sábado, 5 de junio de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 7 - DE JUNIO – LUNES – 10ª – SEMANA DEL T. O. – B – San Isaac de Córdoba

 

 


        7 - DE JUNIO – LUNES –

10ª – SEMANA DEL T. O. – B –

San Isaac de Córdoba

 

    Comienzo de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1,1-7):

 

   Pablo, apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, y el hermano Timoteo, a la Iglesia de Dios que está en Corinto y a todos los santos que residen en toda Acaya: os deseamos la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. ¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios del consuelo!

    Él nos alienta en nuestras luchas hasta el punto de poder nosotros alentar a los demás en cualquier lucha, repartiendo con ellos el ánimo que nosotros recibimos de Dios. Si los sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, gracias a Cristo rebosa en proporción nuestro ánimo. Si nos toca luchar, es para vuestro aliento y salvación; si recibimos aliento, es para comunicaros un aliento con el que podáis aguantar los mismos sufrimientos que padecemos nosotros.

    Nos dais firmes motivos de esperanza, pues sabemos que si sois compañeros en el sufrir, también lo sois en el buen ánimo.

                                      

Palabra de Dios

 

    Salmo: 33,2-3.4-5.6-7.8-9

 

    R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor

 

    Bendigo al Señor en todo momento,

su alabanza está siempre en mi boca;

mi alma se gloria en el Señor:

que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.

 

    Proclamad conmigo la grandeza del Señor,

ensalcemos juntos su nombre.

Yo consulté al Señor, y me respondió,

me libró de todas mis ansias. R/.

 

    Contempladlo, y quedaréis radiantes,

vuestro rostro no se avergonzará.

Si el afligido invoca al Señor,

él lo escucha y lo salva de sus angustias. R/.

 

    El ángel del Señor acampa

en torno a sus fieles y los protege.

Gustad y ved qué bueno es el Señor,

dichoso el que se acoge a él. R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,1-12):

 

    Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron.

Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo:     «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.     Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.

    Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.     Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

    Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.     Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.     Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.     Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.»

 

Palabra del Señor

 

1.   Si algo hay claro en este texto, que siempre se ha considerado central el Evangelio, es que lo primero que le preocupa a Jesús, lo primero que es para los seres humanos, es la felicidad. Jesús insiste en eso machaconamente.

Jesús habla de los que son dichosos. No habla de los "ricos", ni de los "poderosos", ni de los "notables". Ni siquiera se refiere a los que son "religiosos". Jesús se centra en lo que es central para todos los seres humanos.  Está clara la mentalidad de Jesús.

 

2.   Jesús piensa y quiere la felicidad de todos. Pero, ¿desde dónde ve él esa felicidad?

No la ve, ni la piensa, desde lo que tienen, ni de los mejor situados en vida. La ve desde los que no tienen los que están más abajo en este mundo.

Ahora bien, el desde dónde se ve la vida determina cómo se ve la vida. Jesús ve este mundo y esta vida desde las carencias de los pobres, desde el dolor de los que sufren y lloran, desde el trabajo de los que se afanan porque en el mundo haya paz, desde el corazón   limpio de las buenas personas, desde la humillación de los que se ven perseguidos, insultados, calumniados.   

Cuando la vida se ve desde tales situaciones, lógicamente se moviliza lo mejor que cada cual lleva en sus entrañas: la sensibilidad ante el sufrimiento y la protesta ante los causantes de tanta injusticia.

 

3.   El peligro que tienen las "Bienaventuranzas* es que las promesas del cielo que Jesús hace en ellas sean utilizadas por gente inmoral para desplazar su contenido a la "otra vida". Es la inmoralidad de los "espirituales*, que se sirven del Cielo para vivir ellos mejor en la Tierra.

 

      San Isaac de Córdoba


 

 

        7 - DE JUNIO – LUNES –

10ª – SEMANA DEL T. O. – B –

San Isaac de Córdoba

 

    Comienzo de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1,1-7):

 

   Pablo, apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, y el hermano Timoteo, a la Iglesia de Dios que está en Corinto y a todos los santos que residen en toda Acaya: os deseamos la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. ¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios del consuelo!

    Él nos alienta en nuestras luchas hasta el punto de poder nosotros alentar a los demás en cualquier lucha, repartiendo con ellos el ánimo que nosotros recibimos de Dios. Si los sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, gracias a Cristo rebosa en proporción nuestro ánimo. Si nos toca luchar, es para vuestro aliento y salvación; si recibimos aliento, es para comunicaros un aliento con el que podáis aguantar los mismos sufrimientos que padecemos nosotros.

    Nos dais firmes motivos de esperanza, pues sabemos que si sois compañeros en el sufrir, también lo sois en el buen ánimo.

                                      

Palabra de Dios

 

    Salmo: 33,2-3.4-5.6-7.8-9

 

    R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor

 

    Bendigo al Señor en todo momento,

su alabanza está siempre en mi boca;

mi alma se gloria en el Señor:

que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.

 

    Proclamad conmigo la grandeza del Señor,

ensalcemos juntos su nombre.

Yo consulté al Señor, y me respondió,

me libró de todas mis ansias. R/.

 

    Contempladlo, y quedaréis radiantes,

vuestro rostro no se avergonzará.

Si el afligido invoca al Señor,

él lo escucha y lo salva de sus angustias. R/.

 

    El ángel del Señor acampa

en torno a sus fieles y los protege.

Gustad y ved qué bueno es el Señor,

dichoso el que se acoge a él. R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,1-12):

 

    Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron.

Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo:     «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.     Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.

    Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.     Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

    Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.     Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.     Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.     Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.»

 

Palabra del Señor

 

1.   Si algo hay claro en este texto, que siempre se ha considerado central el Evangelio, es que lo primero que le preocupa a Jesús, lo primero que es para los seres humanos, es la felicidad. Jesús insiste en eso machaconamente.

Jesús habla de los que son dichosos. No habla de los "ricos", ni de los "poderosos", ni de los "notables". Ni siquiera se refiere a los que son "religiosos". Jesús se centra en lo que es central para todos los seres humanos.  Está clara la mentalidad de Jesús.

 

2.   Jesús piensa y quiere la felicidad de todos. Pero, ¿desde dónde ve él esa felicidad?

No la ve, ni la piensa, desde lo que tienen, ni de los mejor situados en vida. La ve desde los que no tienen los que están más abajo en este mundo.

Ahora bien, el desde dónde se ve la vida determina cómo se ve la vida. Jesús ve este mundo y esta vida desde las carencias de los pobres, desde el dolor de los que sufren y lloran, desde el trabajo de los que se afanan porque en el mundo haya paz, desde el corazón   limpio de las buenas personas, desde la humillación de los que se ven perseguidos, insultados, calumniados.   

Cuando la vida se ve desde tales situaciones, lógicamente se moviliza lo mejor que cada cual lleva en sus entrañas: la sensibilidad ante el sufrimiento y la protesta ante los causantes de tanta injusticia.

 

3.   El peligro que tienen las "Bienaventuranzas* es que las promesas del cielo que Jesús hace en ellas sean utilizadas por gente inmoral para desplazar su contenido a la "otra vida". Es la inmoralidad de los "espirituales*, que se sirven del Cielo para vivir ellos mejor en la Tierra.

 

      San Isaac de Córdoba

 

En Córdoba, en la provincia hispánica de Andalucía, san Isaac, mártir, que, siendo monje, en tiempo de la dominación musulmana, llevado por un impulso no humano sino divino, salió del monasterio de Tábanos para presentarse ante el juez y hablarle acerca de la verdadera religión, y por esta razón fue decapitado.

 

 

Vida de San Isaac de Córdoba

 

Monje nacido en Córdoba, de familia noble y cristiana. Estuvo estudiando árabe y fue nombrado administrador y tesorero de rentas; pero en el año 848 las altas condiciones que tenían le hacían ver los niveles espirituales a los que no podría llegar, por lo que se vio a retirarse espiritualmente al monasterio de Tábanos, donde estuvo recibiendo enseñanzas del abad Martín.

Al pasar los años Isaac no pudo contenerse más y decidió salir del monasterio expresando ante el cadí las verdades que seguía; esto hizo enfurecer al cadí que ordenó su detención tras intentarle convencer que porque mantenía firme su fe. Se ordenó a que fuera degollado y tras ello colgado de un palo en la orilla izquierda del Guadalquivir, siendo quemado seis días después y arrojado al propio rio.

Murió degollado a los 25 años el 3 de junio del año 851, día que lo conmemora la Iglesia. Tras su muerte, el cadí al informar al emir de la admirable actuación firme y serena de Isaac fue condenado a que lo degollaran.

Eso sucedió el miércoles 3 de junio. Dos días más tarde, el mártir es Sancho, un joven admirador de Eulogio, nacido cerca del Pirineo, que era un esclavo de la guardia del sultán; a éste, por ser culpado de alta traición además de impío, lo tendieron en el suelo, le metieron por su cuerpo una larga estaca, lo levantaron en el aire y así murió tras una larga agonía; esa era la muerte de los empalados.

Seis hombres que vestían con cogulla monacal se presentaron el domingo, día 7, ante el juez musulmán, diciéndole: «Nosotros repetimos lo mismo que nuestros hermanos Isaac y Sancho; mucho nos pesa de vuestra ignorancia, pero debemos deciros que sois unos ilusos, que vivís miserablemente embaucados por un hombre malvado y perverso. Dicta sentencia, imagina tormentos, echa mano de todos tus verdugos para vengar a tu profeta». Eran Pedro, un joven sacerdote y Walabonso, diácono, nacido en Niebla, ambos del monasterio de Santa María de Cuteclara; otros dos, Sabiniano y Wistremundo, pertenecían al monasterio de Armelata; Jeremías era un anciano cordobés que había sido rico en sus buenos tiempos, pero había sabido adaptar su cuerpo a los rigores de la penitencia en el monasterio de Tábanos que ayudó a construir con su fortuna personal y ya sólo le quedaba esperar el Cielo y, otro tabanense más, Habencio, murieron decapitados.

En unos días, ocho hombres fueron mártires de Cristo.

           

 





En Córdoba, en la provincia hispánica de Andalucía, san Isaac, mártir, que, siendo monje, en tiempo de la dominación musulmana, llevado por un impulso no humano sino divino, salió del monasterio de Tábanos para presentarse ante el juez y hablarle acerca de la verdadera religión, y por esta razón fue decapitado.

 

 

Vida de San Isaac de Córdoba

 

Monje nacido en Córdoba, de familia noble y cristiana. Estuvo estudiando árabe y fue nombrado administrador y tesorero de rentas; pero en el año 848 las altas condiciones que tenían le hacían ver los niveles espirituales a los que no podría llegar, por lo que se vio a retirarse espiritualmente al monasterio de Tábanos, donde estuvo recibiendo enseñanzas del abad Martín.

Al pasar los años Isaac no pudo contenerse más y decidió salir del monasterio expresando ante el cadí las verdades que seguía; esto hizo enfurecer al cadí que ordenó su detención tras intentarle convencer que porque mantenía firme su fe. Se ordenó a que fuera degollado y tras ello colgado de un palo en la orilla izquierda del Guadalquivir, siendo quemado seis días después y arrojado al propio rio.

Murió degollado a los 25 años el 3 de junio del año 851, día que lo conmemora la Iglesia. Tras su muerte, el cadí al informar al emir de la admirable actuación firme y serena de Isaac fue condenado a que lo degollaran.

Eso sucedió el miércoles 3 de junio. Dos días más tarde, el mártir es Sancho, un joven admirador de Eulogio, nacido cerca del Pirineo, que era un esclavo de la guardia del sultán; a éste, por ser culpado de alta traición además de impío, lo tendieron en el suelo, le metieron por su cuerpo una larga estaca, lo levantaron en el aire y así murió tras una larga agonía; esa era la muerte de los empalados.

Seis hombres que vestían con cogulla monacal se presentaron el domingo, día 7, ante el juez musulmán, diciéndole: «Nosotros repetimos lo mismo que nuestros hermanos Isaac y Sancho; mucho nos pesa de vuestra ignorancia, pero debemos deciros que sois unos ilusos, que vivís miserablemente embaucados por un hombre malvado y perverso. Dicta sentencia, imagina tormentos, echa mano de todos tus verdugos para vengar a tu profeta». Eran Pedro, un joven sacerdote y Walabonso, diácono, nacido en Niebla, ambos del monasterio de Santa María de Cuteclara; otros dos, Sabiniano y Wistremundo, pertenecían al monasterio de Armelata; Jeremías era un anciano cordobés que había sido rico en sus buenos tiempos, pero había sabido adaptar su cuerpo a los rigores de la penitencia en el monasterio de Tábanos que ayudó a construir con su fortuna personal y ya sólo le quedaba esperar el Cielo y, otro tabanense más, Habencio, murieron decapitados.

En unos días, ocho hombres fueron mártires de Cristo.

           

 

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