26 de ABRIL – VIERNES –
OCTAVA DE PASCUA DE RESURRECCIÓN – C
Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles (4,1-12):
EN aquellos días, mientras
Pedro y Juan hablaban al pueblo, después de que el paralítico fuese sanado, se
les presentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del templo y los
saduceos, indignados de que enseñaran al pueblo y anunciaran en Jesús la
resurrección de los muertos. Los apresaron y los metieron en la cárcel hasta el
día siguiente, pues ya era tarde. Muchos de los que habían oído el discurso
creyeron; eran unos cinco mil hombres.
Al día siguiente, se
reunieron en Jerusalén los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas, junto
con el sumo sacerdote Más, y con Caifás y Alejandro, y los demás que eran
familia de sumos sacerdotes, Hicieron comparecer en medio de ellos a Pedro y a
Juan y se pusieron a interrogarlos:
«¿Con
qué poder o en nombre de quién habéis hecho eso vosotros?».
Entonces
Pedro, lleno de Espíritu Santo, les dijo:
«Jefes
del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos
interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; quede bien
claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el Nombre de Jesucristo el
Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los
muertos; por este Nombre, se presenta este sano ante vosotros. Él es “la piedra
que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra
angular”; no hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a
los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos».
Palabra
de Dios
Salmo:117,1-2.4.22-24.25-27a
R/.
La piedra que desecharon los arquitectos
es
ahora la piedra angular
Dad gracias al Señor porque
es bueno,
porque es eterna su
misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia. R/.
La piedra que desecharon los
arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha
hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día que hizo el
Señor:
sea nuestra alegría y
nuestro gozo. R/.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en
nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa
del Señor;
el Señor es Dios, él nos
ilumina. R/.
Secuencia (Opcional)
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
Los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.
Lectura
del santo evangelio según san Juan (21,1-14):
EN aquel tiempo, Jesús se
apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció
de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro,
Tomás, apodado el Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea; los Zebedeos y
otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice:
«Me voy
a pescar».
Ellos
contestan:
«Vamos
también nosotros contigo».
Salieron
y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada.
Estaba
ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no
sabían que era Jesús.
Jesús
les dice:
«Muchachos,
¿tenéis pescado?».
Ellos
contestaron:
«No».
Él les
dice:
«Echad
la red a la derecha de la barca y encontraréis».
La
echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a
quien Jesús amaba le dice a Pedro:
«Es el
Señor».
Al oír
que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó
al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque rio distaban de
tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces. Al
saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.
Jesús
les dice:
«Traed
de los peces que acabáis de coger».
Simón
Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces
grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús
les dice:
«Vamos,
almorzad».
Ninguno
de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que
era el Señor.
Jesús
se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Esta fue la tercera vez que
Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.
Palabra
del Señor
1.
Los especialistas en el estudio del evangelio de Juan suelen ver este
capítulo 21 corno una añadidura, un
"Epílogo", que se puso al final, después de
terminado el evangelio en el cap. 20. Baste
pensar que todo el IV evangelio está dedicado a establecer la identidad de
Jesús (quién era, qué representaba, para qué había venido al mundo...). O sea,
el centro del evangelio de Juan es la cristología. Mientras que, en el cap. 21,
el centro es la Iglesia, el papel de Pedro y el significado del discípulo Juan
(J. Zumstein).
2. ¿Qué nos dice este relato sobre la
Iglesia?
Lo primero es que la Iglesia se ve amenazada
por el peligro de que sus apóstoles y
dirigentes se conviertan en "funcionarios", que buscan colocarse
como quienes buscan pescar, ganar,
vivir... Ni más, ni menos que eso. Esto, por desgracia, ocurre demasiado en la
Iglesia.
Otro peligro, frecuente en la Iglesia:
sus funcionarios" están con Jesús, pero no se comunican con él. Es el
silencio de los discípulos mientras comen con Jesús y junto a Jesús.
El tercer peligro es llevar en las
conciencias "desencuentros" con Jesús (infidelidades, traiciones,
negaciones, cobardías...). Y llevar todo
eso sin haberlo resuelto. Justamente lo que le ocurría a Pedro, que había
negado tres veces a Jesús.
El cuarto peligro es no tener claro
cuál tiene que ser el motor del gobierno en la Iglesia: ¿es el poder? ¿Es la
autoridad? ¿Es el seguimiento de Jesús?
Y quinto peligro: ignorar que en la
Iglesia tienen un puesto importante las vocaciones carismáticas (místicos y
profetas), cuya vocación y misión nada ni nadie puede (ni debe) intentar
controlar y someter.
3.
Las claves de una Iglesia que vive como Jesús quiere:
1) Jesús no quiere
"funcionarios", sino "seguidores", que se fían ciegamente
del Evangelio y ponen en él todo el sentido de sus vidas.
2) Jesús quiere una Iglesia en la que
sus seguidores se comuniquen constantemente con él, dialoguen con él,
se fíen de él.
3) Jesús quiere conciencias limpias,
que no tienen cuentas por resolver, ni asuntos turbios que ocultar. O sea,
personas "transparentes".
4) Lo determinante en la Iglesia no
tiene que ser el "poder", ni la "autoridad", sino la
"ejemplaridad" de quienes siguen a Jesús, por la fuerza de un cariño,
que se superpone a todo lo demás. Lo que Jesús le exigió a Pedro en las tres famosas
preguntas: ¿Me quieres más que estos?
5) En la Iglesia se han de respetar
las
"vocaciones" de místicos y profetas.
Respeto para ellos, siempre. Aunque no siempre se les comprenda como así ha sucedido
y sigue sucediendo, pues larga es la lista de mujeres y hombres eminentes que
se vieron perseguidos, encarcelados, torturados, excomulgados, martirizados...
Porque nadie los comprendió, ni los aceptó.
San Isidoro de Sevilla
Arzobispo, Doctor de la Iglesia,
teólogo, historiador. Reconocido como el hombre más sabio de su época.
Vida de San Isidoro de Sevilla
Nació en Cartagena, España el año
556. Su padre llamado Severiano, nacido en Cartagena, probablemente era de una
familia romana, pero estaba emparentado con los reyes visigodos.
Isidoro o Isidro de Sevoñña era
el menor de cuatro hermanos. Sus dos hermanos, Leandro y Fulgencio también
llegaron a ser santos. Su hermana Santa Florentina, fue abadesa de varios
conventos.
Su hermano Leandro que era mucho
mayor que él, se encargó de su educación porque quedaron huérfanos siendo
Isidoro un niño. Probablemente lo envió a un monasterio para seguir estudiando.
Isidoro llegó a ser uno de los
hombres más sabios de su época, aunque al mismo tiempo era un hombre de
profunda humildad y caridad. Fue un escritor muy leído. Se lo llamó el Maestro
de la Edad Media o de la Europa Medieval y primer organizador de la cultura
cristiana. La principal contribución de San Isidoro a la cultura, fueron sus
Etimologías u Orígenes, una "summa" muy útil de la ciencia antigua
condensando, más con celo que con espíritu crítico los principales resultados
de la ciencia de la época, siendo uno de los textos clásicos hasta mediados del
siglo XVI.
Fue un escritor muy fecundo:
entre sus primeras obras está un diccionario de sinónimos, un tratado de
astronomía y geografía, un resumen de la historia desde la creación, biografías
de hombres ilustres, un libro sobre los valores del Antiguo y del Nuevo
Testamento, un código de reglas monacales, varios tratados teológicos y
eclesiásticos y la historia de los visigodos, que es lo más valioso en nuestros
días, ya que es la única fuente de información sobre los godos. También
escribió historia de los vándalos y de los suevos.
San Isidoro fue como un puente
entre la Edad Antigua que terminaba y la Edad Media que comenzaba. Su
influencia fue muy grande en Europa, especialmente en España. Entre sus
discípulos está San Ildefonso de Toledo.
Probablemente ayudó a su hermano
Leandro, obispo de Sevilla a gobernar la diócesis. Le sucedió en el cargo
cuando murió. Su episcopado duró treinta y siete años, bajo seis reyes,
completó la obra comenzada por San Leandro, que fue de convertir a los
visigodos del arrianismo al catolicismo.
Su principal preocupación como
obispo fue la de lograr una madurez cultural y moral del clero español. Fundó
un colegio eclesiástico, prototipo de los futuros seminarios, dedicándose
personalmente a la instrucción de los candidatos al sacerdocio.
Como su hermano, fue el obispo más
popular y autorizado de su tiempo.
Continuó la costumbre de su
hermano de arreglar las cuestiones de disciplina eclesiástica en los sínodos,
cuya organización se debió en gran parte a San Leandro y San Isidoro.
San Isidoro presidió el segundo
Concilio de Sevilla en 619, y el cuarto Concilio de Toledo, en 633. Muchos de
los decretos del Concilio fueron obra de San Isidoro, especialmente el decreto
que se estableciese un seminario en todas las diócesis.
Su sistema educativo era abierto
y progresista, propuso un sistema que abarca todas las ramas del saber humano.
Según parece, San Isidoro previó
que la unidad religiosa y un sistema educativo amplio, podían unificar los
elementos heterogéneos que amenazaba desintegrar España y gracias a eso gran
parte del país se convirtió en un centro de cultura, mientras que el resto de
Europa se hundía en la barbarie.
Otro de los grandes servicios que
San Isidoro prestó a la Iglesia española fue el de completar el misal y el
breviario mozárabes, que San Leandro había empezado a adaptar de la antigua
liturgia española.
San Isidoro se formó con lecturas
de San Agustín y San Gregorio Magno.
Su amor a los pobres era inmenso.
En los últimos seis meses aumentó tanto sus limosnas que los pobres llegaban de
todas partes a pedir y recibir ayuda.
Cuando sintió que iba a morir,
pidió perdón públicamente por todas sus faltas, perdonó a sus enemigos y
suplicó al pueblo que rogara a Dios por él. Distribuyendo entre los pobres el
resto de sus posesiones, volvió a su casa y murió apaciblemente el 4 de abril
del año 636 a la edad de 80 años.
La Santa Sede lo declaró Doctor
de la Iglesia, en 1722.
Fuente: http://www.corazones.org
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