10 - DE JUNIO – JUEVES –
10ª – SEMANA DEL T. O. – B –
Asterio de Petra
Lectura de la segunda carta del
apóstol san Pablo a los Corintios (3,15–4,1.3-6):
Hasta hoy, cada vez que
los israelitas leen los libros de Moisés, un velo cubre sus mentes; pero,
cuando se vuelvan hacia el Señor, se quitará el velo. El Señor del que se habla
es el Espíritu; y donde hay Espíritu del Señor hay libertad. Y nosotros todos, que
llevamos la cara descubierta, reflejamos la gloria del Señor y nos vamos
transformando en su imagen con resplandor creciente; asi es como actúa el
Señor, que es Espíritu. Por eso, encargados de este ministerio por misericordia
de Dios, no nos acobardamos. Si nuestro Evangelio sigue velado, es para los que
van a la perdición, o sea, para los incrédulos: el dios de este mundo ha
obcecado su mente para que no distingan el fulgor del glorioso Evangelio de
Cristo, imagen de Dios.
Nosotros no
nos predicamos a nosotros mismos, predicamos que Cristo es Señor, y nosotros
siervos vuestros por Jesús. El Dios que dijo: «Brille la luz del seno de la
tiniebla» ha brillado en nuestros corazones, para que nosotros iluminemos,
dando a conocer la gloria de Dios, reflejada en Cristo.
Palabra de Dios
Salmo: 84,9ab-10.11-12.13-14
R/. La gloria del Señor habitará
en nuestra tierra
Voy a escuchar lo que
dice el Señor:
«Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos.»
La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra. R/.
La misericordia y la fidelidad se
encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo. R/.
El Señor nos dará la
lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos. R/.
Lectura del santo evangelio según
san Mateo (5,20-26):
En aquel tiempo, dijo
Jesús a sus discípulos:
«Si no sois
mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No matarás", y el que mate
será procesado.
Pero yo os
digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a
su hermano "imbécil", tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo
llama "renegado", merece la condena del fuego.
Por tanto, si
cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu
hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete
primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu
ofrenda.
Con el que te
pone pleito, procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no
sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te
aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto.»
Palabra del Señor
1. El principio general que establece Jesús es muy claro:
si os limitáis a ser como los letrados y fariseos, no tenéis sitio en mi
proyecto. Ahora bien, los letrados eran los que mejor conocían la religión; y
los fariseos los que tenían fama de ser los más
observantes. Por tanto, lo que Jesús les dice a sus discípulos
es que el conocimiento de la religión y la observancia de sus normas no son
suficientes. ¿Por qué? Porque falta lo principal. Es lo que Jesús explica en
las antítesis que propone a continuación.
2. La primera antítesis se refiere al precepto fundamental
del respeto en la relación con los demás: “no matarás" (cf. Ex 21, 12; Lev
24, 17). Pero Jesús
radicaliza ese respeto hasta el extremo de no tolerar ni el enfado, ni palabras despectivas. Jesús exige, por tanto, el respeto total al otro. Al exigir este tipo de conducta, Jesús hace referencia a castigos de este mundo y del otro para quien falta al respeto al otro. Pero obviamente lo que Jesús establece no es un ordenamiento jurídico estricto. Al contrario, lo que Jesús pide es que seamos de tal calidad humana que no tengamos que ir, ni recurramos, a pleitos y tribunales.
3. El ordenamiento jurídico está establecido para garantizar los derechos de las personas. Eso es enteramente necesario, dado lo que da de sí la condición humana. Pero Jesús pide que la bondad del corazón sea la fuerza que supera cualquier situación de enfrentamiento. Y, en cualquier caso, que jamás faltemos al respeto a nadie.
Asterio de Petra
San Asterio, obispo de Petra, en Arabia, s. IV.
Intervino en las contiendas religiosas de su tiempo. Estuvo al principio
afiliado al partido de los arrianos, pero en el Concilio de Sárdica (347) se
puso de parte de la ortodoxia, y contribuyó a desenmascarar las intrigas de sus
antiguos correligionarios.
Constancio le desterró a los arenales de Libia, de
donde salió al advenimiento de Juliano el apóstata. En 362 aparece en el
Concilio de Alejandría al lado de [San Atanasio], que hace su elogio en varios
de sus escritos. Murió algún tiempo después.
VIDA DE SAN ASTERIO DE PETRA
Este hombre cristiano, con un pasado arriano, sería
nombrado con el tiempo como obispo de Petra, en Arabia, y debido a sus
declaraciones en contra de la herejía que representaba el arrianismo en aquella
época, San Asterio obtendría el odio de los herejes, sobre todo al momento de
terminar de hacer pública su opinión durante el concilio de Sárdica en el 347.
Debido a estas declaraciones, San Asterio termina por
ser exiliado a Libia por orden del emperador Constancio II, y sería llamado en
el año 362 por el edicto de Juliano, quien se encargaría en aquel momento de
volver a reinstalar a todos los obispos que habían llegado a ser desterrados.
Para el año 362, San Asterio formaría parte del
Concilio de Alejandría, el cual llegó a ser convocado por diversas razones,
principalmente para lograr sanar el cisma meleciano que la Iglesia de Antioquía
sufría en aquel momento, y también para lograr apoyar a San Atanasio, hombre
también de convicciones y costumbres cristianas, que se encargaría de elogiar
muchos de los escritos de San Asterio.
San Asterio fue un hombre devoto a sus convicciones,
dotado de una gran sabiduría, bondad, nobleza y extrema humildad. Llegó a ser
uno de los más importantes portadores de la carta que dirigía el concilio al
empecinado San Lucifer de Cagliari y al resto de los obispos antioquenos de
aquel momento.
Aun así, sus medidas pacificadoras no serían del todo
suficientes, debido a la precipitación por parte de Lucifer en consagrar a San
Paulino como el sucesor de San Melecio de Antioquía. Si bien no se tiene muchos
datos sobre la vida santa de este cristiano, se sabe que muere un 10 de junio
del año 365, fecha en la que hoy lo celebramos como Santo de la Iglesia
Católica.
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