jueves, 4 de marzo de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 6 DE MARZO - SÁBADO – 2ª – SEMANA DE CUARESMA – B SAN OLEGARIO

 

 


6 DE MARZO - SÁBADO –

2ª – SEMANA DE CUARESMA – B

SAN OLEGARIO

 

    Lectura de la profecía de Miqueas (7,14-15.18-20):

 

PASTOREA a tu pueblo, Señor, con tu cayado, al rebaño de tu heredad, que anda solo en la espesura, en medio del bosque;

que se apaciente como antes

en Basán y Galaad.

Como cuando saliste de Egipto,

les haré ver prodigios.

¿Qué Dios hay como tú, capaz de perdonar el pecado, de pasar por alto la falta del resto de tu heredad?

No conserva para siempre su cólera, pues le gusta la misericordia.

Volverá a compadecerse de nosotros, destrozará nuestras culpas, arrojará nuestros pecados

a lo hondo del mar.

Concederás a Jacob tu fidelidad

y a Abrahán tu bondad, como antaño prometiste a nuestros padres.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 102,1-2.3-4.9-10.11-12

 

R/. El Señor es compasivo y misericordioso

 

   Bendice, alma mía, al Señor,

y todo mi ser a su santo nombre.

Bendice, alma mía, al Señor,

y no olvides sus beneficios. R/.

 

    Él perdona todas tus culpas

y cura todas tus enfermedades;

él rescata tu vida de la fosa,

y te colma de gracia y de ternura. R/.

 

 No está siempre acusando

ni guarda rencor perpetuo;

no nos trata como merecen nuestros pecados

ni nos paga según nuestras culpas. R/.

 

    Como se levanta el cielo sobre la tierra,

se levanta su bondad sobre los que lo temen;

como dista el oriente del ocaso,

así aleja de nosotros nuestros delitos. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (15,1-3.11-32):

 

EN aquel tiempo, se acercaron a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:

«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».

Jesús les dijo esta parábola:

«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:

“Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”.

El padre les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.

Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.

Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían ¡os cerdos, pero nadie le daba nada.

Recapacitando entonces, se dijo:

“Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”.

Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.

Su hijo le dijo:

“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”.

Pero el padre dijo a sus criados:

“Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”.

Y empezaron a celebrar el banquete.

Su hijo mayor estaba en el campo.

Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.

Este le contestó:

“Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”.

Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo.

Entonces él respondió a su padre:

“Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”.

El padre le dijo:

“Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”».

 

Palabra del Señor

 

1.  El capítulo 15 del evangelio de Lucas está dedicado íntegramente a "lo

extraviado", "lo perdido". Y así, nos descubre a Dios: cómo es Dios. Lo extraviado crea en los humanos un vacío.  Nos falta algo. Y si lo que nos falta es importante, el sentimiento de vacío, de carencia, nos hace la vida insoportable. 

En la medida en que vivimos con dolor una ausencia, en esa misma medida la vida se nos convierte en una búsqueda, una espera, una soledad, un dolor que es

más fuerte que la posesión, la presencia, todo, todo.

 

2.  Por eso, esta parábola nos enseña sobre Dios más que ninguna otra.  Más

que toda la teología. El "Padre" de esta parábola tenía dos hijos.

El mayor, era un mercenario, que obedecía en todo, para ganarse un pago adecuado.  

El menor era un ser humano que quería vivir bien, ser feliz. Por eso, el menor se fue a divertirse, pero era humano. Y necesitaba el cariño y la seguridad que da el cariño. Por esto, cuando se fue lejos y se quedó en la miseria, lo que sintió no fue el arrepentimiento de su mala conducta, sino el hambre y el abandono.

 

3.  Esto explica que lo que le motivó a volver a casa de su Padre, no fue el

pecado, sino el hambre. 

Volvió a su padre, no por un motivo "religioso", sino por una carencia "humana".   Cuando dice:  "He pecado contra el cielo y contra ti", el verbo griego amartáno se aplica al "pecado" desde la traducción de los LXX. Era la expresión que se usaba para encontrar acogida. Nada más que eso (G. Lohfink).

El Padre quería tanto a su hijo perdido, que hasta corre, loco de alegría, para evitar que la gente linche a aquel desvergonzado.   Y se lo come a besos, lo viste de lujo, le pone el anillo de mando, organiza un banquete.  Allí mandaba el amor, no la religión. Y donde hay amor de verdad, hasta se renuncia a los propios derechos.

El Padre no le pidió cuentas al perdido. Y reprendió al obediente "religioso". NO TE CANSES DE SER BUENO siempre.

 

SAN OLEGARIO

 


En lo religioso es Nicolás II quien dirige y, en lo civil, Enrique IV administra el Sacro Imperio Romano cuando nace en el año 1060 Olegario. Sus padres fueron Olaguer –valido de D. Ramón Berenguer, conde de Barcelona– y Guilia. En su tiempo se condena a Berengario por sus errores sobre la Eucaristía y Godofredo de Buillón conquista Jerusalén, nombrándosele defensor del Santo Sepulcro.

Fue canónigo de la iglesia Catedral de Barcelona y D. Ramón Beltrán, obispo de la ciudad, lo ordenó sacerdote. Pero, pensando que agradaba más a Dios de otra manera, Olaguer –que así le conocen en Barcelona y Tarragona– renuncia a la prebenda catedralicia, entra en el monasterio de San Adrián del que llega a ser prior y pasa a ser abad del de San Rufo hasta que se le nombra obispo en el año 1115. No pocos apuros costaron ponerle sobre su cabeza la mitra de Barcelona y en su mano el báculo por no quererlos aceptar el frailecito pensando que eran gran dignidad y pocos sus méritos; incluso llegó a escaparse por la noche y el clero tuvo que «atraparle» en Perpiñán; y dicen que hasta el mismo D. Rodrigo suplicó al papa Pascual II para que le obligara a aceptarla. Puede que el dato sea leyenda o puede que sea verdad por su humildad; pero ciertamente hoy –los tiempos cambiaron– no cuesta tanto aceptar un nombramiento episcopal. Aquellas buenas gentes apreciaban bien su calidad. Como obispo hace su labor con creces; pasó el tiempo reconstruyendo monasterios e iglesias, predicando de ordinario –cosa poco usual en su época– y preocupándose de los pobres, dándoles en limosna los dineros que él recibía.

Cuando muere el papa Pascual y se elige a Gelasio II, va Olegario a Roma a besar los pies de Pedro y prestarle juramento como acto protocolario del tiempo. A su vuelta se ha recuperado Tarragona de los moros, se restituye su condición de sede metropolitana y Olaguer es nombrado su arzobispo el 21 de marzo de 1118. El papa lo nombra, además, legado suyo para toda España. Tiene que vivir en Barcelona cuya sede mantiene porque quedó arrasada Tarragona y sin bienes propios; ocho años tardará Olegario en terminar de reedificar las murallas de esta ciudad y en llevar a ella gente aguerrida que esté en condiciones de poder defenderla.

Cumpliendo la misión de metropolitano y legado ad latere hubo de tomar parte en diversos concilios y anatematizó al antipapa Anacleto.

A su regreso de Tierra Santa se preocupa de que se restituyan a la Iglesia los bienes que algunos se habían injustamente apropiado, bendice y repara los templos desacralizados por los sarracenos, e interviene en Zaragoza en la reconciliación entre don Alonso de Castilla y don Ramiro de Aragón.

Este hombre celoso, incansable, con don de gobierno y mucho amor a Dios, no pudo ver reconstruida su iglesia metropolitana por falta de recursos económicos antes de morir el 6 de marzo del 1136. Fueron sepultados sus restos en Barcelona y canonizado a la antigua usanza, es decir, por veneración popular y consentimiento del Romano Pontífice.

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario