9 - DE JUNIO – MIERCOLES –
10ª – SEMANA DEL T. O. – B –
SAN EFREN, diacono y
doctor de la Iglesia
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios
(3,4-11):
Esta confianza con Dios la tenemos por
Cristo. No es que por nosotros mismos estemos capacitados para apuntarnos algo,
como realización nuestra; nuestra capacidad nos viene de Dios, que nos ha
capacitado para ser ministros de una alianza nueva: no de código escrito, sino
de espíritu; porque la ley escrita mata, el Espíritu da vida.
Aquel ministerio de muerte –letras grabadas
en piedra– se inauguró con gloria; tanto que los israelitas no podían fijar la
vista en el rostro de Moisés, por el resplandor de su rostro, caduco y todo
como era. Pues con cuánta mayor razón el ministerio del Espíritu resplandecerá
de gloria. Si el ministerio de la
condena se hizo con resplandor, cuánto más resplandecerá el ministerio del
perdón. El resplandor aquel ya no es resplandor, eclipsado por esta gloria
incomparable. Si lo caduco tuvo su resplandor, figuraos cuál será el de lo
permanente.
Palabra de Dios
Salmo: 98,5.6.7.8.9
R/. Santo eres, Señor, Dios nuestro
Ensalzad al Señor, Dios nuestro,
postraos ante el estrado
de sus pies:
Él es santo. R/.
Moisés y Aarón con sus sacerdotes,
Samuel con los que
invocan su nombre,
invocaban al Señor, y
él respondía. R/.
Dios les hablaba desde la columna de nube;
oyeron sus mandatos y
la ley que les dio. R/.
Señor, Dios nuestro, tú les respondías,
tú eras para ellos un
Dios de perdón,
y un Dios vengador de
sus maldades. R/.
Ensalzad al Señor, Dios nuestro;
postraos ante su monte
santo:
Santo es el Señor,
nuestro Dios. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,17-19):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No
creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir,
sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje
de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley.
El que se salte uno solo de los preceptos
menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en
el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el Reino
de los Cielos.»
Palabra del Señor
1. Estas palabras de Jesús, después de lo que ha dicho en las
bienaventuranzas y con las metáforas de la sal y de la luz, tienen su razón de
ser. Es más, Jesús
tenía que decir algo de esto. Porque él hablaba a gente educada en la religión de la ley y los profetas. Pero ahora acaban de escuchar que lo central en la vida no es someterse a la ley religiosa o escuchar las diatribas de los profetas de Dios.
Lo central para Jesús es la felicidad de los humanos. De forma que eso es
la sal y la luz de este mundo.
Pero, entonces,
- ¿no es eso acabar con la religión?
-
¿Qué queda en pie de la ley y los profetas?
2. Jesús sale al paso de quienes, entonces o ahora, se hacen
tales preguntas.
El punto de vista de Jesús es muy claro:
"No ha venido a suprimir (katal) la ley o los profetas, sino a llevar
todo eso a su plenitud (pleróo)".
Con esto Jesús quiso decir lógicamente que la religión alcanza su plenitud,
no cuando se centra en sí misma y se reduce a la perfecta observancia de sus
ritos y normas.
La religión alcanza su plenitud cuando ella deja de ser el centro y se pone
al servicio de la felicidad humana, no mediante promesas para otra vida, sino
mediante hechos tangibles para
esta vida.
3. El que entiende y vive así la religión de la ley y los profetas es el
que alcanza grandeza en el Reino de Dios. O sea, así la religión
alcanza su pleno sentido.
Jesús no anuló la religión. La
puso en su sitio.
SAN EFREN,
diacono y
doctor de la Iglesia
San Efrén, diácono y
doctor de la Iglesia
Nació en Nísibe, de familia cristiana, hacia el
año 306. Se ordenó de diácono y ejerció dicho ministerio en su patria y en
Edesa, de cuya escuela teológica fue el iniciador. A pesar de su intensa vida
ascética, desplegó una gran actividad como predicador y como autor de
importantes obras, destinadas a la refutación de los errores de su tiempo.
Murió en el año 373.
El mejor triunfo de San Efrén es el que a él le debemos
en gran parte la introducción de los cánticos sagrados e himnos en las
ceremonias católicas. Por medio de la música, los himnos se fueron haciendo
populares y se extendieron prontamente por todas las iglesias. Los himnos de
San Efrén se hicieron famosos por todas partes.
Efrén nació en Nisibe, Mesopotamia (Irak) en el año
306. El afirma de sí mismo que de joven no le daba mucha importancia a la
religión, pero que cuando le llegaron las pruebas y los sufrimientos, entonces
así se dio cuenta de que necesitaba de Dios.
El santo narra que en un sueño vio que de su lengua
nacía una mata de uvas, la cual se extendía por muchas regiones, llevando a todas
partes racimos muy agradables y provechosos. Con esto se le anunciaba que sus
obras (sus himnos y cantos) se iban a extender por muchas regiones, llevando
alegría y agradabilidad.
El obispo lo nombró director de la escuela de canto
religioso de su ciudad, y allí formó muchos maestros de canto para que fueran a
darle solemnidad a las fiestas religiosas de diversas parroquias.
Los persas de Irán invadieron la ciudad de Nisibe,
tratando de acabar con la religión católica, y entonces Efrén junto con gran número
de católicos, huyeron a la ciudad de Edesa, y en esa ciudad pasó los últimos
años de su vida, dedicado a componer sus inmortales poesías, y a rezar, meditar
y enseñar religión a cuantos más podía. Dicen que la idea de dedicarse a
componer himnos religiosos le llegó al ver que los herejes llevaban mucha gente
a sus reuniones por medio de los cantos que allí recitaban. Y entonces Efrén
dispuso hacer también muy simpáticas las reuniones de los católicos, por medio
de himnos y cánticos religiosos, y en verdad que logró conseguirlo.
Para mejor inspirarse, nuestro santo buscaba siempre la
soledad de las montañas, y en los sitios donde santos monjes y eremitas vivían
en oración y en continuo silencio. Allí lejos del remolino de la vida social,
le llegaba mejor la inspiración de lo alto.
Pero el obispo de Edesa al darse cuenta de las
cualidades artísticas del santo lo nombró director de la escuela de canto de la
ciudad y allí estuvo durante 13 años (del 350 al 363) formando maestros de
canto para las parroquias. Y sus himnos servían en las iglesias para exponer la
doctrina cristiana, alejar las herejías y los vicios, y aumentar el fervor de
los creyentes. Y aun hoy sus composiciones poéticas siguen siendo de grandísimo
provecho para los lectores. El expone las enseñanzas de la religión católica
demostrando gran admiración por nuestros dogmas, o grandes verdades de la fe.
Dicen los historiadores que cuando hablaba de la
segunda venida de Cristo y el día del juicio final, empleaba una elocuencia tan
vigorosa que el pueblo estallaba en gemidos y sonoros llantos. Y en sus
predicaciones consideraba como deber suyo principalísimo prevenir y preparar al
pueblo para que nadie se dejara engañar por los errores de las sectas.
Los herejes se quejaban de que los muy bien ensayados
coros de Efrén en los templos católicos atraían tantos devotos, que los templos
de las sectas se quedaban vacíos.
La humildad de San Efrén era tan grande que se creía
totalmente indigno de ser sacerdote (Aunque las gentes lo consideraban un gran
santo, y su vida era la de un fervoroso monje o religioso). Por eso prefirió
quedarse de simple diácono.
La última vez que tomó parte en los asuntos públicos
fue en el año 370 cuando hubo una gran carestía y una pavorosa escasez de
alimentos. Los ricos habían acaparado los alimentos y se negaban a repartirlos
entre los pobres por temor a que se aprovecharan los avivados. Entonces San
Efrén se ofreció de mediador y como a él si le tenían total confianza, organizó
un equipo de entrenados distribuidores y logró llevar cuantiosos alimentos a
las gentes más necesitadas. En una grandísima epidemia organizó un grupo de 300
camilleros y con ellos recogía a los enfermos y los llevaba a sitios especiales
para tratar de conseguir su curación. Uno de sus biógrafos comenta: "Estas
dos labores fueron dos ocasiones formidables que Dios le dio a nuestro santo,
para que se ganara dos bellísimas coronas más para la eternidad: la de calmar
el hambre de los más pobres y la de devolverles la salud a los enfermos más
abandonados". Seguramente al llegar al cielo, habrá oído de labios de
Jesús aquella bellísima frase que El prometió que dirá un día a los que ayudan
a los pobres y enfermos: "Estuve enfermo y me fuiste a visitar: tuve
hambre y me diste de comer. Ven al banquete preparado desde el comienzo de los
siglos". (Mt. 25,40).
De San Efrén se conservan 77 himnos en honor de Cristo,
de la Virgen Santísima y de los temas más sagrados de la religión católica. Sus
admiraciones inmensas hacia los sufrimientos son verdaderamente admirables y
conmovedoras. Con razón las gentes lloraban cuando lo escuchaban o cuando leían
sus emocionantes escritos. Por Jesús y por María tenía los más profundos
sentimientos de simpatía y admiración. A María la llama siempre "Madre de
Dios".
Su muerte sucedió probablemente en junio del año 373.
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