9 de ABRIL – MARTES –
5ª – SEMANA DE CUARESMA – C –
Lectura
del libro de los Números (21,4-9):
En aquellos días, desde
el monte Hor se encaminaron los hebreos hacia el mar Rojo, rodeando el
territorio de Edón.
El pueblo se cansó de
caminar y habló contra Dios y contra Moisés:
«¿Por
qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni
agua, y nos da náuseas ese pan sin sustancia».
El
Señor envió contra el pueblo serpientes abrasadoras, que los mordían, y
murieron muchos de Israel.
Entonces
el pueblo acudió a Moisés, diciendo:
«Hemos
pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de
nosotros las serpientes».
Moisés
rezó al Señor por el pueblo y el Señor le respondió:
«Haz
una serpiente abrasadora y colócala en un estandarte: los mordidos de
serpientes quedarán sanos al mirarla».
Moisés
hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente
mordía a alguien, este miraba a la serpiente de bronce y salvaba la vida.
Palabra
de Dios
Salmo:
101,2-3.16-18.19-21
R/.
Señor, escucha mi oración,
que mi grito llegue
hasta ti
Señor, escucha mi
oración,
que mi grito llegue
hasta ti;
no me escondas tu rostro
el día de la desgracia.
Inclina tu oído hacia
mí;
cuando te invoco,
escúchame enseguida. R/.
Los gentiles temerán tu nombre,
los reyes del mundo, tu
gloria.
Cuando el Señor reconstruya
Sión
y aparezca en su gloria,
y se vuelva a las
súplicas de los indefensos,
y no desprecie sus
peticiones. R/.
Quede esto escrito para
la generación futura,
y el pueblo que será
creado alabará al Señor.
Que el Señor ha mirado
desde su excelso santuario,
desde el cielo se ha
fijado en la tierra,
para escuchar los
gemidos de los cautivos
y librar a los
condenados a muerte. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Juan (8,21-30):
En aquel tiempo, dijo
Jesús a los fariseos:
«Yo
me voy y me buscaréis, y moriréis por vuestro pecado. Donde yo voy no podéis
venir vosotros».
Y
los judíos comentaban:
«¿Será
que va a suicidarse, y por eso dice: “Donde yo voy no podéis venir vosotros”?».
Y
él les dijo:
«Vosotros
sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no
soy de este mundo. Con razón os he dicho que moriréis en vuestros pecados:
pues, si no creéis que Yo soy, moriréis en vuestros pecados».
Ellos
le decían:
«¿Quién
eres tú?».
Jesús
les contestó:
«Lo
que os estoy diciendo desde el principio. Podría decir y condenar muchas cosas
en vosotros; pero el que me ha enviado es veraz, y yo comunico al mundo lo que
he aprendido de él».
Ellos
no comprendieron que les hablaba del Padre.
Y
entonces dijo Jesús:
«Cuando
levantéis en alto al Hijo del hombre, sabréis que “Yo soy”, y que no hago nada
por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió
está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada».
Cuando
les exponía esto, muchos creyeron en él.
Palabra
del Señor
1.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que Jesús se enfrenta a los
"fariseos". Es decir, se enfrenta a
los hombres más "religiosos". ¿Y cuál es el
motivo del enfrentamiento? Lo notable de este conflicto está en que
Jesús se enfrenta con "los hombres más religiosos" porque, siendo tan
"religiosos" como eran, no se enteraban ni de lo que es Dios, ni cómo
es Dios, y menos aún de lo que Dios quiere.
¿En qué está el problema?
2.
Se trata, nada menos, que de "el problema central de todo el
Evangelio".
La cuestión está en esto: Jesús afirma
(y se apropia) tres veces la fórmula: Yo
soy (égó eimi) (Jn 8, 23. 24. 28). Esta
fórmula es la revelación del nombre de
Yahvé que Dios da de sí mismo, cuando se
manifestó a Moisés (Ex 3, 14) para decirle que quería liberar a su pueblo de la
esclavitud que sufría en Egipto.
No se trata de una definición metafísica
del "ser" de Dios (G. Von Rad). Sino que se trata de una explicación
del "actuar" de Dios, que no soporta ver el
sufrimiento de los esclavos (Ex 3, 1 ss). Y
esto justamente es lo que Jesús se aplica a sí mismo. Precisamente ante los fariseos,
ante los hombres más observantes y religiosos.
3.
- ¿Qué significa y que nos dice todo esto?
No creer en el "Yo soy"
equivale a negar que la totalidad de la realidad divina se nos ha manifestado
en la persona, en la vida y en la conducta de Jesús (J. Zumstein).
O sea, en la vida que llevó Jesús
es donde vemos a Dios y encontramos a
Dios. Concreta y especialmente cuando Jesús fue levantado (Jn 8, 28). Es decir,
en Jesús condenado, ejecutado y levantado en la cruz, ahí es donde vemos a Dios
y donde lo encontramos.
Nada de esto les cabía en la cabeza a
los fariseos. La mentalidad de un hombre
muy "religioso" está atiborrada de
ritos, ceremonias sagradas, santos, curas,
templos y capillas, rezos abundantes... En una mentalidad así, no queda sitio
para los esclavos, los que sufren. Y menos,
para un patíbulo (o una cruz) donde cuelgan a un subversivo.
Santa Casilda de Toledo
En
el lugar llamado San Vicente, cerca de Briviesca, en la región de Castilla, en
España, santa Casilda, virgen, que, nacida en la religión mahometana, ayudó con
misericordia a los cristianos detenidos en la cárcel y después, ya cristiana,
vivió como eremita.
Vida
de Santa Casilda de Toledo
En el cerro que domina el valle,
en el santuario actual, descansan desde el 1750 las reliquias de Santa Casilda,
-"la virgen mora que vino de Toledo", muy venerada en Burgos-, en la
urna, obra de Diego de Siloé, rematada por su propia imagen yacente. El lugar
ha sido centro de peregrinación durante siglos y no deja de frecuentarlo la
piedad de nuestros contemporáneos.
En torno a santa Casilda todo lo
que encontramos es incierto, confuso y contradictorio. Pero su figura tiene el
encanto de la sencillez y el sabor de lo heroico en el amor. Cautivó al pueblo
cristiano medieval y le animó a la fidelidad. Su propio nombre -casilda en árabe
significa cantar- es como un verso con alas de canción.
Ni siquiera se conoce con
exactitud el nombre de su padre, rey moro de Toledo, al que se nombra como
Almacrin o Almamún. Sobre su condición, unos lo describen como un sanguinario
perseguidor de los cristianos, mientras que otros lo presentan como apacible y
bondadoso.
La princesita mora tiene un
natural abundante en clemencia y ternura. Rodeada de todo tipo de comodidades y
atenciones en la fastuosidad de la corte, no soporta la aflicción de los
desafortunados que están en las mazmorras. Siente una especial piedad con los
cautivos pobres y los intenta consolar llevándoles viandas en el hondón de su
falda. Un día, cuando realizaba esta labor misericordiosa, fue sorprendida por
su padre que le preguntó por lo que transportaba, contestando ella que
"rosas" y ¡rosas aparecieron al extender la falda!
Quizá fueron los mismos cautivos
cristianos quienes, viendo lo recto de su conducta, le hablaron de Cristo;
posiblemente correspondieron a sus múltiples delicadezas y dádivas de la mejor manera
que podían, instruyéndola en la fe cristiana.
Pero, aunque en su corazón era ya
de Cristo, ¿cómo podría recibir ella el Bautismo con los lazos tan fuertes del
Islam que la rodeaban?
Comienza una grave dolencia. El
flujo de sangre aumenta y la ciencia médica de palacio es incapaz de curarla.
El Cielo le revela que encontrará remedio en las aguas milagrosas de San
Vicente, allá por la Castilla cristiana. Almamún prepara el viaje de su hija
con comitiva real. En Burgos recibe Casilda el Bautismo y marcha luego a los
lagos de San Vicente, junto al Buezo, cerca de Briviesca. Recuperada la salud
según se le dijo, decide consagrar a Cristo la virginidad de su cuerpo
milagrosamente curado y resuelve pasar el resto de sus días en la soledad,
dedicada a la oración y a la penitencia.
Murió de muy avanzada edad,
siendo sepultada en la misma ermita que ella mandó construir. Pronto se
convirtió en lugar de peregrinación. Cuentan que los caminantes sintieron desde
entonces su especial protección y las mujeres la invocan contra el flujo de
sangre, y hasta dicen que basta que una mujer pruebe las aguas y eche una
piedra al lago para tener asegurada la descendencia.
Se juntan la historia, la
imaginación del pueblo sencillo y la bruma del misterio en torno a la santa.
Resta aprender la lección del ejemplo. El amor a Cristo hace posible el trueque
del regalo propio de la corte morisca por la aspereza de una vida austera y
penitente.
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