lunes, 7 de junio de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 9 - DE JUNIO – MIERCOLES – 10ª – SEMANA DEL T. O. – B – SAN EFREN, diacono y doctor de la Iglesia

 

 


9 - DE JUNIO – MIERCOLES –

10ª – SEMANA DEL T. O. – B –

SAN EFREN, diacono y doctor de la Iglesia

 

    Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (3,4-11):

 

    Esta confianza con Dios la tenemos por Cristo. No es que por nosotros mismos estemos capacitados para apuntarnos algo, como realización nuestra; nuestra capacidad nos viene de Dios, que nos ha capacitado para ser ministros de una alianza nueva: no de código escrito, sino de espíritu; porque la ley escrita mata, el Espíritu da vida.

    Aquel ministerio de muerte –letras grabadas en piedra– se inauguró con gloria; tanto que los israelitas no podían fijar la vista en el rostro de Moisés, por el resplandor de su rostro, caduco y todo como era. Pues con cuánta mayor razón el ministerio del Espíritu resplandecerá de gloria.   Si el ministerio de la condena se hizo con resplandor, cuánto más resplandecerá el ministerio del perdón. El resplandor aquel ya no es resplandor, eclipsado por esta gloria incomparable. Si lo caduco tuvo su resplandor, figuraos cuál será el de lo permanente.

 

Palabra de Dios

 

    Salmo: 98,5.6.7.8.9

                              

    R/. Santo eres, Señor, Dios nuestro

 

   Ensalzad al Señor, Dios nuestro,

postraos ante el estrado de sus pies:

Él es santo. R/.

 

   Moisés y Aarón con sus sacerdotes,

Samuel con los que invocan su nombre,

invocaban al Señor, y él respondía. R/.

 

   Dios les hablaba desde la columna de nube;

oyeron sus mandatos y la ley que les dio. R/.

 

   Señor, Dios nuestro, tú les respondías,

tú eras para ellos un Dios de perdón,

y un Dios vengador de sus maldades. R/.

 

    Ensalzad al Señor, Dios nuestro;

postraos ante su monte santo:

Santo es el Señor, nuestro Dios. R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,17-19):

 

   En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

     «No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley.

    El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el Reino de los Cielos.»

 

Palabra del Señor

 

1.  Estas palabras de Jesús, después de lo que ha dicho en las bienaventuranzas y con las metáforas de la sal y de la luz, tienen su razón de ser. Es más, Jesús

tenía que decir algo de esto. Porque él hablaba a gente educada en la religión de la ley y los profetas. Pero ahora acaban de escuchar que lo central en la vida no es someterse a la ley religiosa o escuchar las diatribas de los profetas de Dios.

Lo central para Jesús es la felicidad de los humanos. De forma que eso es la sal y la luz de este mundo.

Pero, entonces,

 - ¿no es eso acabar con la religión?

        - ¿Qué queda en pie de la ley y los profetas?

 

2.  Jesús sale al paso de quienes, entonces o ahora, se hacen tales preguntas.

El punto de vista de Jesús es muy claro:

"No ha venido a suprimir (katal) la ley o los profetas, sino a llevar todo eso a su plenitud (pleróo)".

Con esto Jesús quiso decir lógicamente que la religión alcanza su plenitud, no cuando se centra en sí misma y se reduce a la perfecta observancia de sus ritos y normas.

La religión alcanza su plenitud cuando ella deja de ser el centro y se pone al servicio de la felicidad humana, no mediante promesas para otra vida, sino

mediante hechos tangibles para esta vida.

 

3. El que entiende y vive así la religión de la ley y los profetas es el que alcanza grandeza en el Reino de Dios.  O sea, así la religión alcanza su pleno sentido.

Jesús no anuló la religión. La puso en su sitio.

 

SAN EFREN, 

diacono y doctor de la Iglesia


 

 

San Efrén, diácono y doctor de la Iglesia

 Nació en Nísibe, de familia cristiana, hacia el año 306. Se ordenó de diácono y ejerció dicho ministerio en su patria y en Edesa, de cuya escuela teológica fue el iniciador. A pesar de su intensa vida ascética, desplegó una gran actividad como predicador y como autor de importantes obras, destinadas a la refutación de los errores de su tiempo.

Murió en el año 373.

 

El mejor triunfo de San Efrén es el que a él le debemos en gran parte la introducción de los cánticos sagrados e himnos en las ceremonias católicas. Por medio de la música, los himnos se fueron haciendo populares y se extendieron prontamente por todas las iglesias. Los himnos de San Efrén se hicieron famosos por todas partes.

Efrén nació en Nisibe, Mesopotamia (Irak) en el año 306. El afirma de sí mismo que de joven no le daba mucha importancia a la religión, pero que cuando le llegaron las pruebas y los sufrimientos, entonces así se dio cuenta de que necesitaba de Dios.

El santo narra que en un sueño vio que de su lengua nacía una mata de uvas, la cual se extendía por muchas regiones, llevando a todas partes racimos muy agradables y provechosos. Con esto se le anunciaba que sus obras (sus himnos y cantos) se iban a extender por muchas regiones, llevando alegría y agradabilidad.

El obispo lo nombró director de la escuela de canto religioso de su ciudad, y allí formó muchos maestros de canto para que fueran a darle solemnidad a las fiestas religiosas de diversas parroquias.

Los persas de Irán invadieron la ciudad de Nisibe, tratando de acabar con la religión católica, y entonces Efrén junto con gran número de católicos, huyeron a la ciudad de Edesa, y en esa ciudad pasó los últimos años de su vida, dedicado a componer sus inmortales poesías, y a rezar, meditar y enseñar religión a cuantos más podía. Dicen que la idea de dedicarse a componer himnos religiosos le llegó al ver que los herejes llevaban mucha gente a sus reuniones por medio de los cantos que allí recitaban. Y entonces Efrén dispuso hacer también muy simpáticas las reuniones de los católicos, por medio de himnos y cánticos religiosos, y en verdad que logró conseguirlo.

Para mejor inspirarse, nuestro santo buscaba siempre la soledad de las montañas, y en los sitios donde santos monjes y eremitas vivían en oración y en continuo silencio. Allí lejos del remolino de la vida social, le llegaba mejor la inspiración de lo alto.

Pero el obispo de Edesa al darse cuenta de las cualidades artísticas del santo lo nombró director de la escuela de canto de la ciudad y allí estuvo durante 13 años (del 350 al 363) formando maestros de canto para las parroquias. Y sus himnos servían en las iglesias para exponer la doctrina cristiana, alejar las herejías y los vicios, y aumentar el fervor de los creyentes. Y aun hoy sus composiciones poéticas siguen siendo de grandísimo provecho para los lectores. El expone las enseñanzas de la religión católica demostrando gran admiración por nuestros dogmas, o grandes verdades de la fe.

Dicen los historiadores que cuando hablaba de la segunda venida de Cristo y el día del juicio final, empleaba una elocuencia tan vigorosa que el pueblo estallaba en gemidos y sonoros llantos. Y en sus predicaciones consideraba como deber suyo principalísimo prevenir y preparar al pueblo para que nadie se dejara engañar por los errores de las sectas.

Los herejes se quejaban de que los muy bien ensayados coros de Efrén en los templos católicos atraían tantos devotos, que los templos de las sectas se quedaban vacíos.

La humildad de San Efrén era tan grande que se creía totalmente indigno de ser sacerdote (Aunque las gentes lo consideraban un gran santo, y su vida era la de un fervoroso monje o religioso). Por eso prefirió quedarse de simple diácono.

La última vez que tomó parte en los asuntos públicos fue en el año 370 cuando hubo una gran carestía y una pavorosa escasez de alimentos. Los ricos habían acaparado los alimentos y se negaban a repartirlos entre los pobres por temor a que se aprovecharan los avivados. Entonces San Efrén se ofreció de mediador y como a él si le tenían total confianza, organizó un equipo de entrenados distribuidores y logró llevar cuantiosos alimentos a las gentes más necesitadas. En una grandísima epidemia organizó un grupo de 300 camilleros y con ellos recogía a los enfermos y los llevaba a sitios especiales para tratar de conseguir su curación. Uno de sus biógrafos comenta: "Estas dos labores fueron dos ocasiones formidables que Dios le dio a nuestro santo, para que se ganara dos bellísimas coronas más para la eternidad: la de calmar el hambre de los más pobres y la de devolverles la salud a los enfermos más abandonados". Seguramente al llegar al cielo, habrá oído de labios de Jesús aquella bellísima frase que El prometió que dirá un día a los que ayudan a los pobres y enfermos: "Estuve enfermo y me fuiste a visitar: tuve hambre y me diste de comer. Ven al banquete preparado desde el comienzo de los siglos". (Mt. 25,40).

De San Efrén se conservan 77 himnos en honor de Cristo, de la Virgen Santísima y de los temas más sagrados de la religión católica. Sus admiraciones inmensas hacia los sufrimientos son verdaderamente admirables y conmovedoras. Con razón las gentes lloraban cuando lo escuchaban o cuando leían sus emocionantes escritos. Por Jesús y por María tenía los más profundos sentimientos de simpatía y admiración. A María la llama siempre "Madre de Dios".

Su muerte sucedió probablemente en junio del año 373.

                               

 

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