25 de Febrero – lunes – 7ª – Semana del T. O. – C –
Comienzo
del libro del Eclesiástico (1,1-10):
Toda sabiduría viene del
Señor
y está con él por
siempre. La arena de los mares, las gotas de la lluvia y los días del mundo,
¿quién los contará?
La
altura de los cielos, la anchura de la tierra y la profundidad del abismo,
¿quién las escrutará? ¿Quién ha escrutado la sabiduría de Dios, que es anterior
a todo?
Antes
que todo fue creada la sabiduría, y la inteligencia prudente desde la
eternidad.
La fuente de la
sabiduría es la palabra de Dios en las alturas
y sus canales son
mandamientos eternos.
La
raíz de la sabiduría, ¿a quién fue revelada? y sus recursos, ¿quién los
conoció? La ciencia de la sabiduría, ¿a quién fue revelada? y su mucha
experiencia, ¿quién la conoció? Uno es el Altísimo, creador todopoderoso.
Uno solo es sabio,
temible en extremo: el que está sentado en su trono. El Señor mismo creó la
sabiduría, la vio, la midió
y la derramó sobre todas
sus obras. Se la concedió a todos los vivientes y se la regaló a quienes lo
aman.
Palabra
de Dios
Salmo:
92,1ab.1c-2.5
R/. El
Señor reina, vestido de majestad
El Señor reina, vestido
de majestad;
el Señor, vestido y
ceñido de poder. R/.
Así está firme el orbe y
no vacila.
Tu trono está firme
desde siempre,
y tú eres eterno. R/.
Tus mandatos son fieles y
seguros;
la santidad es el adorno
de tu casa,
Señor, por días sin
término. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Marcos (9,14-29):
En aquel tiempo, Jesús y
los tres discípulos bajaron del monte y volvieron a donde estaban los demás
discípulos, vieron mucha gente alrededor y a unos escribas discutiendo con
ellos.
Al
ver a Jesús, la gente se sorprendió y corrió a saludarlo.
Él
les preguntó:
«¡De
qué discutís?».
Uno
de la gente le contestó:
«Maestro,
te he traído a mi hijo; tiene un espíritu que no lo deja hablar; y cuando lo
agarra, lo tira al suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda
rígido. He pedido a tus discípulos que lo echen y no han sido capaces».
Él,
tomando la palabra, les dice:
«Generación
incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que
soportar? Traédmelo».
Se
lo llevaron.
El
espíritu, en cuanto vio a Jesús, retorció al niño; este cayó por tierra y se
revolcaba echando espumarajos.
Jesús
preguntó al padre:
«Cuánto
tiempo hace que le pasa esto?».
Contestó
él:
«Desde
pequeño. Y muchas veces hasta lo ha echado al fuego y al agua para acabar con
él. Si algo puedes, ten compasión de nosotros y ayúdanos».
Jesús
replicó:
«Si
puedo? Todo es posible al que tiene fe».
Entonces
el padre del muchacho se puso a gritar:
«Creo,
pero ayuda mi falta de fe».
Jesús,
al ver que acudía gente, increpó al espíritu inmundo, diciendo:
«Espíritu
mudo y sordo, yo te lo mando: sal de él y no vuelvas a entrar en él».
Gritando
y sacudiéndolo violentamente, salió.
El
niño se quedó como un cadáver, de modo que muchos decían que estaba muerto.
Pero
Jesús lo levantó cogiéndolo de la mano y el niño se puso en pie.
Al
entrar en casa, sus discípulos le preguntaron a solas:
«Por
qué no pudimos echarlo nosotros?».
Él
les respondió:
«Esta
especie solo puede salir con oración».
Palabra
del Señor
1.
Jesús y sus discípulos más cercanos vuelven al mundo inferior, al mundo
de todos -y de todos los días- para enfrentarse a la miseria que tanto
sufrimiento causa entre los humanos (Joel Marcus).
La vida es así. Como se la
representa Marcos en este detallado
relato sobre el mal, sus causas y sus consecuencias. La enseñanza más
elemental, que se desprende de este relato, está patente. En la altura del monte se está muy bien, se
siente a Dios muy cercano, se palpa lo divino. Pero, en la altura del monte, no
se palpa el sufrimiento humano.
2.
En la lejanía del pueblo, en la soledad de la altura, en la
contemplación de "lo divino", en "la nube" que simboliza la
cercanía de Dios, nos sentimos muy a gusto, como dijo Pedro en la Transfiguración.
Pero, en esa altura tan sublime, estamos ausentes del dolor de la gente, de la
enfermedad, del peligro de
muerte, de las fuerzas de la muerte. En la
altura del monte, palpamos a Dios, la Ley y los Profetas. Lo más sublime. Pero,
en la soledad y el gozo de lo sublime, no hacemos nada para resolver el sufrimiento
de los mortales.
3.
La religiosidad y la espiritualidad son sublimes y nos impresionan. Pero
Jesús vio claramente que, solo con
religiosidad y espiritualidad, no expulsamos las fuerzas del mal que destrozan
a los más débiles. Por eso, la religiosidad y la espiritualidad son tan
engañosas, con demasiada frecuencia. Y por eso también, en la Iglesia hay tanta
bondad y tanto autoengaño. Ambas cosas.
Los detalles, que discuten los
exegetas y especialistas bíblicos son necesarios.
Pero hay algo previo a todo eso. El dolor del
pueblo solamente se resuelve estando cerca del pueblo, en el pueblo y con el
pueblo.
San Valerio de Astorga
Valerio, confesor († s. VII)
Santo de heroicas virtudes y de invicta paciencia en
la adversidad.
Nacido en Astorga y cristiano desde
pequeño. La región del Bierzo es el escenario de sus virtudes y de su vida.
Quiso entrar en el monasterio que fundó san Fructuoso en Compludo, pero por
razones todavía hoy desconocidas no pudo entrar.
Fallido el intento monacal, comienza
una vida de oración y penitencia viviendo al estilo de los antiguos eremitas.
Su modo de vivir, poco frecuente en la época, hace que de boca en boca vaya
pasando la noticia de su existencia entre los habitantes del lugar que empiezan
a visitarle en la ermita que hay junto al castillo llamado de la Piedra, en
Astorga. Allá concurren con deseos de escucharle y de ser confortados en sus
penas. El clérigo el cuidador de la ermita sólo comienza a interesarse por ella
cuando advierte el sonar de las monedas y huele los pingües beneficios de las
ofrendas; como se posesiona de ellas de mala manera, el santo se marcha para no
facilitar su codicia extrema; pero hasta los pocos libros que tenía hubo de
dejarlos en la ermita por considerar el clérigo chupón que fueron de ella.
La gente del lugar le echa de menos y
le sugieren un nuevo sitio para vivir, rezar y predicar. En Ebronato le
edifican los fieles un oratorio donde se instala y recomienza. Como la gente se
arremolina en torno a él, el obispo nombra un presbítero para que atienda la
pequeña iglesia construida; Justo se llama el pastor y su justicia en el nombre
se queda. De nuevo queda Valerio sin techo y reducido a la miseria. La gente
sigue queriéndole y sufre la mala envidia de Justo que en alguna ocasión llegó
a emplear la violencia física contra Valerio.
En el mismo Bierzo, allí donde
Fructuoso fundó el monasterio de san Pedro, encuentra un lugar tranquilo y
puede reanudar una vez más su vida penitente y orante de eremita. El obispo de
Astorga, Isidoro, le llama y pide su compañía para asistir al concilio de
Toledo, al que no llegan por la muerte del prelado.
También escribió dejando por escrito
testimonio de la época. Esta literatura se conservó en el monasterio de
Carracedo y la mantuvo como tesoro la iglesia de Oviedo. Su pluma dejó a la
posteridad la vida de san Fructuoso, un abundante grupo de máximas y consejos a
los religiosos del Bierzo, las revelaciones de los monjes Máximo y Bonelo y la
historia del abad Donadeo.
Terminó su vida a finales del siglo
VII y sus reliquias se conservaron en el Altar Mayor de la iglesia del
monasterio de san Pedro de los Montes, de la orden benedictina, cerca de
Ponferrada.
A quien se interna en su vida le da
la sensación de que Dios lo preparó para la contrariedad. Y lo muy curioso del
caso es que sus enfrentados siempre fueron clérigos. ¿Tan feo les pareció
Valerio? Muchos de los buenos afirman, con pueril benevolencia, que es muy
difícil convivir en esta tierra con un santo verdadero; pero quizás no caen en
la cuenta de que a quien seriamente le cuesta convivir con los demás es al que
lleva vida recta.
Fuente: Spider + archimadrid
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