28 de Febrero – Jueves – 7ª – Semana del T. O. – C –
San Rufino, San Justo y San Macario
Lectura
del libro del Eclesiástico (5,1-10):
No confíes en tus
riquezas,
ni digas:
«Con
esto me basta».
No
sigas tu instinto y tu fuerza,
secundando las pasiones
de tu corazón.
Y
no digas:
«Quién
puede dominarme?»,
o bien: «Quién logrará
someterme por lo que he hecho?», porque el Señor ciertamente te castigará.
No
digas:
«He
pecado, y ¿qué me ha pasado?», porque el Señor sabe esperar.
Del
perdón no te sientas tan seguro, mientras acumulas pecado tras pecado.
Y
no digas:
«Es
grande su compasión, me perdonará mis muchos pecados»,
porque él tiene
compasión y cólera, y su ira recae sobre los malvados.
No
tardes en convertirte al Señor, ni lo dejes de un día para otro, porque de
repente la ira del Señor se enciende, y el día del castigo perecerás.
No
confíes en riquezas injustas,
porque de nada te
servirán el día de la desgracia.
Palabra
de Dios
Salmo:
1
R/.
Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor
Dichoso el hombre
que no sigue el consejo
de los impíos,
ni entra por la senda de
los pecadores,
ni se sienta en la
reunión de los Cínicos;
sino que su gozo es la
ley del Señor,
y medita su ley día y
noche. R/.
Será como un árbol
plantado al borde de la
acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus
hojas;
y cuanto emprende tiene
buen fin. R/.
No así los impíos, no
así;
serán paja que arrebata
el viento.
Porque el Señor protege
el camino de los justos,
pero el camino de los
impíos acaba mal. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Marcos (9,41-50):
En aquel tiempo, dijo
Jesús a sus discípulos:
«El
que os dé a beber un vaso de agua porque sois de Cristo, en verdad os digo que
no se quedará sin recompensa.
El
que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le
encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar.
Si
tu mano te induce a pecar, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que
ir con las dos manos a la gehennan al fuego que no se apaga.
Y,
si tu pie te induce a pecar, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que
ser echado con los dos pies a la “gehennan”.
Y,
si tu ojo te induce a pecar, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de
Dios, que ser echado con los dos ojos a la “gehennan”, donde el gusano no muere
y el fuego no se apaga.
Todos
serán salados a fuego. Buena es la sal; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué
la salaréis? Tened sal entre vosotros y vivid en paz unos con otros».
Palabra
del Señor
1.
Lo que menos importa aquí es investigar el origen del verbo griego
skandalizontai, que significa estar atrapado
en una red o caer en una trampa (G.
Stáhlin) y que Marcos utiliza varias veces (Mc 6, 3; 9, 42-47; 14, 27-29) (Joel
Marcus).
Lo que interesa es la imagen de fondo,
que representa estar atrapado en una red o caer en una trampa.
2.
Pues bien, esto supuesto, lo que afirma Jesús es que portarse en la vida
de
forma que uno se dedique a poner trampas o —lo que sería peor— hacer caer e
inutilizar a los más débiles, a los más indefensos, a los que menos pueden, eso
le causa más daño al que lo hace que si lo dejaran tuerto, manco o cojo, para
el resto de sus días.
3.
Como es lógico, cuanto más alto está uno en la vida, en la sociedad o
simplemente en un puesto de trabajo o en la
familia sin más, sin duda alguna, el que está más arriba es el que tiene más
peligro de ir por la vida poniendo trampas y haciendo caer a otros, a los que
están por debajo de él.
Un obispo, un alcalde, un jefe de
oficina, un director de empresa... Todas
estas personas (y los que ocupan puestos que influyen en la vida de los demás),
sin duda alguna, en el mejor de los casos,
triunfan en la vida. Pero ¿no hacen caer a otros, no escandalizan, no hunden a
personas más débiles, por lo que sea?
Mejor es quedarse tuertos, mancos o
cojos, que te falte parte de ti mismo, con tal que no causes semejante
destrozo. Por no hablar de los que
cometen delitos castigados por las leyes y ejecutados en los tribunales o en
las cárceles.
El Evangelio es fuerte y hasta duro.
Pero lo necesitamos. Y mucho.
San Rufino, San Justo y San Macario
San Rufino, San Justo y San Macario fueron tres cristianos ejemplares que vivían en Sevilla y
coincidieron con la persecución decretada por el emperador Trajano (98-117). Su
muerte fue, por tanto, hacia el principio del siglo II.
Cuentan sus biógrafos que era su
oficio el de alfareros y que desde él cumplían con celo y eficacia su gran
deseo de propagar la fe en Jesucristo. Esto irritó sobremanera a los
responsables de mantener la fe tradicional y las buenas costumbres de Roma, que
iba decayendo, por lo que fueron detenidos y llevados a presencia del pretor,
en cumplimiento del edicto del emperador, que mandaba perseguir a los
cristianos sin contemplaciones, pues eran considerados el enemigo interior de
Roma. Se les puso ante el altar de Zeus para que participaran del sacrificio
que diariamente celebraban en su honor los sacerdotes romanos, pero como se
negasen a hacerlo, fueron entregados al verdugo para que les convenciese
mediante el tormento. Les desgarró las carnes con el látigo, les aplicó vinagre
a las heridas, se las quemó con hierro al rojo vivo, pero Rufino y sus
compañeros permanecieron firmes en su fe hasta que Dios liberó sus almas de los
cuerpos destrozados. Sus restos fueron hallados durante el mandato del quinto
prepósito general de la Compañía de Jesús (1579-1613) y encomendados a éste,
quien le dio traslado al colegio de Bari, en la Pulla (Italia), el segundo
domingo de Pascua de 1613. Su fiesta se celebra el 28 de febrero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario