lunes, 29 de marzo de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 31 DE MARZO –MIERCOLES SANTO– B - SAN BENJAMÍN

 

 

 


31 DE MARZO

–MIERCOLES SANTO– B

SAN BENJAMÍN

 

Lectura del libro de Isaías (50,4-9a):

 

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos.

¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?

 

Palabra de Dios

 

 

Salmo: 68,8-10.21-22.31.33-34

 

R/. Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor

 

Por ti he aguantado afrentas,

la vergüenza cubrió mi rostro.

Soy un extraño para mis hermanos,

un extranjero para los hijos de mi madre;

porque me devora el celo de tu templo,

y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí. R/.

 

La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco.

Espero compasión, y no la hay;

consoladores, y no los encuentro.

En mi comida me echaron hiel,

para mi sed me dieron vinagre. R/.

 

Alabaré el nombre de Dios con cantos,

proclamaré su grandeza con acción de gracias.

Miradlo, los humildes, y alegraos,

buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.

Que el Señor escucha a sus pobres,

no desprecia a sus cautivos. R/.

                                                                                                           

Lectura del santo evangelio segun san Mateo (26,14-25):

 

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, a los sumos sacerdotes y les propuso: «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»

Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»

Él contestó:

«ld a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos."»

Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce.

Mientras comían dijo:

«Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»

Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:

«¿Soy yo acaso, Señor?»

Él respondió:

«El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido.»

Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:

«¿Soy yo acaso, Maestro?»

Él respondió:

«Tú lo has dicho.»

 

Palabra del Señor

 

1.  Es evidente que este relato, en vísperas del Jueves Santo, centra la atención de los cristianos en la figura de Judas. Sobre este personaje se ha discutido mucho: - ¿quién era? - ¿Por qué lo eligió Jesús como uno de los Doce? - ¿Cómo lo trató Jesús? - ¿Por qué traicionó a Jesús?  - ¿Por qué los evangelios destacan tanto a este extraño personaje?

Las ideas de los antiguos padres de la Iglesia, de la teología protestante y de la teología católica son muy diferentes (cf. Ulrich Luz).

 

2.  Si nos atenemos solo a aclarar estas preguntas, lo más seguro es que no lleguemos al fondo del problema que plantean a la Iglesia y a cada cristiano en concreto.

¿En qué consiste ese problema?

Lo más claro que hay en el "caso Judas", es el hecho de que, entre los elegidos de Jesús y sus más cercanos amigos (Jn, 15, 14-16), entre los que habitualmente están con él (Mc 3, 13) y los que figuran investidos de "autoridad" (Mc 3, 15; Mt 10, 1), destinados a representar la totalidad de los escogidos de Dios (Mt 19, 28 par), ahí, en ese núcleo de los más representativos, hay cobardes (caso de Pedro) y hay traidores (caso de Judas). Esto —por lo menos esto— es lo que la Iglesia primitiva tuvo muy claro y muy clavado en el alma.

 

3.  En realidad, lo que allí ocurrió es que Pedro, al negar su relación con Jesús, lo que hizo fue negar su fe, su amistad, su cercanía a Jesús. Y Judas fue sencillamente un ladrón codicioso, un falso amigo, un hipócrita, un hombre falso y del que nadie se podría fiar.

Por diversos motivos, lo mismo para Judas que para Pedro, el propio interés se antepuso a la fidelidad y al seguimiento de Jesús. Esto es algo que la Iglesia ha de tener siempre presente. Porque, desde sus orígenes, lo consideró muy preocupante.  Y preocupante ha sido y lo es hasta el día de hoy.

La pregunta "¿Acaso soy yo, Señor?" debería estar clavada en el alma de cada creyente. Y de forma muy intensa y especial en quienes ocupan cargos de gobierno en la Iglesia.

 

SAN BENJAMÍN

 


San Benjamín fue un diácono que vivió en la antigua región de Persia (hoy Irán) y formó parte de un grupo de cristianos mártires durante la larga persecución iniciada por el rey del Imperio sasánida Iezdegerd I, y que terminó con su hijo y sucesor Vararane V.

El santo fue un joven de gran celo apostólico, elocuente para predicar y caritativo con los necesitados. Además, logró muchas conversiones, incluso de los sacerdotes seguidores de Zaratustra, profeta fundador del mazdeísmo.

Si bien el rey Iezdigerd I detuvo la persecución de cristianos llevada a cabo por su padre Sapor II, este mandó a destruir todas sus iglesias cuando un sacerdote cristiano de nombre Hasu, junto a sus allegados, incendiaron el “templo del fuego”, principal objeto del culto de los persas.

Por ello fueron arrestados el Obispo Abdas, los presbíteros Hasu y Isaac, un subdiácono y dos laicos. Después fueron condenados a muerte por negarse a reconstruir el templo y se inició una persecución general que duró cuarenta años.

estos mártires se suma el diácono Benjamín, quien fue golpeado y después encarcelado por 1 año pese a no haber participado del incendio. Salió en libertad gracias al embajador de Constantinopla, quien prometió que el santo se abstendría de hablar acerca de su religión.

Sin embargo, Benjamín continuó predicando el Evangelio por lo que fue nuevamente detenido y llevado ante el rey, quien lo sometió a crueles torturas, siendo luego decapitado.

El diácono fue martirizado cerca del 420 en Ergol (Persia) por predicar insistentemente la palabra de Dios. Dos años más tarde con la victoria del emperador del Imperio romano de Oriente, Teodosio II, sobre Vararane V, se estableció la libertad de culto para los cristianos de Persia.

La Iglesia conmemora a este santo diácono el 31 de marzo.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario