16 DE MARZO - MARTES –
4ª – SEMANA DE CUARESMA – B
SAN HERIBERTO
Lectura de la profecía de Ezequiel (47,1-9.12):
EN aquellos días, el ángel me hizo volver a la entrada del templo del Señor.
De debajo del umbral del templo corría agua hacia el este —el templo miraba
al este—. El agua bajaba por el lado derecho del templo, al sur del altar.
Me hizo salir por el pórtico septentrional y me llevó por fuera hasta el
pórtico exterior que mira al este. El agua corría por el lado derecho.
El hombre que llevaba el cordel en la mano salió hacia el este, midió
quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta los
tobillos. Midió otros quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me
llegaba hasta las rodillas. Midió todavía otros quinientos metros y me hizo
atravesar el agua, que me llegaba hasta la cintura.
Midió otros quinientos metros: era ya un torrente que no se podía vadear,
sino cruzar a nado.
Entonces me dijo:
«¿Has visto, hijo de hombre?»,
Después me condujo por la ribera del torrente. Al volver vi en ambas
riberas del torrente una gran arboleda.
Me dijo:
«Estas aguas fluyen hacia la zona oriental, descienden hacia la estepa y
desembocan en el mar de la Sal, Cuando hayan entrado en él, sus aguas serán
saneadas. Todo ser viviente que se agita, allí donde desemboque la corriente,
tendrá vida; y habrá peces en abundancia. Porque apenas estas aguas hayan
llegado hasta allí, habrán saneado el mar y habrá vida allí donde llegue el
torrente.
En ambas riberas del torrente crecerá toda clase de árboles frutales; no se
marchitarán sus hojas ni se acabarán sus frutos; darán nuevos frutos cada mes,
porque las aguas del torrente fluyen del santuario; su fruto será comestible y
sus hojas medicinales».
Palabra de Dios
Salmo: 45,2-3.5-6.8-9
R/. El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de
Jacob
Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos, aunque tiemble
la tierra,
y los montes se desplomen en el
mar. R/.
Un río y sus canales alegran la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a Dios en medio, no
vacila;
Dios la socorre al despuntar la
aurora. R/.
El Señor del universo está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de
Jacob.
Venid a ver las obras del Señor,
las maravillas que hace en la
tierra. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan (5,1-16):
SE celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
Hay en Jerusalén, junto a la
Puerta de las Ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Esta tiene
cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos,
paralíticos.
Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.
Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice:
«¿Quieres quedar sano?».
El enfermo le contestó:
«Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el
agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado».
Jesús le dice:
«Levántate, toma tu camilla y echa a andar».
Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.
Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado
sano:
«Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla».
Él les contestó:
«El que me ha curado es quien me ha dicho: “Toma tu camilla y echa a
andar”».
Ellos le preguntaron:
«¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?».
Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, a causa
del gentío que había en aquel sitio, se había alejado.
Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice:
«Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor».
Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había
sanado.
Por esto los judíos perseguían a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.
Palabra del Señor
1. Lo más notable de este relato es que está redactado de forma que, si prescindimos de los detalles descriptivos que se refieren al sitio y a la fiesta en que esto ocurrió, lo que se destaca es, ante todo, las condiciones en que vivía aquel hombre: enfermo de parálisis, de manera que no podía valerse por sí mismo y, además, completamente solo en la vida, sin poder contar con nadie que le acompañara o le pudiera echar una mano cuando necesitaba ayuda.
Era un indigente total: pobre, solo y desamparado. Y frente a semejante desamparo, Jesús.
Pues bien, Jesús ve al inválido y desamparado total. Y su reacción es
inmediata: le devuelve la salud y la vida normal, sin reparar en que aquel día
era sábado. Pero, sin duda, que Jesús hizo aquello a sabiendas del lío en que
se metía. Violar la ley en público era un asunto feo y grave. Pero,
para Jesús, era importante y urgente remediar el sufrimiento de aquel hombre.
2. La liberación del sufrimiento de una persona, que se ve en
tales circunstancias, no necesita justificación alguna. Ni divina ni humana.
Eso, si es que se puede resolver, se resuelve y nada más. Ni menos
tampoco. Eso es lo que hizo Jesús en este caso. Y enseguida se quitó de en
medio. No por cobardía, como queda patente en lo que el capítulo dice a
continuación. Los dirigentes judíos empezaron, desde entonces, a perseguir a
Jesús y querían matarlo (Jn 5,16. 18).
3. Es frecuente que las personas "espirituales", la "gente de Iglesia", cuando sospecha que, si hace o dice tal cosa, eso le puede complicar la vida, le puede crear problemas, será sin duda "persona mal vista", sin duda alguna que, en tales casos, lo que los observantes y espirituales suelen ver como "lo más prudente" es callarse, estarse quieto, no dar motivo ni crear malestar alguno en la curia diocesana o en las oficinas de la administración provincial..., etc.
De lo cual se siguen dos consecuencias:
1) Lo que está mal, sigue mal.
2) El que podría remediarlo, sigue siendo visto como una persona "equilibrada", "prudente" y "respetable".
Y así está la Iglesia: repleta de "prudentes", que viven al
margen de tantos males y desgracias que se podrían remediar.
SAN HERIBERTO
Heriberto nació en Worms en el año 970, siendo hijo de Hugo y Gräfin, duques
de esta ciudad. Estudió en la escuela de la catedral de Worms y en el
monasterio benedictino de Gorza y, por su linaje fue nombrado rector de la
catedral de Worms. En el 994 fue ordenado sacerdote y nombrado canciller del
reino alemán en Italia por el emperador Otón III, del que fue gran amigo,
consejero y compañero de sus viajes a Roma. En el 999, con 29 años, estando aún
en Roma con el emperador, fue elegido arzobispo de Colonia (antes había
rechazado, por humildad el arzobispado de Würzburg), por el pueblo, al morir el
anterior obispo.
El clero prefería a otro, pero se impuso la voluntad popular y el polémico
Papa Silvestre II le impuso el palio arzobispal, siendo consagrado ya en
Colonia, ese mismo año. Realizó misiones diplomáticas, creó la diócesis de
Bamberg y logró la pacificación de Luxemburgo. Se distinguió por su vida de
estudio de la Sagrada Escritura, la oración, el celo pastoral y la especial
atención a los pobres. En 1002 asistió al emperador en su lecho de muerte en
Paternó y acompañó sus restos mortales a Alemania. En este viaje fue apresado
por el nuevo emperador, Enrique II, porque Heriberto se había opuesto a
apoyarle en su pretensión al trono, pero había acatado su reinado luego de su
elección. Luego de profesar su obediencia fue liberado y sirvió fielmente a
Enrique, aconsejándolo y sirviéndolo, hasta que, casi 20 años más tarde, este
reconoció su error y le pidió perdón de rodillas, delante de todo el pueblo, (a
tiempo, porque ese mismo año moriría Heriberto). Al morir, el santo obispo fue
enterrado en la iglesia del monasterio de Deutz, donde se veneran aún sus
reliquias. Su proceso de canonización lo comenzó en 1073 el papa San Gregorio
VII (25 de mayo), y su culto se aprobó en 1175, fijando su fiesta para el mismo
día de su fallecimiento, el 16 de marzo.
Fue oficialmente canonizado en 1626, por Urbano VIII. Es intercesor para
obtener la lluvia y se le suele representar con una paloma, pues en una
procesión penitencial contra la sequía y la peste consecuente, una volaba sobre
él, protegiéndolo y anunciando el fin de la plaga.
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