12 DE MARZO - VIERNES –
3ª – SEMANA DE CUARESMA - B
SAN
SIMEON EL TEÓLOGO
Lectura de la profecía de Oseas (14,2-10):
ESTO dice el Señor:
«Vuelve, Israel, al Señor tu Dios, porque tropezaste por tu falta. Tomad
vuestras promesas con vosotros, y volved al Señor.
Decidle:
“Tú quitas toda falta, acepta el pacto. Pagaremos con nuestra
confesión: Asiria no nos salvará,
no volveremos a montar a caballo,
y no llamaremos ya ‘nuestro Dios’
a la obra de nuestras manos.
En ti el huérfano encuentra compasión”.
“Curaré su deslealtad, los amaré generosamente, porque mi ira se apartó de
ellos.
Seré para Israel como el rocío,
florecerá como el lirio, echará
sus raíces como los cedros del Líbano.
Brotarán sus retoños y será su
esplendor como el olivo, y su perfume como el del Líbano.
Regresarán los que habitaban a su sombra, revivirán como el trigo,
florecerán como la viña, será su renombre como el del vino del Líbano.
Efraín, ¿qué tengo que ver con los ídolos?
Yo soy quien le responde y lo vigila.
Yo soy como un abeto siempre verde, de mí procede tu fruto”.
¿Quién será sabio, para comprender estas cosas, inteligente, para
conocerlas?
Porque los caminos del Señor son
rectos: los justos los transitan, pero los traidores tropiezan en ellos».
Palabra de Dios
Salmo: 80,6c-8a.8bc-9.10-11ab.14.17
R/. Yo soy el Señor, Dios tuyo: escucha mi voz
Oigo un lenguaje desconocido:
«Retiré sus hombros de la carga,
y sus manos dejaron la espuerta.
Clamaste en la aflicción, y te
libré. R/.
Te respondí oculto entre los
truenos,
te puse a prueba junto a la fuente
de Meribá.
Escucha, pueblo mío, doy
testimonio contra ti;
¡ojalá me escuchases,
Israel! R/.
No tendrás un dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
yo soy el Señor, Dios tuyo,
que te saqué del país de
Egipto. R/.
¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!
Los alimentaría con flor de
harina,
los saciaría con miel
silvestre». R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (12,28b-34):
EN aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:
«¿Qué mandamiento es el primero de todos?».
Respondió Jesús:
«El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único
Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con
toda tu mente, con todo tu ser”.
El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay
mandamiento mayor que estos».
El escriba replicó:
«Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno
solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el
entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más
que todos los holocaustos y sacrificios».
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:
«No estás lejos del reino de Dios».
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Palabra del Señor
1. Este relato plantea un problema que toca el centro mismo de
todo el Evangelio. El problema está en esto: El letrado le pregunta a Jesús
solamente cuál es el primer mandamiento, o sea el más importante de todos (D.
C. Allison, Joel Marcus).
A lo que Jesús responde recordando la Shemá o declaración fundamental de la
fe (Mt 12, 29-30; Deut 6,4-5).
Pero Jesús recuerda además el texto de Lev 19, 18, que es inseparable del
primero (Gal 5, 14; Rom 13, 8-10; St 2, 8-12). 0 sea, no es posible amar a
Dios, si no se ama igualmente al prójimo.
2. Dando un paso más, hay que preguntarse: si Jesús unió el amor
al prójimo (sobre el que no le habían preguntado) con el amor a Dios (que es lo
que le preguntaron), - ¿por qué unió lo uno con lo otro? - ¿Por qué, a juicio
de Jesús no es posible separar el amor a Dios del amor al prójimo?
3. Porque Dios es, por definición,
"el Trascendente". Es decir, "a Dios nadie lo
ha visto jamás" (Jn 1, 18; cf. 14, 8-10; 1 Jn 4, 12).
0 sea, Dios "nos trasciende", no está a nuestro alcance. Lo propio y definitorio del Trascendente está en que es "incomunicable". Los humanos solo podemos comunicarnos con "lo inmanente". Y, por tanto, cuando decimos que amamos a Dios, bien puede ocurrir que no sea a Dios a quien estamos amando, sino que estemos amando la "representación" que nosotros nos hacemos de Dios. Y ocurre que cada cual se representa a Dios como le conviene. Pero la única realidad humana, en la que Dios se ha encarnado, ha sido nuestra propia humanidad. Por eso Jesús le dijo al apóstol Felipe: "Quien me ve a mí está viendo a Dios" Un 14, 9).
No es posible relacionarse con Dios y amar a Dios, si no se ama "lo
humano", a cualquier "ser humano". "Quien no ama
a su hermano a quien está viendo, a Dios, a quien no ve, no puede amarlo"
(1 Jn 4, 20b).
Es más: Jesús llegó al culmen humanístico más radical cuando, en la Última
Cena, en el momento en que los otros evangelios relatan la institución de la
Eucaristía, el IV evangelio pone en boca de Jesús el mandamiento nuevo:
"que os améis unos a otros como yo os he amado. En esto conocerán que sois
discípulos míos" (Jn 13, 34-35).
Aquí ya el amor a Dios, ni se menciona. Solo queda en pie el amor a los demás. Lo que quieras a la gente, eso es lo que quieres a Dios. Todo lo que no sea eso, es puro engaño.
SAN
SIMEON EL TEÓLOGO
Nuevo Teólogo
(949–1022)
San Simeón el Nuevo Teólogo (949–1022)
es el último de los tres santos de la Iglesia Ortodoxa al que se dio el
título de teólogo de ahí que también recibiera el adjetivo de «Nuevo». Los
otros son san Juan el Apóstol y san Gregorio Nacianceno. San Simeón fue un
poeta que personificó la tradición hesicasta mística. Escribió que los seres
humanos podían y debían experimentar a Dios directamente. Sus obras influyeron
en la controversia hesicasta del siglo XIV. Su discípulo más famoso fue Nicetas
Estetatos, su ayudante de celda, que también escribió su vida.
Nacido en
Galacia, Paflagonia, su padre le preparó una educación en Constantinopla en la
vida oficial. Fue más tarde asignado como cortesano para atender al emperador
Basilio. Abandonó su vida como cortesano para retirarse a un monasterio a la
edad de 27 años bajo el Viejo Simeón el Pío en el Monasterio de Studion. Más
tarde se convirtió en abad del monasterio de San Mamés en Constantinopla.
La
estricta disciplina monástica que pretendía Simeón dolió a algunos en el
monasterio. Un día, después de la liturgia algunos de los monjes le atacaron y
casi le mataron. Después fueron expulsados del monasterio y Simeón pidió que se
los tratara con lenidad. También de las autoridades eclesiásticas Simeón
padeció una severa oposición que encontraba sus obras suficientemente
fastidiosas para excluirle de Constantinopla. Así que abandonó la ciudad y
residió en el monasterio de Santa Makrina cruzando el Bósforo. Con el tiempo se
hizo un recluso.
Simeón no
estaba educado en filosofía griega, pero sabía bastante de la vida de la
iglesia. A menudo hablaba a partir de su experiencia personal directa y a veces
atacó a algunos eruditos a quienes veía como personas que pretendían tener un
conocimiento del que carecían.
Algunas
de las obras de Simeón fueron: Discursos catecúmenos, Himnos de Amor divino y
los Tres Discursos teológicos.
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