6 DE MARZO - SÁBADO –
2ª – SEMANA DE CUARESMA – B
SAN OLEGARIO
Lectura de la
profecía de Miqueas (7,14-15.18-20):
PASTOREA a tu pueblo, Señor, con tu cayado, al rebaño de tu heredad, que
anda solo en la espesura, en medio del bosque;
que se apaciente como antes
en Basán y Galaad.
Como cuando saliste de Egipto,
les haré ver prodigios.
¿Qué Dios hay como tú, capaz de perdonar el pecado, de pasar por alto la
falta del resto de tu heredad?
No conserva para siempre su cólera, pues le gusta la misericordia.
Volverá a compadecerse de nosotros, destrozará nuestras culpas, arrojará
nuestros pecados
a lo hondo del mar.
Concederás a Jacob tu fidelidad
y a Abrahán tu bondad, como antaño
prometiste a nuestros padres.
Palabra de Dios
Salmo: 102,1-2.3-4.9-10.11-12
R/. El Señor es compasivo y misericordioso
Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.
Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa,
y te colma de gracia y de
ternura. R/.
No está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo;
no nos trata como merecen nuestros
pecados
ni nos paga según nuestras
culpas. R/.
Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre los que
lo temen;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros
delitos. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (15,1-3.11-32):
EN aquel tiempo, se acercaron a Jesús todos los publicanos y los pecadores a
escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola:
«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:
“Padre, dame la parte que me toca
de la fortuna”.
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a
un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y
empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo
mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que
comían ¡os cerdos, pero nadie le daba nada.
Recapacitando entonces, se dijo:
“Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí
me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y
le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme
hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”.
Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su
padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó
al cuello y lo cubrió de besos.
Su hijo le dijo:
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo
tuyo”.
Pero el padre dijo a sus criados:
“Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano
y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y
celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido;
estaba perdido y lo hemos encontrado”.
Y empezaron a celebrar el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y
llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
Este le contestó:
“Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque
lo ha recobrado con salud”.
Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba
persuadirlo.
Entonces él respondió a su padre:
“Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya,
a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en
cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas
mujeres, le matas el ternero cebado”.
El padre le dijo:
“Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso
celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha
revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”».
Palabra del Señor
1. El capítulo 15 del evangelio de Lucas está dedicado
íntegramente a "lo
extraviado", "lo
perdido". Y así, nos descubre a Dios: cómo es Dios. Lo extraviado crea en
los humanos un vacío. Nos falta algo. Y si lo que nos falta es
importante, el sentimiento de vacío, de carencia, nos hace la vida
insoportable.
En la medida en que vivimos con dolor una ausencia, en esa misma medida la
vida se nos convierte en una búsqueda, una espera, una soledad, un dolor que es
más fuerte que la posesión, la
presencia, todo, todo.
2. Por eso, esta parábola nos enseña sobre Dios más que ninguna
otra. Más
que toda la teología. El
"Padre" de esta parábola tenía dos hijos.
El mayor, era un mercenario, que obedecía en todo, para ganarse un pago
adecuado.
El menor era un ser humano que quería vivir bien, ser feliz. Por eso, el
menor se fue a divertirse, pero era humano. Y necesitaba el cariño y la
seguridad que da el cariño. Por esto, cuando se fue lejos y se quedó en la
miseria, lo que sintió no fue el arrepentimiento de su mala conducta, sino el
hambre y el abandono.
3. Esto explica que lo que le motivó a volver a casa de su
Padre, no fue el
pecado, sino el hambre.
Volvió a su padre, no por un motivo "religioso", sino por una
carencia "humana". Cuando dice: "He
pecado contra el cielo y contra ti", el verbo griego amartáno se aplica al
"pecado" desde la traducción de los LXX. Era la expresión que se
usaba para encontrar acogida. Nada más que eso (G. Lohfink).
El Padre quería tanto a su hijo perdido, que hasta corre, loco de alegría,
para evitar que la gente linche a aquel desvergonzado. Y se lo
come a besos, lo viste de lujo, le pone el anillo de mando, organiza un
banquete. Allí mandaba el amor, no la religión. Y donde hay amor de
verdad, hasta se renuncia a los propios derechos.
El Padre no le pidió cuentas al perdido. Y reprendió al obediente
"religioso". NO TE CANSES DE SER BUENO siempre.
SAN OLEGARIO
En lo religioso es Nicolás II quien dirige y, en lo
civil, Enrique IV administra el Sacro Imperio Romano cuando nace en el año 1060
Olegario. Sus padres fueron Olaguer –valido de D. Ramón Berenguer, conde de
Barcelona– y Guilia. En su tiempo se condena a Berengario por sus errores sobre
la Eucaristía y Godofredo de Buillón conquista Jerusalén, nombrándosele
defensor del Santo Sepulcro.
Fue canónigo de la iglesia Catedral de Barcelona y D.
Ramón Beltrán, obispo de la ciudad, lo ordenó sacerdote. Pero, pensando que
agradaba más a Dios de otra manera, Olaguer –que así le conocen en Barcelona y
Tarragona– renuncia a la prebenda catedralicia, entra en el monasterio de San
Adrián del que llega a ser prior y pasa a ser abad del de San Rufo hasta que se
le nombra obispo en el año 1115. No pocos apuros costaron ponerle sobre su
cabeza la mitra de Barcelona y en su mano el báculo por no quererlos aceptar el
frailecito pensando que eran gran dignidad y pocos sus méritos; incluso llegó a
escaparse por la noche y el clero tuvo que «atraparle» en Perpiñán; y dicen que
hasta el mismo D. Rodrigo suplicó al papa Pascual II para que le obligara a
aceptarla. Puede que el dato sea leyenda o puede que sea verdad por su
humildad; pero ciertamente hoy –los tiempos cambiaron– no cuesta tanto aceptar
un nombramiento episcopal. Aquellas buenas gentes apreciaban bien su calidad.
Como obispo hace su labor con creces; pasó el tiempo reconstruyendo monasterios
e iglesias, predicando de ordinario –cosa poco usual en su época– y
preocupándose de los pobres, dándoles en limosna los dineros que él recibía.
Cuando muere el papa Pascual y se elige a Gelasio II,
va Olegario a Roma a besar los pies de Pedro y prestarle juramento como acto
protocolario del tiempo. A su vuelta se ha recuperado Tarragona de los moros,
se restituye su condición de sede metropolitana y Olaguer es nombrado su
arzobispo el 21 de marzo de 1118. El papa lo nombra, además, legado suyo para
toda España. Tiene que vivir en Barcelona cuya sede mantiene porque quedó
arrasada Tarragona y sin bienes propios; ocho años tardará Olegario en terminar
de reedificar las murallas de esta ciudad y en llevar a ella gente aguerrida
que esté en condiciones de poder defenderla.
Cumpliendo la misión de metropolitano y legado ad
latere hubo de tomar parte en diversos concilios y anatematizó al antipapa
Anacleto.
A su regreso de Tierra Santa se preocupa de que se
restituyan a la Iglesia los bienes que algunos se habían injustamente
apropiado, bendice y repara los templos desacralizados por los sarracenos, e
interviene en Zaragoza en la reconciliación entre don Alonso de Castilla y don
Ramiro de Aragón.
Este hombre celoso, incansable, con don de gobierno y
mucho amor a Dios, no pudo ver reconstruida su iglesia metropolitana por falta
de recursos económicos antes de morir el 6 de marzo del 1136. Fueron sepultados
sus restos en Barcelona y canonizado a la antigua usanza, es decir, por
veneración popular y consentimiento del Romano Pontífice.
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