11 de ABRIL – JUEVES –
V – SEMANA DE CUARESMA – C –
Lectura
del libro del Génesis (17,3-9):
En aquellos días, Abrán
cayó rostro en tierra y Dios le habló así:
«Por
mi parte, esta es mi alianza contigo: serás padre de muchedumbre de pueblos.
Ya
no te llamarás Abrán, sino Abrahán, porque te hago padre de muchedumbre de
pueblos. Te haré fecundo sobremanera: sacaré pueblos de ti, y reyes nacerán de
ti.
Mantendré
mi alianza contigo y con tu descendencia en futuras generaciones, como alianza
perpetua. Seré tu Dios y el de tus descendientes futuros. Os daré a ti y a tu
descendencia futura la tierra en que peregrinas, la tierra de Canaán, como
posesión perpetua, y seré su Dios».
El
Señor añadió a Abrahán:
«Por
tu parte, guarda mi alianza, tú y tus descendientes en sucesivas generaciones».
Palabra
de Dios
Salmo:
104,4-5.6-7.8-9
R/. El
Señor se acuerda de su alianza eternamente
V/. Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su
rostro.
Recordad las maravillas
que hizo,
sus prodigios, las
sentencias de su boca. R/.
V/. ¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su
elegido!
El Señor es nuestro
Dios,
él gobierna toda la
tierra. R/.
V/. Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por
mil generaciones;
de la alianza sellada
con Abrahán,
del juramento hecho a
Isaac. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Juan (8,51-59):
En aquel tiempo, dijo
Jesús a los judíos:
«En
verdad, en verdad os digo: quien guarda mi palabra no verá la muerte para
siempre».
Los
judíos le dijeron:
«Ahora
vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú
dices:
“Quien
guarde mi palabra no gustará la muerte para siempre”?
¿Eres
tú más que nuestro padre Abrahán, que murió?
También
los profetas murieron,
¿por
quién te tienes?».
Jesús
contestó:
«Si
yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es
mi Padre, de quien vosotros decís: “Es nuestro Dios”, aunque no lo conocéis.
Yo
sí lo conozco, y si dijera “No lo conozco” sería, como vosotros, un embustero;
pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo
pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría».
Los
judíos le dijeron:
«No
tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?».
Jesús
les dijo:
«En
verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, yo soy».
Entonces
cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.
Palabra
del Señor
1.
Jesús fue un ser humano, en el pleno sentido de lo humano, de todo lo
que entraña nuestra condición humana y nuestra humanidad. Lo genial de Jesús
es que, en él, lo "humano" apareció
en su integridad, no limitado, ni contaminado por lo "inhumano" que nos
embrutece e incluso nos encanalla.
La doctrina teológica que defiende que
Jesús no era plenamente humano, sino una mera apariencia de humanidad, es el
Monofisismo, la extraña doctrina que
defendió, en el s. V, Eutiques, archimandrita de un monasterio de
Constantinopla (la actual Estambul).
Esta doctrina fue condenada como herejía en el concilio de Calcedonia
(en 451). El problema está en que, en Jesús, se unen "lo humano" y "lo divino". Por eso Jesús
resultaba tan desconcertante.
2.
De ahí, la genialidad y lo único de Jesús: que, al ser "perfecto en
su humanidad" y "perfecto en la divinidad", el resultado fue que
su humanidad trascendió "el tiempo": por eso, ya el patriarca Abrahán
pensaba en él, deseaba
su venida, esperaba su venida.
La humanidad de Jesús trascendió
"la muerte": por eso Jesús se atreve a decir, con toda seriedad y
firmeza, que "quien cree en él no morirá para siempre".
La humanidad de Jesús trascendió
"la tristeza" que nos deprime, nos hunde, nos amarga la vida: por eso Jesús dijo
que Abrahán se alegró pensando en la
venida del Salvador que es Jesús.
3.
Todos anhelamos encontrar "el sentido de la vida". Es,
seguramente, lo que más anhelamos todos; lo que buscamos y deseamos encontrar.
Una vida que trasciende las limitaciones
del tiempo, de la muerte y de la tristeza, que, por tantos motivos, se apodera
de nosotros y, a veces, nos hunde.
Seguramente en esto radica la
actualidad más fuerte que tiene Jesús para todo ser humano, sea cual sea su
religión o sus creencias. En Jesús, Dios se hace presente donde hay
humanidad. Y por eso está en todo ser
humano. Y con todo ser humano.
Él es la presencia de "lo
divino" en "lo humano".
San Estanislao
Memoria
de san Estanislao, obispo y mártir, que, entre las dificultades de su época,
fue constante defensor de la humanidad y de las costumbres cristianas, rigió
como buen pastor la iglesia de Cracovia, ayudó a los pobres, visitó cada año a
sus clérigos y, finalmente, mientras celebraba los divinos misterios, fue
muerto por orden de Boleslao, rey de Polonia, al que había reprendido.
Vida
de San Estanislao
Nació cerca de Cracovia, Polonia,
en el año 1030. Sus padres llevaban treinta años de casados sin lograr tener
hijos y consideraron el nacimiento de Estanislao como un verdadero regalo de
Dios. Lo educaron lo más piadosamente que pudieron.
Estudió en Polonia y en París, y
una vez ordenado sacerdote por el obispo de Cracovia (que es la segunda ciudad
de Polonia), le nombraron párroco de la catedral. Se distinguió por su gran
elocuencia, por el impresionante ejemplo de vida santa que brindaba a todos con
su buen comportamiento, y por la reforma de costumbres que lograba conseguir
con sus predicaciones y con su dirección espiritual.
El señor obispo deseaba que
Estanislao fuera su sucesor, pero él no aceptaba ser obispo porque se creía
indigno de tan alta dignidad. Sin embargo, al morir el prelado, el pueblo lo
aclamó como el más digno para asumir su puesto. Ejerció el obispado por siete
años, desde el año 1072, hasta el año de su muerte, 1079.
Era muy estricto en exigir a cada
sacerdote el cumplimento exacto de sus deberes sacerdotales. Visitaba cada año
a todas las parroquias y dedicaba mucho tiempo a la predicación y a la
instrucción del pueblo. Su palacio episcopal vivía lleno de pobres, porque
jamás negaba ayudas a los necesitados. Tenía una lista de las familias que
estaban pasando por situaciones económicas más penosas, para enviarles sus
generosas ayudas.
El rey de Polonia, Boleslao, era
un valiente guerrero, pero se dejaba dominar por sus bajas pasiones. Al
principio se entendía muy bien con el obispo Estanislao, pero luego empezó a
cometer faltas muy graves que escandalizaban y daban muy mal ejemplo al pueblo.
El obispo tuvo que intervenir fuertemente en esta situación. San Estanislao
recordaba muy bien aquel mandato de San Pablo: “Es necesario reprender,
aconsejar y hasta amenazar, con toda paciencia y doctrina, porque llega el
tiempo en que los hombres arrastrados por sus propias pasiones ya no quieren oír
las doctrinas verdaderas, sino las falsedades” (2 Tim 4,2).
Como San Juan Bautista con
respecto a Herodes, el valiente Obispo de Cracovia, levantó la voz, amonestando
al poderoso soberano sobre el deber de respetar los derechos ajenos. En efecto,
las crónicas del tiempo narran que el rey se enamoró de la bella Cristina,
esposa de Miecislao, y sin pensarlo dos veces, la hizo raptar con grave
escándalo para todo el país. Consecuentemente, Estanislao le amenazó con la
excomunión, y después le excomulgó. Entonces el rey Boleslao se enfureció y
ordenó asesinar a Estanislao en Cracovia, en la iglesia de santa Matilde,
durante la celebración de la Santa Misa. Cuentan que el horrible asesinato lo
hubo de cometer el mismo soberano, después que los guardias a quienes envió se
vieron obligados a retirarse por una fuerza misteriosa. Desde el mismo día de
su martirio, los polacos comenzaron a venerarlo. San Estanislao fue canonizado
el 17 de agosto de 1253, en la basílica de San Francisco de Asís, y desde
entonces se difundió su culto en toda Europa y América.
San Juan Pablo II fue obispo de
Cracovia y como tal, sucesor de San Estanislao.
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