jueves, 25 de abril de 2019

Párate un momento: El Evangelio del dia 26 de ABRIL – VIERNES – OCTAVA DE PASCUA DE RESURRECCIÓN – C San Isidoro de Sevilla






26 de ABRIL – VIERNES –
OCTAVA DE PASCUA DE RESURRECCIÓN – C

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (4,1-12):

EN aquellos días, mientras Pedro y Juan hablaban al pueblo, después de que el paralítico fuese sanado, se les presentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del templo y los saduceos, indignados de que enseñaran al pueblo y anunciaran en Jesús la resurrección de los muertos. Los apresaron y los metieron en la cárcel hasta el día siguiente, pues ya era tarde. Muchos de los que habían oído el discurso creyeron; eran unos cinco mil hombres.
Al día siguiente, se reunieron en Jerusalén los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas, junto con el sumo sacerdote Más, y con Caifás y Alejandro, y los demás que eran familia de sumos sacerdotes, Hicieron comparecer en medio de ellos a Pedro y a Juan y se pusieron a interrogarlos:
«¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho eso vosotros?».
Entonces Pedro, lleno de Espíritu Santo, les dijo:
«Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el Nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por este Nombre, se presenta este sano ante vosotros. Él es “la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular”; no hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos».

Palabra de Dios

Salmo:117,1-2.4.22-24.25-27a

R/. La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia. R/.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día que hizo el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R/.

Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios, él nos ilumina. R/.

Secuencia   (Opcional)

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

Los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.

Lectura del santo evangelio según san Juan (21,1-14):

EN aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, apodado el Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea; los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice:
«Me voy a pescar».
Ellos contestan:
«Vamos también nosotros contigo».
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada.
Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice:
«Muchachos, ¿tenéis pescado?».
Ellos contestaron:
«No».
Él les dice:
«Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis».
La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro:
«Es el Señor».
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque rio distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.
Jesús les dice:
«Traed de los peces que acabáis de coger».
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice:
«Vamos, almorzad».
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor

1.  Los especialistas en el estudio del evangelio de Juan suelen ver este capítulo 21 corno una añadidura, un   "Epílogo", que se puso al final, después de
terminado el evangelio en el cap. 20. Baste pensar que todo el IV evangelio está dedicado a establecer la identidad de Jesús (quién era, qué representaba, para qué había venido al mundo...). O sea, el centro del evangelio de Juan es la cristología. Mientras que, en el cap. 21, el centro es la Iglesia, el papel de Pedro y el significado del discípulo Juan (J. Zumstein).

2. ¿Qué nos dice este relato sobre la Iglesia?
Lo primero es que la Iglesia se ve amenazada por el peligro de que sus   apóstoles y dirigentes se conviertan en "funcionarios", que buscan colocarse como    quienes buscan pescar, ganar, vivir... Ni más, ni menos que eso. Esto, por desgracia, ocurre demasiado en la
Iglesia.
Otro peligro, frecuente en la Iglesia: sus funcionarios" están con Jesús, pero no se comunican con él. Es el silencio de los discípulos mientras comen con Jesús y junto a Jesús.
El tercer peligro es llevar en las conciencias "desencuentros" con Jesús (infidelidades, traiciones, negaciones, cobardías...).  Y llevar todo eso sin haberlo resuelto. Justamente lo que le ocurría a Pedro, que había negado tres veces a Jesús.
El cuarto peligro es no tener claro cuál tiene que ser el motor del gobierno en la Iglesia: ¿es el poder? ¿Es la autoridad? ¿Es el seguimiento de Jesús? 
Y quinto peligro: ignorar que en la Iglesia tienen un puesto importante las vocaciones carismáticas (místicos y profetas), cuya vocación y misión nada ni nadie puede (ni debe) intentar controlar y someter.

3.  Las claves de una Iglesia que vive como Jesús quiere:
1) Jesús no quiere "funcionarios", sino "seguidores", que se fían ciegamente del Evangelio y ponen en él todo el sentido de sus vidas.
2) Jesús quiere una Iglesia en la que sus seguidores se comuniquen constantemente con él, dialoguen con él,
se fíen de él.
3) Jesús quiere conciencias limpias, que no tienen cuentas por resolver, ni asuntos turbios que ocultar. O sea, personas "transparentes".
4) Lo determinante en la Iglesia no tiene que ser el "poder", ni la "autoridad", sino la "ejemplaridad" de quienes siguen a Jesús, por la fuerza de un cariño, que se superpone a todo lo demás. Lo que Jesús le exigió a Pedro en las tres famosas preguntas: ¿Me quieres más que estos?
5) En la Iglesia se han de respetar las
"vocaciones" de místicos y profetas. Respeto para ellos, siempre. Aunque no siempre se les comprenda como así ha sucedido y sigue sucediendo, pues larga es la lista de mujeres y hombres eminentes que se vieron perseguidos, encarcelados, torturados, excomulgados, martirizados... Porque nadie los comprendió, ni los aceptó.

San Isidoro de Sevilla

Arzobispo, Doctor de la Iglesia, teólogo, historiador. Reconocido como el hombre más sabio de su época.

Vida de San Isidoro de Sevilla

Nació en Cartagena, España el año 556. Su padre llamado Severiano, nacido en Cartagena, probablemente era de una familia romana, pero estaba emparentado con los reyes visigodos.
Isidoro o Isidro de Sevoñña era el menor de cuatro hermanos. Sus dos hermanos, Leandro y Fulgencio también llegaron a ser santos. Su hermana Santa Florentina, fue abadesa de varios conventos.
Su hermano Leandro que era mucho mayor que él, se encargó de su educación porque quedaron huérfanos siendo Isidoro un niño. Probablemente lo envió a un monasterio para seguir estudiando.
Isidoro llegó a ser uno de los hombres más sabios de su época, aunque al mismo tiempo era un hombre de profunda humildad y caridad. Fue un escritor muy leído. Se lo llamó el Maestro de la Edad Media o de la Europa Medieval y primer organizador de la cultura cristiana. La principal contribución de San Isidoro a la cultura, fueron sus Etimologías u Orígenes, una "summa" muy útil de la ciencia antigua condensando, más con celo que con espíritu crítico los principales resultados de la ciencia de la época, siendo uno de los textos clásicos hasta mediados del siglo XVI.
Fue un escritor muy fecundo: entre sus primeras obras está un diccionario de sinónimos, un tratado de astronomía y geografía, un resumen de la historia desde la creación, biografías de hombres ilustres, un libro sobre los valores del Antiguo y del Nuevo Testamento, un código de reglas monacales, varios tratados teológicos y eclesiásticos y la historia de los visigodos, que es lo más valioso en nuestros días, ya que es la única fuente de información sobre los godos. También escribió historia de los vándalos y de los suevos.
San Isidoro fue como un puente entre la Edad Antigua que terminaba y la Edad Media que comenzaba. Su influencia fue muy grande en Europa, especialmente en España. Entre sus discípulos está San Ildefonso de Toledo.
Probablemente ayudó a su hermano Leandro, obispo de Sevilla a gobernar la diócesis. Le sucedió en el cargo cuando murió. Su episcopado duró treinta y siete años, bajo seis reyes, completó la obra comenzada por San Leandro, que fue de convertir a los visigodos del arrianismo al catolicismo.
Su principal preocupación como obispo fue la de lograr una madurez cultural y moral del clero español. Fundó un colegio eclesiástico, prototipo de los futuros seminarios, dedicándose personalmente a la instrucción de los candidatos al sacerdocio.
Como su hermano, fue el obispo más popular y autorizado de su tiempo.
Continuó la costumbre de su hermano de arreglar las cuestiones de disciplina eclesiástica en los sínodos, cuya organización se debió en gran parte a San Leandro y San Isidoro.
San Isidoro presidió el segundo Concilio de Sevilla en 619, y el cuarto Concilio de Toledo, en 633. Muchos de los decretos del Concilio fueron obra de San Isidoro, especialmente el decreto que se estableciese un seminario en todas las diócesis.
Su sistema educativo era abierto y progresista, propuso un sistema que abarca todas las ramas del saber humano.
Según parece, San Isidoro previó que la unidad religiosa y un sistema educativo amplio, podían unificar los elementos heterogéneos que amenazaba desintegrar España y gracias a eso gran parte del país se convirtió en un centro de cultura, mientras que el resto de Europa se hundía en la barbarie.
Otro de los grandes servicios que San Isidoro prestó a la Iglesia española fue el de completar el misal y el breviario mozárabes, que San Leandro había empezado a adaptar de la antigua liturgia española.
San Isidoro se formó con lecturas de San Agustín y San Gregorio Magno.
Su amor a los pobres era inmenso. En los últimos seis meses aumentó tanto sus limosnas que los pobres llegaban de todas partes a pedir y recibir ayuda.
Cuando sintió que iba a morir, pidió perdón públicamente por todas sus faltas, perdonó a sus enemigos y suplicó al pueblo que rogara a Dios por él. Distribuyendo entre los pobres el resto de sus posesiones, volvió a su casa y murió apaciblemente el 4 de abril del año 636 a la edad de 80 años.
La Santa Sede lo declaró Doctor de la Iglesia, en 1722.

Fuente: http://www.corazones.org


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