5 de Febrero – Martes –
4ª – Semana del T. O. – C –
Lectura
de la carta a los Hebreos (12,1-4):
HERMANOS:
Teniendo
una nube tan ingente de testigos, corramos, con constancia, en la carrera que
nos toca, renunciando a todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia,
fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús, quien, en lugar
del gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está
sentado a la derecha del trono de Dios. Recordad al que soportó tal oposición
de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo.
Todavía
no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado.
Palabra
de Dios
Salmo:
21,26b-27.28.30.31-32
R/. Te
alabarán, Señor, los que te buscan
Cumpliré mis votos delante
de sus fieles.
Los desvalidos comerán
hasta saciarse,
alabarán al Señor los
que lo buscan:
¡Viva su corazón por
siempre! R/.
Lo recordarán y volverán al Señor
hasta de los confines
del orbe;
en su presencia se
postrarán
las familias de los
pueblos.
Ante él se postrarán las
cenizas de la tumba,
ante él se inclinarán
los que bajan al polvo. R/.
Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá,
hablarán del Señor a la
generación futura,
contarán su justicia al
pueblo que ha de nacer:
«Todo lo que hizo el
Señor». R/.
Lectura
del santo evangelio según san Marcos (5,21-43):
EN aquel tiempo, Jesús
atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su
alrededor y se quedó junto al mar.
Se
acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus
pies, rogándole con insistencia:
«Mi
niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y
viva».
Se
fue con él y lo seguía mucha gente que lo apretujaba.
Había
una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Había sufrido
mucho a manos de los médicos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero,
en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por
detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando:
«Con
solo tocarle el manto curaré».
Inmediatamente
se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús,
notando que había salido fuerza de él, se volvió enseguida, en medio de la
gente y preguntaba:
«Quién
me ha tocado el manto?».
Los
discípulos le contestaban:
«Ves
cómo te apretuja la gente y preguntas: “Quién me ha tocado?”».
Él
seguía mirando alrededor, para ver a la que había hecho esto. La mujer se
acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que le había ocurrido, se le
echó a los pies y le confesó toda la verdad.
Él
le dice:
«Hija,
tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad».
Todavía
estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle:
«Tu
hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?».
Jesús
alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga:
«No
temas; basta que tengas fe».
No
permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de
Santiago. Llegan a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los
que lloraban y se lamentaban a gritos y después de entrar les dijo:
«¿Qué
estrépito y qué lloros son estos? La niña no está muerta; está dormida».
Se
reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la
niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le
dijo:
«Talitha
qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»).
La
niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron
fuera de sí llenos de estupor.
Les
insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.
Palabra
del Señor
1.
Al pensar lo que nos quiere decir este relato, lo que menos importa es
verificar si realmente lo que hizo Jesús fue
curar a una mujer enferma y resucitar a una niña difunta. Jesús no iba por la
vida haciendo milagros para demostrar que él era Dios. Ni sabemos lo que es un
"milagro". Lo que sabemos es
que Jesús le remedió el sufrimiento a la mujer
que padecía hemorragias. Y que
acabó con las penas y lamentos de una familia
que lloraba a su hija difunta.
O sea, donde había dolor y
sufrimiento, Jesús ponía felicidad y alegría. Esto es lo único seguro que hay
en este evangelio.
2.
Nos han explicado los evangelios de manera, que nos interesa más
"saber"
lo que sucedió que "vivir" lo que
vivió Jesús. Los estudios de los evangelios y las investigaciones de los
estudiosos se han orientado de manera, que a mucha gente le interesa solamente
saber si "Jesús es Dios". Pero no se preguntan si los cristianos
vamos por la vida aliviando las penas que podemos remediar y dando la alegría
que tendríamos que dar.
3.
La religiosidad de Jesús no consiste en creer en milagros y en cosas
extraordinarias. La religiosidad de Jesús se centra en una
sola cosa: que vivamos de tal manera que no soportemos el sufrimiento de quien
sea. Por tanto, ser
siempre buenas personas, estar cerca de todo
el que sufre, dar alegría y paz incluso a nuestros enemigos. Esto es lo que
cada relato de curaciones y "milagros" nos tendría que dejar clavado
en el alma hasta el fondo de nuestro ser.
Santa Águeda
Memoria
de santa Águeda, Gadea, o Ágata (Agatha), virgen y mártir, que en Catania,
ciudad de Sicilia, siendo aún joven, en medio de la persecución mantuvo su
cuerpo incontaminado y su fe íntegra en el martirio, dando testimonio en favor
de Cristo Señor (c. 251).
Vida de Santa Águeda
Santa Águeda poseía todo lo que una
joven suele desear: Una familia distinguida y belleza extraordinaria. Pero
atesoraba mucho más que todo su fe en Jesucristo. Así lo demostró cuando el
Senador Quintianus se aprovechó de la persecución del emperador Decio (250-253)
contra los cristianos para intentar poseerla. Las propuestas del senador fueron
resueltamente rechazadas por la joven virgen, que ya se había comprometido con
otro esposo: Jesucristo.
Quintianus no se dio por vencido y la
entregó en manos de Afrodisia, una mujer malvada, con la idea de que esta la
sedujera con las tentaciones del mundo. Pero sus malas artes se vieron
fustigadas por la virtud y la fidelidad a Cristo que demostró Santa Águeda.
Quintianus entonces, poseído por la
ira, torturó a la joven virgen cruelmente, hasta llegar a ordenar que se le
corten los senos. Es famosa respuesta de Santa Águeda: "Cruel tirano, ¿no
te da vergüenza torturar en una mujer el mismo seno con el que de niño te
alimentaste?". La santa fue consolada con una visión de San Pedro quién,
milagrosamente, la sanó. Pero las torturas continuaron y al fin fue meritoria
de la palma del martirio, siendo echada sobre carbones encendidos en Catania,
Sicilia (Italia).
Según la tradición, en una erupción
del volcán Etna, ocurrida un año después del martirio de Santa Águeda (c.250),
la lava se detuvo milagrosamente al pedir los pobladores del área la
intercesión de la santa mártir. Por eso la ciudad de Catania la tiene como
patrona y las regiones aledañas al Etna la invocan como patrona y protectora
contra fuego, rayos y volcanes. Además de estos elementos, la iconografía de
Santa Águeda suele presentar la palma (victoria del martirio), y algún símbolo
o gesto que recuerde las torturas que padeció (ver imagen, arriba).
Tanto Catania como Palermo reclaman
el honor de ser la cuna de Santa Águeda. En algunos lugares, el "pan de
Santa Águeda" y agua son bendecidos durante la misa de su fiesta.
La Iglesia de Santa Águeda en Roma
tiene una impresionante pintura de su martirio sobre el altar mayor.
Fuente: Spider Martirologio + corazones.org
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