29 DE MARZO –
LUNES SANTO – B
San Eustasio de Luxeüil
Lectura del libro de Isaías (42,1-7):
Así dice el Señor:
«Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco. He
puesto mi espíritu sobre él, manifestará la justicia a las naciones. No
gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará,
la mecha vacilante no la apagará. Manifestará la justicia con verdad. No
vacilará ni se quebrará, hasta implantar la justicia en el país. En su ley
esperan las islas.
Esto dice el Señor, Dios, que crea y despliega los cielos, consolidó la
tierra con su vegetación, da el respiro al pueblo que la habita y el aliento a
quienes caminan por ella:
«Yo, el Señor, te he llamado en mi justicia, te cogí de la mano, te he
formé e hice de ti alianza de un pueblo y luz de las naciones, para que abras
los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la cárcel, de la prisión a los
que habitan en tinieblas».
Palabra de Dios
Salmo: 26,1.2.3.13-14
R/. El Señor es mi luz y mi salvación
El Señor es la defensa de mí vida,
¿quién me hará temblar? R.
Cuando me asaltan los malvados
para devorar mi carne, ellos,
enemigos y adversarios, tropiezan y caen. R.
Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo. R.
Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el
Señor. R.
Lectura del santo evangelio según san Juan (12,1-11):
Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a
quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta
servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó una
libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se
los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice:
«¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para
dárselos a los pobres?».
Esto lo dijo, no porque le importasen los pobres, sino porque era un
ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando.
Jesús dijo:
- «Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los
pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis».
Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron, no sólo
por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los
muertos.
Los sumos sacerdotes decidieron
matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y
creían en Jesús.
Palabra del Señor
1. Hay dos maneras de relacionarse con la religión y, en
general, con las experiencias religiosas:
1) Para expresar, mediante gestos simbólicos y poéticos, los sentimientos
más hondos y más nobles del ser humano.
2) Para utilizar la religión (y las experiencias que conlleva) en provecho
propio.
La primera manera manifiesta la belleza de lo más noble que hay en
nosotros. La segunda pone en evidencia lo más detestable que tenemos (y
ocultamos) los mortales.
2. María, perfumando los pies de Jesús con esencia de nardo, del
bueno y del caro, expresaba el amor más bello y más noble, el sentimiento más
sublime, del que se habla en la Biblia: los encantos del esposo y de la esposa
(Cant 1, 12. 14; 5, 1. 5).
Judas, invocando la ayuda a los pobres, para disimular su ambición por el
dinero, pone al descubierto la bajeza vergonzosa del que se sirve del
sufrimiento humano para enriquecerse sin pudor.
3. Da pena pensar cómo y hasta qué punto estas dos maneras de
relacionarse con la religión siguen teniendo actualidad.
La primera, la más noble y la más hermosa, la hemos mezclado y hasta la
hemos confundido con la relación puramente erótica. Y hemos olvidado, no solo
el Cantar de los Cantares y la espléndida experiencia mística que en él se
dibuja, sino hasta lo que ya intuyeron los griegos cuando, en las Bacanales de
Eurípides, el coro entona un himno al dios Dioniso en el que "la felicidad
de la bacanal" conduce a "poner las almas en común" (M. Daraki).
La belleza y el goce nos unen a los humanos. Por el contrario,
la seducción del dinero se disfraza de ideas sociales (saqueando, por ejemplo,
a cualquier ONG) o atesorando joyas y vanidades en la ornamentación de
sagrarios, altares y capillas, por poner otro ejemplo.
¡Qué peligrosa es la religión!
El Evangelio, sin embargo, hace brotar en nosotros los sentimientos de
mayor humanidad. Lo que, entre otras cosas, representa que el
Evangelio hecho vida nos humaniza. Nos hace profundamente humanos.
San Eustasio de Luxeüil
En el monasterio de Luxeuil, en Burgundia (Francia), san Eustasio, abad,
discípulo de san Columbano, que fue padre de casi seiscientos monjes (629).
Nació Eustasio pasada la segunda
mitad del siglo VI, en Borgoña.
Fue discípulo de san Columbano, monje irlandés que pasó a las Galias
buscando esconderse en la soledad y que recorrió el Vosga, el Franco-Condado y
llegó hasta Italia. Fundó el monasterio de Luxeuil a cuya sombra nacieron los
célebres conventos de Remiremont, Jumieges, Saint-Omer, foteines etc.
Eustasio tiene unos deseos grandes de encontrar el lugar adecuado para la
oración y la penitencia. Entra en Luxeuil y es uno de sus primeros monjes. Allí
lleva una vida a semejanza de los monjes del desierto de oriente.
Columbano se ve forzado a condenar los graves errores de la reina
Bruneguilda y de su nieto rey de Borgoña. Con esta actitud, por otra parte
inevitable en quien se preocupa por los intereses de la Iglesia, desaparece la
calma que hasta el momento disfrutaban los monjes. Eustasio considera oportuno
en esa situación autodesterrarse a Austrasia, reino fundado el 511, en el
periodo merovingio, a la muerte de Clodoveo y cuyo primer rey fue Tierry, donde
reina Teodoberto, el hermano de Tierry. Allí se le reúne el abad Columbano.
Predican por el Rhin, río arriba, bordeando el lago Constanza, hasta llegar a
tierras suizas.
Columbano envía a Eustasio al monasterio de Luxeuil después de nombrarle
abad. Es en este momento -con nuevas responsabilidades- cuando la vida de
Eustasio cobra dimensiones de madurez humana y sobrenatural insospechadas.
Arrecia en la oración y en la penitencia; trata con caridad exquisita a los
monjes, es afable y recto; su ejemplo de hombre de Dios cunde hasta el extremo
de reunir en torno a él dentro del monasterio a más de seiscientos varones de
cuyos nombres hay constancia en los fastos de la iglesia. Y el influjo
espiritual del monasterio salta los muros del recinto monacal; ahora son las
tierras de Alemania las que se benefician de él prometiéndose una época
altamente evangelizadora.
Pero han pasado cosas en el monasterio de Luxeuil mientras duraba la
predicción por Alemania. Un monje llamado Agreste o Agrestino que fue
secretario del rey Tierry ha provocado la relajación y la ruina de la
disciplina. Orgulloso y lleno de envidia, piensa y dice que él mismo es capaz
de realizar idéntica labor apostólica que la que está realizando su abad; por
eso abandona el retiro del que estaba aburrido hacía tiempo y donde ya se
encontraba tedioso; ha salido dispuesto a evangelizar paganos, pero no consigue
los esperados triunfos de conversión. Y es que no depende de las cualidades
personales ni del saber humano la conversión de la gente; ha de ser la gracia
del Espíritu Santo quien mueva las inteligencias y voluntades de los hombres y
esto ordinariamente ha querido ligarlo el Señor a la santidad de quien predica.
En este caso, el fruto de su misionar tarda en llegar y con despecho se
precipita Agreste en el cisma.
Eustasio quiere recuperarlo, pero se topa con el espíritu terco, inquieto y
sedicioso de Agreste que ha empeorado por los fracasos recientes y está
dispuesto a aniquilar el monasterio. Aquí interviene Eustasio con un feliz
desenlace porque llega a convencer a los obispos reunidos haciéndoles ver que
estaban equivocados por la sola y unilateral información que les había llegado
de parte de Agreste.
Restablecida la paz monacal, la unidad de dirección y la disciplina, cobra
nuevamente el monasterio su perdida prestancia.
Sus grandes méritos se acrecentaron en la última enfermedad, con un mes
entero de increíbles sufrimientos, que consumen su cuerpo sexagenario el 29 de
marzo del año 625.
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