15 DE MARZO - LUNES –
4ª – SEMANA DE CUARESMA – B –
San Raimundo de Fitero
Lectura del libro de Isaías (65,17-21):
ESTO dice el Señor:
«Mirad: voy a crear un nuevo cielo y una nueva tierra: de las cosas pasadas
ni habrá recuerdo ni vendrá pensamiento.
Regocijaos, alegraos por siempre por lo que voy a crear:
yo creo a Jerusalén “alegría”, y a
su pueblo, “júbilo”.
Me alegraré por Jerusalén y me regocijaré con mi pueblo, ya no se oirá en
ella ni llanto ni gemido; ya no habrá allí niño que dure pocos días, ni adulto
que no colme sus años, pues será joven quien muera a los cien años, y quien no
los alcance se tendrá por maldito.
Construirán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán los frutos».
Palabra de Dios
Sal 29,2.4.5-6.11-12a.13b
R/. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos
se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a
la fosa. R/.
Tañed para el Señor, fieles suyos,
celebrad el recuerdo de su nombre
santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo. R/.
Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias
por siempre. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan (4,43-54):
EN aquel tiempo, salió Jesús de Samaría para Galilea. Jesús mismo había
atestiguado:
«Un profeta no es estimado en su propia patria».
Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque habían
visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también
ellos habían ido a la fiesta.
Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en
vino.
Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo
que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verlo, y le pedía que bajase
a curar a su hijo que estaba muriéndose.
Jesús le dijo:
«Si no veis signos y prodigios, no creéis».
El funcionario insiste:
«Señor, baja antes de que se muera mi niño».
Jesús le contesta:
«Anda, tu hijo vive».
El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando,
cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo vivía. Él les
preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron:
«Ayer a la hora séptima lo dejó la fiebre».
El padre cayó en la cuenta de que esa era la hora en que Jesús le había
dicho: «Tu hijo vive». Y creyó él con toda su familia. Este segundo signo lo
hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.
Palabra del Señor
1. Se discute si este relato del IV evangelio es una variante,
con ligeras diferencias, del que se encuentra en Mateo y Lucas, en los que se
relata la curación del siervo del centurión romano (Mt 8, 5-13; Lc 7, 1-10). La
diferencia principal entre este relato de Juan y los de Mateo y Lucas está en
que aquí se habla de "funcionario real", de nacionalidad y religión
judía, mientras que en los otros evangelios se trata de un militar pagano (J.
D. G. Dunn).
2. Lo que menos importa, en la redacción de este episodio, es
precisar si se trata de variantes del mismo suceso o se habla de casos
distintos. En definitiva,
lo mismo da que Jesús curase al
criado (o al hijo) de un judío o de un romano.
Lo importante es la preocupación de aquel personaje por la curación y la
vida
del muchacho. Y el correspondiente
interés de Jesús por remediar el sufrimiento del enfermo y todo lo que aquello
llevaba consigo.
3. Con frecuencia ocurre -sobre todo en el estudio y explicación
de los evangelios- que interesan más algunos detalles (sociales, históricos...)
que los problemas más graves y apremiantes de la vida. No caemos en
la cuenta de que
las tres grandes preocupaciones de
Jesús fueron: 1) la salud; 2) la alimentación;
3) las relaciones humanas.
Es urgente que la teología y los teólogos sepan centrarse en lo
fundamental, en las cuestiones que más interesaron a Jesús, que no fueron las
ceremonias del Templo y los rituales de los sacerdotes, sino los problemas que
nos llevan derechamente al fondo de la felicidad o al sufrimiento de las
personas.
San Raimundo de Fitero
Fundador de
la Orden de Calatrava
Martirologio Romano: En la villa de Ciruelos, en la región española de Castilla la Nueva, san
Raimundo, abad de Fitero, que fundó la Orden de Calatrava y trabajó en favor de
la cristiandad (c. 1160).
Fecha de canonización: 1719 por el Papa Clemente XI. Abad del monasterio cisterciense de Fitero en
Navarra, y fundador de la Orden militar de Calatrava.
Se llamaba Raymundo
Sierra o Raymond Serrat. Aunque documentalmente no puede probarse, lo más
probable es que naciera en Saint Gaudens de Garona, en Francia, y que la época
fue a comienzos del siglo XII. Algunos autores sitúan su nacimiento en Tarazona
(Aragón), y otros afirman que fue en Barcelona.
Aparece como
canónigo en Tarazona, atestiguado documentalmente por testimonio de su primer
obispo, Don Miguel, monje benedictino. De aquí pasó a monje del monasterio
cisterciense de Nuestra Señora de Sacala Dei, en Gascuña, y de ahí fue enviado
como prior a la nueva fundación que Don Bernardo determinó hacer en España.
Se asentaron los
nuevos monjes en el monte que llaman Yerga, con consentimiento del rey. En 1140
Alfonso VII les donó la villa de Nienzabas que había quedado asolada por los
moros; aquí fundaron el monasterio de Nienzabas del que fue abad Raymundo a la
muerte de Durando, alrededor del año 1144. Lo eligieron abad por la fama que
tenía de santo y taumaturgo. Con el título y oficio de abad aparece ya en la
escritura del 1146, al donar el rey al monasterio los dominios de Serna de
Cervera y Baños de Tudescón, actuales balnearios de Fitero.
En 1148 asistió al
capítulo general de la orden del Císter, en calidad de abad; en ese concilio
estuvo presente el papa Eugenio III, que también era cisterciense.
Raymundo trasladó
ese mismo año el monasterio al mejor sitio de Castejón, recibió la donación
real del castillo de Tulungen y, en la heredad donada por Don Pedro Tizón y su
esposa Doña Toda, fundó en 1150 el de Santa María de Fitero del que será el
primer abad.
Raymundo y él se
encuentran en Toledo el año 1158. Diego ha escuchado al rey el gran peligro que
corre la plaza de Calatrava confiada años atrás por Alfonso VII a los
Templarios, pero que ahora está casi desguarnecida que es por el momento la
llave estratégica de Toledo. El peligro es grande por la proximidad de los
almohades. Raymundo y Diego piden al rey la defensa de la plaza y con los
monjes traídos de Fitero más un ejército formado por campesinos y artesanos consiguen
defender la plaza y ahuyentar a los moros. En premio, el rey Sancho III les
concede el dominio de Calatrava donde Raymundo funda el mismo año la Orden
mitad monjes obedientes al toque de la campana, mitad soldados obedientes al
toque de la trompeta que fue aprobada posteriormente por el papa Alejandro III,
por bula de 25 de setiembre de 1164, cuando ya había muerto su fundador.
Raymundo murió en
1163 en Ciruelos y allí se enterró. En 1471 se trasladaron sus restos al
monasterio cisterciense de Monte León de Toledo y, desde el siglo XIX, las
reliquias del santo se encuentran en la catedral de Toledo.
Si los creyentes
actuales quisiéramos imponer nuestra santa fe con la violencia, ya tendríamos
que empezar por gestionar quién quisiera vendernos una bomba de hidrógeno; pero
ese supuesto sería irreconciliable con la dignidad de las personas y el respeto
a su dignidad, seríamos calificados inmediatamente de fanáticos y
fundamentalistas; habríamos ciertamente perdido el norte de la caridad que
califica a los cristianos como auténticos discípulos de Cristo, y nuestro modo
de hacer supondría una renuncia total a los postulados de la convivencia
democrática.
Desde luego,
habríamos dejado de confiar en los medios de siempre oración, mortificación y
buen ejemplo para ser sembradores de paz y de alegría que es el vehículo normal
de transmisión de la fe, siempre don del Espíritu Santo. Pero, aunque hoy nos
pueda parecer impropio de un santo vivir con la espada en la mano por la mañana
y en oración adorante por la noche, la historia es así; juzgar los hechos
pasados con la mentalidad actual es caer en un anacronismo.
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