miércoles, 24 de marzo de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 26 DE MARZO - VIERNES – 5ª – SEMANA DE CUARESMA – B San Braulio de Zaragoza

 

 

 


26 DE MARZO - VIERNES –

5ª – SEMANA DE CUARESMA – B

San Braulio de Zaragoza

 

Lectura del libro de Jeremías (20,10-13):

 

OÍA la acusación de la gente:

«“Pavor-en-torno”, delatadlo, vamos a delatarlo».

Mis amigos acechaban mi traspié:

«A ver si, engañado, lo sometemos

y podemos vengarnos de él».

Pero el Señor es mi fuerte defensor:

me persiguen, pero tropiezan impotentes.

Acabarán avergonzados de su fracaso,

con sonrojo eterno que no se olvidará.

Señor del universo, que examinas al honrado

y sondeas las entrañas y el corazón,

¡que yo vea tu venganza sobre ellos,

pues te he encomendado mi causa!

Cantad al Señor, alabad al Señor,

que libera la vida del pobre

de las manos de gente perversa.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 17,2-3a.3bc-4.5-6.7

 

R/. En el peligro invoqué al Señor, y me escuchó

 

V/. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;

Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. R/.

 

V/. Dios mío, peña mía, refugio mío,

escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte.

Invoco al Señor de mi alabanza

y quedo libre de mis enemigos. R/.

 

V/. Me cercaban olas mortales,

torrentes destructores me aterraban,

me envolvían las redes del abismo,

me alcanzaban los lazos de la muerte. R/.

 

V/. En el peligro invoqué al Señor,

grité a mi Dios:

desde su templo él escuchó mi voz,

y mi grito llegó a sus oídos. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (10,31-42):

 

En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús.

Él les replicó:

«Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?».

Los judíos le contestaron:

«No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios».

Jesús les replicó:

«¿No está escrito en vuestra ley: “Yo os digo: sois dioses”? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios, y no puede fallar la Escritura, a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros: “¡Blasfemas!” Porque he dicho: “Soy Hijo de Dios”? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre».

Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí.

Muchos acudieron a él y decían:

«Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad».

Y muchos creyeron en él allí.

 

1.  La conducta de Jesús era patente. Lo dice él: Os he hecho ver muchas obras buenas. La bondad de Jesús se metía por los ojos. Lo sorprendente es que aquella bondad era enjuiciada como una blasfemia.

Parece increíble, pero tiene su explicación: de nuevo, el enigma y el misterio de Jesús. Todo el mundo veía que era un hombre y todo el mundo veía que hablaba como Dios.

No podían entender que, en Jesús, Dios se había humanizado.

 

2.  Quien se aferra a la idea de que el Trascendente no se puede encarnar en lo inmanente, el que se empeña en que Dios no se puede humanizar, verá en Jesús a Dios disfrazado de hombre, pero jamás podrá ver lo humano, lo más profundamente humano (la bondad humana, la belleza humana, la felicidad humana, el trabajo humano, el amor humano, el sufrimiento humano...) como la revelación fundamental de Dios a los humanos.

 

3.  Aunque no me creáis a mí, creed en las obras para que comprendáis que el Padre está en mí y yo en el Padre. Las obras que hacía Jesús eran obras de un hombre. Eso es lo que podían ver aquellas gentes. 

Veían a un hombre que curaba a los enfermos, que daba de comer a los pobres, que acogía a los pecadores...

Jesús viene a decir que en lo más humano es donde se encuentra a Dios.

El que no puede entender esto, verá en el Evangelio una blasfemia.

 

San Braulio de Zaragoza

 




 

Martirologio Romano: En Zaragoza, en la Hispania Tarraconense, san Braulio, obispo, que, siendo amigo íntimo de san Isidoro, colaboró con él para restaurar la disciplina eclesiástica en toda Hispania, siendo su semejante en elocuencia y ciencia († c.651).

Se desconoce la cuna, niñez y juventud del santo; pero consta que ya en el año 626 es obispo de Zaragoza.

Participó en la corriente de pensamiento y acción isidoriana que tanto influyó en la cultura de su época y aún en tiempos posteriores. De hecho, fue discípulo de san Isidoro, obispo, escritor y doctor de la Iglesia (c. 560-636). Insistió cerca de él para que diera término a las Etimologías, la conocida y la más famosa e importante obra de san Isidoro donde se recoge el saber antiguo tomado indiscriminadamente de escritores tanto paganos como cristianos y que consta de veinte libros que fueron obligado libro de texto en las escuelas medievales, al tiempo que cauce de transmisión del saber antiguo. La división de toda la obra y sus títulos se deben a san Braulio.

Estuvo presente en los concilios V (636) y VI (638) de Toledo que fueron convocados para fortalecer la autoridad real y donde se resolvieron determinadas cuestiones de régimen eclesiástico y litúrgicas. En estos concilios se contribuyó a elaborar también el sistema de elección de los reyes por los obispos y magnates y llegó a ratificarse la imposibilidad de ser elegido rey alguien que no perteneciera a la nobleza goda.

Se le atribuyen también a san Braulio las Actas de los mártires de Zaragoza.

Llegó a escribir más de 44 cartas, gracias a las cuales pueden llegar a conocerse muchos aspectos de la España visigoda.

Ejerció el santo una notable influencia entre los reyes del tiempo intentando suavizar las leyes con espíritu cristiano y procurando potenciar la unidad del reino. Con Chindasvinto -rey que fue elegido por la nobleza al considerarlo fácilmente manipulable debido a su gran ancianidad-, cuando dicta leyes muy severas contra los magnates traidores que rompieran su juramento de lealtad al rey, llegando a decretar la deportación, la reducción a la esclavitud de sus familias y a la confiscación de sus bienes. De la misma manera, mostró también influjo decisivo cabe el rey Recesvinto, el que reprimió la rebelión del noble Troya, cuando ponía sitio a la ciudad de Zaragoza, el mismo año de la muerte de san Braulio.

 

 

 

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