martes, 16 de abril de 2019

Párate un momento: El Evangelio de dia 17 de ABRIL – MIÉRCOLES SANTO – C – San Aniceto papa




17 de ABRIL –
MIÉRCOLES SANTO – C –
San Aniceto papa

Lectura del libro de Isaías (50,4-9a):

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados.
El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos.
El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí?
Comparezcamos juntos. ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque.
Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?

Palabra de Dios

Salmo: 68,8-10.21-22.31.33-34

R/. Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor

Por ti he aguantado afrentas,
la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos,
un extranjero para los hijos de mi madre;
porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí. R/.

La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco.
Espero compasión, y no la hay;
consoladores, y no los encuentro.
En mi comida me echaron hiel,
para mi sed me dieron vinagre. R/.

Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias.
Miradlo, los humildes, y alegraos,
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (26,14-25):

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, a los sumos sacerdotes y les propuso:
«¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»
Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»
Él contestó:
«ld a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos."»
Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce.
Mientras comían dijo:
 «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»
Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
«¿Soy yo acaso, Señor?»
Él respondió:
«El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar.
El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido.»
Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
«¿Soy yo acaso, Maestro?»
Él respondió:
«Tú lo has dicho.»

Palabra del Señor

1.  Ante todo, conviene dejar claro cuándo se celebró la "última cena".
- ¿Fue en la fiesta religiosa de la Pascua judía?
- ¿O se celebró la víspera?
Dicho de otra manera, la "última cena"
- ¿fue la cena de Pascua?
- ¿O fue una cena de despedida
simplemente?   
No se trata de una mera curiosidad histórica.  Lo que está en juego es si la Eucaristía debe ser lo que fue para los primeros cristianos, "una cena" en recuerdo de Jesús o debe ser un "rito religioso", una misa.
Pues bien, según el evangelio de Juan (el más seguro en esta cuestión) (U. Luz), la cena se celebró "antes de la Pascua" (Jn 13, 1; 18, 28). Jesús, por tanto, murió el día de la Preparación de la Pascua (Jn 19, 14; cf. 19, 31.42).
Es importante que a los cristianos se les deje esto claro. Solo así, empezaremos a entender la Cena y la Eucaristía.

     2. - ¿Por qué hizo Judas una cosa tan   vergonzosa como fue vender y traicionar a Jesús?
No fue por motivos políticos o revolucionarios. Porque era un "sicario" (derivado de "iscarios", de ahí el apodo de lscariote) (O. Cullmann), del grupo más violento de los zelotas. Esto no pudo ser así, ya que, en los años 30 (del s. I), no existían todavía los zelotas como grupo organizado. Tampoco parece que fuera por motivos económicos.
Judas vendió a Jesús por treinta monedas plata (Mt 27, 3-9; cf. 28, 12-15). Una cantidad que venía a ser la décima parte de lo que costó el perfume con el que María ungió a Jesús en la cena de Betania (cf. Mc 14, 5). Medido en plata, el cariño es diez veces más caro y costoso que el odio.             

3.  En definitiva, ¿qué podemos decir de la traición de Judas?
Jesús, al encarnarse en el mundo, se humanizó. Y eso llevaba consigo pasar por donde pasa gran parte de la humanidad.  
Antes o después, pasamos por vernos traicionados por personas de las que nos   hemos fiado y en las que hemos puesto nuestra confianza. 
Traición es "quebrantar la lealtad o la fidelidad". Por eso, el traidor es el modelo del que da el golpe y clava el cuchillo donde más duele. Y es que, en realidad, Judas había roto su relación de fidelidad (seguimiento) con Jesús. Por eso, sin duda, en la cena, ya no le llama Kyrios (Señor), como hicieron los discípulos (Mt 26, 22), sino que Judas se dirige a Jesús como Rabbi (Rabino) (Mt 26, 25), título del leguleyo que somete a los alumnos (M. Hengel).
 Judas no era un egoísta "perrillero", ya que tiró el dinero en el Templo. Tampoco era un sicópata, puesto que   reconoció su culpa y por eso se ahorcó (Mt 27, 5). El seguimiento de Jesús se basa en despojarse de todo, para poner "toda la seguridad" de nuestra vida en Jesús (D. Bonhoeffer, M. Hengel). Y esto es lo que perdió Judas. 
En realidad, los jefes de los sacerdotes no necesitaban la colaboración de Judas para arrestar a Jesús. Ellos sabían bien quién era Jesús, dónde estaba y cómo apresarlo.
Entonces, lo de Judas, - ¿para qué? 
Para que quedase patente que Dios, en Jesús, pasó por donde pasa lo más duro y humillante de la condición humana. 
Judas nos enseña lo que es seguir a Jesús o dejar de seguirle.
- ¿Dónde y en qué ponemos nuestra seguridad?

San Aniceto papa


Duodécimo sucesor de San Pedro, defendió a la Iglesia de las herejías.

Vida de San Aniceto papa

Las noticias que tenemos sobre su vida son pocas. Es el duodécimo sucesor de san Pedro; fue papa entre san Pío I y san Sotero; rigió a la Iglesia por el tiempo que duran once años- desde el 155 al 166- y era originario de Emesa, en Siria.
Las circunstancias en las que trabajó vienen dadas por la situación social, política, económica y cultural de la época. En el siglo II se utilizaba el griego como lengua cultual; los papas suelen ser provenientes de familias humildes del pueblo; ser elegido para ese servicio era elección para el martirio (hasta el siglo IV todos los papas dieron su vida por la fe).
El cuidado o servicio a los hermanos tenía que ser intenso, sacrificado, valiente, generoso y muy exigente pero lleno de bondad. Los discípulos de Jesús que aumentaban cada día llevaban aún una existencia precaria aún en los períodos de paz. Incluso con los Antoninos, la muerte para el cristiano podía estar detrás de cualquier acusación o acontecimiento; hasta el estoico Marco Aurelio pensó que la paciencia de los mártires cristianos era fanatismo.
Había que esforzarse en llevar a los paganos el misterio, porque el Reino era también para darlo a ellos. Fue preciso contrarrestar a los pensantes paganos listos que, con sarcasmo, ironía y calumnia, ridiculizaban el espíritu y vida de los cristianos. Por eso la fe se hizo, además, apología.
A los cuidados hacia fuera hay que añadir la atención primaria de la grey con los problemas que surgen desde dentro. Ya pululaban por doquier versiones cristianas de fe que no coincidían con el genuino modelo y era preciso mantener a cualquier precio la pureza de la fe recibida. Esa era la situación del complejo sistema que luego se llamó gnosticismo -se tienen por cristianos y enseñan el secreto conocimiento de lo divino, reciben influencias platónicas y de religiones dualistas persas, forman grupos cerrados, niegan la muerte expiatoria de Jesús y rechazan la resurrección del cuerpo terrenal-. Marción era gnóstico, vivió en Roma y en tiempo del papa Aniceto; decía que había dos principios: el bueno era Dios y el espíritu maléfico creó el mundo, la materia y el cuerpo; se hizo rico con negocios navieros; hacía estrago entre los cristianos sembrando confusión y negando el valor del cuerpo con su rigorismo extremo. En estos cuidados discurrió la vida de Aniceto.

Hubo un asunto peculiar que merece comentario. Policarpo viene a Roma para tratar con el papa un tema serio. Él fue en su tiempo discípulo directo de san Juan, el apóstol joven, y ahora es el obispo de Esmirna. Con sus ochenta y cinco años quiere dejar acordada la fecha de la principal fiesta cristiana. Los de Oriente siguen la tradición joánica, mientras que los de Occidente siguen la tradición de Pedro. No llegaron a ponerse de acuerdo. Es una cuestión -la de la Pascua- que tardará en resolverse hasta el concilio de Nicea. Pero se despiden en comunión sin romper la unidad ni quebrantar la caridad ¡Todo un ejemplo!
No hay datos explícitos y concluyentes sobre el lugar y modo de su tránsito. El Liber Pontificalis -aunque empleando una expresión extraña por lo inusual- lo coloca entre los mártires; luego, la tradición constante de los martirologios habla de martirio y señala la fecha del 17 de abril, aunque no es unánime. En lo referente al lugar de su enterramiento, se señala en cementerio de san Calixto, donde con frecuencia se enterró a los papas.
La reliquia de su cabeza fue entregada al arzobispo de Múnich, Minucio, en el año 1590, y se venera en la iglesia que rigen los jesuitas en la ciudad. Los restos reposan en el sarcófago que soporta el altar Mayor -el que consagró el cardenal Merry del Val en 1910- de la capilla del Pontificio Colegio Español de Roma; fueron traslados al que entonces era palacio renacentista de los duques de Altemps, en el año 1604. Por eso, en la bóveda está pintada, entre guirnaldas barrocas y múltiples amorcillos, la apoteosis de san Aniceto, con capa desplegada y ascendiendo al cielo.

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