión" de los demonios y el capital de los
"cerdos”.
Es pavoroso el poder que tiene el
dinero.
San Gilberto de Sempringham
En
Sempringham, en Inglaterra, san Gilberto, presbítero, que fundó, con la
aprobación del papa Eugenio III, una Orden monástica, en la que impuso una
doble disciplina: la Regla de san Benito para las monjas y la de san Agustín
para los clérigos.
Breve Biografía
San Gilberto nació en Sempringham de
Lincolnshire. Después de su ordenación sacerdotal, enseñó algún tiempo en una
escuela gratuita; pero su padre, que estaba encargado de repartir los
beneficios eclesiásticos de Sempringham y Terrington, le eligió para uno de
ellos en 1123. El santo distribuía las rentas a los pobres y sólo reservaba una
mínima parte para cubrir sus necesidades.
Con su ejemplo, arrastró a la
santidad a muchos de sus parroquianos. Redactó las reglas para siete jóvenes
que vivían en estricta clausura en una casa anexa desarrolló rápidamente y, San
Gilberto se vio obligado a emplear hermanas y hermanos legos en las tierras de
la fundación. En 1147, fue a Citeaux a pedir al abad que tomase la dirección de
la comunidad; pero como los cistercienses no pudieran hacerlo el Papa Eugenio
III animó a San Gilberto a dirigirla por sí mismo. San Gilberto completó la
obra, añadiendo un grupo de canónigos regulares que ejercían las funciones de
capellanes de las religiosas. Tales fueron los orígenes de las Gilbertinas, la
única orden religiosa medieval que produjo Inglaterra. Sin embargo, excepto una
casa en Escocia, la fundación no se extendió nunca más allá de las fronteras de
Inglaterra, y se extinguió en la época de la disolución de los monasterios,
cuando contaba con veintiséis conventos. Las religiosas tenían las reglas de
San Benito, y los canónigos las de San Agustín. Los conventos eran dobles, pero
la orden era principalmente femenina, aunque el superior general era un
canónigo. La disciplina era muy severa, con cierta influencia cisterciense. El
deseo de simplicidad en el ornato de las iglesias y en el culto en general
llegó hasta imponer que el oficio se recitase en tono simple, como muestra de
humildad.
San Gilberto desempeñó por algún
tiempo el cargo de superior general, pero renunció a él, poco antes de su
muerte, pues la pérdida de la vista le impedía cumplir perfectamente sus
obligaciones. Era tan abstinente, que sus contemporáneos se maravillaban de que
pudiese mantenerse en vida, comiendo tan poco. En su mesa había siempre lo que
él llamaba "el plato del Señor Jesús", en el que apartaba para los
pobres lo mejor de la comida. Vestía una camisa de cerdas, dormía sentado, y
pasaba gran parte de la noche en oración. Durante el destierro de Santo Tomás
de Canterbury, fue acusado, junto con otros superiores de su orden, de haberle
prestado ayuda. La acusación era falsa; pero San Gilberto prefirió la prisión y
exponerse a la supresión de su orden, antes que defenderse, para evitar la
impresión de que condenaba una cosa buena y justa. Cuando era ya nonagenario,
tuvo que soportar las calumnias de algunos hermanos legos que se habían
rebelado.
San Gilberto murió en 1189, a los 106
años, y fue canonizado en 1202. Se dice que el rey Luis VIII llevó sus
reliquias a Toulouse, donde se hallan probablemente todavía, en la iglesia de
San Sernín. Las diócesis de Northampton y Nottíngham celebran la fiesta de San
Gilberto el día 3; los Canónigos de Letrán la celebran el 4 de febrero, día en
que le conmemora el Martirologio Romano.
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