2 DE ABRIL –
VIERNES SANTO – B –
Lectura del libro de Isaías (52,13–53,12):
Mirad, mi siervo tendrá éxito,
subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no
parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante
él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo
inaudito.
¿Quién creyó nuestro
anuncio? ¿A quién se reveló el brazo del Señor?
Creció en su presencia como brote,
como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto
atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores,
acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y
desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores;
nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado, pero él fue
traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro
castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos
como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos
nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca;
como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no
abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién meditó en su
destino?
Lo arrancaron de la tierra de
los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con
los malvados, y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido
crímenes ni hubo engaño en su boca. El Señor quiso triturarlo con el
sufrimiento, y entregar su vida como expiación; verá su descendencia,
prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los
trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo
justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una
multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su
vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos
e intercedió por los pecadores.
Salmo: 30,2.6.12-13.15-16.17.25
R/. Padre, a tus manos
encomiendo mi espíritu
A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R/.
Soy la burla de todos mis
enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle, y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil. R/.
Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen. R/.
Haz brillar tu rostro sobre tu
siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor. R/.
Lectura de la carta a
los Hebreos (4,14-16;5,7-9):
Mantengamos la confesión de la
fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús,
Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras
debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos
en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para
alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.
Cristo, en los días de su vida
mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía
salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser
Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha
convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan (18,1–19,42):
C. En aquel tiempo, salió
Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un
huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también
el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas
entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los
fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo
que venía sobre él, se adelantó y les dijo:
+ «¿A quién buscáis?»
C. Le contestaron:
S. «A Jesús, el Nazareno.»
C. Les dijo Jesús:
+ «Yo soy.»
C. Estaba también con ellos Judas,
el traidor. Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó
otra vez:
+ «¿A quién buscáis?»
C. Ellos dijeron:
S. «A Jesús, el Nazareno.»
C. Jesús contestó:
+ «Os he dicho que soy yo.
Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos»
C. Y así se cumplió lo que había
dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste.» Entonces Simón Pedro, que
llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la
oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:
+ «Mete la espada en la
vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?»
C. La patrulla, el tribuno y los
guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a
Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que
había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el
pueblo.» Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era
conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote,
mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido
del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que
hacía de portera dijo entonces a Pedro:
S. «¿No eres tú también de los
discípulos de ese hombre?»
C. Él dijo:
S. «No lo soy.»
C. Los criados y los guardias
habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro
estaba con ellos de pie, calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús
acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contestó:
+ «Yo he hablado
abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el
templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por
qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado.
Ellos saben lo que he dicho yo.»
C. Apenas dijo esto, uno de los
guardias que estaban allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:
S. «¿Así contestas al sumo
sacerdote?»
C. Jesús respondió:
+ «Si he faltado al hablar,
muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?»
C. Entonces Anás lo envió atado a
Caifás, sumo sacerdote. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:
S. «¿No eres tú también de sus
discípulos?»
C. Él lo negó, diciendo:
S. «No lo soy.»
C. Uno de los criados del sumo
sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:
S. «¿No te he visto yo con él en el
huerto?»
C. Pedro volvió a negar, y
enseguida cantó un gallo. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era
el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y
poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:
S. «¿Qué acusación presentáis
contra este hombre?»
C. Le contestaron:
S. «Si éste no fuera un malhechor,
no te lo entregaríamos.»
C. Pilato les dijo:
S. «Lleváoslo vosotros y juzgadlo
según vuestra ley.»
C. Los judíos le dijeron:
S. «No estamos autorizados para dar
muerte a nadie.»
C. Y así se cumplió lo que había
dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el
pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús le contestó:
+ «¿Dices eso por tu cuenta o te
lo han dicho otros de mí?»
C. Pilato replicó:
S. «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y
los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?»
C. Jesús le contestó:
+ «Mi reino no es de este
mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no
cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»
C. Pilato le dijo:
S. «Conque, ¿tú eres rey?»
C. Jesús le contestó:
+ «Tú lo dices: soy rey. Yo
para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la
verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»
C. Pilato le dijo:
S. «Y, ¿qué es la verdad?»
C. Dicho esto, salió otra vez
adonde estaban los judíos y les dijo:
S. «Yo no encuentro en él ninguna
culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad.
¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?»
C. Volvieron a gritar:
S. «A ese no, a Barrabás.»
C. El tal Barrabás era un bandido. Entonces
Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de
espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color
púrpura; y, acercándose a él, le decían:
S. «¡Salve, rey de los judíos!»
C. Y le daban bofetadas. Pilato
salió otra vez afuera y les dijo:
S. «Mirad, os lo saco afuera, para
que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.»
C. Y salió Jesús afuera, llevando
la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:
S. «Aquí lo tenéis.»
C. Cuando lo vieron los sumos
sacerdotes y los guardias, gritaron:
S. «¡Crucifícalo, crucíficalo!»
C. Pilato les dijo:
S. «Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en
él.»
C. Los judíos le contestaron:
S. «Nosotros tenemos una ley, y según
esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.»
C. Cuando Pilato oyó estas
palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:
S. «¿De dónde eres tú?»
C. Pero Jesús no le dio respuesta.
Y Pilato le dijo:
S. «¿A mí no me hablas? ¿No sabes
que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?»
C. Jesús le contestó:
+ «No tendrías ninguna
autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha
entregado a ti tiene un pecado mayor.»
C. Desde este momento Pilato
trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
S. «Si sueltas a ése, no eres amigo
del César. Todo el que se declara rey está contra el César.»
C. Pilato entonces, al oír estas
palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman
"el Enlosado" (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la
Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:
S. «Aquí tenéis a vuestro rey.»
C. Ellos gritaron:
S. «¡Fuera, fuera; crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. «¿A vuestro rey voy a
crucificar?»
C. Contestaron los sumos
sacerdotes:
S. «No tenemos más rey que al
César.»
C. Entonces se lo entregó para que
lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio
llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo
crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato
escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús,
el Nazareno, el rey de los judíos.» Leyeron el letrero muchos judíos, porque
estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo,
latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:
S. «No, escribas: "El rey de
los judíos", sino: "Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos."»
C. Pilato les contestó:
S. «Lo escrito, escrito está.»
C. Los soldados, cuando
crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada
soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una
pieza de arriba abajo. Y se dijeron:
S. «No la rasguemos, sino echemos a
suerte, a ver a quién le toca.»
C. Así se cumplió la Escritura: «Se
repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica». Esto hicieron los
soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de María, la
Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo
a su madre:
+ «Mujer, ahí tienes a tu
hijo.»
C. Luego, dijo al discípulo:
+ «Ahí tienes a tu madre.»
C. Y desde aquella hora, el
discípulo la recibió en su casa. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había
llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:
+ «Tengo sed.»
C. Había allí un jarro lleno de
vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se
la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:
+ «Está cumplido.»
C. E, inclinando la cabeza, entregó
el espíritu. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que
no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día
solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran.
Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que
habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto,
no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le
traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da
testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que
también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No
le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que
atravesaron.» Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino
de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el
cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo.
Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien
libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron
todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un
huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo
donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de
la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.
1. Para
comprender la Pasión y la muerte de Jesús, es imprescindible distinguir el
"hecho histórico" (lo que allí sucedió), por una parte, y la
"interpretación teológica", por otra
parte.
El
"hecho" se relata en los evangelios.
La
"interpretación" se encuentra en la teología de Pablo y de la carta a los
Hebreos.
La historia de
la muerte nos dice que los sumos sacerdotes se dieron cuenta de que
Jesús y la religión (tal como ellos la entendían) son incompatibles: Nosotros
tenemos una ley y según esa ley tiene que morir. Jesús es irreconciliable con
la religión cuando en ella unos hombres (los dirigentes) se sirven de Dios para
dominar, someter y ejercer violencia sobre los demás seres humanos.
2. La
interpretación teológica de la muerte de Jesús no puede hacerse de
forma que, en definitiva, se termine diciendo que sin derramamiento de sangre no hay perdón (Hb 9, 22). Porque ese criterio está rechazado en
la carta a los hebreos. Y porque semejante principio lleva
derechamente a la idea del "dios vampiro", el "dios
sanguinario" y cruel, que necesita sangre y muerte para perdonar.
Por desgracia, eso se sigue
predicando. Lo cual presenta y representa un Dios insoportable
e increíble. Este tipo de discurso religioso es el responsable del alejamiento
de tanta gente, que huye de la religión y de la Iglesia.
3. De lo
dicho se sigue que la muerte de Jesús no se puede entender desde la religión;
porque no fue un acto religioso, sino la ejecución de un condenado por la
autoridad civil. Ni se entiende desde la devoción, porque un crucificado no es
una imagen de piedad, sino el símbolo más fuerte de la exclusión social.
Tampoco se entiende desde la
política, porque Jesús no fue un subversivo nacionalista, sino que acabó así su
vida por fidelidad al designio del Padre del Cielo.
La muerte de Jesús solo se
puede comprender como exponente cumbre de la lucha por la libertad, es
decir, la lucha por la humanización que supera la deshumanización.
4. La mayor
dificultad, que tenemos para entender la Pasión y muerte de Jesús, está en la
teología del sacrificio redentor que elaboró y explicó san Pablo.
La muerte de Jesús no fue un
ritual sagrado. Aquella muerte fue, históricamente, la ejecución de un
delincuente, según el criterio de las autoridades civiles y religiosas que
decretaron la muerte en cruz.
Esto es tan duro, que no nos
lo creemos. Ni lo aceptamos.
– VIERNES SANTO –
“EL SENTIDO LITÚRGICO DEL DÍA”
La Cruz y la Muerte
Hoy comenzamos propiamente la
celebración de la Pascua. Pascua significa "paso", el tránsito de Jesús de la muerte a la Nueva Vida.
Hoy es el primer acto de
este paso: la "Pascha crucifixionis" como la llamaban los Santos
Padres. No es exacto quedarse en el primer elemento del binomio
Muerte-Resurrección como en la piedad popular de las procesiones - entre las
estaciones de penitencia con las de gloria hay una gran desproporción numérica-
ya
que los dos aspectos forman una gran unidad.
La memoria de la Muerte,
hoy, está preñada de esperanza y de victoria, mientras
que la vigilia de mañana no sólo recuerda la resurrección, sino todo el
dinamismo del paso de la muerte a la vida: "Cristo, nuestra Pascua, ha
sido inmolado".
Este día está centrado todo
él en la Cruz del Señor. Pero no con aire de tristeza, sino de celebración: la
comunidad cristiana proclama la Pasión y adora su Cruz como primer acto del
Misterio Pascual. Recordándonos el color rojo que es propio del martirio para
el Primer Mártir y no morado como en las exequias.
La austeridad y el ayuno
El Viernes y el Sábado, los
dos primeros días del Triduo, están marcados la austeridad y el ayuno. A ser
posible "se prolonga durante el sábado santo este ayuno" (SC 110).
Pero no por un signo penitencial; ya que la cuaresma termino ayer. Es una celebración
cultica del Tránsito Pascual. Es un ayuno esperanzado que desembocará en la
alegría de la resurrección. Un aspecto de este ayuno es la ausencia de
celebraciones sacramentales en estos dos días. La comunidad ora, celebra la Pasión y la Cruz, se reúne par la meditación y
la contemplación, o para la alabanza de las Horas canónicas, pero no celebra
sacramentos.
Es una antigua tradición
eclesial que estos días la comunidad ayune de sacramentos; " sacramenta
penitus noncelebrari", sobre todo la Eucaristía.
El que el Viernes Santo día
y memorial de la Muerte del Señor no se celebre la Eucaristía. El Triduo
Pascual se celebra como un solo día, y la Eucaristía es la de la Vigilia
Pascual. No faltaron opiniones de suprimir incluso la comunión de esta día,
cuando se hizo la reforma liturgia hace el 16 de noviembre de 1955 por el mismo
motivo.
La austeridad tiene también
su manifestación en el carácter sobrio de toda celebración. Las luces y flores
del monumento se redujeron durante la noche, abierto y vacío sagrario y el altar
sin manteles.
LA LITURGIA DEL VIERNES SANTO
1. La Entrada
La impresionante celebración
litúrgica del Viernes empieza con un rito de entrada diferente de otros días:
los ministros entran en silencio, sin canto, vestidos de color rojo, el color
de la sangre, del martirio, se postran en el suelo, mientras la comunidad se
arrodilla, y después de un espacio de silencio, dice la oración del dia.
2. Celebración de la Palabra
Primera Lectura: Isaías (52,13–53,12):
Espectacular realismo en esta
profecía hecha 800 años antes de Cristo, llamada por muchos el 5º Evangelio.
Que nos mete en el alma sufriente de Cristo, durante toda su vida y ahora en la
hora real de su muerte. Dispongámonos a vivirla con Él.
Salmo Responsorial: 30,2.6.12-13.15-16.17.25
En este Salmo, recitado por
Jesús en la cruz, se entrecruzan la confianza, el dolor, la soledad y la
súplica: con el Varón de dolores, hagamos nuestra esta oración.
Segunda lectura: Hebreos (4,14-16;5,7-9):
El Sacerdote es el que une a
Dios con el hombre y a los hombres con Dios... Por eso Cristo es el perfecto
Sacerdote: Dios y Hombre. El Único y Sumo y Eterno Sacerdote. Del cual el
Sacerdocio: el Papa, los Obispos, los sacerdotes y los Diáconos, unidos a Él,
son ministros, servidores, ayudantes...
Versículo antes del Evangelio (Flp 2, 8-9)
Cristo, por nosotros, se
sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó,
sobre todo, y le concedió el "Nombre-sobre-todo-nombre". A
continuación, se pasa a la lectura de la Pasion.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan (18,1–19,42
3. ORACIÓN UNIVERSAL,
Hoy tiene más sentido que
nunca: precisamente porque contemplamos a Cristo entregado en la Cruz como
Redentor de la humanidad, pedimos a Dios la salvación de todos, los creyentes y
los no creyentes.
Es un momento enormemente
intenso, puesto que ponemos ante la muerte de Cristo todo el mundo, como
esperando los frutos de la redención.
Reunida ante Jesús
crucificado, la Iglesia entra en oración, agrupando ante Él todas las
necesidades de la humanidad.
Es un momento enormemente
intenso, puesto que ponemos ante la muerte de Cristo todo el mundo, como
esperando los frutos de la redención.
4. Adoración de la Cruz
Después de las palabras
pasamos a una acción simbólica muy expresiva y propia de este dia: la
veneración de la Santa Cruz es presentada solemnemente la Cruz a la comunidad,
cantando tres veces la aclamación:
Mirad el árbol de la Cruz,
donde estuvo clavada la salvación del mundo. VENID AADORARLO", y todos nos
arrodillamos unos momentos cada vez; y entonces vamos, en procesión, a venerar
la Cruz personalmente, con una genuflexión (o inclinación profunda) y un beso
(o tocándola con la mano y santiguándonos); mientras cantamos las alabanzas a
ese Cristo de la Cruz:
"Pueblo mío, ¿qué te he
hecho...?" "Oh Cruz fiel, árbol único en nobleza..."
"Victoria, tú reinarás..."
5. La Comunión
Desde 1955, cuando lo decidió
Pío Xll en la reforma que hizo de la Semana Santa, no sólo el sacerdote -como
hasta entonces - sino también los fieles pueden comulgar con el Cuerpo de
Cristo.
Aunque hoy no hay
propiamente Eucaristía, pero comulgando del Pan consagrado en la celebración de
ayer, Jueves Santo, expresamos nuestra participación en la muerte salvadora de
Cristo, recibiendo su "Cuerpo entregado por nosotros".
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