27 de Febrero – MIERCOLES –
7ª – Semana del T. O. – C –
Lectura
del libro del Eclesiástico (4,12-22):
La sabiduría instruye a
sus hijos, estimula a los que la comprenden. Los que la aman, aman la vida, los
que la buscan alcanzan el favor del Señor; los que la retienen consiguen gloria
del Señor, el Señor bendecirá su morada; los que la sirven, sirven al Santo,
Dios ama a los que la aman.
Quien
me escucha juzgará rectamente, quien me hace caso habitará en mis atrios;
disimulada caminaré con él, comenzaré probándolo con tentaciones; cuando su
corazón se entregue a mí, volveré a él para guiarlo y revelarle mis secretos;
pero, si se desvía, lo rechazaré y lo encerraré en la prisión; si se aparte de
mí, lo arrojaré y lo entregaré a la ruina.
Palabra
de Dios
Salmo:118,165.168.171.172.174.175
R/.
Mucha paz tienen los que aman tus leyes, Señor
Mucha paz tienen los que
aman tus leyes,
y nada los hace
tropezar. R/.
Guardo tus decretos,
y tú tienes presentes
mis caminos. R/.
De mis labios brota la
alabanza,
porque me enseñaste tus
leyes. R/.
Mi lengua canta tu
fidelidad,
porque todos tus
preceptos son justos. R/.
Ansío tu salvación,
Señor;
tu voluntad es mi
delicia. R/.
Que mi alma viva para
alabarte,
que tus mandamientos me
auxilien. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Marcos (9,38-40):
En aquel tiempo, dijo
Juan a Jesús:
«Maestro,
hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido
impedir, porque no es de los nuestros.»
Jesús
respondió:
«No
se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar
mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro.»
Palabra
del Señor
1.
Sea cual sea el valor histórico de este breve episodio, lo que está
fuera de
duda es que Jesús no quiso organizar un grupo
cerrado y exclusivista. Ni Jesús
quiso eso, ni pudo quererlo. Por una
razón que se comprende enseguida. Un
grupo "cerrado" es, por eso mismo, un grupo que "separa" y
"divide" a las personas. Los "nuestros", los
"otros". Semejante lenguaje presupone una mentalidad elitista y una
conciencia de superioridad. Una comunidad que divide es una comunidad
anticristiana.
2.
"El que no está contra Jesús, está con Jesús". En el fondo,
¿qué quiere decir
esta afirmación tan simple, a primera vista?
Quiere decir que Jesús concentra
en sí mismo -y representa para todos- "lo
universal". Lo que es común a todos y para todos los seres humanos. O
dicho de manera más simple: "lo humano".
Aquello en lo que todos los seres humanos
coincidimos. El que coincide con
eso y quiere vivirlo, por eso mismo está con
Jesús. Y no puede estar en contra
de Jesús.
3.
La conclusión es sencilla y clara. Ser auténticamente cristiano es ser
auténticamente humano. Profundamente humano.
Sin nada inhumano que nos pueda alejar de cualquier otro ser humano. La honradez, la sinceridad, la
transparencia, la verdad, la justicia, la
honestidad. Todo lo verdaderamente
humano es lo que nos hace verdaderamente
cristianos, ser de Jesús, creer en el Evangelio. Al llegar a esto,
"estamos tocando el fondo".
En Isola, del Abruzo, en Italia, san Gabriel de la
Virgen de los Dolores (Francisco) Possenti, acólito, que, renunciando a la
vanidad del mundo, todavía adolescente ingresó en la Congregación de la Pasión
y en breve tiempo consumó su vida.
Vida de San Gabriel de
la Dolorosa
Nació en Asís (Italia) en 1838. Su
nombre en el mundo era Francisco Possenti. Era el décimo entre 13 hermanos. Su
padre trabajaba como juez de la ciudad.
A los 4 años quedó huérfano de madre.
El papá, que era un excelente católico, se preocupó por darle una educación
esmerada, mediante la cual logró ir dominando su carácter fuerte que era muy
propenso a estallar en arranques de ira y de mal genio.
Tuvo la suerte de educarse con dos
comunidades de excelentes educadores: los Hermanos Cristianos y los Padres
Jesuitas; y las enseñanzas recibidas en el colegio le ayudaron mucho para
resistir los ataques de sus pasiones y de la mundanalidad.
El joven era sumamente esmerado en
vestirse a la última moda. Y sus facciones elegantes y su fino trato, a la vez
que su rebosante alegría y la gran agilidad para bailar, lo hacían el preferido
de las muchachas en las fiestas. Su lectura favorita eran las novelas, pero le
sucedía como en otro tiempo a San Ignacio, que, al leer novelas, en el momento
sentía emoción y agrado, pero después le quedaba en el alma una profunda
tristeza y un mortal hastío y abatimiento. Sus amigos lo llamaban "el
enamoradizo". Pero los amores mundanos eran como un puñal forrado con
miel". Dulces por fuera y dolorosos en el alma.
En una de las 40 cartas que de él se
conservan, le escribe a un antiguo amigo, cuando ya se ha entrado de religioso:
"Mi buen colega; si quieres mantener tu alma libre de pecado y sin la
esclavitud de las pasiones y de las malas costumbres tienes que huir siempre de
la lectura de novelas y del asistir a teatros donde se dan representaciones
mundanas. Mucho cuidado con las reuniones donde hay licor y con las fiestas
donde hay sensualidad y huye siempre de toda lectura que pueda hacer daño a tu
alma. Yo creo que si yo hubiera permanecido en el mundo no habría conseguido la
salvación de mi alma. ¿Dirás que me divertí bastante? Pues de todo ello no me
queda sino amargura, remordimiento y temor y hastío. Perdóname si te di algún
mal ejemplo y pídele a Dios que me perdone también a mí".
Al terminar su bachillerato, y cuando
ya iba a empezar sus estudios universitarios, Dios lo llamó a la conversión por
medio de una grave enfermedad. Lleno de susto prometió que, si se curaba de
aquel mal, se iría de religioso. Pero apenas estuvo bien de salud, olvidó su
promesa y siguió gozando del mundo.
Un año después enferma mucho más
gravemente. Una laringitis que trata de ahogarlo y que casi lo lleva al
sepulcro. Lleno de fe invoca la intercesión de un santo jesuita martirizado en
las misiones y promete irse de religioso, y al colocarse una reliquia de aquel
mártir sobre su pecho, se queda dormido y cuando despierta está curado
milagrosamente. Pero apenas se repone de su enfermedad empieza otras veces el
atractivo de las fiestas y de los enamoramientos, y olvida su promesa. Es
verdad que pide ser admitido como jesuita y es aceptado, pero él cree que para
su vida de hombre tan mundano lo que está necesitando es una comunidad
rigurosa, y deja para más tarde el entrar a una congregación de religiosos.
Estalla la peste del cólera en
Italia. Miles y miles de personas van muriendo día por día. Y el día menos
pensado muere la hermana que él más quiere. Considera que esto es un llamado
muy serio de Dios para que se vaya de religioso. Habla con su padre, pero a éste
le parece que un joven tan amigo de las fiestas mundanas se va a aburrir
demasiado en un convento y que la vocación no le va a durar quizá ni siquiera
unos meses.
Pero un día asiste a una procesión
con la imagen de la Virgen Santísima. Nuestro joven siempre le ha tenido una
gran devoción a la Madre de Dios (y probablemente esta devoción fue la que
logró librarlo de las trampas del mundo) y en plena procesión levanta sus ojos
hacia la imagen de la Virgen y ve que Ella lo mira fijamente con una mirada que
jamás había sentido en su vida. Ante esto ya no puede resistir más. Se va a
donde su padre a rogarle que lo deje irse de religioso. El buen hombre le pide
el parecer al confesor de su hijo, y recibida la aprobación de este santo
sacerdote, le concede el permiso de entrar a una comunidad bien rígida y
rigurosa, los Padres Pasionistas.
Al entrar de religioso se cambia el
nombre y en adelante se llamará Gabriel de la Dolorosa. Gabriel, que significa:
el que lleva mensajes de Dios. Y de la Dolorosa, porque su devoción mariana más
querida consiste en recordar los siete dolores o penas que sufrió la Virgen
María. Desde entonces será un hombre totalmente transformado.
Gabriel había gozado siempre de
muchas comodidades en la vida y le había dado gusto a sus sentidos y ahora
entra a una comunidad donde se ayuna y donde la alimentación es tosca y nada
variada. Los primeros meses sufre un verdadero martirio con este cambio tan
brusco, pero nadie le oye jamás una queja, ni lo ve triste o disgustado.
Gabriel lo que hacía, lo hacía con
toda el alma. En el mundo se había dedicado con todas sus fuerzas a las fiestas
mundanas, pero ahora, entrado de religioso, se dedicó con todas las fuerzas de
su personalidad a cumplir exactamente los Reglamentos de su Comunidad. Los religiosos
se quedaban admirados de su gran amabilidad, de la exactitud total con la que
cumplía todo lo que se le mandaba, y del fervor impresionante con el que
cumplía sus prácticas de piedad.
Su vida religiosa fue breve. Apenas
unos seis años. Pero en él se cumple lo que dice el Libro de la Sabiduría:
"Terminó sus días en breve tiempo, pero ganó tanto premio como si hubiera
vivido muchos años".
Su naturaleza protestaba porque la
vida religiosa era austera y rígida, pero nadie se daba cuenta en lo exterior de
las repugnancias casi invencibles que su cuerpo sentí ante las austeridades y
penitencias. Su director espiritual sí lo sabía muy bien.
Al empezar los estudios en el
seminario mayor para prepararse al sacerdocio, leyó unas palabras que le
sirvieron como de lema para todos sus estudios, y fueron escritas por un sabio
de su comunidad, San Vicente María Strambi. Son las siguientes: "Los que
se preparan para ser predicadores o catequistas, piensen mientras estudian, que
una inmensa cantidad de pobres pecadores les suplica diciendo: por favor:
prepárense bien, para que logren llevarnos a nosotros a la eterna
salvación". Este consejo tan provechoso lo incitó a dedicarse a los
estudios religiosos con todo el entusiasmo de su espíritu.
Cuando ya Gabriel está bastante cerca
de llegar al sacerdocio le llega la terrible enfermedad de la tuberculosis.
Tiene que recluirse en la enfermería, y allí acepta con toda alegría y gran
paciencia lo que Dios ha permitido que le suceda. De vómito de sangre en vómito
de sangre, de ahogo en ahogo, vive todo un año repitiendo de vez en cuando lo
que Jesús decía en el Huerto de los Olivos: "Padre, si no es posible que
pase de mí este cáliz de amargura, que se cumpla en mí tu santa voluntad".
La Comunidad de los Pasionistas tiene
como principal devoción el meditar en la Santísima Pasión de Jesús. Y al pensar
y repensar en lo que Cristo sufrió en la Agonía del Huerto, y en la Flagelación
y coronación de espinas, y en la Subida al Calvario con la cruz a cuestas y en
las horas de mortal agonía que el Señor padeció en la Cruz, sentía Gabriel tan
grande aprecio por los sufrimientos que nos vuelven muy semejantes a Jesús
sufriente, que lo soportaba todo con un valor y una tranquilidad
impresionantes.
Pero había otra gran ayuda que lo
llenaba de valor y esperanza, y era su fervorosa devoción a la Madre de Dios.
Su libro mariano preferido era "Las Glorias de María", escrito por
San Alfonso, un libro que consuela mucho a los pecadores y débiles, y que,
aunque lo leamos diez veces, todas las veces nos parece nuevo e impresionante.
La devoción a la Sma. Virgen llevó a Gabriel a grados altísimos de santidad.
A un religioso le aconsejaba:
"No hay que fijar la mirada en rostros hermosos, porque esto enciende
mucho las pasiones". A otro le decía: "Lo que más me ayuda a vivir
con el alma en paz es pensar en la presencia de Dios, el recordar que los ojos
de Dios siempre me están mirando y sus oídos me están oyendo a toda hora y que
el Señor pagará todo lo que se hace por él, aunque sea regalar a otro un vaso
de agua".
Y el 27 de febrero de 1862, después
de recibir los santos sacramentos y de haber pedido perdón a todos por
cualquier mal ejemplo que les hubiera podido dar, cruzó sus manos sobre el
pecho y quedó como si estuviera plácidamente dormido. Su alma había volado a la
eternidad a recibir de Dios el premio de sus buenas obras y de sus sacrificios.
Apenas iba a cumplir los 25 años.
Poco después empezaron a conseguirse
milagros por su intercesión y en 1926 el Sumo Pontífice lo declaró santo, y lo
nombró Patrono de los Jóvenes laicos que se dedican al apostolado.
Fuente: ewtn.com
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