martes, 29 de junio de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 1 - DE JULIO – JUEVES – 13ª – SEMANA DEL T. O. – B – Santa Esther

 

 


1 - DE JULIO – JUEVES –

13ª – SEMANA DEL T. O. – B –

Santa Esther

 

    Lectura del libro del Génesis (22,1-19):

  

   En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán llamándole: «¡Abrahán!»
    Él respondió:

    «Aquí me tienes.»
    Dios le dijo:

    «Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio en uno de los montes que yo te indicaré.»
    Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo a dos criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que le había indicado Dios.

    El tercer día levantó Abrahán los ojos y descubrió el sitio de lejos.
    Y Abrahán dijo a sus criados:    «Quedaos aquí con el asno; yo con el muchacho iré hasta allá para adorar, y después volveremos con vosotros.»
    Abrahán tomó la leña para el sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac, y él llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos.
    Isaac dijo a Abrahán, su padre: «Padre.»
    Él respondió:

    «Aquí estoy, hijo mío.»
    El muchacho dijo:

    «Tenemos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el sacrificio?»
    Abrahán contestó:

    «Dios proveerá el cordero para el sacrificio, hijo mío.»
    Y siguieron caminando juntos. Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña.
    Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo:

    «¡Abrahán, Abrahán!»
    Él contestó:

    «Aquí me tienes.»
    El ángel le ordenó:

    «No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.»
    Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en una maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.    Abrahán llamó a aquel sitio «El Señor ve», por lo que se dice aún hoy «El monte del Señor ve.»
    El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo:    «Juro por mí mismo –oráculo del Señor–: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.»
    Abrahán volvió a sus criados, y juntos se pusieron en camino hacia Berseba. Abrahán se quedó a vivir en Berseba.

Palabra de Dios

Salmo: 114

    R/. Caminaré en presencia del Señor
en el país de la vida

   Amo al Señor, porque escucha
mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí
el día que lo invoco. 
R/.

    Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del Señor:
«Señor, salva mi vida.» 
R/.

    El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó. 
R/.

 

   Arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.
Caminaré en presencia del Señor
en el país de la vida. 
R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,1-8):

   En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. Le presentaron un paralítico, acostado en una camilla.
    Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico:

    «¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados.»
    Algunos de los escribas se dijeron:

    «Éste blasfema.»
    Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo:

    «¿Por qué pensáis mal? ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados están perdonados”, o decir: “Levántate y anda”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados –dijo dirigiéndose al paralítico–: Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa.»
    Se puso en pie, y se fue a su casa.

    Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad.

Palabra del Señor

 

1.  Por supuesto, este relato da cuenta de una curación prodigiosa que realizó

Jesús con un impedido, que, por su enfermedad, estaba reducido a la dependencia total de quienes querían llevarlo o traerlo y ayudarle en todo.  Una vez más, la bondad de Jesús libera a aquel hombre de sus penalidades y sufrimientos. Pero Jesús va indeciblemente más lejos. Porque, no solo le devuelve al hombre la salud perdida, sino que, además de eso, le da una dignidad de la que se veía privado. ¿Por qué?

 

2.   En la cultura de Israel, tan profundamente marcada por las creencias religiosas, se asociaba la enfermedad con el pecado.  De forma que quien estaba enfermo, por eso mismo, era considerado como un pecador (él o su familia), es decir, como mala persona o mala gente. 

La enfermedad era un castigo divino.

Así de cruel suele ser la religión (cf. Jn 9, 2; Mt 4, 23-25; 1 Cor 11, 30). Por eso

Jesús, sin esperar a que el enfermo se lo pidiera, ni que expresara arrepentimiento o confesión de sus pecados, lo perdona de todo, con escándalo de los letrados, que hasta llegan a pensar de Jesús que era un blasfemo. 

     Jesús, por tanto, sana a la persona entera. Le devuelve su salud y su dignidad.

 

3.  Este hecho nos lleva derechamente al problema del perdón de los pecados en la Iglesia. Es evidente que, tal como el clero ejerce el poder de perdonar los pecados, ese poder se convierte en una forma de dominio sobre la privacidad y la intimidad del ser humano. Un poder que toca donde nada ni nadie puede tocar. Y bien sabemos el tormento que esto es para muchas personas.

Lo que se traduce en el abandono masivo del sacramento de la penitencia.

Es verdad que, a mucha gente le sirve de alivio el poder desahogarse de problemas íntimos que son preocupantes.  

Como desahogo, eso es bueno.   

Como obligación, que condiciona el perdón, eso es insufrible.

Por eso es importante saber esto: lo que dice el concilio de Trento (Ses. 14, cap. V) sobre la confesión de los pecados, necesita dos aclaraciones:

1)  No es verdad que el Señor instituyera la confesión íntegra de los pecados; eso no consta en ninguna parte.

 

2) Jesucristo no ordenó sacerdotes "como presidentes y jueces", ni siquiera

"a modo de" (ad instar) presidentes y jueces (DH 1679).

 Por tanto, en la Iglesia debe prevalecer la posibilidad real de que cada cual le pida perdón a Dios y pacifique su conciencia como más le ayude.  Quizá la forma más adecuada es la que ya estableció el papa Pablo VI mediante la penitencia comunitaria.

 

Santa Esther

 


 

Personaje bíblico: reina de Persia e intercesora del pueblo Judío, al que salvó del exterminio. Prefiguración de la Virgen María como auxilio del Pueblo de Dios.

 

 

Vida de Santa Ester o Esther

 

El libro de Ester contiene una de las más emocionantes escenas de la Historia Sagrada. Habiendo el rey Asuero (Jerjes) repudiado a la reina Vasti, la judía Ester vino a ser su esposa y reina de Persia. Ella, confiada en Dios y sobreponiéndose a su debilidad, intercedió por su pueblo cuando el primer ministro Amán concibió el proyecto de exterminar a todos los judíos, comenzando por Mardoqueo, padre adoptivo de Ester. En un banquete, Ester descubrió al rey su nacionalidad hebrea y pidió protección para sí y para los suyos contra su perseguidor Amán. El rey concedió lo pedido: Amán fue colgado en el mismo patíbulo que había preparado para Mardoqueo, y el pueblo judío fue autorizado a vengarse de sus enemigos el mismo día en que según el edicto de Amán, debía ser aniquilado en el reino de los persas. En memoria de este feliz acontecimiento los judíos instituyeron la fiesta de Purim (Fiesta de las Suertes).

El texto masorético que hoy tenemos en la Biblia hebrea, sólo contiene 10 capítulos, y es más corto que el originario, debido a que la Sinagoga omitió ciertos pasajes religiosos, cuando la fiesta de Purim, en que se leía este libro al pueblo, tomó carácter mundano. San Jerónimo añadió los últimos capítulos (10, 4-16, 24), que contienen los trozos que se encuentran en la versión griega de Teodoción, pero faltan en la forma actual del texto hebreo.

El carácter histórico del libro siempre ha sido reconocido, tanto por la tradición judaica, como por la cristiana. Un hecho manifiesto nos muestra la historicidad del libro, y es la existencia de la mencionada fiesta de Purim, que los judíos celebran aún en nuestros días. Sin embargo, han surgido no pocos exégetas, sobre todo acatólicos, que relegan el libro de Ester a la categoría de los libros didácticos o le atribuyen solamente un carácter histórico en sentido lato. Es éste un punto que debe estudiarse a la luz de las normas trazadas en la Encíclica "Divino Afflante Spiritu". Hasta aclararse la cuestión damos preferencia a la opinión tradicional.

En cuanto al tiempo de la composición se deciden algunos por la época de Jerjes I (485-465 a. C.), otros por el tiempo de los Macabeos.

La canonicidad del libro de Ester está bien asegurada. El Concilio de Trento ha definido también la canonicidad de la segunda parte del libro de Ester (cap. 10, vers. 4 al cap. 16, vers. 24), mientras los judíos y protestantes conservan solamente la primera parte en su canon de libros sagrados.

Los santos Padres ven en Ester, que intercedió por su pueblo, una figura de la Santísima Virgen María, auxilium christianorum. Lo que Ester fue para su pueblo por disposición de Dios, lo es María para el pueblo cristiano.

 

 

 


                               

 


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