27 - DE JUNIO – DOMINGO –
13ª – SEMANA DEL T. O. – B –
San Cirilo de Alejandría
Lectura del libro de la Sabiduría (1,13-15;2,23-24):
Dios no hizo la muerte ni goza destruyendo los vivientes. Todo lo creó para
que subsistiera; las criaturas del mundo son saludables: no hay en ellas veneno
de muerte, ni el abismo impera en la tierra. Porque la justicia es inmortal.
Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser;
pero la muerte entró en el mundo por la envidia del diablo; y los de su partido
pasarán por ella.
Palabra de Dios
Salmo:29
R/. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se
rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la
fosa. R/.
Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo. R/.
Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias por
siempre. R/.
Lectura
de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (8,7.9.13-15):
Ya que sobresalís en todo: en la fe, en la palabra, en el conocimiento, en
el empeño y en el cariño que nos tenéis, distinguíos también ahora por vuestra
generosidad. Porque ya sabéis lo generoso que fue nuestro Señor Jesucristo:
siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza. Pues
no se trata de aliviar a otros, pasando vosotros estrecheces; se trata de
igualar. En el momento actual, vuestra abundancia remedia la falta que ellos
tienen; y un día, la abundancia de ellos remediará vuestra falta; así habrá
igualdad. Es lo que dice la Escritura: «Al que recogía mucho no le sobraba; y
al que recogía poco no le faltaba.»
Palabra de Dios
Lectura
del santo Evangelio según san Marcos (5,21-43):
En aquel tiempo Jesús atravesó de nuevo a la otra orilla, se le reunió mucha
gente a su alrededor, y se quedó junto al lago.
Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y al verlo se echó
a sus pies, rogándole con insistencia:
«Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se
cure y viva.»
Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba.
Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Muchos
médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos y se había gastado en
eso toda, su fortuna; pero en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar
de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando
que, con sólo tocarle el vestido, curaría. Inmediatamente se secó la fuente de
sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado.
Jesús, notando que, había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en
medio de la gente, preguntando:
«¿Quién me ha tocado el manto?»
Los discípulos le contestaron:
«Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: "¿quién me ha
tocado?"»
Él seguía mirando alrededor, para ver quién había sido. La mujer se acercó
asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies
y le confesó todo.
Él le dijo:
«Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud.»
Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga
para decirle:
«Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?»
Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga:
«No temas; basta que tengas fe.»
No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el
hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el
alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos.
Entró y les dijo:
«¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está
dormida.»
Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos, y con el padre y la madre
de la niña y sus acompañantes entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y
le dijo:
«Talitha qumi (que significa: contigo hablo, niña, levántate).»
La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar –tenía doce años–. Y
se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo
que dieran de comer a la niña.
Palabra del Señor
En busca de la mejor medicina.
La muñeca rusa (Mc 5,21-43)
En los evangelios, los relatos de milagros son como contenedores bien
cerrados, unos juntos a otros, sin que se mezcle su contenido. El pasaje de
Marcos que leemos hoy recuerda, en cambio, a las muñecas rusas: un milagro
dentro de otro. Jesús va a curar a una niña y se cuela por medio una enferma
con flujo de sangre. Esa mezcla da gran dramatismo e interés al conjunto.
Indico los dos relatos con distintos colores.
La medicina tradicional: imposición de manos
El comienzo parece normal: un padre preocupado por su hija gravemente
enferma. Lo que no es normal es su convencimiento de que Jesús puede curarla
con sólo ponerle la mano encima. En nuestra cultura, el enfermo agradece que el
médico no le hable a distancia; que lo ausculte y lo palpe, si es preciso. En
la cultura antigua, el hombre santo y el curandero ejerce su poder mediante el
contacto físico. En el evangelio de Lucas se dice que «toda la gente
intentaba tocarlo, porque salía de él una fuerza que curaba a todos» (Lc
6,19). En efecto, Jesús cura a la suegra de Pedro tomándola de la mano;
imponiendo las manos cura a diversos enfermos (Mc 6,5; Lc 4,40), a un sordomudo
(Mc 7,32), a un ciego (Mc 8,23.25), a la mujer tullida (Lc 13,13); poniendo
barro en los ojos del ciego de nacimiento le devuelve la vista (Jn 9,15); y a
los discípulos les concede el poder de curar enfermos imponiendo las manos (Mc
16,18).
Quien se haya fijado en las citas, habrá visto que casi todas son de Marcos
y Lucas. Parece que a Mateo y Juan no les entusiasmaba el procedimiento, podría
causar la impresión de un poder mágico.
Una nueva receta: tocar el manto
Si
Jairo está convencido de que la imposición de manos de Jesús basta para salvar
a su hija, la mujer con flujo de sangre va mucho más lejos: le bastaría tocar
su manto. La idea del manto milagroso se encuentra también en otro relato
posterior del mismo Marcos: «En cualquier aldea, ciudad, o campo adonde
iba, colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejara tocar al
menos la orla de su manto. Y los que lo tocaban se sanaban» (Mc 6,56 = Mt
14,36).
El relato acentúa la gravedad y persistencia de la enfermedad (¡doce
años!), el fracaso de los médicos y el dineral gastado en buscarle solución. De
repente, a la mujer le basta oír hablar de Jesús para depositar en él toda su
confianza; ni siquiera en él, en su manto. ¿Fe o desesperación? Algunos de los
primeros cristianos, amantes de aplicarse los relatos evangélicos, podrían
identificarse fácilmente con la mujer. «Yo también estaba desesperado, oí
hablar de Jesús, y todo cambió.»
La verdadera medicina: la fe
La mujer se cura al punto. Pero el
relato toma un sesgo dramático. Jesús nota que una fuerza especial ha salido de
él y quiere saber quién la ha provocado.
Pregunta, rechaza la excusa de los discípulos, mira con atención a su
alrededor, hasta que la mujer se presenta temblorosa y asustada. (Marcos
describe a Jesús de forma tan humana, tan poco ortodoxa, que Mateo suprimió
toda esa parte en su evangelio: Jesús no necesita indagar, sabe perfectamente
lo que ha pasado.)
El
lector termina poniéndose en contra de Jesús y a favor de la mujer. ¿Por qué le
está haciendo pasar un rato tan malo? Es un recurso genial de Marcos, el mismo
que utiliza en la curación de la hija de la mujer cananea: poner al lector en
contra de Jesús y a favor del quien le suplica. ¿Para qué? Para que Jesús
ofrezca al final la verdadera enseñanza.
Imaginemos
que la mujer se cura y Jesús no pregunta nada. El lector se dice: «Llevaba
razón la mujer. Bastaba con tocarle el manto.» Quizá añadiría: «En realidad,
quien cura es Jesús, no el manto.» Pero todo el teatro montado por Jesús sirve
para llegar a una conclusión muy distinta: «Hija, tu fe te ha
curado.» Ni Jesús ni el manto, «tu fe». Esta afirmación podrá parecer atrevida,
casi herética, a algunos teólogos. Pero, en este caso, Mateo y Lucas
coincidieron con Marcos al pie de la letra: «Hija, tu fe te ha curado.»
Una medicina que, además de curar, resucita
La
acción vuelve a su origen, pero de forma trágica: la niña ha muerto. No hay que
molestar al Maestro. Pero Jesús le recomienda al padre la medicina usada por la
hemorroisa: «No tengas miedo; tú ten fe, y basta». Siguen hasta la casa y
se sumergen en un mundo de llantos y lamentos.
La gente es lista, no se deja engañar por Jesús
Cuando yo era joven, me indignaba leer que la gente se ríe de Jesús cuando dice
que la niña no está muerta, sino dormida. Me parecía una tremenda falta de
respeto. Pero estaba equivocado. La risa de la gente demuestra que Jesús no
puede engañarlos. Él quiere pasar desapercibido, presentar lo que hace como
algo normal, sin importancia; pero la gente sabe muy bien que la niña ha
muerto, que Jesús ha realizado un gran milagro. El detalle final de darle a la
niña de comer sirve para demostrar la realidad de la resurrección.
Resurrecciones en esta vida y fe en la vida futura
La
resurrección de la hija de Jairo (contada por Marcos, Mateo y Lucas) trae a la
memoria otros relatos parecidos, pero peculiares: la resurrección del hijo de
la viuda de Naín, que sólo cuenta Lucas; y la resurrección de Lázaro, que sólo
cuenta Juan. ¿Cómo es posible que estos dos hechos tan famosos no se encuentren
en los cuatro evangelios? Es cierto que la tradición oral olvida a menudo cosas
y detalles. Pero resulta extraño que un evangelista no los conozca. Como un
biógrafo de Beethoven que no ha oído hablar de la 9ª Sinfonía.
A
los evangelistas no les preocupaba, como a nosotros, el hecho histórico en
cuanto tal, sino la realidad de lo que contaban. Lo importante no es que Jesús
resucitase a Lázaro (que al cabo de los años volvería a morirse), sino que nos
resucitará a todos a una vida sin fin. «Yo soy la resurrección y la vida» es
también el gran mensaje de la resurrección de la hija de Jairo.
La victoria sobre Satanás (1ª lectura)
La 1ª lectura, tomada del libro de la Sabiduría, afirma que la muerte no es
algo querido por Dios, sino que entró en el mundo por envidia del
diablo. Aunque esto resulte discutible desde un punto de vista científico
moderno, así lo interpretaban los judíos del siglo I. Con ello, la
resurrección de la hija de Jairo adquiere un sentido nuevo. Marcos enfoca su
evangelio como una lucha entre Jesús y Satanás. Y este es un ejemplo de su
victoria sobre el que introdujo la muerte en el mundo por envidia.
Una llamada a la solidaridad en tiempos de migración (2ª lectura)
Aunque no tenga relación con el
evangelio, el fragmento de Pablo es de enorme actualidad en una época en la que
miles de personas (hermanos nuestros) se encuentran en grave necesidad de
acogida, comida, vestido, trabajo…
Pablo
anima a los corintios a ayudar económicamente a la comunidad madre de
Jerusalén, que sufre la terrible hambruna del tiempo del emperador Claudio. Su
mejor argumento es recordarles el ejemplo de generosidad de nuestro Señor
Jesucristo.
San Cirilo de Alejandría
Obispo y Doctor de la
Iglesia
Nació en el año 370.
Practicó la vida monacal. Una vez ordenado presbítero, acompañó a su tío,
obispo de Alejandría, y en el año 412 le sucedió en el cargo. Combatió con
energía las enseñanzas de Nestorio y fue la figura principal del Concilio de
Éfeso. Escribió mucho y sabiamente con el fin de explicar y defender la fe
católica.
Murió en 444.
Martirologio
Romano: San Cirilo, obispo y
doctor de la Iglesia, que, elegido para ocupar la sede de Alejandría, en
Egipto, trabajó con empeño para mantener íntegra la fe católica, y en el
Concilio de Éfeso defendió los dogmas de la unidad de persona en Cristo y la
divina maternidad de la Virgen María († 444).
Etimológicamente: Cirilo = Aquel que es un gran Rey, es de origen griego.
Breve Biografía
San Cirilo nació en el año 370, y desde el 412 al 444,
año de su muerte, tuvo firmemente en mano las riendas de la Iglesia de Egipto,
dedicándose al mismo tiempo en una de las épocas más difíciles en la historia
de la Iglesia de Oriente a la lucha por la ortodoxia, en nombre del Papa san
Celestino. En esta firmeza al servicio de la doctrina y en la valentía
demostrada en defensa de la verdad católica está la santidad del luchador
obispo de Alejandría, aunque reconocida tardíamente, por lo menos en Occidente.
En efecto, solamente bajo el pontificado de León XIII
su culto se extendió a toda la Iglesia latina, y tuvo el título de “doctor”.
Por la defensa de la ortodoxia, contra el error de
Nestorio, obispo de Constantinopla, corrió el riesgo de ser desterrado y
durante algunos meses vivió la humillación de la cárcel: “Nosotros—escribió—por
la fe de Cristo estamos listos a padecerlo todo: Las cadenas, la cárcel, todas
las incomodidades de la vida y la misma muerte”.
En el concilio de Éfeso, del que Cirilo fue
protagonista, quedó derrotado su adversario Nestorio, que había suscitado una
verdadera tempestad en el seno de la Iglesia, pues negaba la maternidad divina
de María.
Título de gloria para el obispo de Alejandría fue el
haber elaborado en esta ocasión una auténtica y límpida teología de la
Encarnación. “El Emanuel tiene con seguridad dos naturalezas: la divina y la
humana. Pero el Señor Jesús es uno, único verdadero hijo natural de Dios, al
mismo tiempo Dios y hombre; no un hombre deificado, semejante a los que por
gracia se hacen partícipes de la divina naturaleza, sino Dios verdadero que por
nuestra salvación apareció en la forma humana”. De particular interés es la
cuarta de las siete homilías que pronunció durante el concilio de Efeso, el
célebre Sermo in laudem Deiparæ. En este importante ejemplo de predicación
mariana, que da comienzo a un rico florecimiento de literatura en honor de la
Virgen, Cirilo celebra las grandezas divinas de la misión de María, que es
verdaderamente Madre de Dios, por la parte que tuvo en la concepción y en el
parto de la humanidad del Verbo hecho carne.
Controversista maravilloso, Cirilo volcaba los ríos de
su fecunda oratoria. Teólogo de mirada aguda, fue al mismo tiempo celoso pastor
de almas. En efecto, además de sus tratados exclusivamente doctrinales, tenemos
de él 156 Homilías sobre san Lucas de carácter pastoral y práctico, y las más
conocidas Cartas pastorales, que se encuentran en 29 homilías pascuales.
Hipatia y Cirilo de Alejandría, errores en una leyenda
negra
El uso, y abuso, de leyendas negras con el único fin de
querer desprestigiar a la Iglesia. no es una novedad, es algo que
históricamente se repite cíclicamente pese a que ya una y otra vez la verdad
siempre brilla.
La relación entre Hipatia y San Cirilo, actualizada en
nuestros días por una película que no vamos a nombrar, no fue tan truculenta
como nos quieren hacer creer. Veamos algunos de los tantos errores históricos
en que caen los enemigos de la Iglesia, ahora disfrazados de productores
cinematográficos:
1) Hipatia, protagonista de la misma, no fue asesinada
siendo joven y hermosa, sino que murió en el año 415, a los 61 años de edad
(una anciana en aquella época) Claro, que sabiendo que el espectador se suele
identificar con el protagonista -y por tanto también con la ideología que
pretende transmitir-, no se ha dudado en recurrir a la guapa actriz Rachel
Weisz, de 38 años. Es más fácil que el espectador se identifique con alguien
atractivo, joven y bello (el caso de esta actriz), que con un personaje
histórico feo o viejo (la verdadera Hipatia a la edad en que murió)
2) Hipatia no destacó por ser astrónoma, ni se adelantó a
Kepler en más de mil años, sino que simplemente fue una filósofa de la escuela
platónica. Esta es la única referencia histórica que existe sobre ella, y se
debe al obispo cristiano Sinesio de Cirene, quien, al contrario de cómo le
pinta la película, hablaba bien de ella.
3) Dicho obispo, a quien la película muestra como traidor
y cómplice en el asesinato de la filósofa, murió dos años antes que ella, por
lo que es imposible que tuviera nada que ver con su muerte.
4) Hipatia también tenía buenas relaciones con otros
cristianos, como es el caso del curial Amonio o del Patriarca Teófilo, así como
de muchos cristianos fervientes que, contemporáneos con los sucesos, no dudaron
en defender su personalidad. Como, por ejemplo, Timoteo, en su Historia
Eclesiástica. También fue un cristiano, Sócrates Escolástico, quien en su
Historia Eclesiástica (VII,15), escrita con posterioridad a la muerte de la
alejandrina, la encomió como "modelo de virtud".
5) Hipatia no fue virgen "para ser igual que un
hombre y poder ejercer una profesión con plena dedicación", como ha
declarado la protagonista de la película, quien se considera "feminista
radical", sino porque, coherente con su filosofía platónica, ejercía la
"Sofrosine" (el dominio de uno mismo a través de las virtudes,
entendidas como el control de los instintos y las pasiones).
6) La mujer no fue libre en Grecia y Roma hasta que llegó
el cristianismo y la sometió la sujeción del hombre, como quiere transmitir la
película, sino que en Grecia la mujer era considerada como un objeto más de la
casa, y en Roma no era una «sui iuris», es decir, titular de derechos, sino que
era considerada "capiti diminutio", como un niño o un incapacitado y,
por tanto, estaba sometida a la tutela o la "manus" del padre o del
marido. Por el contrario, fue el cristianismo el que consideró al hombre y a la
mujer iguales en naturaleza, pues ambos son hijos de Dios y hermanos en Cristo;
y prueba de ello es que las primeras manifestaciones de mujeres libres
autodeterminándose, pese a la voluntad de sus padres o del estado, fueron las
primeras mártires cristianas víctimas de las persecuciones romanas, tales como
Santa Inés, Santa Ágata o Santa Cecilia.
Presentar a la mujer en el ámbito de lo que fue la
sociedad pagana, en unas condiciones de emancipación como las que caracterizan
a Hipatia, resultaría absolutamente incomprensible si no se advierte al mismo
tiempo que es el creciente desarrollo del cristianismo y su concepción de igual
dignidad de hombre y mujer que lo hacen posible. El paganismo, los clásicos
griegos y romanos, confieren a la mujer un papel subalterno y esencialmente
doméstico y para nada vinculado a las instituciones públicas, excepto en
determinados y específicos cultos religiosos. Es decir, Hipatia es el resultado
de la evolución de una sociedad influenciada de manera creciente por el
cristianismo. Esto Amenábar lo oculta.
De la misma manera que Amenábar presenta a Hipatia, es
necesario recordar otras figuras de mujeres filósofas o escritoras, como
Eudocia, nacida en una familia pagana como Atenais y convertida luego al
cristianismo. La presencia pública de mujeres en una sociedad que se estaba
cristianizando sólo se explica por este último hecho, lo cual contradice
frontalmente lo que Amenábar nos relata.
7) Fue precisamente San Cirilo de Alejandría -personaje
que en el fondo persigue la leyenda de Hipatia- el que más ha exaltado en la
historia de la humanidad la condición femenina, pues a él se debe la expresión
"Theotokos", palabra griega que significa "Madre de Dios".
Él fue quien derrotó a la herejía nestoriana en el Concilio de Éfeso del año
431. En esencia, la disputa consistía en si María era madre de Cristo o madre
de Dios. San Cirilo consiguió que se convocase un concilio en Éfeso, lugar
donde vivió sus últimos años la Virgen María, y logró que la Iglesia declarase
el primer dogma mariano de la historia: María, Madre de Dios. Hasta aquel
momento nadie en la historia había conseguido colocar a un ser humano mujer por
encima de cualquier hombre.
8) Hipatia nunca fue directora de la Biblioteca de
Alejandría, ni ésta fue destruida por los cristianos, sino que fue incendiada
por Julio César, saqueada como el resto de la ciudad por Aureliano en el año
273, y rematada por Diocleciano en 297. En el año 391 fue destruido lo que
quedaba del templo del Serapeo después de la destrucción por los judíos en
tiempos de Trajano, y también el repaso que le pegó Diocleciano, quien, para
conmemorar la hazaña, puso allí su gran columna, razón por la cual los
cristianos lo destruyeron, ya que él era el símbolo de las persecuciones que
sufrieron durante trescientos años. Pero lo que allí quedaba de la biblioteca
era tanto como lo que restaba en otros sitios.
9) El paganismo siguió existiendo en Alejandría hasta que
llegaron los árabes. Concretamente, el neoplatonismo siguió floreciendo allí
hasta varios siglos después de la muerte de Hipatia: la escuela platónica de
Alejandría continuó funcionando con normalidad durante más de 200 años, hasta
que lo recuperó el Renacimiento cristiano. Además, su más brillante exponente
fue San Agustín, coetáneo de Hipatia.
La historia
de Hipatia ha sido objeto de una recurrente manipulación, fundamentalmente con
el fin de atacar a la Iglesia: desde la Ilustración hasta el feminismo radical
actual. Amenábar, pues, no es original ni siquiera en eso. Según el
"iluminado" Voltaire, "desde la muerte de Hipatia hasta la
Ilustración, Europa está sumida en la oscuridad; la Ilustración, al rebelarse
contra la autoridad de la Iglesia, la revelación y los dogmas, vuelve a abrir
la iluminación de la razón". En cuanto al segundo ejemplo de manipulación
-el del feminismo radical-, podemos observar el que hace Úrsula Molinaro, según
el cual Hipatia fue la campeona del amor libre, pese a que en realidad era
virgen.
La verdadera historia de Hipatia se ha transformado
artificialmente en la leyenda del "Crimen de Alejandría", cuyo
protagonista principal es el obispo San Cirilo. La atribución directa a este
último del asesinato de Hipatia se debe al escritor pagano Damascio, último
escolarca de la Academia de Atenas y autor de la "Vida de Isidoro"
(una apología del paganismo de finales del s.V y principios del s.VI), quien
exiliado en Persia tras su cierre por orden de Justiniano, y dispuesto a azuzar
las maledicencias contra San Cirilo, a quien tuvo por rival -en un tiempo de
rivalidades religiosas fortísimas y extremas-, le atribuyó el homicidio sin más
fundamento que sus propias conjeturas. Porque esto y no otra cosa es lo que,
desde entonces y hasta hoy, siguen haciendo cuantos rivalizan endemoniadamente
contra la Fe católica. Han pasado siglos desde el lamentable episodio y nadie
ha podido aportar otro cargo contra el gran santo de Alejandría que no fuera la
sospecha, el rumor, la hipótesis trasnochada o la presunción prejuiciosa.
Pero la leyenda en sí misma surge en 1720, con la obra
de John Toland (irlandés, hijo ilegítimo de un sacerdote católico, que se hizo
protestante y posteriormente activo militante del ateísmo en la Gran Logia de
Londres) Después vino Voltaire; después, el historiador Edward Gibbon, quien,
para argumentar su tesis acerca de que el cristianismo es la causa interna de
la decadencia del Imperio Romano, utiliza la leyenda de Hipatia y declara a
Cirilo responsable de todos los conflictos que estallaron en Alejandría en el
siglo V. Más tarde llegarán las versiones románticas de Leconte de Lisle y
otros, y finalmente el feminismo radical, para el que Hipatia fue la primera
mártir de la misoginia propia del cristianismo. Todos los autores citados, y
alguno más, tienen una cosa en común: son masones reconocidos. De nuevo, la
Masonería aparece de fondo, entre bambalinas, cada vez que surgen ataques
mediáticos contra la religión, y concretamente contra el cristianismo (enemigo
secular de su ideología y por tanto de su imposición a todo el mundo) como ha
hecho siempre, empleando para ello diferentes medios adaptados a cada momento
histórico)
El maltrato y la muerte de Hipatia no es imputable a
los cristianos, como tampoco lo es a San Cirilo de Alejandría. El origen de tal
acusación se debe, como se ha señalado antes, al pagano Damascio, enemigo
acérrimo de San Cirilo, y simplemente ha sido repetida desde entonces por todos
los enemigos de la Iglesia para atacarla. No hay mentira mayor que la que
sostiene que "los historiadores coinciden en responsabilizar a Cirilo de
Alejandría por el asesinato de Hipatia". Coinciden los enemigos frenéticos
de la Iglesia Católica, no los historiadores o los genuinos estudiosos del
caso:
No coinciden (y discrepan con la leyenda negra oficial
impuesta finalmente por el Iluminismo) el arriano Filostorgio, el sirio Juan de
Éfeso, los jansenistas Le Nain de Tillemont y Claude Pierre Goujet, o el
erudito Christopher Haas en su "Alexandria in Late Antiquity: Topography
and Social Conflict", publicado en 2006. No coincide tampoco Thomas Lewis,
quien redactara ya en 1721 la célebre impugnación de la mentira a la que tituló
sugestivamente "La Historia de Hypatia, la imprudentísima maestra de
Alejandría: asesinada y despedazada por el populacho, en defensa de San Cirilo
y el clero alejandrino. De las calumnias del señor Toland". No coincide
Miguel Ángel García Olmo, quien advierte en la maniobra acusadora un "afán
de mancillar la ejecutoría de un pastor teólogo de vida esforzada y ejemplar
como fue Cirilo de Alejandría, venerado en Oriente y en Occidente"; y ni
siquiera se atreve a coincidir Gonzalo Fernández, quien en su obra "La
muerte de Hypatia", del año 1985, a pesar de la ninguna simpatía que
manifiesta hacia el santo, llamando tiránico a su ministerio, concluye en que
"ninguna de las fuentes sobre el linchamiento de Hipatia alude a la
presencia de parabolani entre sus asesinos". Los parabolani eran los
miembros de una hermandad de monjes alistados voluntariamente para el servicio,
principalmente entre los enfermos, y que en su momento respondieron incondicionalmente
a San Cirilo, recibiendo la acusación de consumar el linchamiento de Hipatia.
Recuérdese que también Aguinis menciona a "un grupo de monjes", como
causa instrumental del delito. No coinciden los hechos. Porque el mismo San
Cirilo, que lamentó y reprobó el crimen de Hipatia, amonestó enérgicamente en
su Homilía Pascual del 419 a la plebe alejandrina, dada a participar en
turbamultas feroces y sanguinarias como la que puso desdichado fin a la vida de
la filósofa. Si no se le cree al santo, las novelas de Lawrence Durrel
-concretamente las de su Cuarteto de Alejandría- resultan una buena fuente para
conocer el carácter sangriento y cruel de esas tropelías feroces del populacho
alejandrino. Sin olvidarnos de que fueron esas mismas hordas las que dieron
muerte a dos obispos cristianos, Jorge y Proterio, en el 361 y 457
respectivamente.
El anticristianismo de la película es, pues, más que
obvio, y nada disimulado; el mensaje de fondo se puede resumir en tres puntos:
1) Los cristianos son violentos, machistas y contrarios
al progreso, la cultura y la razón.
2) Jesús podría haber sido magnífico, pero no sus
seguidores.
3) Según el propio Amenábar, la civilización antigua era
un prodigio de ilustración "de no haberse dado ese traspiés que fue la
Edad media y la caída del Imperio Romano, y de no haberse paralizado el mundo
durante 500 años".
Con estos prejuicios ideológicos, totalmente ajenos a
la verdad histórica, es lógico que Amenábar denuncie el inventado fanatismo de
la intolerancia religiosa. Lo curioso es que para ello tenga que mirar al
pasado, manipulándolo además -¿más desmemoria histórica?- y no refleje uno de
los mayores integrismos actuales, que justamente va en la dirección opuesta: la
actual intolerancia antirreligiosa, de la que él es, de nuevo hay que decirlo,
simple punta de lanza. La Hipatia que retrata el director no es la real, pero a
los espectadores no se les va a advertir esa ausencia de base histórica, sino
que se les pretende hacer creer justo lo contrario.
Parece que Amenábar ha ´olvidado´ un pequeño detalle en
su película: los que persiguieron masivamente, reprimieron, torturaron y
mataron fueron los paganos a los cristianos en nombre del paganismo y de
razones que hoy nos parecen brutalmente irracionales, como lo constatan las
propias actas de los juicios romanos. Amenábar engaña y miente con
las imágenes y el argumento, que hace de la película más cara rodada en España
un simple panfleto político anticristiano. Al final va a tener razón: la
situación de entonces se parece a la actual (los paganos persiguiendo a los
cristianos, y no como él nos lo quiere vender).
P. Ángel Amo. Fuente:
Catholic.net
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