jueves, 18 de marzo de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 20 DE MARZO - SÁBADO – 4ª – SEMANA DE CUARESMA – B San Martin de Braga

 

 

 


20 DE MARZO - SÁBADO –

4ª – SEMANA DE CUARESMA – B

San Martin de Braga

 

Lectura del libro de Jeremías (11,18-20):

 

EL Señor me instruyó, y comprendí, me explicó todas sus intrigas. Yo, como manso cordero,

era llevado al matadero; desconocía los planes que estaban urdiendo contra mí:

«Talemos el árbol en su lozanía, arranquémoslo de la tierra de los vivos, que jamás se pronuncie su nombre».

Señor del universo, que juzgas rectamente, que examinas las entrañas y el corazón, deja que yo pueda ver cómo te vengas de ellos, pues a ti he confiado mi causa.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 7,2-3.9bc-10.11-12

 

R/. Señor, Dios. mío, a ti me acojo

 

Señor, Dios mío, a ti me acojo,

líbrame de mis perseguidores y sálvame;

que no me atrapen como leones

y me desgarren sin remedio. R/.

 

 Júzgame, Señor, según mi justicia,

según la inocencia que hay en mí.

Cese la maldad de los culpables,

y apoya tú al inocente,

tú que sondeas el corazón y las entrañas,

tú, el Dios justo. R/.

 Mi escudo es Dios,

que salva a los rectos de corazón.

Dios es un juez justo,

Dios amenaza cada día. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (7,40-53):

 

EN aquel tiempo, algunos de entre la gente, que habían oído los discursos de Jesús, decían:

«Este es de verdad el profeta».

Otros decían:

«Este es el Mesías».

Pero otros decían:

«¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?».

Y así surgió entre la gente una discordia por su causa.

Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima.

Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y estos les dijeron:

«¿Por qué no lo habéis traído?».

Los guardias respondieron:

«Jamás ha hablado nadie como ese hombre».

Los fariseos les replicaron:

«También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la ley son unos malditos».

Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo:

«¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?».

Ellos le replicaron:

«¿También tú eres galileo?

Estudia y verás que de Galilea no salen profetas».

Y se volvieron cada uno a su casa.

 

Palabra del Señor

                                                                

1.   El contraste, que presenta este relato, da que pensar: a Jesús lo comprendía y lo seguía el "óchlos" (Jn 7, 49), la plebe ignorante, los "nadies", los ignorantes, los muertos de hambre, "el pelotón de los torpes", (H. Bietenhard).

Estas pobres gentes encontraban en Jesús la solución de sus vidas. Sin embargo, los sacerdotes, los maestros de la Ley, los sabios teólogos del Templo, no solo no entendían a Jesús, sino que lo despreciaban y ni lo soportaban.

 

2.   En contraste con lo dicho, no creían en Jesús ni los "jefes", ni los "fariseos".  Es decir, ni los "poderosos", ni los "observantes" aceptaban a Jesús. Y buscaban las razones más pintorescas para justificar su rechazo. Por ejemplo, que el Mesías no podía ser galileo; o que tendría que haber nacido en Belén. Razones que no tienen peso teológico alguno.  La religión se resiste al Evangelio y lo rechaza con la "verdad falseada", tan frecuente en los ambientes de gente tan cercana a la religión como alejada del dolor del pueblo.

 

3.   Resulta patente la conclusión, que es tan clara como la luz: son los últimos de este mundo los que sintonizan con Jesús. Sin duda alguna, la Iglesia naciente -lo mismo en los evangelios sinópticos que en el evangelio de Juan expresa la preferencia de Jesús, de Dios, por los que están abajo en la sociedad y en la historia. Al igual que la sintonía de los últimos con el Evangelio de Jesús. 

No se trata de una cuestión social. Es un problema más profundo, que se resume en esta pregunta:

- ¿con quién sintonizamos en nuestra vida?

- ¿Con los que fracasan o con los que triunfan?

Aquí nos jugamos el "ser" o el "no-ser" de nuestra realidad de seguidores de Jesús.


San Martin de Braga

 


 

San Martín de Braga, también conocido como Martín de Dumio o Martín Dumiense. Obispo, teólogo y escritor eclesiástico hispano de origen panónico, llamado el «Apostol de los suevos» (Panonia, hacia 510-520 - Braga, 579-580).

Dumio, situado geográficamente cerca de Braga - la capital del reino de los suevos-, distingue del otro Martín de Francia a nuestro Martín. Fue el apóstol de los suevos a los que convirtió al catolicismo.

El testimonio de san Isidoro de Sevilla señala el 560 como fecha de la conversión. Eran los suevos un pueblo indomable y el terror de Roma; atravesaron las Provincias y pasaron sus fronteras; se trasladaron de las riberas del Rhin a las del Miño; arrasaron a los francos y pasaron el Pirineo; luego se reparten las tierras de Galecia y ponen su capital en Braga; llegaron a bajar hasta la Bética y conquistaron Sevilla en las tierras llanas. Transcurre la vida del santo en el siglo VI.

San Martín Dumiense, según conocemos por el epitafio de su tumba que escribió él mismo, era oriundo de Panonia, en la actual Hungría. Debió nacer entre el 510 y el 520. Quiso vivir el don de la fe en las mismas fuentes. Peregrina a Palestina con la avidez de conocer, pisar, besar y tocar la tierra de Cristo; allí aprovecha su tiempo entre oración, mortificación, y el estudio del griego que le contacta con los santos Padres primeros. Luego pasa por Roma, donde murió y vive Pedro. Atraviesa el reino de los francos donde se encuentra con los suevos y aprovecha la oportunidad de hacer apostolado con este pueblo.

Karriarico, rey suevo arriano -habían caído los suevos en el arrianismo por la actividad del gálata Ayax, enviado por Teodorico- mandó embajada noble para pedir en la afamada y milagrosa tumba de san Martín de Tours el portento de la curación de su hijo. Era ya la segunda vez que lo hacía, la primera misión no dio el resultado apetecido; ahora manda la ofrenda del peso de su hijo en oro y plata y presenta la promesa de conversión si obtiene del santo de Tours lo que humildemente pide. Y se cura el vástago del rey suevo. Es la ocasión para dejar el arrianismo. San Gregorio de Tours narrará, como testigo, -dejando en el relato el polvo de la leyenda- el ruego de la doble embajada y la posterior conversión del bravo pueblo suevo.

Así fue como pasó el presbítero húngaro Martín a Galecia, de mano de sus casi paisanos, los belicosos emigrantes centroeuropeos. En Dumio funda un monasterio para la alabanza divina, la oración, el recogimiento, la difusión de la fe y la atención del pueblo ¡Bien conocida tiene la necesidad de la oración para extender el Evangelio! Quizás conoció el estilo de Arlés y posiblemente tuvo referencias de la regla de san Benito, pero aquí los monjes se gobiernan al ritmo que marca el abad -y ya obispo- Martín de Dumio.

Regula la vida del clero formándoles según los cánones y los acuerdos de los concilios españoles y africanos; atiende celoso al campesinado donde abundan las supersticiones paganas, célticas y germánicas. Encarga a su monje Pascasio la traducción de "Las palabras de los ancianos" y él mismo traduce "Las sentencias de los Padres egipcios"; escribe para los suyos otras sabrosas obras de piedad, ascéticas y doctrinales, - Formula vitae honestae y De correctione rusticorum- como tratados cortos y monográficos que rezuman sabiduría humana al estilo de Séneca y espíritu cristiano.

Contribuyó a la conversión de los suevos al catolicismo. En el concilio de Braga del 561 -como un precursor de san Ildefonso en el III de Toledo- se ha logrado la conversión del rey y del pueblo, se establece la unidad y se tiene el gozo de escuchar la fórmula del bautismo "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".

 

Murió aproximadamente en el año 580.

 

 

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