4- DE JUNIO –VIERNES –
9ª – SEMANA DEL T. O. – B –
SANTAS RUT Y NOEMI
Lectura
del libro de Tobías (11,5-17):
En aquellos días, Ana
estaba sentada, oteando el camino por donde tenía que llegar su hijo.
Tuvo el presentimiento de que llegaba, y dijo al
padre:
«Mira,
viene tu hijo con su compañero.»
Rafael dijo
a Tobías, antes de llegar a casa:
«Estoy
seguro de que tu padre recuperará la vista. Úntale los ojos con la hiel del pez;
el remedio hará que las nubes de los ojos se contraigan y se le desprendan. Tu
padre recobrará la vista y verá la luz.»
Ana fue
corriendo a arrojarse al cuello de su hijo, diciéndole: «Te veo, hijo, ya puedo morirme.»
Y se echó a
llorar.
Tobit se
puso en pie y, tropezando, salió por la puerta del patio.
Tobías fue
hacia él con la hiel del pez en la mano; le sopló en los ojos, le agarró la
mano y le dijo: «Ánimo, padre.»
Le echó el
remedio, se lo aplicó y luego con las dos manos le quitó como una piel de los
lagrimales.
Tobit se le
arrojó al cuello, llorando, mientras decía:
«Te veo,
hijo, luz de mis ojos.»
Luego
añadió:
«Bendito
sea Dios, bendito su gran nombre, benditos todos sus santos ángeles. Que su
nombre glorioso nos proteja, porque si antes me castigó, ahora veo a mi hijo
Tobías.»
Tobías
entró en casa contento y bendiciendo a Dios a voz en cuello.
Luego le
contó a su padre lo bien que les había salido el viaje: traía el dinero y se
había casado con Sara, la hija de Ragüel:
«Está ya
cerca, a las puertas de Nínive.»
Tobit salió
al encuentro de su nuera, hacia las puertas de Nínive. Iba contento y
bendiciendo a Dios, y los ninivitas, al verlo caminar con paso firme y sin
ningún lazarillo, se sorprendían. Tobit les confesaba abiertamente que Dios
había tenido misericordia y le había devuelto la vista.
Cuando
llegó cerca de Sara, mujer de su hijo Tobías, le echó esta bendición:
«¡Bien
venida, hija! Bendito sea tu Dios, que te ha traído aquí. Bendito sea tu padre,
bendito mi hijo Tobías, y bendita tú, hija. ¡Bien venida a ésta tu casa! Que
goces de alegría y bienestar. Entra, hija.»
Todos los
judíos de Nínive celebraron aquel día una gran fiesta.
Palabra de Dios
Salmo: 145, 1-2. 6b-7. 8-9a.
9bc-10
R/. Alaba, alma mía, al Señor
Alaba, alma mía, al
Señor:
alabaré al Señor mientras viva,
tañeré para mi Dios mientras exista. R/.
Que mantiene su
fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. R/.
El Señor abre los ojos
al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.
El Señor guarda a los peregrinos. R/.
Sustenta al huérfano y
a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Marcos (12,35-37):
En aquel tiempo,
mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó:
«¿Cómo
dicen los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David, inspirado
por el Espíritu Santo, dice:
"Dijo
el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de
tus pies."
Si el mismo
David lo llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?»
La gente,
que era mucha, disfrutaba escuchándolo.
Palabra del Señor
1. Prescindiendo de las discusiones, que había
entre las escuelas teológicas judías sobre el "mesianismo" y la
"filiación divina", lo que el Evangelio quiere dejar claro aquí es
que a Jesús no se le entiende por su relación con la dinastía regia de David,
sino por su relación con Dios.
Los letrados —o teólogos— de
aquel tiempo eran tan frívolos y superficiales, que se apasionaban más por
dejar clara la relación del Mesías con David, que esa relación respecto a Dios.
Así somos los mortales. Así de fatuos y hasta infantiles.
Con frecuencia, y de manera sorprendente, este tipo de actitudes y formas
de comportamiento son frecuentes en algunos ambientes de sacristía. Se presume
de apellidos, de orígenes famosos, de títulos importantes, de antepasados
notables, etc.
2. El contraste se advierte en la indicación con
que concluye el relato: "la gente disfrutaba escuchándolo".
Una vez más, nos encontramos aquí con el término “óchlos", para
designar a los oyentes de Jesús.
El sustantivo griego
"óchlos" designa al "pueblo" o la "gente", en el
sentido más despectivo de esa palabra. Es decir, se refiere a la gente
ignorante, inculta, de conducta quizá poco ejemplar. De forma que, a veces, se
refería a lo que hoy, en ambientes militares, se califica como "el pelotón
de los torpes".
Pues bien, esa clase de personas
eran las que coincidían con Jesús, los que le escuchaban con interés y hasta
"disfrutaban escuchándolo".
Es elocuente tal sintonía entre
Jesús y los más sencillos. - ¿Le faltaba
profundidad humana e intelectual a Jesús?
- ¿No ocurrirá, más bien, que es a nosotros a quienes nos falta?
3. Este breve relato nos tendría que hacer
pensar a todos. Pensar, sobre todo, con quién conectamos en la vida, en la
sociedad, en la política y en la religión.
Por ejemplo, - ¿qué clase de gentes acuden con más espontaneidad y disfrute
a las iglesias, a las misas y a los sermones?
- ¿Con quién se entiende mejor el
clero?
- ¿En qué ambientes disfruta más
la gente popular y sencilla?
Y a los cristianos en general,
- ¿nos atraen más los notables o
los simples?
SANTAS RUT Y
NOEMI
En la Biblia encontrarás un libro llamado Rut. Es una historia sobre una
familia que vivió durante el tiempo en que Israel tuvo jueces. Rut es una joven
del país de Moab; no pertenece a Israel, la nación de Dios. Pero cuando Rut
aprende acerca del Dios verdadero, Jehová, lo ama mucho. Noemí es una señora
mayor que ayudó a Rut a conocer a Jehová.
Noemí es israelita. Ella y su esposo y sus dos hijos se mudaron a la tierra
de Moab cuando había poco alimento en Israel. Un día, el esposo de Noemí murió.
Después, los hijos de Noemí se casaron con dos moabitas llamadas Rut y Orpa.
Unos 10 años después, los dos hijos de Noemí murieron. ¡Qué tristeza! ¿Qué
haría Noemí ahora?
Un día Noemí decide volver a su propia gente, un viaje largo. Rut y Orpa
quieren estar con ella, y la acompañan también. Pero después de algún tiempo en
el camino, Noemí les dice a las jóvenes: ‘Vuélvanse al lugar de donde vinieron
y quédense con sus madres.’
Noemí se despide de ellas con un beso. Ellas empiezan a llorar, porque aman
mucho a Noemí. Dicen: ‘¡No! Nosotras vamos a ir contigo a tu gente.’ Pero Noemí
les responde: ‘Ustedes tienen que regresar, hijas mías. Les irá mejor entre los
suyos.’ De manera que Orpa empieza el viaje de regreso al lugar de donde vino.
Pero Rut no se va.
Noemí se vuelve a ella y dice: ‘Orpa se ha ido. Vete con ella también.’ Pero
Rut contesta: ‘¡No trates de hacer que te deje! Déjame ir contigo. Donde tú
vayas, yo iré, y donde vivas, viviré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será
mi Dios. Donde tú mueras, yo moriré, y allí me enterrarán.’ Cuando Rut dice
esto, Noemí deja de tratar de hacer que regrese.
Al fin las dos mujeres llegan a Israel. Se establecen allí. Rut en seguida
empieza a trabajar en los campos, porque es tiempo de recoger la cebada. Un
hombre llamado Booz le deja recoger cebada en sus campos. ¿Sabes quién era la
madre de Booz? Era Rahab, de la ciudad de Jericó.
Un día Booz le dice a Rut: ‘He oído mucho de ti, y de lo bondadosa que has
sido con Noemí. Sé que dejaste a tu padre y a tu madre y tu propio país y has
venido a vivir entre un pueblo que nunca antes habías conocido. ¡Te deseo que
Jehová sea bueno contigo!’
Rut contesta: ‘Eres muy bondadoso conmigo, señor. Me has hecho sentir mejor
por las buenas cosas que me has dicho.’ A Booz le agrada mucho Rut, y poco
tiempo después se casan. ¡Qué feliz hace esto a Noemí! Pero Noemí se siente más
feliz todavía cuando Rut y Booz tienen su primer hijo, llamado Obed. Después
Obed llega a ser el abuelo de David; de este David después aprenderemos más.
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